Los países occidentales son muy activos a la hora de denunciar crímenes contra la humanidad, pero muy pasivos a la hora de remediarlos
Existe en los conflictos bélicos, la costumbre de prostituir el lenguaje. De esta forma pasa a convertirse en un arma para justificar los intereses y las atrocidades de cada uno de los bandos. Es conveniente, por tanto, antes de analizar la situación, clarificar de una forma objetiva, cada uno de estos conceptos.
Israel, declaró el estado de guerra pero no indicó contra quien. Luego se ha sabido por sus actuaciones que no era una declaración de guerra contra Hamás, sino contra toda la población de Gaza, incluidos según hemos visto, los rehenes tanto patriotas como extranjeros que se encontraban en ese momento en dicho país.
La actuación de Israel, a la vista de los hechos, no se puede considerar una guerra entre dos Estados, sino una masacre contra un pueblo. La diferencia entre una guerra y una masacre o un genocidio, es que en las guerras existe un enemigo armado e identificado. En un genocidio o en una masacre el enemigo está constituido por grupos sociales indefensos.
Pero la guerra no ha sido el único concepto manipulado al antojo de uno de los bandos. La palabra “muerte” se sigue utilizando en función de quién es la víctima. Así, mientras que los gazatíes mueren, los israelitas son asesinados. Una apreciación que ha denunciado valientemente la reina Rania de Jordania.
Tampoco las zonas humanitarias establecidas por Israel, al sur de Gaza, son zonas de protección, sino áreas de exterminio, ya que la población engañada, una vez que llega, es bombardeada por las fuerzas de Netanjahu, el beneplácito de Biden y la complicidad lenta, silente y postergadora de Europa.
El derecho legítimo de defensa de Israel, ante la atroz y condenable invasión del grupo terrorista de Hamás, ha excedido con creces la proporcionalidad y los convenios internacionales humanitarios, lo cual supone una agresión al derecho internacional de todos los países que firmaron dichos tratados.
Europa, después de respaldar (ojo, sin condenar) los bombardeos autorizados por Estados Unidos, ha pasado a proponer “pausas humanitarias” que permitan establecer corredores para facilitar la llegada de ayuda, pero sin cuestionar siquiera la invasión terrestre de Israel. Como si la respuesta que ya ha ejercido este país con sus 8000 víctimas, después de veinte días de intensos bombardeos, no hubiera sido lo suficientemente desmedida y pavorosa a los ojos del mundo.
La doble moral de occidente queda más que patente, ya que mientras Israel bombardea con el apoyo de Estados Unidos, Europa debate sobre cuántas pausas son necesarias o si es más conveniente un alto el fuego. Todo sin descartar una conferencia de paz dentro de (atención), seis meses, cuando al paso que vamos ya no exista ningún palestino (los países occidentales son muy activos a la hora de denunciar crímenes contra la humanidad, pero muy pasivos a la hora de remediarlos). Claman, en este sentido, al cielo las palabras de Europa dirigidas a Israel y a Netanjahu, y no a la administración norteamericana de Biden, que es la única que puede poner fin al conflicto o extenderlo aún más.
El estrepitoso fracaso de la política exterior norteamericana es más que evidente, por la facilidad que tiene de entrar en conflictos y la dificultad diplomática que tiene de finalizarlos, sin haber cumplido su objetivo inicial. La invasión rusa en Ucrania iba, según Biden, a durar un mes con el bloqueo económico. Casi dos años después Putin, ante los escasos avances por parte de Europa y de Rusia, ha abierto un nuevo frente en Israel gracias a la influencia de Irán y sus aliados de Hamás. Ahora solo falta que China lance una operación en Taiwan.
La nueva dinámica de Putin en la guerra de Ucrania supone una peligrosísima escalada con la que ni la inteligencia norteamericana ni la isralí contaban. Basta ver los recientes lanzamientos de misiles intercontinentales que Rusia ha lanzado sin cabezas nucleares, capaces de alcanzar los 12.000 kilómetros de distancia.
Putin, a diferencia de antes del conflicto palestino-israelí, es un hombre más sonriente y relajado que incluso es capaz de realizar viajes oficiales fuera de su país. A Biden, por el contrario, el conflicto puede costarle su reelección, mientras que para Netanjahu, la guerra es una excusa para librarse de sus causas judiciales a las cuales habría que añadir tres errores adicionales. El primero el no haber previsto la invasión de los terroristas de Hamás. El segundo, bombardear a la población en lugar de a los terroristas, Y el tercero por la invasión terrestre, de consecuencias impredecibles, que piensa llevar a cabo.
Lo verdaderamente lamentable es que Israel, después de décadas de conflicto no sea consciente que con esta actitud no hace más que reforzar la causa de los terroristas de Hamás. Que con la utilización única de la fuerza de las armas, no podrá resolver un problema histórico y político. Que solo es posible alcanzar la paz por medio del diálogo. Para ello España, como país que preside el Consejo de la Unión Europea, puede contribuir con su ejemplo.
José Luis Meléndez. Madrid, 28 de octubre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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