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23 de enero de 2017

Autorlatría

El animal, según el señor Marías, ha de tener obligaciones, pero ningún derecho

Ser de color, y no tener una religión definida, es un problema grave. A esta conclusión, ha llegado el Académico de la RAE (Real Academia Española), Javier Marías, en su artículo “Perrolatría”, publicado en EPS (El País Semanal), el diecinueve de junio del dos mil diez y seis, en su número 2.073. El artículo no tiene desperdicio, desde su inicio, como ya presagió el ilustre autor en una de sus novelas, titulada “Así empieza lo malo”, y como el mismo reconoce en el mismo texto: “no quiero imaginarme cuántos enemigos me he creado en España, con estas líneas”.

Don Javier reconoce de esta forma explícita, el daño consciente que hace a muchos lectores, cosa que no le importa lo más mínimo. Daño que no solo causa a muchos lectores españoles, sino a muchas personas repartidas a lo largo y ancho de todo el mundo. Porque el diario El País, espacio público en el cual escribe el académico sus artículos, es un periódico de reconocido prestigio, que se lee en muchos países, cosa que el señor Marías, parece a estas alturas desconocer.

Vivir en España, y ser español o no, no le debiera eximir a uno, de ser lo suficientemente prudente a la hora de utilizar ciertos calificativos. Decir que España copia de los Estados Unidos, todas las "imbecilidades", casi ninguna buena o inteligente, es cuanto menos ofensivo para todos los españoles y americanos, residan donde residan. Más si se tiene en cuenta que Estados Unidos, es un país que le acogió durante su adolescencia, y que le brindó la oportunidad de escribir “Los dominios del lobo”, primera novela, con un título premonitorio sobre el contenido el artículo, que hoy nos ocupa.

Afirmar además en dicha publicación, que existe una "lerda idea estadounidense", de que los perrólatras gozan de una superioridad moral, para a renglón seguido compararlos con Hitler (el cual poseía perros), me parece una idea subjetiva de lo más grave. Porque nadie puede sentirse inferior si su nivel de autoestima, se encuentra dentro de los parámetros normales. El problema, quizás estribe en la inferioridad moral que algunos perrófobos debieran tratarse, como se ha demostrado, y se sigue demostrando tanto en España, como en Estados Unidos. Los animales como se puede ver, y según recientes investigaciones, son capaces de detectar ciertas patologías y enfermedades.

Don Javier, debido a sus contradicciones, da la impresión que dice cosas que no siente cuando afirma textualmente: “nada tengo contra los perros”, y cuando a la vez subtitula su artículo diciendo que "lo de los derechos de los animales, es un despropósito". O cuando critica la entrada de perros (no especifica si otras especies), en los lugares públicos.

“Los animales carecen de derechos por fuera, lo cual no obsta para que nosotros tengamos deberes para con ellos”. El señor Marías, como vemos, "nada tiene contra los perros", cuando les niega el derecho básico de la vida. ¿Qué deberes tiene un perro sin dueño, atropellado y herido en una autopista? Según el señor Marías, ninguno. ¿Qué deberes puede tener una persona perrófoba que ataca o maltrata sin ningún motivo, a cualquier animal desprovisto de dueño? Según el señor Marías, todos los deberes que quiera.

Don Javier, que nada tiene contra los perros, se queja del acceso de estos animales, a los lugares públicos. Eso es según él un derecho que tiene de manera exclusiva la persona, por el mero hecho de serlo, pero no el de un chucho o de una bestia, términos cariñosos, con los cuales se refiere a ellos. Es posible sin embargo, que el señor Marías si viaja en avión, y su nave aérea (dios no lo quiera), tiene una amenaza de bomba, no ponga ningún impedimento para que las "bestias" y los "chuchos" de las fuerzas de seguridad olfateen su avión.

El animal según el señor Marías ha de tener obligaciones, pero ningún derecho. De la misma manera, que el señor Marías se otorga el derecho de ofender desde su púlpito dominical a sus lectores, aunque los lectores, no tengan la obligación de manifestar su profundo dolor e indignación por sus ofensivas, conscientes y reiterativas consideraciones. La educación sí que es un bien de superioridad moral, que el señor Marías también parece desconocer o ignorar.

Al señor Marías, el mismo que nada tiene contra los perros, ni contra sus tutores, le molesta que “los amos” de estas mascotas, no se conformen con un can, y que lleven tres o cuatro. Y por criticar que no se queden en el tintero también las correas largas. Las mismas que dan mayor libertad a los perros, que ocupan “la calle entera”, y que impiden transitar a los peatones especiales, como el insigne e ilustrado académico.

Más adelante, Don Javier Marías, que nada tiene contra los perros de cuatro patas, ni de los de dos piernas (que también los hay), como este que suscribe, haciendo gala de su incuestionable objetividad y optimismo habitual, anima a que los lectores compren o adopten perros, cuando antepone los deberes y las cuestiones económicas, a la relación emocional, vínculo primordial, entre cualquier mascota y su tutor. Un perro lejos de ser una fiel y grata compañía, es para el autor, una esclavitud del dueño con respecto al perro (no al revés), debido a las atenciones que requiere, así como un lujo, por el coste que supone el mantenimiento de dicha amistad.

Según el articulista, recoger las cacas, es una opción "asquerosa y humillante". Se refiere a las cacas biológicas e involuntarias de los animalitos, no a las “cacas” literarias y conscientes que algunos autores, lanzan a sus lectores, sin tener nada en contra de ellos tampoco. Asegura que el que va con un perro, porta un arma; armas contra las que nada tiene en contra don Javier Marías. Curiosa contradicción.

Termina el artículo deleitando al lector con la trifulca de un vecino (que ¡cómo no!, tiene perro), el cual le insultó injustamente, y que por cuestiones de honorabilidad no detalla. Algo muy raro, porque don Javier, como ha dejado meridianamente en su artículo, nada tiene contra las personas, ni contra los perros, motivo por el cual afirma de una forma taxativa, que a los canes les corresponde "someterse ciegamente a quién los alimenta y cuida". La comida y los cuidados, son según el ilustrado don Javier, motivos más que suficientes para un sometimiento ciego a la voluntad del tutor. Porque el tutor, según el señor Marías, nunca se somete emocionalmente al perro, en una relación de amistad. La esclavitud, ya se sabe, es un "valor" unidireccional.

Si como dice el ilustrísimo académico en los Estados Unidos, hace mucho que se llegó a la peregrina conclusión, que quien carece de perro es mala persona, ningún americano dudará (y más si ha leído su artículo), que don Javier no debe ser una buena persona. Máxime cuando se preocupa más de los excesos de adoración, que de los casos de maltrato. Y es muy posible también, que muchos lectores de cualquier nacionalidad, se planteen si leer más de una vez un artículo del señor Marías, o tener varios libros de él, puede ser constitutivo, de un serio principio de autorlatría.

El señor Marías, es académico, y ocupa desafortunadamente el sillón de la letra “R”, lo cual constituye una gran pérdida para las letras españolas. Porque si en lugar de esa letra, hubiese ocupado la letra “P”, más representativa de la relación entre los "Perros" y las "Personas", lo más seguro es que no hubiese llegado a herir de una forma consciente, la sensibilidad de tantas personas.

Ser académico, no le otorga a ninguna persona, la superioridad moral de faltar a nadie, como esta semana ha vuelto a hacer don Javier, en su columna titulada “Ese idiota de Shakespeare”. Especialmente si se trata de un difunto, o de unas criaturas que no tienen la facultad de defenderse. El señor Marías, ha "ladrado" metafóricamente a sus lectores; y lo ha hecho para contarles sus chucherías.

José Luis Meléndez. Madrid, 23 de enero del 2016
Fuente de la imagen: commons.wikimedia.org

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