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25 de abril de 2014

Volar

La locura no tiene edad

La locura no tiene edad, por eso en cada etapa de nuestra vida nos visita e invita a salir con su disfraz de lo cotidiano. Ahí está, con su encanto, para invitarla o ser invitado. Cuando llega de manera sorpresiva, transforma nuestras vidas, nuestra forma de pensar, de ver la vida, y nos permite activar nuestros instintos y sentimientos dormidos. Quizás por eso necesitamos enamorarnos de vez en cuando. La locura como el amor, tiene muchas manifestaciones, pero cuando uno la elige, en lugar de venir impuesta, jugamos con ventaja y en nuestro campo. Un curso, una nueva actividad, un deporte, una persona, un animal, una ideología, incluso un objeto con su trasfondo simbólico, pueden activar y conectar nuestra parte más inconsciente, con la consciente, y llenarnos de una inmensa sensación de plenitud.

La edad de los treinta, es una buena etapa para plantearse las últimas locuras que requieren de ciertas aptitudes físicas. Una vez tomada la decisión, examinadas sus motivaciones, y hecho a la idea, se buscan los medios necesarios para llevar a cabo dicho plan. Volar ha sido a lo largo de la Historia uno de los sueños del hombre. En un principio, el curso que este futuro hombre pájaro eligió fue el de ala delta. Nunca había experimentado la sensación de volar y todavía hoy me resulta fascinante contemplar este espectáculo de la naturaleza. Cuando esto sucede me gusta acompañar a las aves en su vuelo con la mente, mojar mi pluma en el tintero blanco de las nubes, y pergeñar en el aire o en el cielo, a modo de pico pluma, los textos de las partituras que luego cantaran. Una vez que aterrizamos, contemplamos la estela de letras que por la emoción no hemos podido terminar, y las corregimos y cantamos cual bandada, bien sea piando, graznando o cacareando, desde la rama de cualquier árbol cercana al palomar.

El lugar más fiable para la realización del curso, y del sueño que iba hacerse realidad, era la Escuela Oficial de Parapente de Madrid. En esta escuela se realizaban cursos de ala delta y parapente. La secretaria al indicarle que no había volado nunca, me aconsejó realizar previamente un curso de parapente. Entre otros motivos, me hizo saber que el ala delta era un curso, en el cual se necesitaban unos conocimientos mínimos de meteorología y corrientes de aire, entre otras materias. También que era un deporte de mayor riesgo, porque las alturas a las cuales se vuela, son mucho más elevadas. Una vez convencido e inscrito en el curso de parapente, la señorita me ofreció todos los detalles del mismo: número de saltos, coste de la matrícula, fecha de inicio, etc. El lugar en el cual se impartía la formación y se realizaban las maniobras, era el pueblo de Alarilla, situado en la provincia de Guadalajara. Los fines de semana eran los días planificados para su realización. El grupo era mixto, homogéneo, y estaba formado por unas quince personas.

El primer día de curso, sin habernos dado tiempo a intercambiarnos palabra alguna, tan solo alguna mirada, quizás por el respeto que imponía dicha actividad, los instructores, nos llevaron a una explanada y estuvimos toda la mañana haciendo “campana”. Este ejercicio consistía, en situar el paracaídas encima de nuestro cuerpo, mientras caminábamos. Para conseguirlo había que cumplir una serie de instrucciones como situar el parapente a nuestras espaldas, en dirección contraria al viento, y desenrollarlo en el suelo como una alfombra. Las celdas superiores del parapente tenían que estar situadas en la parte más lejana y superior, con objeto de facilitar al aire su entrada. Posteriormente, se ordenaban las cuerdas que salían del paracaídas, se deshacían posibles nudos, y nos enfundábamos el arnés.

Luego se daba con los dos brazos un tirón brusco al unísono, con objeto de levantar el parapente extendido. De esta forma se conseguía que entrase el aire en sus celdas superiores. En ese momento se notaba un golpe seco en el cuerpo, señal que el aire entraba y una vez lo hacía, se caminaban unos metros con el paracaídas encima. Era el ejercicio de despegue. Este ejercicio en vuelo real, lo hacíamos en una pendiente, con el suficiente aire en contra, tirábamos hacia debajo de las asas que abren las celdas, y comenzábamos a despegar de manera muy suave. Por el contrario, si subíamos las asas se cerraban las celdas que daban cabida al aire y descendíamos. Pero si lo que pretendíamos era desplazarnos hacia los lados, tan solo nos bastaba con tirar del asa izquierda si queríamos hacerlo a la izquierda, o con el diestro si deseábamos ir a la derecha. En definitiva, la técnica de este deporte, consiste en dominar las corrientes térmicas que se producen en las laderas, al impactar el sol en sus rocas.

A la hora de comer bajábamos al pueblo, que tiene curiosamente nombre de ala: Alarilla. Encima del pueblo existe una meseta llamada por su morfología “La Muela”, desde la cual se puede contemplar la bonita panorámica del pueblo, y gracias a la cual recibe un gran número de visitantes amantes del deporte aéreo. Una vez comidos, sin insinuación alguna, el instructor, muy astuto, con el pretexto del atractivo paisaje, nos hizo subir por un pequeño montículo de unos cien metros aproximados de altura. Otro grupo ya había hecho antes lo propio. De repente me di cuenta que faltaba gente en el grupo...

Al preguntar por mis compañeros, me acuerdo, de la respuesta del instructor:
-¿qué dónde están?
-¡Mira, ahí abajo...!
Recién acababa de saltar, el último compañero, comencé a escuchar las voces de mis compañeros desde abajo con la resaca emocional de su primer salto:
-¡¡¡José Luis, ánimo...!!!

Las órdenes del instructor y la vergüenza de ver ya a todos abajo, entre ellos a las chicas que jaleaban mi nombre, hicieron el resto. Cuando quise darme cuenta ya estaba en el aire: ahora subía, más tarde bajaba, ahora giraba hacia la derecha, momentos después a la izquierda...El míster iba corrigiendo el vuelo teledirigido por megafonía. La sensación de vuelo, y el no tener control sobre el parapente, ni sobre mi propio cuerpo, fueron motivos suficientes para disparar las endorfinas y acelerar el ritmo cardiaco a límites que nunca imaginé. El aterrizaje no fue una proeza, porque en lugar de hacerlo de pie, tomé tierra en cuclillas, pero lo importante era que había conseguido el objetivo, y que ya era uno de los “vencedores”. Es curioso pero lo que más recuerdo de aquella experiencia es el grado de compañerismo que existía en el grupo sin apenas conocernos. Una vez en tierra, nos ayudábamos a la hora de recoger el material y plegarlo con esmero. Luego volvíamos a subir, a pie los cien metros, para iniciar un nuevo salto, pero ya en calidad de voluntarios.

El siguiente salto, ya no fue desde el montículo... Subimos esta vez en coche hasta la meseta que corona el pueblo, y una vez arriba, mientras los instructores realizaban las oportunas mediciones como la dirección y velocidad del viento, imprescindibles para realizar el vuelo, aprovechábamos el grupo para relacionarnos. Una vez estos datos quedaban recabados y confirmados, nos dirigíamos en dirección contraria a la del viento, condición sine qua non, para que el aire lograse insuflar las celdas del paracaídas y pudiese alzar su vuelo. La orilla de “La Muela”, en forma de barranco, esperaba nuestra presencia. Acto seguido desplegábamos los parapentes. El objetivo esta vez consistía en realizar un salto de unos tres kilómetros de longitud, para lo cual había que atravesar en vuelo un río de unos diez metros de ancho. El grado de desnivel era el apropiado para correr los metros necesarios, y realizar el despegue.

Dos compañeros saltaron antes y pude realizarles unas fotos de despegue preciosas, que aún conservo al igual que ellos hicieron conmigo. Una vez emprendido el vuelo, como consecuencia de la emoción del momento, en lugar de tomar la altura suficiente, y seguir en línea recta, a pesar de las instrucciones del instructor, dirigí el parapente hacia la izquierda, en donde había situados unos postes de la luz, los cuales todavía no sé cómo logré sortearlos. Las voces y el tono de peligro del instructor, lejos de tranquilizarme, consiguieron el efecto contrario. La operación quedó abortada, y acabé realizando una toma de tierra a unos trescientos metros del punto de partida, de la cual logré salir ileso, sin ser electrocutado. Esta “pequeña” advertencia unida al posterior accidente que tuvo un instructor perteneciente a otro grupo, fueron los principales motivos del abandono del curso. Al monitor accidentado, se le plegó uno de los extremos del paracaídas, intentó rectificar tirando del lado contrario, pero la maniobra no dio el resultado esperado, cayó al pedregal, y fue recogido en una escalera para su posterior traslado al pueblo más cercano.

Viajar en avión no es volar, sino una forma de transporte. El objetivo del curso era volar, sentir sensaciones y emociones nuevas: el aire en la cara, las mariposas en el estómago. Sentir como el hombre pájaro libre que llevas dentro, se transforma en un ave en ristre, que con su pluma y su vuelo pergeña en el aire los textos más bellos en fraternidad con las demás especies.

Hoy puedo recordar emocionado, que un día fui pájaro, y no un mero pasajero.

José Luis Meléndez. Madrid, 21 de Abril del 2014
Fuentes de las imagenes: Flickr.com

24 de abril de 2014

Citas 11 a 15

Madrid, 24 de abril del 2014:
15.-Un gran corazón, necesita una buena cabeza que lo proteja.

Madrid, 22 de abril del 2014:
14.-La amistad es una planta, el amor una flor.

Madrid, 21 de abril del 2014:
13.- Existen mujeres interesantes, pero no imprescindibles.

Madrid, 15 de abril del 2014:
12.- Lo nuestro fue un amor de “ciencia fricción”.

Madrid, 14 de abril del 2014:
11.- La vida en pareja, consiste en adaptar tu disco duro, a su sistema operativo.

Autor: José Luis Meléndez.

16 de abril de 2014

Información. Resumen trimestral. Visitas. Lecturas compartidas. Noticias.

Ilustradas e Ilustrados Plumistas:
las palomas libertadoras, pacifistas y mensajeras de "Pluma en Ristre", os hacen llegar y saber:


1.-Información de interés:

1.1.- Que “Pluma en Ristre” agradece a todos los “Plumistas”, y e-lectores, la acogida que ha tenido durante este su primer trimestre de “vida”.

1.2.- Que asimismo, “La Pluma”, como blog participativo y abierto, ha estado estos días realizando labores de “Plumaje” en la tipografía del blog, previa consulta y propuesta de algunos “Plumistas enriredados”, ver “Dicciopluma”, con objeto que estos días de lectura, los e-lectores, puedan disfrutar y evadirse a través de una mejor lectura de los mismos. ¡Gracias a todos por su participación!

2.- Resumen trimestral: Análisis de los datos:

Ranking:

“La Herencia”...................................................................Plumas de Oro(3)
“Aullidos de Amor”.........................................................Plumas de Plata(2)
“Homenaje a Machado”................................................Pluma de Platino

3.- Visitas:

3.1-Que hoy se expone en la página web, el “Plumiómetro” en la cual podrán ver el número de páginas visitadas. En este trimestre asciende a 4500 páginas visitadas, alcanzando su pico más álgido en el día de ayer con 110 páginas visitadas.

4.- Lecturas compartidas:

4.1-Que “Pluma en Ristre”, como blog participativo y gratuito anima a todos los lectores a recomendar o sugerir este blog o página de Facebook a todos los amigos, con objeto de estar actualizados de próximas publicaciones, y compartir las lecturas e impresiones.

4.2-¿Cómo recomendar “Pluma en Ristre”?

1.- Se accede a Facebook de forma directa: www.facebook.com/plumaenristre
2.- Se introduce la contraseña
3.- Se clickea la opción “me gusta”
4.- A través de la opción “sugerir página”, desde dentro de la página de “Pluma en Ristre”, se sugiere, se invita o recomienda la página a los demás amigos, con solo seleccionar su nombre.

5.-Noticias:

3.1.- Que el “Vocabulario” de Pluma en Ristre, cambia de nombre, y pasa a denominarse “Dicciopluma”.


Lo cual "se hace saber" en Madrid,Reino de España,el día XVI de Abril del año MMXIV

11 de abril de 2014

Clarividencia

La diferencia entre la invidencia y la ceguera, está en la clarividencia

Cada día nos cuesta más levantarnos. El cansancio de la semana se acumula, y el sigiloso transcurso del tiempo nos proporciona esa lentitud de movimientos, que moldea el cuerpo, enriquece el alma y nos hace presentir que cada día cumplimos veinticuatro horas de vida. No es necesario el transcurso de los trescientos sesenta y cinco días para ser conscientes y notar con la edad que cada vez necesitamos más tiempo para realizar los quehaceres del día a día. ¡Qué manía la de aquel oportunista que inventó el cumpleaños! ¿No sería más práctico y bonito cumplir días en lugar de años, vestirnos y salir a la calle cada día con un toque más animoso y festivo? Más provechoso para todos no cabe la menor duda…

Cuando el despertador con su alarma estridente sobresalta nuestro sueño y asusta el nuevo día, asomamos los ojos a la ventana, para sincronizar nuestro estado de ánimo y el vestuario del armario con la meteorología. Una vez duchados y desayunados, nuestro motor de arranque marca su encendido.En la calle, después de saludar al vecindario, con más ganas de las que llevamos, intentamos disimular nuestro estado de ánimo, y comprobamos que nuestro rostro dibuja el mismo semblante que el de la tripulación suburbano metropolitana. ¡Qué alivio! No somos los únicos. Es el estado “normal” de la muchedumbre…

El ciudadano que llevamos dentro, se convierte en pasajero. Ya sea sentados, en metro, autobús, taxi o andando, nuestros pensamientos viajan a más velocidad y por más lugares que la monótona ruta diaria de los dos raíles, de las cuatro ruedas o de las dos piernas. Mientras nuestro cuerpo todavía dormido, viaja y camina, nuestra mente se traslada a velocidad de vértigo, de forma indistinta del ayer al hoy o el mañana en décimas de segundo, y se descargan en nuestro escritorio mental, las primeras preocupaciones que en formas de imágenes nos son imposibles detener. Reconocemos nuestro estado de bajón, e intentamos animarnos y relativizar el momento, pero… ¡nada, imposible!

De repente se abre la puerta del vagón, y les vemos entrar. Él primero tirando muy suavemente a través del asa de su acompañante invidente. Una vez que ella se sienta, acaricia con su tacto especial la sien del labrador golden retriever. El perro, ahora sí, se tumba tranquilo pero atento, pendiente del aviso de la estación de bajada. Su actitud colaboradora, social y sus limitados recursos, nos hacen extrapolar esa situación a escenarios humanos y cuestionar nuestras capacidades físicas y mentales en relación al grado de aportación de valores a la sociedad a la que pertenecemos. Una vez más, la idéntica escena en la misma situación de estrés mental: el invidente y el perro que con su simple aparición, hacen desvanecer todas nuestras inquietudes (que no problemas), considerando como tales aquellos que no tienen solución.

La invidencia física de la chica nos ha hecho despertar, ver y salir de la ceguera mental en la que estábamos. ¿Cuántas veces más tendremos avergonzados que callar y recibir esta lección en la que el próximo invidente despierte al ciego que llevamos dentro? La diferencia entre la invidencia y la ceguera, está en la clarividencia, o como decía Antonio Machado en “el ojo que todo lo ve, al verse a sí mismo”.

José Luis Meléndez. Madrid, 7 de Abril del 2014.
Fuentes de las imagenes: Flickr.com

10 de abril de 2014

Riserías 21 a 25

Madrid, 07 de Mayo del 2014:
25.- ¿Sabes cuál es el problema? Que nos queremos tanto, que hasta el propio amor nos estorba.

Madrid, 08 de Abril del 2014:
24.- ¿Cuál es el colmo de un piloto? Cambiar de “aires”.

Madrid, 07 de Abril del 2014:
23.- Tú tienes dos días de fin de semana, pero yo sólo cuarenta y ocho horas.

Madrid, 03 de Abril del 2014:
22.- ¿Cuál es el colmo de ir a la peluquería? Llegar por "los pelos".

Madrid, 01 de Abril del 2014:
21.- Tú cuando bebes no coges un “punto”, sino un “coma” etílico.

Madrid. Autor: José Luis Meléndez
Fuente de la imagen: Flickr.com

4 de abril de 2014

En la gatera

El mismo viernes, veintiocho de Marzo, coincidiendo con la publicación en Pluma en Ristre de “La declaración”, procedimos – la pluma y yo - a adjuntar una copia de la misma, a la familia de la protagonista, la gatita Blacky. El encuentro fue como se imaginan emotivo. A las 16:30 h llamamos a la puerta de su casa , un modesto chalet, desde el cual salía mi amiga felina iba a visitarme, dos filas de casas más allá de donde resido. Parece que no hay nadie, pero el ladrido de un perro en el interior de la casa, nos infunde ciertas esperanzas que alguien nos abra la puerta.

Una mujer asoma su rostro por la ventana adjunta a la puerta, comprueba quienes somos, nos reconoce e invita amablemente a entrar. Su nombre es María del Carmen, y es la “madre” de la felina. ¿Madre?, ¿porqué este adjetivo?, se preguntarán. La Pluma Verde, omite adjetivos como propietario, dueño, amo, etc, que nos retrotraen a tiempos pasados de la esclavitud. ¿Quién es dueño de quién? ¿quién influye sin llegar a dominar los sentimientos de quién..? Unas veces uno y otras veces otro.

Ya ven, tan solo por el lenguaje que emplea el acompañante de la mascota, podemos llegar a saber que concepto y por ende, que clase de relación tiene dicho sujeto con su mascota.Compañera, amiga, amante espiritual, son términos en los cuales los valores de Igualdad, Libertad y Fraternidad llegan a tomar cierto protagonismo. ¿O es que en pleno Siglo XXI, alguien puede llegar a dudar que estos valores universales solo están restringidos al género humano, y no al resto de la naturaleza...?

Pero lo más sorprendente e incluso humillante como humanos, es comprobar como en estos tres valores las mascotas nos dan mil vueltas, en proporción a los recursos que disponen. Si hablamos de Libertad: ¿quién otorga más libertad a quién de ser como se es, o de movimiento, el sujeto o la mascota? Si lo hacemos de Igualdad ¿cual de las dos partes se posiciona escalones arriba como un ser superior desde principios de la humanidad por encima de la otra?

Y en cuanto a Fraternidad: ¿cuál de las dos especies es más fiel a la otra, independientemente de su situación financiera, salud, etc...? Sin hablar de malos tratos o abandonos.¡Cuántos maestrillos de apariencia humana, todavía sin darse cuenta, reciben cada día lecciones de estas criaturas con menos cultura, pero con más valores...!

Una vez hecho este inciso, y aclarada, al menos eso espero, la utilización de este adjetivo, volvemos a casa de Mari Carmen. Después de saludarnos y acariciar a su perrito, al cual le caemos bien –olemos a perrita -, pasamos a explicarle los motivos de nuestra inesperada visita.
- Carmen: ¿Tú tenías una gatita blanca y negra, verdad?
- Sí, ¿por qué lo preguntas…?
- La verdad es que tuvimos una relación muy especial. Hace poco he abierto un blog, y esta semana he decidido dedicarle un pequeño homenaje, así que pensando que no tenías internet, te he traído su extracto, pensando que te haría ilusión leerla y guardarla.
- ¡Ay, qué bonito…!

Después de hacerle entrega de la pequeña biografía de Blacky, informarle del nacimiento de “Pluma en Ristre”, e indicarle que dicho relato se encuentra publicado dentro de la sección de “La Pluma Verde”, como saben dedicada al reino vegetal y animal, le animamos a que lo lea en la intimidad, ante la posibilidad de que la emoción nos impida continuar. También le recomendamos que lo “haga saber” a sus hijos Rafael, amigo de la infancia, y María del Carmen, a la sazón doctora de animalitos, o lo que es lo mismo veterinaria. La emoción resplandece, ilumina y relaja su rostro. Aprovechamos para preguntarle por Blacky y le damos detalles físicos de su “indumentaria”. Por la descripción física que le aportamos, nos comenta que sí, que era ella, y que tenía además de esta, otra gata.La primera pregunta de obligado cumplimiento, no se hace esperar:

- Entonces Carmen, ¿ya no está Blacky...?
- Lamentablemente, no. Murió...
- Silencio solemne de la Pluma.
- Y ¿cuál era entonces su nombre?, le preguntamos.
- Se llamaba Linda.
- ¡Qué ilusión, me hará tenerlo y leerlo, Muchas gracias!.

Es hora del paseo de su mascota, y por tanto el momento de despedirnos. Lo hacemos sabiendo que no es una despedida cualquiera. Haber entrado en la casa y en “la gatera de Blacky”, y saber que no volveremos a vernos, es una doble despedida, temporal quizás, sí, pero despedida al fin y al cabo. Mientras caminamos a casa para hacer lo propio con Kutxi, intentamos encontrar una respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que después de tanto tiempo hayan salido a relucir detalles tan minuciosos de aquel acontecimiento tan especial? Blacky era y será allá donde esté un ser especial, desde luego. Pero ha quedado una vez más demostrado que nuestra mente es fabulosa, tanto o más que el corazón.

José Luis Meléndez. Madrid, 02 de Abril del 2014.
Fuentes de las imagenes: Flickr.com