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26 de diciembre de 2023

Espíritu navideño

Espíritu navideño es saber ponerse al lado de los que sufren

Me pregunto, en estas "fiestas", si todo el despilfarro inmoral gastado en comidas excesivas y ostentosas, loterías que nunca tocan, o regalos innecesarios y/o superfluos lo donásemos a una institución de reputada seriedad que se comprometiese a certificar ante notario, que el destino de cada una de esas partidas llega a sus destinatarios, a través de los medios de comunicación.

O si donásemos directamente ese dinero a las personas que vemos todos los días del año, que viven en condiciones infrahumanas, apostados en las calles. ¿No estaríamos contribuyendo de veras  a un mundo más humano y solidario, en lugar de hacerlo a través de deseos impostados, que para más inri, nunca llegan a cumplirse?

Según la OCU, los españoles gastaremos estas Navidades, 745 euros. Suponiendo que la cifra fuese la mitad, pongamos 400 euros extras, si restamos el número de niños y adolescentes y consideramos que España tiene 40 millones de habitantes, en lugar de los 48.446.594 actuales, el presupuesto ascendería a 16.000.000.000, es decir, dieciséis mil millones de euros, el presupuesto equivalente a un ministerio. Faltaría multiplicar esta cifra por los países que celebran la Navidad. Supongamos que son cien. Nos daría una cifra de 1.600.000.000.000, es decir, de mil seiscientos millones de euros, dinero suficiente para acabar con el hambre en el mundo.

Desear felicidad exclusivamente en una etapa del calendario, es una hipocresía. La felicidad no hay que desearla, hay que procurarla material y espiritualmente. Y si los deseos manifestados no se corresponden con los hechos, nos encontramos ante un flagrante caso de hipocresía social.

Me conformaría si empezáramos a invertir ese capital con personas con las cuales nos unen auténticos lazos de amor y de amistad. Con ello estaríamos consiguiendo algo inaudito: ser sinceros con nosotros mismos y los demás  en estas fechas. Sería un bonito comienzo para dejar de establecer relaciones frígidas, carentes de emotividad y afecto. Relaciones más impuestas por el calendario que nacidas de la naturalidad y la espontaneidad.

Resulta anacrónico ver en una democracia, como hay personas que están deseando que llegue la Navidad, para someterse durante treinta días, a las cuatro dictaduras de las que consta esta etapa del año, como son su dictadura social (hay que relacionarse), espiritual (hay que asistir a los oficios), económica (hay que consumir más que durante el resto del año) y gastronómica (hay que comer y beber los mismos productos que impone el ritual).

Hace tiempo me di cuenta que el espíritu navideño no es un espíritu sano. Es un espíritu que está corrompido, que no es consecuente con el mensaje genuino de estas fechas, como es la práctica de los valores espirituales y morales sobre los materiales. Que no es un espíritu libre. Por eso aún, me sigue sorprendiendo la forma en la que la gente celebra las fiestas, que para más inri, son impuestas.

Celebrar el espíritu de la pobreza en medio de tanta ostentación considero por tanto que es una incuestionable aberración ante el pobre recién nacido. Es una falta de educación y una cruel humillación hacia todas las personas que como consecuencia de la guerra, de las catástrofes naturales, del hambre y de tantas y tantas calamidades no tienen ni medios ni fuerza moral para celebrarlas. Mucho menos constituye un gesto de amor y de paz, como se preconiza desde los altares.

Pero la Navidad no solo tiene sus víctimas humanas, formadas por aquellos que de forma indirecta se ven inducidos a celebrarla, también tiene sus víctimas mortales, como todos aquellos que mueren en los desplazamientos. Y no podemos olvidarnos de la cantidad de animales y de seres vegetales (que también son prójimo e hijos del creador), que se sacrifican en estas fechas para saciar de manera exclusiva nuestra desproporcionada y desmedida gula navideña.

La Navidad, más que alegre, pienso que debe inducir a la reflexión. A una reflexión que no tiene que ser espiritual necesariamente. Puede ser también una introspección personal. Admiro por tanto a todas aquellas personas inteligentes que para divertirse no necesitan armar jaleo ni mantener en vigilia a los vecinos. Que son capaces de exteriorizar sus estados de ánimo de una forma civilizada y que respetan la Nochebuena de los demás no condenándolos a pasar una “mala noche”. Que saben diversificar su tiempo con distintas actividades a través de paseos, lecturas, tertulias, juegos de mesa, películas, vídeos o fotos familiares para fortalecer los lazos.

Ese tipo de personas molestas y tóxicas a las que me refería anteriormente, carecen por completo de espíritu navideño. El espíritu navideño nunca es egoísta, ni antepone los derechos de uno sobre los del otro. Cabe imaginarse la de cosas que serán capaces de hacer durante el año, las personas que en tiempo de navidad, actúan así ante los más cercanos.

Muy al contrario, existen personas admirables, que en estas Navidades, sin seguir ninguna religión, motu proprio abren su proceso interior para reflexionar y pensar como pueden ayudarse a sí mismos y a los demás. Pero reconocer el marcado carácter espiritual de estas  fechas no implica desatender el aspecto intelectual. Porque preguntémonos: ¿qué es un espíritu sin intelecto? Es como un cielo sin sol, o como una lámpara sin una bombilla.

La forma en la cual se celebra la Navidad atenta contra su propio significado etimológico. Si la Navidad es sinónimo de nuevo (buena y nueva), ¿cómo es posible que se celebren todas las navidades con los mismos productos, con las mismas personas, con los mismos rituales?

He reflexionado sobre este aspecto y he llegado a la conclusión de que el problema nace cuando esa festividad cristiana pasa a convertirse en una tradición social. Ahí pierde todo su significado espiritual. No es el hombre el que tiene que adaptarse a la Navidad, es la Navidad la que tiene que adaptarse a los tiempos actuales.

La opulencia es la farsa macabra de la fiesta de la pobreza, que es la Navidad. Celebrar con nuestra alegría, la tristeza, la miseria y la penuria de una mayoría de personas que habitan en infiernos terrestres, es celebrar desde el cielo, la existencia misma del infierno. La opulencia propia de estas fiestas constituye una humillación a muchas almas que merecen y esperan una mirada empática, un gesto con el cual puedan sentirse sino identificados, al menos comprendidos, acompañados y no despreciados.

Cuando uno vive en el infierno ya no teme nada. Lo único que desea es la muerte, la nada, el no ser, que es lo mismo que el no sufrimiento. Occidente vive en un infierno moral. Desde esta parte del mundo se exportan armas para bombardear a inocentes. Ellos, sus autores, dudo si conocen que ya, antes de morir, han entrado en ese infierno moral, antesala del infierno real. De esa forma sibilina, dicen que actúa Lucifer.

A veces pienso si todos estos psicópatas que bombardean a miles de personas, se han planteado en algún momento de sus vidas, la existencia de ese infierno del cual ya no tienen salida. Porque ni suicidándose podrán librarse de él. Y termino pensando que sí, que ya conocen su destino. Por eso optan por seguir adelante, sabedores de que nada ni nadie puede librarles de semejante castigo.

Si uno considera los miles de infiernos que han dejado en la tierra podemos imaginarnos las decenas de miles de infiernos que les esperan. Aprovechar bien lo que os queda de vida, muchachos. No vais a volver a saber nada de lo que es vivir dignamente, ni de los vuestros, en mucho tiempo.

Que Dios, según dicen, sacrificara su vida para ver como se corrompe su mensaje de amor y su vida, en lugar de ver muestras de solidaridad con respecto a  los más necesitados,  o a la gente atiborrarse cuando se le da la oportunidad de todo lo contrario, sin pensar más que en ellos y en los suyos, es no de juzgado de guardia, sino de juicio final.

La Navidad es algo más que montar un belén o talar un árbol. Es contagiarse de los valores de la pobreza y de la generosidad que ofrecen esos increíbles seres que purifican nuestro aire, haciéndolo más sano y respirable. Que nos cobijan bajo sus brazos ramificados y nos ofrecen sus frutos cuando los necesitamos. Que nos esperan cada día en el mismo lugar, sin separase nunca de nosotros.

La mejor forma de “adorar” al niño es hacerlo desde adentro hacia afuera, como lo hace el manantial que brota después de saciarse a sí mismo, y es capaz de ofrecer su agua a todos los seres. La Navidad debería ser tiempo, como su nombre indica, de renovación interior. De ese interior desde el cual podemos cambiar el mundo, igual que el manantial puede cambiar con su curso  su paisaje creando nueva  flora y atrayendo a más fauna.

La Navidad es algo más que montar un belén o un árbol. Es contagiarse de los valores de la pobreza y de la generosidad que ofrecen esos increíbles seres que purifican nuestro aire, haciéndolo más sano y respirable. Que nos cobijan bajo sus brazos ramificados y nos ofrecen sus frutos cuando los necesitamos. Que nos esperan cada día en el mismo lugar, sin separase nunca de nosotros.

Es algo más que estar con la familia y los amigos, porque es Navidad, y no porque sale de adentro. El espíritu navideño, es mucho más que eso: es saber ponerse al lado de los que sufren. Y muchas personas, especies vegetales (incluidos los árboles que se talan) y animales, sufren más en estas fechas por culpa nuestra.

José Luis Meléndez. Madrid, 25 de diciembre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

19 de diciembre de 2023

Dinero o cariño

Los animalistas prefieren recibir de sus mascotas cariño, los explotadores de sus animales, dinero

Resulta asombroso ver como en el siglo XXI, aún existen colectivos que se erigen a sí mismos como representantes de la España rural y de la sociedad civil. Agrupaciones que pretenden que la sociedad actual siga viviendo con normas propias del siglo XIX.

El siglo XX fue un siglo de indudables avances en materia de defensa de los derechos de los animales. Aunque las primeras normas europeas se promulgaron en los años 70 como la Convención Europea para la Protección de Animales en explotaciones (1978), no fue hasta 1998 cuando entró en vigor la directiva de la protección de los animales en explotaciones ganaderas, que establecía aspectos generales para la protección de otras especies (peces, reptiles, anfibios..). Directiva basada en la Convención anteriormente descrita.

En el siglo XXI, la Unión Europea, sigue apreciando y siendo consciente de la creciente sensibilidad de la sociedad con respecto a los animales, por ello ha continuado trabajando para mejorar la vida de todos ellos. Una muestra es el Código de Protección y Bienestar Animal (BOE 25/10/23) y la concienciación que existe en Europa en materia de bienestar animal queda manifiesta en una encuesta del Eurobarómetro: el 82% de los participantes respondieron que el bienestar de los animales de granja debería protegerse mejor.

Hace unos días, concretamente el 12 de diciembre se reunieron cerca de 20  colectivos en Santander, según ellos, para alzar la voz contra el animalismo. Pero cuando uno lee las declaraciones que se vertieron en dicho encuentro se da cuenta que en realidad tenía otros fines añadidos, como es el activar el enfrentamiento entre la España rural, que al parecer es de ellos y no de todos los españoles, con el mundo urbano. Pero sobre todo para defender sus formas de vida (eufemismo de negocios de explotación animal). En resumidas cuentas, sus costumbres y tradiciones empresariales, que a su vez son, según ellos, también culturales.

Hasta ahora uno creía que la cultura estaba basada en la creatividad y que por tanto eran necesarias unas mínimas dosis de sensibilidad o de una cierta aportación intelectual por parte de sus actores. Pues resulta que no. Así que podemos hablar de las culturas de la tortura y del sufrimiento llevadas a cabo en “festejos” taurinos o fiestas populares, en las cuales se sigue maltratando animales. Muchas de ellas en el mundo rural en el que al parecer todos los asistentes viven.

De esta forma tuvieron que promulgarse leyes para que muchos de los tenedores de animales y mascotas, gracias a los defensores de los animales (animalistas), se preocupasen un poco de sus propios animales (la cultura y la responsabilidad, ya ven, no siempre van unidas). Pero lo que más llama la atención es que dichos colectivos tan preocupados por la conservación de los montes, tampoco llevan a cabo actividades encaminadas a fomentar la cría de especies en peligro de extinción en la España rural en la que ellos al parecer viven. Y en consecuencia tienen que ir desde las ciudades agrupaciones animalistas y ecologistas a preocuparse también de ellas, corriendo de su bolsillo todos los gastos. Algo parecido a los pirómanos que no repueblan el bosque. Con una diferencia, al menos estos, se van con las manos vacías.

Así de malos son los animalistas que describe Manuel Gallardo, Presidente de la Real Federación de Caza, Pedro Barato, Presidente de ASAJA, o Victorino Martín presidente de la Fundación Toro de Lidia: “Es un orgullo estar rodeado de personas que han hecho de los animales el centro de su vida (negocio) y de su cultura (tradición familiar) y que están dispuestos a defender esa forma de entender el mundo (empresa)”.

Asegura el señor Gallardo que en las ciudades se sabe poco o nada del verdadero trato a los animales. Como si no fuésemos conscientes en el mundo urbano de la existencia de ningún matadero, ninguna plaza de toros, ninguna armería, ningún circo o ninguna carroza tirada por animales.

El animalismo según el presidente de ASAJA, Pedro Barato, es “una utopía destructiva que no solo pone en peligro la civilización  humanista, sino que también amenaza la continuidad de los paisajes rurales y la relación histórica entre humanos y animales”. Porque son los animalistas los que mandan el ganado a los mataderos, los que salen al campo a matar animales en lugar de a rescatarlos, los que torturan antes de matar a los toros o los que velan por la totalidad de especies, incluidas las que son de su responsabilidad. Son tan destructivos los animalistas que gracias a ellos hoy existe una normativa que vela por todos los animales, incluidos los de todos los colectivos congregados.

Afortunadamente los paisajes, las ganaderías y las civilizaciones siguen existiendo y teniendo más vida, gracias a las personas que se preocupan de defenderla. Incluso los animales son más agradecidos y productivos si se les trata dignamente, como ha quedado demostrado. La cultura también se demuestra en el trato con los animales.

Utilizar a los animales urbanos como son las mascotas en comparación con los animales de trabajo, es algo absurdo y a la vez perverso. Dice el señor Gallardo que hay que querer más al perro que al hijo. Normalmente un perro suele querer más a sus tutores que lo que un empresario quiere a sus reses. Quizás sea porque sabe devolver el cariño que se le dispensa, cosa que no suele ocurrir cuando el señor Gallardo sale a matar animales. No tiene la culpa el mascotismo: el animal solo es el reflejo del trato que recibe. Aunque entiendo y respeto que el señor Gallardo quiera más a los animales muertos y no contento con su proeza asesina, luego se los coma.

Con las mascotas es posible mantener relaciones profundas porque son relaciones desinteresadas. En lugar de obtener un beneficio económico el tutor de un animal doméstico es capaz de demostrarle su cariño, desembolsando importantes cantidades de dinero, sin necesidad de explotarle con objeto amortizar dicha inversión económica. Los animalistas prefieren recibir de sus mascotas cariño, los explotadores de sus animales, dinero.

Un ideólogo especista e involucionista del siglo XIX, nunca podrá entablar una relación de amistad con un animal porque sus prejuicios supremacistas le impiden situarse a la misma altura de cualquier especie.

El problema no es  el concepto de animal que existe en las grandes ciudades, es el concepto mercantilista y utilitario con el que se adquieren no animales, sino bestias de trabajo que no reciben, no ya el cariño que se les dispensa en las ciudades, sino  unas mínimas condiciones de existencia. Mientras que los especistas prefieren explotar a bestias (animales sin derechos), procurándoles una existencia más corta y penosa, los animalistas se relacionan con las distintas especies como seres sintientes con objeto de mejorar y prolongar su calidad vida.

De las mascotas se aprenden valores como la empatía, la fidelidad, el amor incondicional. Valores que luego repercuten positivamente en la sociedad. Basta con leer un poco para darse cuenta de los beneficios que aportan las mascotas a la sociedad (rural y urbana). ¿Qué valores aprende un empresario de sus animales si no es capaz de invertir un mínimo de su cariño en su trato y en su psicología?

Reconocer derechos básicos de los animales no significa, equiparar animales y humanos, significa dotarlos de unos mínimos (no iguales) derechos. No se trata por tanto de “destruir” el legado cultural. Las sociedades desarrolladas a lo largo de la Historia avanzan gracias a los cambios sociales. Las tradiciones y las costumbres no son eternas. Las culturas también cambian. Y las “culturas” de la explotación y del sacrificio animal no son una excepción. Las leyes son iguales para todos.

La cultura real fomenta la ética y la moral. Lo que es extraño es ver como el especismo con sus prejuicios discrimina a los animales “inferiores” y que sean incapaces de demostrar su superioridad moral a la hora de apoyar y defender con derechos, a los seres más débiles y desvalidos. Eso no es cultura, es clasismo sectario.

El especismo puede convivir perfectamente con el animalismo. Uno puede pensar o creer (sin dar la oportunidad a los animales a que demuestren sus capacidades), que algunos animales son especies inferiores, pero eso no es excusa a la hora de defender sus derechos.

La involución y el inmovilismo de las tradiciones y de las costumbres nos retrotrae a siglos pretéritos. Las costumbres con el paso del tiempo se convierten en imposiciones desfasadas y absurdas. ¿Es señal de cultura y de ética, la tradición de comer carne de toro torturado?

La RAE define cultura como: “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”. Según esta definición podría ser cultura el canibalismo (costumbre y tradición de algunos pueblos), ya que no es necesario tener ningún tipo de valor ético o intelectual. O puedo hacerme musulmán y eructarle a cualquiera en la cara y quedar perfectamente como un hombre culto (al parecer tampoco es necesario ser educado para ser culto). Es más, los animales, menos mal que lo reconoce la RAE, también tienen su cultura, ya que tienen sus costumbres y sus modos de vida.

De la misma forma, un forofo que acude a ver a su equipo, siguiendo su "costumbre" y "tradición", es más culto que otro que en el mismo tiempo escribe o lee de forma esporádica en su casa. Solo hace falta crear o seguir una tradición o costumbre para convertirse en el acto en hombres "cultos". Da lo mismo que no haya leído un solo libro en su vida. Aunque no sepa leer ni escribir, puede ser igual de culto que el que sigue una tradición o costumbre. Por ejemplo: un hombre que tiene la costumbre de ir a la taza del servicio en su casa es más culto que otro que hace un pis ocasional en una cafetería.

Hablan de respetar las tradiciones aquellos a los que les cuesta o se resisten a acatar las leyes de bienestar animal. Y hablan de relaciones entre hombres y animales y no de los animales con los hombres. ¡Curioso! Es más, reniegan de las “imposiciones ignorantes” provenientes de las ciudades, pero se arrojan el derecho a criticar desde el mundo rural, desde el cual parece que hablan, el “sumiso mascotismo” que según ellos, existe en las ciudades.

Hablan de "ideología" animalista pero no se quejan de la "ideología" fotovoltaica ante la cual se muestran sumisos y cuyo origen se centra en las grandes “ciudades ignorantes”, a las cuales luego acuden a vender sus productos. O de la energía eólica que ha cambiado para bien los paisajes a los cuales se refería el señor Barato, y con la cual si que parece estar contento. ¡Qué desastres está creando la ecología  y el animalismo  en el mundo rural! Menos mal que las palabras del señor Barato, presidente de ASAJA, no son semillas, porque si no, nos hubiera dejado un árido y deprimente paisaje de esos que tanto le disgustan y que tanto le angustian.

Expongo el artículo 13 del Título II del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea: “La Unión y los Estados miembros tendrán plenamente en cuenta las exigencias en materia de bienestar de los animales como seres sensibles”. Dan escalofríos pensar en cómo algunos animales se ven obligados a vivir (que no a convivir), con algunas personas que tienen menos sensibilidad que ellos.

José Luis Meléndez. Madrid, 18 de diciembre del 2023. Fuente de la imagen: imagen cedida por la gentileza de Susana del Hoyo.

12 de diciembre de 2023

La reconciliación

La normalidad me ha vuelto a reconciliar con la vida

Suena el despertador. Son las siete y media de la mañana. A las nueve tengo cita en el centro de salud con mi atractiva doctora de “Atención Primaria”. Nunca mejor dicho... Un buen motivo para levantarse, acicalarse e ir como un pincel a la cita médica, si no fuese porque desde hace seis larguísimos meses  he esperado una ecografía urológica en la sanidad pública madrileña.

Hoy se cumplen quince días desde que me hicieron aquella prueba en la cual pude comprobar en el monitor una figura geométrica de forma circular, dotada del poder suficiente de levantar en la mente y en el estado anímico de uno las correspondientes suspicacias. Suspicacias que nunca llegaron a convertirse temores.

Seis meses y quince días en los cuales uno se ve abocado a considerar todo tipo de escenarios, tanto vitales como ultra existenciales. Seis meses y quince días en los cuales uno entra y sale de esa neblina con la misma incertidumbre pero con la creciente preocupación de “ y si…”, como consecuencia de una pérdida de peso de tres kilos.

Para colmo, o quién sabe si como protección, la niebla de esta mañana, envuelve mi cuerpo y mi alma en este día gris. Un paisaje también típico a la hora de ser el destinatario de un mal presagio. Un escenario propicio para recibir cualquier noticia capaz de estremecer a cualquiera. El terror suele venir después del susto, cuando uno tiene que despedirse por unas horas de sí mismo a la hora de la anestesia. Y quizás la tranquilidad llega al final cuando a uno no le da tiempo a despedirse de nadie.

Nada más salir del trasiego de la clínica privada en la cual me realizaron la ecografía, eufemismo de manoseo abdominal, me puse como un loco a buscar en internet resultados de ecografías urológicas. Tuve la gran suerte de dar con una de similares características a la mía, la cual compartí en mis redes sociales. Aposté a que se trataba de un quiste en un riñón. Más tarde pregunté a algún familiar y me confesó que otros parientes míos también lo tenían y que no requería intervención.

Pero esa imagen que aprecié en el monitor y que se quedó fija al final de la prueba y en las neuronas más recónditas de mi cerebro, era solo uno de los posibles síntomas o dolencias que podía tener, ya que no eran visibles el resto de tomas que me realizaron por espacio de un cuarto de hora.

Ya hoy, en la sala de espera del centro de salud, me sorprendo a mi mismo de la tranquilidad y entereza con la que he llevado estos seis meses y quince días. Después de unos instantes he comprendido el por qué. Han sido ciento noventa y cinco días y ciento noventa y cinco noches en las cuales uno ha manejado todo tipo de escenarios. La vida o tal vez la muerte me ha cogido con lo más importante dicho y hecho. Y ese es el mayor impulso con el que uno puede irse. La vida, al fin y al cabo, es mucho más cruel que la muerte. No hay porqué preocuparse. Tal vez la preocupación sea la de seguir viviendo. La de seguir disfrutando un tercio a cambio de tres cuartas partes de sufrimiento.

Intento cambiar de escenario mental. La doctora está a punto de salir y no quiero entristecer su bello semblante. Aprovecho para recordar los tres motivos de la consulta. Instantes después se abre la puerta y pronuncian mi nombre. No es mi  doctora titular, es la doctora suplente.

Después de presentarse y de excusarse por la ausencia de mi doctora, en contra de mis previsiones, conduce la conversación de una forma amena y a la vez receptiva, lo cual agradezco, ya que me ahorra exponerle el motivo principal de la cita (bueno, el segundo, el primero podría haber sido el hablar con mi doctora).

El informe médico concluyente ha sido coincidente con las investigaciones personales que llevé a cabo, en su día, horas después de salir de la clínica. Los hipotéticos tumores han resultado ser quistes renales e inofensivos. Y la cirugía, que en su día fue descartada de una forma provisional, pasa a serlo de una manera definitiva. Al menos por el momento.

La doctora suplente me ofrece un tratamiento para otra de mis insignificantes dolencias, pero ante mi falta de síntomas y de preocupación (tal vez interés mostrado) me pregunta si desea que mejor aplacemos tres meses el tratamiento y lo trate directamente con la doctora, ante lo cual asiento firme y fervorosamente con un : “¡sí, por favor!”.

El karma parece haberse vuelto a poner de  mi parte. Ya no será necesario vivir ni pensar con la misma intensidad con la que lo he hecho estos ciento noventa y cinco días. La normalidad me ha vuelto a reconciliar con la vida.

José Luis Meléndez. Madrid, 12 de diciembre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

3 de diciembre de 2023

Intervenidos

Hemos pasado de ser hombres libres a ser seres humanos intervenidos por máquinas

Me encuentro en el aeropuerto Adolfo Suárez, Madrid-Barajas. Acudo a él en esta tarde de sábado con la intención de salir de la creciente indiferencia, estrés y crispación que amenazan nuestra convivencia diaria. Pero sobre todo con el deseo de reencontrarme con la humanidad que antes reinaba en las grandes ciudades.

Ante esta imperiosa necesidad de identificación y de reencuentro con mi especie, he decidido visitar el recién remodelado Aeropuerto. Mi objetivo principal, y a la vez sociológico, es dar fe de la manifestación de emociones humanas, lejos de la gran ciudad.

He de advertir que hace décadas que no visitaba el aeropuerto. Después de las cerca de cuatro horas que he deambulado por distintas terminales (T1 Y T4), he podido constatar y confirmar con el personal de llegadas, que las muestras de afecto, aunque afortunadamente siguen existiendo, han disminuido considerablemente en los últimos años.

El aeropuerto ha tomado la forma de una ciudad provista de comercios que alivian y hacen más llevaderas las estancias de los viajeros. Para integrarme en esta nueva ciudad encapsulada he consultado con el personal, como el resto de viajeros, los horarios de regreso del tren que me llevará de regreso a la estación más cercana, he visitado los aseos y he intercambiado impresiones con trabajadores que reciben directamente a los viajeros que salen o toman su vuelo.

Es cierto que no es lo mismo llegar que salir o esperar un transbordo aéreo. En las salidas tienen lugar las despedidas, que suelen diferenciarse de las llegadas porque son más traumáticas. Conviene también diferenciar las salidas de ocio, más breves y de carácter nacional por lo general, que las salidas intercontinentales que además de ser más cansadas por su duración suelen ser más espaciadas en el tiempo.

Mientras que la T4 se caracteriza por ser la terminal “amable”, según me informa un empleado, por llevar a cabo los vuelos más llevaderos como son los de ocio o nacionales, la T1 es la que soporta mayor carga emocional entre sus viajeros, ya que sus vuelos son más traumáticos debido a sus estancias mucho más prolongadas. Pero al contrario de lo que se puede llegar a pensar, no todas las llegadas al aeropuerto son alegres o “amables”. No lo son porque en estos vuelos también vienen personas que se ven obligadas a dejar su patria y a su familia. Lo hacen buscando mejores condiciones de vida. Y dejar a tus seres queridos supone un luto en vida.

Existen pocos lugares como los aeropuertos, en los cuales pueden confluir tantas emociones. El aeropuerto es la única ciudad abierta al mundo que no apaga sus luces de día ni de noche. Son inmensas infraestructuras diseñadas más para unir más que para separar. Unen almas aunque separen cuerpos, independientemente de cuál sea el sexo, la nacionalidad o la ideología.

La mayoría de personas que salen o entran en un aeropuerto, viajan acompañadas. Porque incluso las personas que viajan solas llevan en su mente y en su corazón la imagen de sus seres queridos. Las emociones son el auténtico aire que se respira en los aeropuertos y el verdadero combustible que mueve los aviones.

Me dirijo al área de salidas de la T1 por recomendación del personal, con objeto de ver escenas emotivas. La única escena que logro ver es la despedida de dos amantes que se despiden con dos besos apasionados, pero que no esperan como antes a que cualquiera de los dos desaparezca al final de los pasillos entre la multitud. Una vez traído de vuelta en uno de los autobuses que conectan las distintas terminales (T1, T2, T3 y T4), tomo asiento en el área de llegadas de la sala 10 de la T4.

Al cabo de media hora, recién entrada la noche, empiezo a ver la primera escena emotiva: la de una joven pasajera que nada más salir por la puerta se  arrodilla para abrazar a un par de gemelas pequeñas que salen a su encuentro. Pero la vista no es la única testigo de estas escenas. Minutos después se puede escuchar algún grito de alegría al percibir, después de un tiempo, que el ser querido y esperado estaba al lado de la persona que iba a recogerle.

En otro de los momentos, una joven enamorada despliega una cartulina azul para recibir a su príncipe azul en la cual se puede leer: “Bienvenido a casa” y justo al lado de dicho texto, se puede ver dibujado un avión que sale de Las Palmas. Otros aprovechan para hacerse selfies espontáneos con flores y globos con los recién llegados que inmortalizan a su llegada.

Más apartadas de las puertas se pueden ver a personas que sujetan tablets o móviles con sus nombres para que los recién llegados puedan identificarlos. O mascotas que como miembros de la familia reciben ladrando de una forma tan desmesurada y descontrolada como alegre, a sus seres queridos.

Tras una breve conversación mantenida con algún empleado de la terminal de salidas de la T4, sobre los motivos por los cuales ha disminuido esta preocupante falta de expresividad emocional llegamos a varias conclusiones. El mundo ha sufrido en el último lustro guerras, volcanes y pandemias que nos han vuelto más antisociales. A eso habría que añadir que en la última década se han producido importantes cambios tecnológicos que han modificado y enfriado nuestra forma de ser y de relacionarnos.

La tecnología, en definitiva, a través de las redes sociales, los smartphones y demás aplicaciones, ha suplantado la relación real por el contacto virtual, provocando en nuestra sociedad una degradación emocional. Es más, ha terminado por absorber gran parte del tiempo y energía que antes podíamos dedicar a relacionarnos no solo con los demás, sino con nosotros mismos. En otras palabras: han terminado por hacérnosla adictiva después de haberla logrado instalar en nuestros discos duros, tanto mentales, como emocionales, hackeando de esta forma nuestras vidas, nuestra forma de sentir y de pensar. Hemos pasado de ser hombres libres a ser seres humanos intervenidos por máquinas. Y esa frialdad ha terminado por apoderarse de nuestras emociones socavando la cantidad y la calidad de nuestras relaciones personales y sociales.

Es hora de volver y de aterrizar. Hace apenas una hora que conseguí desplegar mis alas y alzar el vuelo desde el interior de este aeropuerto. Mi llegada ha sido mucho más enriquecedora que mi salida, al haber podido culminar el viaje con las respuestas esperadas y las expectativas cumplidas.

José Luis Meléndez. Madrid, 3 de diciembre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

23 de noviembre de 2023

El consultorio

Y ese es un motivo más que suficiente que me anima a seguir curando pacientes femeninas

Parece mentira, por no decir triste, como algunos imprevistos, pueden cambiar el transcurso del día. El caso es que esta mañana al salir de la ducha y ponerme la camiseta he descubierto, gracias al espejo, unas manchas rojas, en dicha prenda. Parecía, ahora viéndolo con cierta perspectiva, un hincha del Sporting (como es sabido, la camiseta de dicho equipo asturiano, está formada por franjas alternas y verticales, de colores rojo y blanco). Y digo del Sporting y no del Atlético, porque sin ser seguidor de ningún equipo, siento una especial predilección por los equipos humildes.

Los equipos humildes suelen proporcionar muchas más emociones que los primeros de la lista y casi siempre pierden porque tienen menos recursos económicos para fichar mejores jugadores. Se puede afirmar, por tanto, que el fútbol no es un deporte igualitario, ni justo. No solo porque juegan menos mujeres, sino porque no juegan los equipos en las mismas condiciones y con el mismo presupuesto, como lo hacen por ejemplo, dos jugadores de ajedrez.

Pero volvamos al lugar de los hechos. Al darme cuenta que eran manchas de sangre, he indagado por distintas partes de mi cuerpo, con objeto de averiguar su origen (bueno a excepción de una, por miedo a que se cumpliesen mis temores). No lo he logrado averiguar hasta pasada una media hora. La sangre provenía de uno de mis dedos.

Una vez localizada la herida, he procedido a ponerme una tirita. El problema es que no pegaba lo suficiente y se abría. Así que, ante el permanente goteo o hemorragia, se me ocurrió la brillante idea de coger un poco de papel higiénico y sujetarlo fuerte con cinta celo. Dicho y hecho. La solución ha sido fantástica y ha surtido su efecto de torniquete.

Primera parte del imprevisto solucionada. Pero una vez quitada la camiseta se me ha presentado el segundo desafío: ¿cómo quitar las manchas de sangre? Así que he empapado las zonas afectadas con un quitamanchas y a continuación he procedido a hacer un lavado a mano. Tonto de mí, porque podría haber consultado a alguna vecina, hubiera recibido sus respectivas atenciones y cuidados y en el peor de los casos, al menos, hubiera conseguido por añadidura, limpiar la morbosidad mi mente.

Lamentablemente, una hora después, tenía cita en la piscina y he tenido que quitarme mi precioso e inimitable vendaje con toda la pena del mundo. Y para colmo no estaba la socorrista con la que suelo hablar. Otra oportunidad perdida ante la cual hacer gala de mis curas y habilidades.

Así que al final he terminado consolándome retrotrayéndome a mi niñez. Aquella época en la que solía jugar inocentemente con una vecinita. Yo solía entretenerme con su cocina (como se ve ya afloró por entonces, una de mis aficiones), mientras ella se empeñaba en jugar conmigo a los médicos. Para ello, solía instalar la clínica detrás del sofá. Hasta que, claro, un día nos pillaron.

Como consecuencia de ello, la "autoridad competente", decidió precintar el consultorio. Pero gracias a Dios, como ha quedado patente hoy, mi vocación de sanitario no se ha visto afectada por tan lamentable decisión. Y ese es un motivo que además de alegrarme, me anima, a seguir curando pacientes femeninas.

José Luis Meléndez. Madrid, 23 de noviembre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

12 de noviembre de 2023

Estimada soltería

Estimada soltería:

Te escribo, lo sé, mal y tarde. Mal, porque en lugar de una forma imprevista, lo hago de un modo inducido, en un día como hoy, Día Internacional de los Solteros. Y tarde, porque ni siquiera he tenido el detalle de celebrar contigo durante estos años, nuestro 50º aniversario.

Cómo no iba por tanto a dirigirme a ti, después de más de seis décadas juntos, a través de este género epistolar e íntimo, muestra del afecto y la confianza que ambos nos profesamos.

Lo hago para darte las gracias por haber estado cada mañana, cada tarde y cada noche no solo a mi lado, sino dentro de mí. Por hacerlo de una forma tan incondicional, sea cual fuese mi estado personal. Por haberme permitido conocer nuevas personas y nuevos mundos. Por aportarme objetividad. Por haberme permitido y enseñado a ser fiel a mí mismo. Una persona que  deja de ser fiel a sí mismo, es imposible que pueda serle fiel a otra. Solo así puede entenderse el apabullante número de parejas que se separan.

Como bien sabes, he tenido a lo largo de mi vida compañías igual de fieles que la tuya, pero lamentablemente no han llegado a ser tan duraderas en el tiempo como lo está siendo esta relación contigo.

Creo que nadie me conoce mejor que tú. Tal vez por eso nunca has dudado de mi fidelidad y me has permitido intimar con la soledad, que conociera gracias a ella la inspiración de mi musa, que pudiese comunicarme con ella, gracias a una de sus plumas, o que pudiera encontrar la ansiada paz en mi alma.

Desde siempre supiste que no me iría de ti. Ni el mismísimo Cupido sucumbió ante tu embrujo. Por eso en algún momento llegué a preguntarme quién estaba detrás de ti. Hasta que la respuesta vino en forma de poemas.

Si a estas alturas seguimos juntos, es porque tú has sabido reconocer mis cualidades y yo he encontrado en ti la estabilidad y la fidelidad inquebrantable que hasta hoy nadie ha sabido darme con la inmensa generosidad con la que tu lo haces.

Hoy gracias a Dios, estás mucho mejor considerada que antes, como así lo demuestran las últimas estadísticas. Ya en 2021, tu tendencia se vio al alza. Según el INE, en España había 14.115.300 solteros, un máximo histórico. Más de la mitad (7.578.800), eran hombres y 6.536.500 mujeres. Cifras que según el concepto de soltero, como veremos más adelante, conviene coger entre pinzas.

Y digo coger entre pinzas, porque da pena darse cuenta de cómo la sociedad aun no ha interiorizado tu verdadero significado. Y es que un soltero no es aquella persona que no está casado, ni está suelto o libre, como viene a definir la RAE.

A un divorciado, por ejemplo, no se le puede considerar un soltero porque no esté casado. Por mucho que ande suelto o libre, como especifica la Institución. En otras palabras, la soltería es un estado civil que es imposible recuperar una vez que se pierde. ¿Acaso deja de ser virgen una persona que se ha separado? De la misma forma la libertad que uno ha perdido al convivir con alguien es imposible que nadie pueda recuperarla nada más separarse.

Algunos ignoran, y tu eres testigo de ello, que los solteros también tenemos nuestras separaciones y nuestros divorcios. Supongo que recordarás aquellos años en los cuales me distancié emocionalmente de ti, mientras tu intentabas retenerme físicamente cerca de ti. Afortunadamente, aquello no acabó en divorcio, es decir, en una boda.

Y los dos hemos aprendido durante estos largos años, que la soltería también requiere de un compromiso, de una actitud responsable ante la vida, como es la de no traer más sufrimiento a la vida o el hecho de no crear más infelicidad a los demás. Compromisos que son mucho más difíciles y duros de mantener que el de un casado. Porque un soltero tiene que ser fiel a más amantes, como son la soledad, la paz o la libertad. Y de esta forma se da la paradoja que el soltero termina convirtiéndose en un amante platónico-poliamoroso.

Tu compañía ha sido y es tan enriquecedora, que nunca he tenido la sensación de estar solo. Siempre he estado contigo y gracias a ti he podido acompañarme a mí mismo. Y la relación más profunda que una persona puede tener es la que puede llegar a tener consigo mismo.

Como soltero y compañero tuyo no me arrepiento de este estado de gracia que desde el primer latido de mi vida comparto segundo a latido contigo. Al fin y al cabo un casado, en la mayoría de los casos, termina por convertirse en un ex soltero incomprendido por su pareja y en un divorciado distanciado de sí mismo.

Hoy es el Día de los solteros sin compromiso, porque los que están comprometidos ya están medio casados. Y yo, lejos de hacer gala de mis prebendas pacifistas, solitarias o libertarias, prefiero, en un día como el nuestro, recordar el compromiso que desde aquel primer latido nos sigue manteniendo unidos.

José Luis Meléndez. Madrid, 11 de noviembre del 2023. Fuente de la imagen: wikipedia.com

1 de noviembre de 2023

A mis difuntos

Queridos familiares y amigos:

Celebrar el día de los difuntos con un cielo tan gris como el de hoy, es algo que me parece injusto y a la vez contradictorio. Injusto, por la luz que con vuestras miradas compartisteis durante largos años conmigo. Contradictorio, por la energía gracias a la cual enriquecisteis mi vida y mi existencia. Existencia a través de la cual hoy intento brillar, como una luciérnaga y no de una forma constante y eterna como la vuestra.

Sería injusto y contradictorio por la luz que aún sigo recibiendo de vosotros, la mayoría de las veces sin ser consciente de ello, y declararos difuntos, cuando todos esos momentos que pasamos juntos siguen tan vivos.

Sería de igual forma, injusto e improcedente. Injusto que hoy pudiera sentirme triste y que os correspondiese con esa energía lastimera. E improcedente y un desprecio que podría llegar a doleros e incluso a haceros daño.

Sería una afrenta añadida hacia todas aquellas sonrisas tan luminosas, hacía aquellos latidos tan efusivos y acompasados, y, en definitiva, hacia aquellos lazos interiores que fuimos anudando con esmero y cariño, durante el transcurso de nuestras vidas.

El amor que habéis sembrado en mi, a diferencia del amor efímero y terrenal, es una semilla que cada día va creciendo más dentro de mí, gracias a vuestra luz y al riego diario de mi recuerdo. Tanto, que a veces me pregunto, cómo es posible que os sienta y quiera más que a muchos vivos que forman parte de mi vida diaria.

Y mientras pienso en la respuesta, no puedo dejar de emocionarme. Porque gracias a vosotros puedo volver a dejarme de sentir solo, y a ser capaz de creer en el Amor, con mayúsculas. En ese amor que por ser tan puro no requiere de instintos. Esta es la magia de los recuerdos desprovistos de nostalgia: con un solo recuerdo vuestro, soy capaz de volver a  amar, y de volver a hablaros, como cada noche hago. Gracias por vuestra inmensa capacidad de transformación.

Sería, de igual forma injusto, pronunciar la palabra “muerte”, de manera especial, en un día como este. Los verdaderos muertos son aquellos que son incapaces de “revivir” con una emoción especial y sin tristezas, los momentos que compartieron con todos los suyos.

Celebrar en un día como este, desde las emociones de mi corazón, sin tener en cuenta las vuestras, constituiría un innegable acto de egoísmo y una inmensa falta de sensibilidad y de empatía. Os agradezco por tanto la oportunidad que me brindáis al poder reflexionar sobre la temporalidad y el aprovechamiento de la vida. La de cómo me gustaría que me recordasen y/o homenajeasen en un día como este. Qué mejor que hacerlo con un poema o un texto del autor que sea del agrado de los lectores.

No puedo olvidarme en un día como hoy, de mis familiares caninos, de todos vosotros, mis queridos Tarzán, Chiqui, Boby, Tocho o de Kutxi, que tanta alegría, amor, felicidad y consuelo me habéis dado durante largos años. Gracias por enseñarme que el amor verdadero es un sentimiento que trasciende la especie humana.

Gracias a todos por la energía que me disteis y que no fui capaz de devolveros. Gracias por seguir estando aquí, dentro de mí. Gracias por hacerme renacer cada vez que os recuerdo. No importa que no pueda veros, lo importante es saber que estáis aquí, siempre accesibles y que puedo seguir sintiéndoos.

Me despido, si no feliz, al menos con el consuelo de saber que al menos, cuento con esa legión de familiares y amigos. Mucho más numerosa, y en algunos casos más querida, de las que dispongo en la tierra. No os debe, ni puede extrañar por tanto, si os digo que no me hace falta tomar unos dulces, tan típicos en esta vuestra fiesta, para evocaros. Prefiero seguir muriéndome de amor cada vez que revivo vuestro recuerdo.

Besos, abrazos, pero sobretodo, mucho cariño

¡Hasta pronto!

José luis

José Luis Meléndez. Madrid, 1 de noviembre del 2022. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

28 de octubre de 2023

Doble moral

Los países occidentales son muy activos a la hora de denunciar crímenes contra la humanidad, pero muy pasivos a la hora de remediarlos

Existe en los conflictos bélicos, la costumbre de prostituir el lenguaje. De esta forma pasa a convertirse en un arma para justificar los intereses y las atrocidades de cada uno de los bandos. Es conveniente, por tanto, antes de analizar la situación, clarificar de una forma objetiva, cada uno de estos conceptos.

Israel, declaró el estado de guerra pero no indicó contra quien. Luego se ha sabido por sus actuaciones que no era una declaración de guerra contra Hamás, sino contra toda la población de Gaza, incluidos según hemos visto, los rehenes tanto patriotas como extranjeros que se encontraban en ese momento en dicho país.

La actuación de Israel, a la vista de los hechos, no se puede considerar una guerra entre dos Estados, sino una masacre contra un pueblo. La diferencia entre una guerra y una masacre o un genocidio, es que en las guerras existe un enemigo armado e identificado. En un genocidio o en una masacre el enemigo está constituido por grupos sociales indefensos.

Pero la guerra no ha sido el único concepto manipulado al antojo de uno de los bandos. La palabra “muerte” se sigue utilizando en función de quién es la víctima. Así, mientras que los gazatíes mueren, los israelitas son asesinados. Una apreciación que ha denunciado valientemente la reina Rania de Jordania.

Tampoco las zonas humanitarias establecidas por Israel, al sur de Gaza, son zonas de protección, sino áreas de exterminio, ya que la población engañada, una vez que llega, es bombardeada por las fuerzas de Netanjahu, el beneplácito de Biden y la complicidad lenta, silente y postergadora de Europa.

El derecho legítimo de defensa de Israel, ante la atroz y condenable invasión del grupo terrorista de Hamás, ha excedido con creces la proporcionalidad y los convenios internacionales humanitarios, lo cual supone una agresión al derecho internacional de todos los países que firmaron dichos tratados.

Europa, después de respaldar (ojo, sin condenar) los bombardeos autorizados por Estados Unidos, ha pasado a proponer “pausas humanitarias” que permitan establecer corredores para facilitar la llegada de ayuda, pero sin cuestionar siquiera la invasión terrestre de Israel. Como si la respuesta que ya ha ejercido este país con sus 8000 víctimas, después de veinte días de intensos bombardeos, no hubiera sido lo suficientemente desmedida y pavorosa a los ojos del mundo.

La doble moral de occidente queda más que patente, ya que mientras Israel bombardea con el apoyo de Estados Unidos, Europa debate sobre cuántas pausas son necesarias o si es más conveniente un alto el fuego. Todo sin descartar una conferencia de paz dentro de (atención), seis meses, cuando al paso que vamos ya no exista ningún palestino (los países occidentales son muy activos a la hora de denunciar crímenes contra la humanidad, pero muy pasivos a la hora de remediarlos). Claman, en este sentido, al cielo  las palabras de Europa dirigidas a Israel y a Netanjahu, y no a la administración norteamericana de Biden, que es la única que puede poner fin al conflicto o extenderlo aún más.

El estrepitoso fracaso de la política exterior norteamericana es más que evidente, por la facilidad que tiene de entrar en conflictos y la dificultad diplomática que tiene de finalizarlos, sin haber cumplido su objetivo inicial. La invasión rusa en Ucrania iba, según Biden, a durar un mes con el bloqueo económico. Casi dos años después Putin, ante los escasos avances por parte de Europa y de Rusia, ha abierto un nuevo frente en Israel gracias a la influencia de Irán y sus aliados de Hamás. Ahora solo falta que China lance una operación en Taiwan.

La nueva dinámica de Putin en la guerra de Ucrania supone una peligrosísima escalada con la que ni  la inteligencia norteamericana ni la isralí contaban. Basta ver los recientes lanzamientos de misiles intercontinentales que Rusia ha lanzado sin cabezas nucleares, capaces de alcanzar los 12.000 kilómetros de distancia.

Putin, a diferencia de antes del conflicto palestino-israelí, es un hombre más sonriente y relajado que incluso es capaz de realizar viajes oficiales fuera de su país. A Biden, por el contrario, el conflicto puede costarle su reelección, mientras que para Netanjahu, la guerra es una excusa para librarse de sus causas judiciales a las cuales habría que añadir tres errores adicionales. El primero el no haber previsto la invasión de los terroristas de Hamás. El segundo, bombardear a la población en lugar de a los terroristas, Y el tercero por la invasión terrestre, de consecuencias impredecibles, que piensa llevar a cabo.

Lo verdaderamente lamentable es que Israel, después de décadas de conflicto no sea consciente que con esta actitud no hace más que reforzar la causa de los terroristas de Hamás. Que con la utilización única de la fuerza de las armas, no podrá resolver un problema histórico y político. Que solo es posible alcanzar la paz por medio del diálogo. Para ello España, como país que preside el Consejo de la Unión Europea, puede contribuir con su ejemplo.

José Luis Meléndez. Madrid, 28 de octubre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

22 de octubre de 2023

Duele

Duele ver y escuchar como algunos condenan el terrorismo de Hamás y no el genocidio de Israel.

Duele darse cuenta de cómo los prejuicios religiosos, occidentales y geopolíticos, se anteponen, no ya ante los derechos, sino ante los sentimientos humanos.

Duele ver como el dolor y la sangre derramada en un conflicto de semejantes dimensiones se utiliza de forma partidista en algunas cámaras parlamentarias, para arrojársela a otros, en lugar de hablar de los problemas que atañen a los ciudadanos.

Duele ver como en escasos días un país que parecía civilizado pierde, por culpa de su líder, todos los valores que hasta la fecha se le atribuían a dicha sociedad.

Duele ver como a diferencia de otros países, los crímenes que cometen los países apoyados por occidente quedan impunes.

Duele ver como la especie humana pierde el norte. De cómo la tecnología y la ideología es capaz de hackear nuestras vidas.

Duele la hipocresía de condenar el hambre desde un país que apoya a otro que bloquea no solo los alimentos, sino el agua y la electricidad de la población.

Duele el dolor de las 4.137 vidas inocentes que se han perdido hasta la fecha y los 13.162 heridos inocentes que están padeciendo esta injusta guerra.

Duele el dolor ajeno cuando existe algo de humanidad.

Duele el hombre que es capaz de discriminar el dolor de un semejante de otro, para convertirse en un ser inhumano.

Duele ver y escuchar como a algunos les duele más un disparo que un bombardeo continuado, y una invasión que un genocidio.

Duele ver como algunos se sitúan al lado de un bando cuando todos pertenecemos al mismo bando de la especie humana.

Duele ver en un escenario de guerra mundial, como algunos, en lugar de buscar concordia, aprovechan para recoger munición y la traen a su país para crear más conflicto y enfrentamiento entre los españoles.

Duele la falta de sentido de estado de una oposición que no hace proposición.

Duele ver como el pueblo palestino sometido a la voluntad de los terroristas de Hamás y a la barbarie de Israel sea aún, después de intensos días de bombardeos, y de más de una década de sufrimiento, es el más incomprendido.

Duele la facilidad y rapidez con la que el ser humano pasa de la palabra amor a la palabra guerra.

Duele ver como algunos exigen y esperan la condena de uno de los dos bandos, antes de exigir la paz y de hacerlo a título personal.

Duele volver a darse cuenta que la especie humana es la más violenta y destructiva de todas las especies.

Duele ver el daño y el sufrimiento que es capaz de provocar el ser humano sobre seres inocentes de su misma especie.

Duele ver como el amor y el odio siguen siendo fuerzas incontrolables que se escapan al control y a la razón humana.

Duele ver como el instinto territorial termina por imponerse al sentido común y a los lazos de hermandad entre los pueblos.

Duele ser consciente de la barbarie que es capaz de generar la venganza creada por el odio.

Duele ver como un arma es capaz de acabar en un instante con cientos de vidas.

Duele ver como el bando civilizado exige la evacuación de hospitales mientras bombardea los lugares a los que se dirige la población que huye bajo las directrices occidentales de Israel.

Duele la injusta equidistancia occidental e internacional entre los terroristas y los genocidas.

Duele ver como se ofrecen armas antes que palabras para la resolución del conflicto.

Duele ver como se incumplen los tratados humanitarios internacionales mientras se califica de “animales no humanos” a la población masacrada y bombardeada.

Duele ver como la vida de 200 rehenes adquiere más valor que la de los 4.137 muertos y 13.162 heridos palestinos.

José Luis Meléndez. Madrid, 21 de octubre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

14 de octubre de 2023

El ciego

Existen dos tipos de ciegos: el que no puede ver y el que no quiere mirar

La imaginación no solo sirve para soñar, también es útil para solucionar problemas y conflictos. El odio es una energía mal canalizada que agrava los ya existentes. Mucho más si es desproporcionado. La inmensa mayoría de las personas que han aportado algo a la humanidad las han soñado antes. No se puede soñar si uno odia. El odio antes de destruir al adversario empieza por aniquilar al que lo siente.

Existen dos tipos de ciegos: el que no puede ver y el que no quiere mirar. Netanyahu además de estar cegado por el odio se niega a ver la realidad, y es incapaz de distinguir a los terroristas de Hamás de la población civil palestina. También es incapaz, según su estado visual y su obnubilación mental e iracunda, de aportar soluciones por la vía pacífica y diplomática.

Me pregunto si los palestinos, en vez de los terroristas de Hamás, son los culpables de que el gobierno Israelí de Benjamín Netanyahu y sus servicios de inteligencia no hayan detectado, ni al parecer previsto, semejante acto terrorista, para que les estén bombardeando diaria, injusta e indiscriminadamente. Como tampoco es capaz de predecir las consecuencias humanitarias e internacionales que tendría una acción terrestre sobre Palestina y de las cuales serían junto con su aliado norteamericano, los primeros responsables.

Pero al Estado de Israel, no le ha bastado con bombardear a inocentes. Ha decidido ir mucho más lejos y ha calificado a los palestinos a través de su Ministro de defensa, Yoav Gallant, de “animales humanos”. Ellos, los israelitas que están ante el escenario de una más que previsible invasión, a punto de equivocarse de nuevo, y que ya han superado con sus actos criminales a los terroristas de Hamás.

Los genocidas que han lanzado seis mil bombas en seis días, no han tenido ningún reparo a la hora de llamar a los palestinos (que no a los miembros de Hamás), "animales humanos...". Y por lo que se ve tampoco tienen ninguna intención de disculparse y/o de rectificar sus palabras (han estado tanto tiempo apretando gatillos, que se les ha pasado).

Los mismos que han dado un escaso ultimátum de veinticuatro horas a más de un millón de personas para que dejen sus casas y a sus familiares heridos y se desplacen al sur. Los que niegan las necesidades más básicas como el suministro de comida, agua o luz o medicamentos a los palestinos heridos, sin haber hecho nada. No hace falta pensar mucho para llegar a la conclusión que un jefe de Estado que trata por igual a un terrorista que a un civil, no merece ser digno del puesto que ocupa.

Y un enviado norteamericano, como Blinken, que según sus palabras: "Entiende a nivel personal lo que implican las masacres perpetradas por Hamás para los judíos israelíes y para los judíos en todas partes", que no es capaz de empatizar con el sufrimiento aún mayor que está perpetrando Israel sobre los palestinos y que en lugar de ejercer funciones diplomáticas y pacificadoras, respalda y no condena la respuesta desproporcionada de Israel, deja mucho que desear.

"Nosotros, las democracias, nos distinguimos de los terroristas por tener estándares diferentes, incluso cuando es difícil, y de rendir nosotros mismos cuentas". "Por eso, es muy importante tomar todas las precauciones posibles para evitar dañar a civiles, y por eso lamentamos la pérdida de cada vida inocente. Civiles de todos los credos, de todas las nacionalidades han muerto", ha sentenciado el precavido y compungido demócrata norteamericano, después de seis días de intensos bombardeos sobre la población civil (la diplomacia tiene sus tiempos).

Netanyahu, ya tiene las bendiciones, el respaldo y la inmunidad de los Estados Unidos. Esto quiere decir lisa y llanamente que tiene vía libre para seguir cometiendo actos cruentos. Con la ventaja añadida de que al restar respaldado por dicho país, no podrá ser acusado de crímenes contra la humanidad, como lo ha sido Rusia.

La confusión es tal, que algunos miembros de la clase política española, han intentado sacar rédito apoyando a la parte occidental "representada" por Israel mientras acusaban a la izquierda de estar al lado de Hamás, en lugar de los palestinos, que son los que están pagando las consecuencias. Como si la vida y la muerte de unos humanos valiesen unas más que otras. Es oler a sangre y ahí están como tiburones para morder un poco de carnaza. A unos les ciega el odio y a otros les confunde el color de la sangre en el agua.

La imaginación, a la que hacía alusión al inicio, le lleva a cualquiera a hacerse una pregunta: si los palestinos son "animales humanos", ¿qué tipo de seres son los israelitas de Netanyahu? Según un dicho español, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Lo malo es que el representante (líder es un adjetivo que le queda grande), ya ha superado los dos tropezones, ya que en su impulsividad iracunda y mortífera, es más partidario de utilizar el comodín del cincuenta por ciento, en el juego bélico de su metaverso particular.

Calificar a un mal representante como el israelita, con el adjetivo de animal, sería por tanto, adjudicarle un piropo del cual no es merecedor. La pena es que no estén permitidos pronunciarlos y mucho menos escribirlos.

José Luis Meléndez. Madrid, 13 de octubre del 2023. Fuente de la imagen: wikipedia.commons.org

10 de octubre de 2023

Polinstinto

Los hay que prefieren no implicarse ni comprometerse con la excusa del amor romántico, cuando en lo que no creen es en el amor de pareja.

¿Llegará el día en el que en lugar de rosas, regalemos rosales? (los hay muy pequeños y luego se pueden plantar en los jardines públicos para deleite de todos, regalar a algún conocido que tenga jardín o casa en el pueblo, o en último recurso a algún vivero, asociación o Institución. Y además se pueden sentir y disfrutar durante todo el año, no durante unos días).

¡Qué manía y qué egoísmo más tonto! Utilizar las flores para decirnos lo que podemos expresarnos con actos durante todo el año (trabajos manuales, textos, momentos que salen de nosotros y no de un mercado que nos dice lo que es habitual regalar). Como si lo habitual estuviera en consonancia con lo lógico y emocional. ¡Qué desprecio hacia la naturaleza! Quedarnos con su parte bella y no con lo que realmente es. Lo realmente bello es ver cómo crece a tu lado un ser por el cual te interesas y al cual mimas día a día. Lo demás es postureo e hipocresía.

¿Qué emoción personal transmite un ramo de flores cortado para la ocasión? Falta de empatía con respecto a la vida de los demás seres y falta de originalidad, por supuesto. Amor, desde luego que no. El amor no se puede demostrar nunca con algo externo. Así que no nos engañemos, que en el mercado del amor hay mucha mentira y manipulación. Y sin embargo nadie lo evidencia. ¡Qué curioso! Ni siquiera los detractores del amor romántico, que ya es decir. "El amor romántico es posesivo", según dicen, pero regalar obsequios a los amigos, amantes e incluso familiares no lo es.

El poliamor, los cuernos y las orgías sin embargo no son nada posesivos. Ni siquiera el amor libre. Puedes salir con todos los hombres y mujeres que quieras, y follar sin limitaciones, porque follar al parecer es un acto libre, pero hacer el amor es un acto posesivo.

En el poliamor, según sus seguidores, no hay exclusividad sexual ni afectiva, por lo tanto, se pueden establecer vínculos románticos y sexo-afectivos, vínculos románticos sin sexo, o solo vínculos sexuales. Vamos, una mezcla de lo que se entiende por amor platónico, follamigos o amantes de toda la vida, pero excluyendo según el tipo de relación de que se trate, la palabra amor (los poliamores como vemos tienen la mentalidad muy abierta pero la afectividad más restringida e interesada).

Entiendo por tanto el poliamor como una relación en la cual le ponen a uno/a los cuernos en presencia de sus amantes, amigas/os o follamigas/os, con el previo consentimiento de cada una de ellas. Una nueva forma de romanticismo visto desde un punto de vista más interesado y carnal, al existir más individuos que participan en sus poliorgías individuales o colectivas.

¡Qué lástima! Los poliamores que "poseen" la verdad de los polinstintos poliorgásmicos no han tenido siquiera una ocasión para creer en el romanticismo clásico, es decir, el dirigido a una sola persona. Qué malos son los demás y que buenos los que prefieren no implicarse ni comprometerse con la excusa del amor romántico, cuando en lo que no creen es en el amor de pareja.

Así que visto lo visto, me quedo con los hippies. En primer lugar porque ellos fueron los verdaderos pioneros de lo que hoy se conoce como amor libre (como vemos no escondían el término "amor"). En segundo lugar, porque además de poliamorosos eran polipacíficos. Y en tercer lugar, porque tenían una conciencia más ecológica. Es decir, amaban mucho más que los poliamores, ya que además de hacer el amor con su especie, respetaban a todas las demás criaturas.

José Luis Meléndez. Madrid, 10 de octubre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

28 de septiembre de 2023

Personas de mundo

Existen muchos más animales, que personas de mundo

Viajar tiene sus ventajas: ayuda a nuestro corazón, rejuvenece nuestro cerebro, impulsa las hormonas de la felicidad, nos causa bienestar y nos libera del estrés y mucho más. Además, hay evidencia científica suficiente que demuestra que viajar con regularidad mejora nuestra salud física y mental y aumenta nuestra esperanza de vida. Hasta ahí todo fenomenal.

Lo curioso es que nunca se detallan sus desventajas: pierdes la facultad de hacer multitud de cosas más interesantes en esos días, nadie te librará del jeet lag, es decir, pierdes varios días más de los que disfrutas. Todo eso suponiendo que todo transcurra con normalidad y no sufras un accidente de fatales e irreparables consecuencias. En otras palabras, nunca puedes estar seguro de que volverás.

Hasta el día de hoy creía que el hombre de mundo era una persona como su nombre indica que había recorrido mundo. La sorpresa  ha venido cuando he consultado su definición y he encontrado apenas un par de ellas. El líneas generales, se entiende por hombre de mundo, al hombre que tiene experiencia  en el trato social y está acostumbrado a tratar con personas de elevada posición. Así que por lo que se ve, estamos más ante un hombre social que de mundo.

Ante el escaso número de definiciones, he recogido los conceptos personales que algunas personas han aportado en sus comentarios. Por ejemplo un hombre opina que " hombre de Mundo " es aquél que ha viajado mucho por  la orbe y ha adquirido amplia experiencia de sus viajes, de sus relaciones y de todo cuánto de la cultura universal le ha sido posible conocer. Otra participante comenta: “Que tiene conocimiento de lo que es batir el chocolate en la calle. Que ha batallado fuera del hogar. Tiene sus conocimientos sobre la vida”.

Si me preguntaran a mí diría que una persona de mundo (seamos inclusivos), es una persona que además de viajar está acostumbrada a relacionarse a cualquier nivel social. No concibo una persona de mundo que no haya pasado gran parte de su vida viajando por ese concepto que le define. De ahí que siempre que escuchaba esta expresión deducía que se trataba de un hombre o mujer de mentalidad abierta  con una amplia experiencia vital.

Sabemos, a excepción de los negacionistas y terraplanistas, que nuestro mundo o planeta, está formado por tres cuartas partes de agua. Sin embargo todos (mayoritariamente las personas mundanas, que no de mundo), desconocemos el lenguaje, los sonidos y las músicas de estos protagonistas acuáticos. Con oírnos a nosotros mismos ya tenemos suficiente. Lo de escucharnos lo dejamos mejor para otro momento, ¿no les parece...?

Basta escuchar las conversaciones de los delfines de este vídeo y compararlas en todos sus aspectos (tono, volumen, tiempo, modulación) con muchas de las conversaciones que mantenemos en el día a día las personas que no somos de mundo, para ver que especie demuestra más grado de evolución. Así que si tomamos las definiciones anteriores no es difícil llegar a la conclusión, en función de la superficie y  los kilómetros que recorren algunas especies,  que existen muchos más animales, que personas de mundo. Entre otras cosas, porque hay personas de mundo que no creen ni respetan el medio ambiente del mundo (valga la redundancia) en el cual viven.

Como puede verse, ni la relación social, ni los viajes, pueden considerarse factores que definen por si solos a una persona de mundo. Por ejemplo, he sido testigo de cómo gente de mundo al volver a su país, ha traído las malas costumbres que en su país de destino eran bien vistas…

Aún así a la gente que viaja mucho se la considera (y lo que es peor, se consideran a sí mismos)  gente de mundo, porque les da la impresión de que ya están muy viajados y experimentados en ese insignificante cuarto de vida terrestre que complementa a esos tres cuartos de vida acuática. A algunos de ellos es relativamente sencillo reconocerles por la cara de Willy Fog que traen después de haber dado la vuelta al mundo en ochenta días.

Así que es mejor para no desanimarles ni disminuir su elevada autoestima, no insinuarles bajo ningún concepto, la parte de mundo que aún les queda primero por descubrir y después por conocer. Entre otras cosas porque la mayor parte de ellos cuentan con una edad avanzada que les impediría culminar sus aspiraciones.

José Luis Meléndez. Madrid, 27 de septiembre. Fuente de la imagen: associatiocetacea.org