La buena noticia es que me quedan 365 días para transmitirles mis mejores deseos personalmente de una forma sincera y nada impostada
Lo siento, pero lo ignoro. En estas fechas de fin de año, no sé si me encuentro entre el límite del mal del 2021 o del bien del 2022. Yo con tal de que este sea un año neutro me conformo. Desear felicidad a los demás es no quererles porque sin el esfuerzo y sufrimiento no aprendemos, avanzamos, empatizamos con los demás, nos hacemos mejores personas, ni llegamos a conocernos.
Y cuando uno es feliz se pierde en su ensimismamiento una parte de la realidad que le rodea. Así que prefiero quedarme con las tres caras, para luego no llevarme ningún chasco. Ni optimista, ni pesimista: realista. Recuerden: la Nochevieja del año pasado estuvimos celebrando la llegada de Filomena que si mal no recuerdo fue el 8 de enero. Por no hablar de otros temas.
Los orientales suelen aprender observando la naturaleza desde los anales de la Historia. Se suele decir que la naturaleza es sabia, eufemismo que viene a decir que el hombre es y nace tonto por naturaleza (valga la redundancia).
Yo este año no voy a tomar las uvas por la sencilla razón que Filomena me ha enseñado una cosa: a no celebrar los acontecimientos por anticipado ni a infundir falsas ilusiones sobre los demás con pequeñas dosis de felicidad que solemos repartir en estas "¿fiestas?"(sic) del año, en un Estado curiosamente aconfesional, mientras el resto de meses hablamos más con nuestros dispositivos tecnológicos que con los que hasta hace unos años eran nuestros allegados (familiares, amigos y vecinos). ¿Recuerdan...?
Al final la Navidad la hemos convertido en una época pagana del año en la que los gestos materiales y económicos como la Lotería, los regalos o las comidas ostentosas son más verdaderos que las falsas emociones impropias pronunciadas a base de las mismas canciones y de idénticas frases hechas y no sentidas de todos los años. Hecho que termina convirtiéndose en un muermo para los invitados y en una falta de consideración hacia el recién nacido. Por no mencionar los deseos futuros y egoístas (hacia el prójimo exclusivamente humano) y en un pretexto para relacionarnos y huir de la naturaleza espiritual propia de estas fechas.
¿No vamos dejando la felicidad en el pasado mientras que otros nos siguen animando a propagar y difundir nuestros deseos (que son los de ellos) sobre los demás en el futuro? Pues yo he empezado a desearme felicidad en el presente, motivo por el cual no me da tiempo por mucho que quiera y lo intente a que les llegue a todos los que quisiera.
La buena noticia es que me quedan 365 días para transmitirles mis mejores deseos personalmente de una forma sincera, realmente auténtica y nada impostada.
José Luis Meléndez. Madrid, 29 de diciembre del 2021