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19 de marzo de 2021

Santos

Nunca he entendido por qué el santo de uno ha de ser aquel que representa su nombre, en lugar con el que uno se siente más identificado

Nunca he entendido por qué el santo de uno ha de ser aquel que representa su nombre, en lugar con el que uno se siente más identificado. Al parecer no es suficiente que a uno le hayan impuesto un nombre y una confesión, sin su consentimiento en el momento de su nacimiento.

Conozco santos con los cuales me siento más identificado, como por ejemplo San Francisco de Asís o San Antón, ambos profundos admiradores de los animales y por ende de la naturaleza. Eso sí, a un nivel intelectual me quedo con Teresa de Jesús. Su prosa y su poesía sin lugar a dudas son de una gran calidad literaria. Las  lecturas suyas, que suelo frecuentar desde un punto de vista agnóstico, me ayudan a evadirme y a retrotraerme  a épocas pasadas, que no es poco.

Así que hoy es un día triste y extraño. Extraño porque no me siento identificado especialmente con mi santo, y porque creo que no debería haber santos de primera como el mío, ni de segunda. Todos deberían de tener la misma consideración. Y triste porque nadie de las pocas personas que me han felicitado lo han hecho por ser padre adoptivo, motivo por el cual estoy pensando en conceder mis honores en un día como hoy a una personalidad que reúna según mis criterios una mayor consideración, y que no necesariamente ha de pertenecer al mundo eclesiástico.

Estoy convencido que si me decido a ello no me será difícil encontrar hombres y mujeres con los méritos suficientes dentro de la sociedad civil si tenemos en cuenta que vivimos en un Estado aconfesional. ¿Por qué entonces los 365 días del año están dedicados a personas de una confesión y no a personas que contribuyeron con su vida a mejorar la humanidad, por no caer en los nacionalismos?

Se me ocurre por ejemplo Alexander Fleming, inventor de la penicilina. ¿Cuántas vidas ha salvado este hombre? O el de Thomás Alva Edison, inventor de la luz eléctrica. En resumidas cuentas me sorprende como la sociedad civil después de veintiún siglos no ha creado su propia lista de hombres y mujeres ejemplares, y no los ha ubicado de facto en el calendario.

En una sociedad tan polarizada, tan educada en las malas noticias y últimamente en los bulos, se echan en falta no ya personas ejemplares, sino gestos que nos hagan recuperar nuestra autoestima como especie. Pues bien, hace unos días he tenido constancia, gracias a la prensa de una de estos hechos. Se trata de la acción llevada a cabo por una religiosa, condición que no ha de servir motivo para no darla a conocer, sea cual sea la línea editorial de cualquier medio.

El pasado 28 de febrero, la hermana franciscana Ann Nu Thawng, residente en Myitkyina, capital del estado birmano de Kachin, zona cristiana enclavada en esta nación de mayoría budista, después de recibir golpes en la pierna y en el pecho, se postró con las manos entrelazadas ante un grupo de policías para implorarles que cesaran de disparar a una multitud de jóvenes que protestaban pacíficamente contra el golpe de Estado que el ejército perpetró hace más de un mes en dicha región. Un gesto que logró evitar un nuevo baño de sangre.

“Cuando vi ese escenario, sentí que era una zona de batalla”, manifestó. “Soy monja pero también soy ciudadana. Como monja rezo con mis hermanas por el regreso de la paz y la libertad a nuestro país. Pero como ciudadana, se que la oración no es suficiente y que también debemos actuar; así que si esta foto puede ayudarnos a recuperar nuestros derechos, y si puede crear conciencia en otros países y ayudarnos, creo que es algo bueno”, declaró al diario Le Figaró.

Muchos han alabado su gesto valiente  más que la humanidad y la coherencia de dicho acto. Como religiosa ha manifestado que sus plegarias o sus palabras no eran suficientes para alcanzar la libertad y la paz de su país. La ciudadana movida por la compasión hacia los jóvenes ha logrado con su ejemplo evitar un derramamiento de sangre, o en su caso conseguir la detención de un centenar de personas contrarias al golpe y lanzar  un mensaje de amor al mundo. Pero también de Paz y bien. Las felicitaciones que hoy he recibido se las dedico a ella.

José Luis Meléndez. Madrid, 19 de marzo del 2021. Fuente de la imagen: mensaje.cl

18 de marzo de 2021

A Paco

Querido Paco:

¿Te acuerdas? Es una instantánea que data de agosto del año 1965, disparada en Añorbe, el pueblo en el cual naciste y viviste tu larga vida. Entonces yo contaba con dos años. No he encontrado mejor foto para un día como este, en el cual me comunican que al final has conseguido sacar ese billete que tanto se te ha resistido, con destino al lugar que tanto merecías y necesitabas.

En la imagen aparezco dándote un beso, que no es de despedida, sino de cariño, mientras abrazas a la tía María Jesús, con la cual hoy vuelves a encontrarte. ¡No sabes cuánto me alegro! Me imagino lo mal que lo tuvisteis que pasar María Jesús y tú al dejar la casa en la cual vivisteis tan felices y tan unidos, para iros a morir a una residencia. Y soy también consciente de lo duro que lo pasaste, cuando hace un par de años, se fue María Jesús, al lugar que hoy compartes con ella.

Nuestra complicidad era tal que nunca he llegado a considerarte tío mío, sino un amigo próximo a la familia. A pesar de la distancia que nos separaba, nuestro afecto se ha mantenido hasta el final, sin ningún tipo de interferencia, gracias a las espaciadas pero emotivas conversaciones que hemos mantenido los dos al teléfono.

Nunca nos hizo falta manifestarnos nuestros sentimientos de cariño. El tono de la voz, la duración de las llamadas, y los momentos que compartíamos, eran suficientes. La excepción se produjo en la última llamada que mantuvimos. En ella nos confesamos que echábamos de menos aquellas reuniones familiares que celebrábamos cada año que veníais tú y María Jesús por Navidades. Y las que manteníamos en casa de la tía Feli y Merche. Recordamos lo gran cocinera que era Feli, el gran cariño con el que nos recibían, y lo unida que estábamos toda la familia.

En tan solo cuatro días vivíamos momentos tan emotivos…Solías engañarme cuando me decías que te acompañara a comprar el periódico. Pero luego me llevabas al Katanga y me invitabas a una abundante y suculenta ración de calamares que tanto me gustan. Luego te acompañaba como tú decías a La Plaza, para que tú mismo, como buen cocinero, eligieses el bacalao y el vino, con el cual solías deleitar a la familia e incluso a los vecinos. Y así fue como tu bacalao al ajoarriero, un plato típico de la ribera navarra, se hizo famoso gracias a ti.

Al llegar a casa, cuando nos preguntaba la tía María Jesús, en un tono cómplice y con una mirada pícara, cuánto habíamos tardado, te miraba sin saber que responder, por miedo a romper nuestro pacto secreto. Entonces me guiñabas el ojo con tu media sonrisa, y acto seguido nos encerrábamos los dos en la cocina. Momento en el cual te ayudaba mientras aprendía la elaboración de ese plato tan exquisito, con el que lograbas despertar nuestros sentidos. Después acompañabais María Jesús y tú la sobremesa con algunas jotas navarras, acompañado de tu inseparable guitarra.

Has sido un hombre todoterreno, trabajador y de campo, pero eso no fue ningún impedimento para que te relacionaras al más alto nivel, con tu saber estar, y tu educación tan humilde y tan exquisita. Lo mismo echabas una partida de cartas en la Venta que te relacionabas en la banda de música y en Pamplona con vecinos y amigos de distinto estrato social. Cultivaste tus viñas con el mismo cariño con el cual tocabas la guitarra.

No te tomes este viaje como una despedida, Paco. Es imposible irse de Navarra como dice la jota. Ya ves lo dentro que yo la llevo, viviendo en Madrid, gracias a ti. Y menos de Añorbe, ese lugar gracias al cual tuve mi primer contacto con la naturaleza, con los animales y las personas tan nobles como tú. Continúa tu camino y recibe este beso tan tierno, de cariño que desde mi corazón te envío. Y házselo extensivo a todos, cada vez que os reunáis.

¡Hasta pronto, amigo!

Un beso

José Luis

José Luis Meléndez. Madrid, 18 de marzo del 2021

14 de marzo de 2021

Personas no humanas

Una persona no humana nos acompaña hasta el final de sus días; una persona humana, no siempre

El gusano se reencarna en mariposa. La noche se reencarna en día. La idea se reencarna en palabra, y la palabra se reencarna en acción. De hecho el hombre a lo largo de la Historia y de su evolución, se ha ido “reencarnando” de mono en hombre. La vida se asemeja a la de un programa informático. Antes de ser ejecutable inicia su vida como un programa fuente y hasta que no se produce su depuración de errores, no cumple su verdadera función.

El escrito que en estos momentos tienen ante sus ojos, ha tenido antes varias vidas. Primero ha sido imaginado, más tarde reflexionado, luego ha sido escrito, posteriormente corregido, editado y publicado. Con la lectura que ustedes hagan de él, tomará una nueva vida interpretativa.

Hace unas décadas tuve la oportunidad de compartir un retiro de quince días con los lamas del Tíbet. Una experiencia que me sirvió para resetear la espiritualidad fallida, impuesta e irracional adquirida durante mi infancia. Gracias al contacto diario y directo durante estos días, pude plantear de manera abierta todos aquellos interrogantes sin respuesta que desde hacía años asaltaban mi mente, y perturbaban interiormente mi existencia. La fuente elegida no solo sació la sed de mi trascendencia humana, sino que contribuyó a crear una paz interior, que ha perdurado hasta hoy en día.

La muerte es un interrogante, pero el que uno crea o deje de creer en la reencarnación no le exime de una posible y futura existencia bajo una apariencia nueva o similar. Porque nadie puede escapar de las leyes de la naturaleza, ni de los efectos y de las causalidades del karma, es decir, de cada uno de los actos mentales, verbales o corporales que llevamos a cabo durante nuestra existencia.

Según la espiritualidad y la filosofía budista, ocho siglos más antigua que el cristianismo, es más fácil nacer en una vida “inferior”. Esto es debido a que existen un mayor número de especies y de animales a lo largo y ancho del planeta. Sandra, mezcla de orangután de Sumatra y de Borneo, no tuvo la suerte de nacer ni de pertenecer a la especie humana. Nació el 14 de febrero de 1986 en el zoológico de Rostock (Alemania). Como consecuencia del abandono afectivo de su madre, durante su infancia creció en soledad “encerrada en una caja de cemento”, hecho que unido a su carácter tímido, le llevó a vivir según sus cuidadores una vida, valga la redundancia, crónicamente deprimida.

Sin embargo la suerte de Sandra cambió cuando la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales (AFADA), haciéndose eco de su historia, y de su indigna situación, al amparo del Código Civil argentino, presentó una denuncia ante los tribunales, con objeto de que dejara de ser considerada y tratada como una “cosa” u “objeto”. De esta forma comenzó un periplo judicial que terminó por reconocer el 21 de octubre del 2015 a Sandra como “sujeto (no objeto) de derecho”. Quedaba de esta forma obligado el propietario del zoológico a garantizar “las condiciones naturales del hábitat, y las actividades necesarias para preservar sus habilidades cognitivas”.

La juez, Elena Liberatori que se hizo cargo del caso, llegó a implicarse tanto en su causa y en su bienestar, que llegó a acudir personalmente a una de las pruebas médicas de Sandra, antes de su traslado a Florida, y no la soltó la mano, mientras el animal permaneció dormido. “Estudié leyes para defender a los inocentes, y no hay nada más inocente que un animal”, sentenció en una de sus conversaciones.

Como consecuencia de esta iniciativa, el 23 de junio del 2016, el Jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, responsable del zoológico, anunció que el recinto animal debía convertirse en un ecoparque. Las instalaciones se cerraran este mes de Agosto, motivo por el cual se ha procedido al traslado de muchos animales, a excepción de Sandra que espera su traslado a Florida.

El 12 de diciembre del 2016, Sandra fue reconocida como persona no humana, es decir como un ser dotado de personalidad propia y jurídica. Desde el cierre del zoo, Sandra ha recuperado su intimidad y está pendiente de su traslado este año al Center For Great Apes de Florida (EEUU). El haber nacido en cautividad y ser mestiza, son factores que impiden por el momento su puesta en libertad, así como su adaptación al medio y a su especie. Ahora está más tranquila y sus cuidadores la estimulan por medio de sogas, pelotas, canastas, telas, e incluso periódicos.

Se da la circunstancia de que el 12 de diciembre de 2017, el mismo día del año siguiente, la Cámara Baja española aprobó por unanimidad e inició los trámites para proceder a la modificación de dos leyes: la Ley de Enjuiciamiento Civil, y La Ley Hipotecaria. En la actualidad dicha tramitación sigue su curso. Una vez obtenido dicho reconocimiento las mascotas dejarán de ser consideradas como “cosas” y podrán contar con protección contra su maltrato o abandono, como “seres vivos dotados de sensibilidad”. Con la modificación de dichas leyes se evitará que las mascotas dejen de ser “apropiables y objetos de comercio”, que puedan ser embargados y disfrutadas en casos de separación, en régimen de “custodia compartida”. De esta forma, al serles reconocidos dichos derechos, sus tenedores quedarán sujetos a ciertas obligaciones y responsabilidades.

Frans de Waal, biólogo, psicólogo, escritor, catedrático de etología de primates de la Universidad Emory (Atlanta, EE.UU), y director del Living Links Center, ha evidenciado a lo largo de su extensa experiencia, la existencia de sentimientos en ciertos animales como el chimpancé o el perro. Emotividad que cualquier tutor de estas u otras especies como el gato, podrá fácilmente reconocer. Emociones que según el doctor han permitido sobrevivir a estos animales. De Waal afirma que mucho más preocupante que antropomorfizar a los animales es caer en la “antroponegación”. La influencia del judeocristianismo y su negación sobre el derecho a la vida animal, contrasta con la filosofía y la esencia de las religiones orientales, en donde todos los seres son respetados y reconocidos como parte de la naturaleza.

Al igual que en los humanos, De Waal, aduce que pueden existir zonas comunes que realicen funciones relacionadas con la agresión, el afecto, o la diversión. En su último libro, “El último abrazo”, el doctor narra el emotivo encuentro de Mamá, una chimpancé amiga del biólogo Jan Van Hoff. Mamá, aquejada por una artrosis que la impedía moverse, comer y beber, estaba muriendo de vieja. Ambos llevaban años sin verse, y al conocer su estado, decidió ir a verla y despedirla. En un principio ella no advirtió su presencia, pero una vez fue consciente que estaba allí, su cara dibujó una sonrisa de felicidad, gritó de alegría, alargó el brazo hasta la cabeza del recién llegado, y le tocó el pelo. Mientras él le acariciaba la cara, ella le rodeo el cuello con el brazo y lo atrajo hacia sí, como puede observarse en la imagen que acompaña este artículo.

Hace unos meses murió Koko, una gorila de 46 años, adiestrada por la doctora Penny Patterson. Koko aprendió a comunicarse por señas, y llegó a dominar cerca de 1000 palabras. Su principal afición era la pintura. Fue según su doctora y amiga, un animal dotado de una gran simpatía y una gran inteligencia.

En occidente, matar a un humano supone un asesinato, mientras que hacer lo propio con un animal, suele calificarse con los eufemismos lúdicos de “caza” o “pesca”. Con ello se pretende eludir el impacto moral que dicha acción ejerce sobre la conciencia humana. El estudio de los homínidos sobre su propio hábitat puede contribuir a arrojar luz sobre nuestra antigua conducta en las sociedades humanas más primitivas.

Despreciar a nuestra familia de antepasados es hacerlo también contra nuestra propia especie. En el mercado de TompasoBaru, monos, como el yaki o los macacos crestados, son especies de fácil adquisición en los pueblos cristianos de Célebes (Indonesia). En esta zona el consumo de carne de animales salvajes de la selva es algo habitual. Éstos últimos, además de cazados por su carne y de sufrir la expulsión de su ecosistema por parte del hombre, como consecuencia de la tala ilegal del bosque, son capturados como mascotas, y condenados a vivir lejos de sus familias, en condiciones indignas a las de su propia especie.

La conquista de determinados derechos básicos de bienestar no ha sido un éxito de la sociedad, sino una victoria silenciosa y constante que nuestras mascotas han sabido ganarse desde hace miles de años, gracias al cariño diario que proporcionan a sus tutores. La compañía de ciertas especies de animales a lo largo de la Historia ha proporcionado a sus tenedores desarrollar facultades como la empatía, o adquirir valores como la lealtad, la paciencia y el amor desinteresado, que la especie humana ha sido incapaz de demostrar en la misma intensidad hasta sus últimas consecuencias. Hoy en día una persona no humana nos acompaña hasta el final de sus días, una persona humana, no siempre.

Los animales domésticos nos ayudan a socializarnos mientras las redes sociales tienden a individualizar cada día más nuestras emociones y comportamientos como especie humana. No es de extrañar por tanto, que cada día sea más numerosa la presencia en nuestros hogares, de estos seres tan maravillosos y encantadores.

José Luis Meléndez. Madrid, 25 de julio del 2018. Fuente de la imagen: YouTube.com.

9 de marzo de 2021

Efectos colaterales

Por lo que se ve no existe ninguna relación ni de efecto colateral entre aquellos contenidos y estas cifras que hoy nos presenta el CIS

Hasta ahora creíamos que el virus tenía efectos directos y secundarios sobre nuestra salud física. Lo que desconocíamos era el impacto psicológico y emocional que iban a tener las medidas de protección y de distanciamiento que adoptamos para protegernos de él.

Basta retroceder en el tiempo hasta el mes de marzo del pasado año para darnos cuenta como aquella solidaridad inicial y espontánea se ha ido difuminando con el paso del tiempo. En el Colegio de Administradores de Fincas, sin ir más lejos, reconocen que la conflictividad entre vecinos ha aumentado desde aquella fecha, hasta un diez por ciento. Pero si se pregunta a algunos mediadores elevan esa cifra hasta el sesenta por ciento.

Los ruidos producidos durante la jornada de teletrabajo, de las fiestas domiciliarias, e incluso los producidos durante algunas comidas y cenas se encuentran entre estos motivos. Aunque el andar sin mascarilla por las zonas comunes, la morosidad en el pago de las cuotas, o los comportamientos no deseados de algunos nuevos inquilinos que se inclinan por el alquiler, también tienen mucho que ver.

La situación actual, como apunta Adolfo Calvo-Parra al diario El País, nos ha superado como personas y cualquier conflicto, por muy pequeño que sea, se engrandece, de manera especial cuando de conveniencia se trata. Y añade que esto solo es la punta del iceberg, ya que se espera que la situación se agrave en el momento en el que cesen las ayudas concedidas actualmente.

El jueves pasado el CIS – Centro de Investigaciones Sociológicas – publicó los resultados de una encuesta realizada durante el mes de febrero, entre los días 19 al 25, a una muestra de 3.083 personas. Según esta consulta el 23% de los entrevistados tuvo miedo a morir debido al coronavirus y un 68,6% temió perder algún familiar o ser querido. El 61,2 de los encuestados se mostró más preocupado por su salud que antes y el 35,1% ha llorado debido a esta situación. Asimismo un 41,9% presentó problemas de sueño mientras que un 51,9% presentó síntomas de cansancio. Y el 72,7% de los hijos y los nietos también presentó episodios de cambios de humor. Datos que ponen de manifiesto el impacto psicológico que arrastramos y a los cuales nadie se atreve a situarlos en un gráfico ni ponerles una curva.

Hace escasos días un programa de una cadena privada de televisión con audiencia nacional trató estas cifras, pero tan solo se limitó  a comentar las cifras y a preguntar a sus tertulianos si habían experimentado alguno de estos síntomas durante la pandemia. Ninguna autocrítica ante la gestión de la pandemia por parte de algunas televisiones; de la saturación de cifras diarias de infectados, ingresados y muertos, en sus tres ediciones. Tampoco de ninguno de los monográficos dedicados para comentar las cifras, por si acaso los telespectadores no eran capaces de entenderlas. Por lo que se ve no existe ninguna relación ni de efecto colateral entre aquellos contenidos y estas cifras que hoy nos presenta el CIS, en los mismos medios. Las cifras se presentan y no son los suficientemente importantes como para analizarlas en profundidad con la ayuda de expertos, esto es, psicólogos, sociólogos, algún representante de los medios audiovisuales y de algún profesional de la estadística.

Es cierto que la mayoría de los porcentajes hacen alusión a los síntomas, pero no profundizan en la causa que los originan. La duración de la pandemia, las medidas adoptadas de protección y de distanciamiento, y el impacto de allegados enfermos o fallecidos, es posible que estén teniendo efectos perjudiciales sobre nuestra conducta que aun desconocemos, que no se han rastreado y que aparecerán y se arrastrarán con el paso del tiempo.

Lo sorprendente es que no se haya incluido en dicha encuesta si no la pregunta sobre qué efectos emocionales ha tenido la gestión de los medios audiovisuales sobre la pandemia,  al menos si ésta ha influido en su estado anímico, y en qué grado. Lo que sí parece claro es que estos entes han primado más la audiencia que el efecto emocional que ha ejercido su programación de cara a la audiencia. Y eso es posible que también lo hayan terminado pagando vía resultados, sus propios anunciantes.

Esperemos que en este contexto de cierto control, que deja entrever un futuro esperanzador, dichos editores de contenidos reconozcan los nefastos errores de dicha gestión. Que sepan reconocer y rectificar sus fallos. Que  vuelvan a reconocernos como personas y no como a productos. Que vuelvan si no a ofrecer, al menos a compensar al telespectador con una programación más amena, en la que los partes de guerra se ofrezcan cuando haya acabado la batalla y no tres veces al día, a una audiencia que aún continúa desarmada. Sin duda, nos la merecemos.

José Luis Meléndez. Madrid, 9 de marzo del 2021

3 de marzo de 2021

Negacionismos

Así que como podemos ver, existen varios tipos de negacionistas

Va a cumplirse un año de aquel confinamiento que nos mantuvo encerrados durante un periodo prolongado como consecuencia de la pandemia. Pensábamos entonces que no íbamos a resistir psicológicamente  aquellas duras medidas. Imaginábamos - viendo y sintiendo la pérdida de nuestros familiares, de nuestros amigos, y de nuestros vecinos -, que no resistiríamos las letales infecciones del virus. Y sin embargo aquí estamos. Creímos que la llegada de las vacunas iba a demorarse años, hasta llegar a nosotros, y ya se están administrando no una, sino distintas vacunas.

A estas alturas no se qué postura me produce mayor estupor. Si la de un negacionista que no quiere ver los efectos de la pandemia o la de un pesimista -que en definitiva es otro negacionista-, que se niega a ver el final de una enfermedad. Así que como podemos ver existen varios tipos de negacionistas: los que niegan los efectos negativos de la pandemia, los que se niegan a ver los efectos positivos de la misma, y los que se niegan a ver el final de la enfermedad. Entre estos últimos se encuentran los responsables autonómicos que aprovechan el primer dato bueno para acto seguido iniciar una nueva desescalada y una nueva ola, negando de esta forma la peligrosidad del virus y la pérdida de vidas humanas.

Supongo que usted, como yo, solo ha leído y escuchado durante este año -mejor dicho durante estos doce meses, se dice pronto -, las cifras diarias de infectados, de ingresados en UCI y de muertos. O los efectos devastadores que el virus provoca en el cuerpo y en la mente del paciente. Pero estoy seguro que no han tenido oportunidad de leer o de escuchar las cifras de personas que han nacido, que se han reinventado a sí mismas y mucho menos las cifras diarias de las personas que hemos aprendido a inmunizarnos de estos datos diarios, sin necesidad de recurrir a ninguna vacuna.

El pesimismo como han visto al que hemos estado sometidos durante tantos meses, se convirtió en un nuevo virus psicológico que se negó a ver más allá de aquellas cifras negativas que hemos ido asumiendo día a día, edición tras edición. Es cierto que aún no podemos abrazarnos, que debemos mantener las mismas medidas de distancia de seguridad, de lavado de manos y de ventilación. Pero el camino recorrido nos va indicando que cada día, cada hora que pasa, estamos más cerca del final. Que existe y ya se puede ver – aunque algunos se nieguen a mirarla -, una pequeña luz al final del túnel. Hecho que en lugar de relajarnos debería mantenernos igual de precavidos.

Quizás ese pesimismo que se negó durante meses a vislumbrar una salida, y el ejemplo y la relajación de las medidas de algunos irresponsables autonómicos, ha sido el caldo de cultivo de otro negacionismo más serio y no menos peligroso: el negacionismo real. Lo curioso es que aquel pesimismo aún sigue latente en la sociedad. Una prueba fehaciente de ello es que sigue dando más relevancia a las cifras anteriormente citadas que a las cifras positivas. Como si estuviéramos educados y acostumbrados para obviar las noticias buenas que nosotros mismos generamos. Curioso, ¿verdad…?

José Luis Meléndez. Madrid, 3 de marzo del 2021. Fuente de la imagen:wikimedia.commons.org

1 de marzo de 2021

¿Dónde está el amor?

Cada vez que pienso en ti me pregunto dónde está el amor

Supongo que nunca imaginaste un escenario tan crítico. Al menos tan adverso y deteriorado como este. ¡No sabes cuánto lo siento! Sé que no te mereces un espectáculo tan triste y agónico. Situaciones por las cuales sufriste tu mismo en primera persona. Por eso, ante mi impotencia, ante mi inmensa pena, asumo mi parte de culpa y te dirijo a ti, allá donde estés, mis disculpas más sentidas y sinceras.

A ti, que con tu sacrificado esfuerzo conseguiste sembrar y hacer crecer este árbol, por el cual luchaste y en el cual nunca dejaste de creer. Jamás olvidaré tu crujir inesperado y definitivo. Aquel día en el cual el tronco que sostenía estas ramas y estas hojas que hoy visto, se partió de cuajo.

Como tú mismo puedes ver y sentir, desde la injusta tristeza y la luminosa pureza de tu alma, desde ese lugar tan merecido en el cual hoy te encuentras, no se han respetado tus pasos. Esas huellas tan ejemplares por medio de las cuales conseguiste mantener unidas las ramas de aquel árbol. Ni la esencia de cada una de ellas, tal y como tú nos enseñaste.

El virus y el veneno tóxico de la rumorología, de la ocultación, de la negatividad y de la maledicencia, ha ido carcomiendo tu noble madera e infectando de odio aquella savia tuya, tan buena, tan abnegada, tan necesaria.

Yo, reconócelo, siempre he sido la rama rebelde y torcida; la excusa ideal ante cualquier incidencia o desavenencia que se terciaba. La culpa personificada; el punto de la diana al cual solían dirigirse todos y cada uno de los blancos. Siempre se me asignó en esta película, que es la vida, el papel de malvado. Soy, sigo siendo, el Jack Nicholson de la serie. El especialista que se ha ido haciendo fuerte con el tiempo, como consecuencia de los golpes que otros no supieron asumir de manera irresponsable. ¿Qué se puede esperar de mí? ¿La próxima buena obra para eludirla?, ¿El próximo error para difundirlo y tergiversarlo?

Desde que te fuiste este árbol partido por la mitad no ha logrado dar sus frutos. Desde tu partida no ha cesado la artillería, el fuego enemigo. Cualquier bandera blanca, cualquier acuerdo de paz, es el pretexto perfecto para iniciar una nueva contienda.

Ya no me consuela la llegada de la primavera. Ni tengo ganas ni fuerzas como antaño, para erguirme al viento y sentir su impulso. Creo que me estoy secando, que me estoy muriendo. Y cada día que pienso en ti me pregunto, dónde está el amor.

José Luis Meléndez. Madrid, 1 de marzo del 2021, Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org