Ser amante de los animales, e ir al zoológico, es igual que ser admirador de los derechos humanos, y disfrutar con la visita de cárceles humanas
No nos confundamos. Ser amante de los animales, e ir al zoológico, es igual que ser admirador de los derechos humanos, y disfrutar con la visita de cárceles humanas. Los zoos, no son las casas de los animales, son sus cárceles. Como tales los animales sufren por problemas de adaptación, depresión, estrés, y otros motivos de distinta índole, como pueden ser espacios restringidos, heridas, y otras causas que veremos más adelante.
¿Existen en la actualidad otras alternativas a nuestra disposición? ¡Más numerosas e interesantes que nunca! Libros en distintos formatos, y abiertos a todos los públicos, videos gratuitos en internet, documentales de alta calidad en televisión, salidas al campo o al parque para ver a los animales alegres en su hábitat, y por supuesto la más emocionante y enriquecedora de todas como es el tener mascotas en casa.
El origen de los zoológicos, se inició a raíz de las colecciones privadas de algunos reyes y gobernantes con la cual mostraban su estatus social y económico. Con el transcurso del tiempo, estas colecciones privadas, se fueron transformando en colecciones de especímenes, con objeto de ser estudiados por la ciencia, los animales, no los dueños. Y estas colecciones han llegado a nosotros como centros de ocio, o “centros de conservación de la biodiversidad”.
Así podemos comprobar, a través de la Historia, como gobernantes de civilizaciones tan antiguas como China o Egipto, han tenido colecciones de animales cautivos. Pero no es hasta fecha reciente, cuando surge el concepto de parque, o jardín zoológico, en el cual los animales cuentan con una cierta libertad de movimientos.
Los romanos mantenían animales en cautividad, procedentes de África. Su finalidad principal eran los circos, y anfiteatros, en los cuales se mataba de una forma cruel. La ocupación a partir del siglo XVI, con motivo de la ocupación de las colonias europeas, favorece la llegada de animales exóticos al viejo continente, todavía en pésimas condiciones.
Pero no es hasta el siglo XIX, cuando la palabra “Zoo” o “Zoológico”, se difunde, como consecuencia de la creación de la Sociedad Zoológica de Londres. Su finalidad era la introducción y domesticación de nuevas razas o variedades de animales domésticas, con objeto de su posible uso, en la vida cotidiana. Este tipo de zoológicos se extiende por toda Europa, hasta finales de los años sesenta. Es entonces cuando empieza a cobrar protagonismo la etología, o estudio del comportamiento animal, y, cuando se empieza a cuestionar la función de los zoológicos.
Cincuenta años después, los animales salvajes, son encerrados en espacios que no satisfacen su necesidad vital de libertad y desarrollo natural. La vida de los animales en reclusión, no solo es más indigna, sino más corta que aquellos que se encuentran en reservas o santuarios. El stress, o la obesidad es una de las causas generales de dicha muerte prematura. Conejos, ratones, pollitos y otros animales son criados y asesinados para servir de alimento a los animales expuestos. Además, algunos de los animales que se "exponen" acaban por no atraer a tantos visitantes y por ello muchos son asesinados o vendidos. Ciervos, leones, tigres y otros animales que se hacen mayores, dejando de resultar tan atractivos como de pequeños, enferman o son a menudo vendidos a cazadores que pagan por el privilegio de matarles en sus cotos de caza privados. Otros animales que "sobran" también son vendidos a circos o a zoos más pequeños o menos reputados.
Los animales viven en ambientes opresivos, sometidos a unos horarios que les impiden realizar la mayoría de comportamientos, que para ellos son innatos y vitales como correr, volar, escalar, o acompañarse de otros compañeros de especie. La mayoría carecen de un refugio suficiente para mitigar las temperaturas extremas, o áreas privadas. La falta de privacidad es a menudo una importante fuente de estrés para los animales confinados en parques zoológicos. Se han dado casos de alojamientos de animales en instalaciones que contienen cemento o un tipo de material de sustrato de gunita, que es bien sabido que causa daños en las articulaciones y ligamentos de pies y patas. Los animales se hallan sensorialmente infra estimulados, y no tienen opciones de controlar su entorno, lo que les lleva a desarrollar trastornos psicológicos. Además, tienen escasas oportunidades para mantenerse físicamente activos, lo que puede contribuir al deterioro de su salud.
En los zoológicos y parques marinos los delfines se deprimen, enferman y mueren jóvenes debido a las condiciones artificiales de un tanque. Conviene recordar el caso de Rick O’Barry, el entrenador de delfines que abandonó su carrera cuando vio cómo Kathy, uno de los delfines que hacían de Flipper, decidió dejar de respirar para suicidarse. Estos cetáceos poseen dicha capacidad humana porque su acto de respiración no es involuntario como en nuestro caso, sino que cada inspiración en un acto consciente y pueden decidir no hacerlo.
Igualdad Animal en su día pudo comprobar la abrasión en los rostros de los delfines en el Zoo de Madrid, probablemente como consecuencia de que los entrenadores se mantenían de pie sobre sus caras durante las sesiones de entrenamiento y las actuaciones, y/o porque los animales golpean sus rostros contra las paredes del tanque. Dicha organización animalista, asistió a los espectáculos de los zoológicos en los que los animales eran caracterizados para parecer payasos. Estos espectáculos con animales conllevan comportamientos estresantes y potencialmente dañinos para ellos.
El elefante “Babaty” y leones marinos en el Río Safari Park, realizaban trucos circenses como “bailar” y tocar instrumentos musicales. El entrenador de “Babaty” sostenía en todo momento un ankus, un gancho de acero afilado en uno de sus extremos que se emplea en el manejo y entrenamiento de los elefantes. Este gancho se utiliza para infligir daño a los elefantes, animales que, a pesar de las apariencias, tienen una piel extremadamente sensible. Se observó al entrenador clavando el gancho en el tejido blando que hay detrás de las orejas del animal, mientras que los turistas se sentaban sobre su espalda.
En el Zoo de Madrid y el de Sevilla, las aves eran encadenadas al suelo bajo el sol cuando no actuaban, o confinadas en jaulas tan pequeñas que les impedían extender sus alas, y mucho menos volar. En el Zoo de Barcelona los delfines nadaban alrededor de los bordes de un tanque de 18,9 metros de diámetro fuera de la vista del público. El golpeo de los cristales fue la segunda conducta más frecuentemente observada, equivaliendo al 23% del total. Se observó a los visitantes del Zoo de Córdoba golpeando los cristales de los grandes felinos y de los primates. El zoológico no había instalado barreras para impedir esto, lo que demuestra la falta de consideración hacia los animales allí confinados.
Los primates en particular se estresan fácilmente cuando la afluencia de público es elevada. Los investigadores observaron a los gorilas del Bioparc y del Zoo de Barcelona golpeando los cristales de sus instalaciones. También encontraron instalaciones de primates con cristales fracturados. En el Zoo de Sevilla Igualdad Animal encontró a cachorros de tigre y león algunos de ellos todavía con sus madres confinados en pequeñas jaulas. Las enfermedades mentales son comunes en los animales de los zoológicos. Frustrados, infelices y perturbados con frecuencia realizan conductas estereotipadas que son compulsivas, y repetitivas y un indicador seguro de que algo está muy mal. Igualdad Animal además observó a animales que se arrancaban el pelaje de forma compulsiva, corrían en círculos, se balanceaban, realizaban recorridos en figuras de ocho, se frotaban los cuernos repetidamente y lanzaban objetos contra la pared de vidrio.
Los indicadores observados en segundo lugar fueron las lesiones por contacto, como son, fracturas, roturas o heridas resultantes probablemente del contacto con otros animales, con las barras de la jaula o con los elementos instalados. Estos representaban el 25% del total. El Zoo de Madrid fue el zoológico con la mayor proporción (28%) de exposiciones de animales con indicadores de un mal estado de salud. En él se encontraron animales con alas rotas o fracturadas o anomalías probablemente derivadas de una nutrición inadecuada. Las peleas y heridas son comunes en los zoológicos y son el resultado directo de la cautividad.
En cuanto al comportamiento de los visitantes, los investigadores anotaron el número de instalaciones en las que los miembros del público fueron observados tirando o insertando objetos a los animales, fumando, gritando, tirando basura, golpeando los vidrios, alimentando, tocando y acosando a los animales. El contacto directo con los visitantes puede ser muy estresante para los animales, y causar la propagación de enfermedades zoonóticas.
Los zoológicos dicen brindar oportunidades de educación, pero la mayoría de los visitantes pasan unos minutos en cada lugar de cautiverio, más que nada en busca de entretenimiento que de formación. Los zoológicos, además, presionan constantemente para que las leyes de protección de especies amenazadas, y otras legislaciones ad hoc sean más laxas y menos restrictivas para la captura e importación de animales.
Otro argumento esgrimido por quienes defienden la existencia de los zoos, es que éstos cumplen una función conservacionista, en otras palabras, que en estos lugares se cría, aparea y encarcela a animales que se encuentran en peligro de extinción para que podamos disfrutar de ellos. Simplemente recordar que la existencia de un determinado grupo jamás justifica la esclavitud sus individuos. Las especies en peligro de extinción solo lograrán salvarse si conservamos sus hábitats, y luchamos contra los peligros que las amenazan. En lugar de un parque zoológico, es más eficaz apoyar a grupos que trabajan para conservar estos santuarios sin fines de lucro. Estos rescatan y cuidan a los animales exóticos, sin venderlos ni reproducirlos.
Debemos conseguir que la mirada del público, se oriente hacia la realidad, es decir, hacia los animales que viven en sus hábitats naturales, y proteger ambas cosas. Los parques zoológicos, delfinarios y acuarios, deben ser cerrados para su posterior conversión en santuarios, lugares en los que puedan vivir protegidos aquellos animales más necesitados.
Nota: El presente artículo es un compendio personalizado del autor, sobre estudios realizados por Pacma, Animalis Naturales e Igualdad Animal en diversos zoos.
José Luis Meléndez. Madrid, 1 de Noviembre del 2014
Fuente de la imagen: Flickr.com