El señor Rajoy, además de conservador ideológico, ha demostrado ser un diestro gestor del gabinete de ministros. En lugar de sustituir al lesionado, como haría un míster deportivo, prefiere infundir ánimos a sus más férreos colaboradores hasta el último partido: “¡animo, se fuerte!”. El sacrificio fortalece las almas.
Su fama de imprevisible, es más que evidente. Ninguna remodelación en su equipo. No solo se le van los electores, a otras siglas. Los ministros han tomado la estampida. El en su día cuestionado perfil del eurodiputado señor Cañete, el Viceconsejero de presidencia de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados, la “dimisión” del ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, y por último la Ministra de Sanidad, Ana Mato.
La democracia cristiana, siempre ha jugado con ventaja: sus pecados siempre son perdonados. Lástima que sus líderes políticos no sigan el ejemplo del Papa Francisco, como es la austeridad, y la implicación personal con las almas pastoriles y descarriadas de la Iglesia. No harían falta tantos inútiles y tardíos perdones públicos.
La falta de comunicación de la ministra, sus comparecencias gospelianas, arropada por los representantes autonómicos, la falta de reflejos en la mala gestión del ébola, y los regalos gurtelianos, han terminado propiciando una nueva dimisión en el gabinete por escrito “en diferido, en tiempo y forma, efectivamente...”.
La corrupción vuelve una vez más a dejar tocada la figura del presidente de gobierno, como una ficha cada día más inmóvil, y ennegrecida por el paso del tiempo.
Es muy posible que durante la partida de ajedrez que tenga lugar hoy en el tablero del hemiciclo, sus señorías renueven las tácticas de sus preguntas e intervenciones, se dirijan al rey negro D. Mariano por su segundo apellido, y profieran la exclamación que avisa y antecede el final de esta larga y liosa partida.
José Luis Meléndez. Madrid, 27 de Noviembre del 2014.
*Fuente de la imagen: flickr.com
Su fama de imprevisible, es más que evidente. Ninguna remodelación en su equipo. No solo se le van los electores, a otras siglas. Los ministros han tomado la estampida. El en su día cuestionado perfil del eurodiputado señor Cañete, el Viceconsejero de presidencia de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados, la “dimisión” del ministro de Justicia, Ruiz Gallardón, y por último la Ministra de Sanidad, Ana Mato.
La democracia cristiana, siempre ha jugado con ventaja: sus pecados siempre son perdonados. Lástima que sus líderes políticos no sigan el ejemplo del Papa Francisco, como es la austeridad, y la implicación personal con las almas pastoriles y descarriadas de la Iglesia. No harían falta tantos inútiles y tardíos perdones públicos.
La falta de comunicación de la ministra, sus comparecencias gospelianas, arropada por los representantes autonómicos, la falta de reflejos en la mala gestión del ébola, y los regalos gurtelianos, han terminado propiciando una nueva dimisión en el gabinete por escrito “en diferido, en tiempo y forma, efectivamente...”.
La corrupción vuelve una vez más a dejar tocada la figura del presidente de gobierno, como una ficha cada día más inmóvil, y ennegrecida por el paso del tiempo.
Es muy posible que durante la partida de ajedrez que tenga lugar hoy en el tablero del hemiciclo, sus señorías renueven las tácticas de sus preguntas e intervenciones, se dirijan al rey negro D. Mariano por su segundo apellido, y profieran la exclamación que avisa y antecede el final de esta larga y liosa partida.
José Luis Meléndez. Madrid, 27 de Noviembre del 2014.
*Fuente de la imagen: flickr.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario