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4 de marzo de 2025

El limpiabotas

El limpiabotas ruso está muy al tanto y espera su propina

“¡La UE y los Estados Unidos se aman!”, tuiteó Trump hace unos años, compartiendo una foto en la que se le puede ver como besa a Jean-Claude Juncker, expresidente Popular de la Comisión Europea, en el Despacho Oval, tras finalizar una conversación.

Así lo narra el propio Juncker: “Después de nuestra conversación, estábamos solos en el Despacho Oval. Al menos eso creía. No sabía que el fotógrafo de la Casa Blanca, estaba detrás de nosotros. Trump me besó. Respondí a su beso masculino. Trump publicó la foto en twitter y mi esposa me regañó. Como soy conocido por besar y abrazar, me había advertido específicamente que no besara a Trump. Pero Trump incluso añadió una declaración de amor a la foto”. Era el 28 de julio del año 2018.

Hace unos días Trump declaró que la Unión Europea se "se formó para joder a Estados Unidos". El primer o segundo mandatario (todavía está por ver quien es el que dirige los designios de América, si Trump o Musk), suele perder la memoria y ya no se acuerda cuando Estados Unidos quería una Europa unida para “joder” a los soviéticos. Y como Washington apoyó la creación de la Unión Europea.

Todo ello nos lleva a plantearnos varias cuestiones: ¿Cuáles son los motivos que le han hecho cambiar al Trump americano de entonces, al Trump ruso (Trumputin) de hoy en día? ¿Guarda el Kremlin alguna información comprometida sobre Trump que justifique su servilismo con respecto a Rusia?

Trump habla como un americano, pero actúa como un comunista ruso. Esta transexualidad ideológica unida al desplazamiento ucraniano y europeo en la mesa de negociaciones hacen pensar que Rusia y Estados Unidos han establecido algún hipotético acuerdo comercial para explotar Ucrania. Rusia le concede a Estados Unidos las tierras raras y Estados Unidos a cambio deja de apoyar a Ucrania.

Dicho acuerdo beneficiaría a ambos países. A Rusia le permitiría rearmarse y seguir en el corto plazo avanzando posiciones ante una Europa debilitada militarmente. A Estados Unidos le beneficiaría esta tensión ya que conseguiría importantes pedidos armamentísticos por parte de Europa. Hace unos días Rutte avisaba que Putin no se va a frenar en Ucrania y que para este año Rusia va a destinar entre el 7 y el 8% de su PIB en su gasto militar, mientras que en Europa se manejan cifras de un 3%.

Es poco creíble que Trump amenace con abandonar la OTAN porque no se pagan las facturas. Mucho más lógico es pensar que EEUU si al final opta por dejar de ser miembro de la Organización Atlántica lo haga lisa y llanamente porque los países que integran dicho club son países democráticos. Se trataría por tanto se una marcha ineludible.

La credibilidad de Trump cae en picado. Ha hecho creer al mundo desde hace meses que estaba cerca de un acuerdo. Que en las primeras veinticuatro horas iba a parar la guerra. Zelenski tiene en la mesa suficientes motivos para no fiarse de Estados Unidos ni de Rusia. Pero Trump en lugar de ofrecerle las garantías de seguridad adicionales que como país necesita, no ha sabido satisfacerlas.

Al señor Trump le gusta emplear la palabra paz, pero a la hora de ejercerla tira de emboscada. Su palabra cada día vale menos, si se tienen en cuenta sus contradicciones, sus pérdidas de memoria, sus mentiras corregidas en directo por presidentes de otros países como Macron o Starmer, o el incumplimiento de sus declaraciones, algo hasta cierto punto normal que ha aprendido de su jefe, Putin.

Le faltaba a Ucrania una traición más para firmar la paz con un socio tan fiable como Trump. Al parecer Zelenski no tiene suficiente con atender a su población exhausta por la guerra desde hace tres años, con dejar su campo de batalla, visitar los hospitales o atender las necesidades más acuciantes, para asistir a una reunión compinchada por Trump con objeto de justificarse ante los suyos, pero sobre todo ante su jefe (¿Qué tal está mi Trotski...? Yo también rusito mío).

Un acuerdo de paz no le interesa ni a Estados Unidos ni a Rusia y había que poner fin a esta pantomima de acuerdo buscando un chivo expiatorio, un escenario y una coartada. Queda por ver y medir la reacción del pueblo estadounidense y la imagen de los Estados Unidos, después de esta farsa. La diplomacia americana ha quedado en entredicho. En primer lugar, por sus formas emitiendo una reunión que se suponía lo suficientemente importante y delicada como para retransmitirla en directo, y en segundo lugar por el fondo, poniendo especial hincapié en las desavenencias, en los reproches y en los ataques personales. No había nada atado.

Si no te puedes fiar del que ha sido hasta ahora tu socio, sería bueno que el señor Trump explicase qué artimañas piensa emplear para sentar la próxima vez a Zelenski y a Putin en una mesa de negociación. ¿Cuál será el protocolo de vestuario? ¿Tendrá que llevar Zelenski el ushanka (gorro de invierno ruso) que Trump se pone cada vez que habla con Putin?

En sus cuarenta días de legislatura, Trump está creando más problemas que soluciones al mundo. El error de Trump es querer finalizar la guerra con un acuerdo comercial en lugar de con una paz justa, duradera, pero sobre todo garantista que beneficie a todas las partes, esto es, a Europa, Estados Unidos y Rusia.

Trump está obsesionado por la riqueza mineral existente en el subsuelo ucraniano. Lo que para Trump son tierras raras para los ucranianos son tierras sagradas. Tierras en donde están siendo enterradas las victimas como consecuencia de la falta de armamento, cuando no del retraso de material norteamericano. Hablar de explotación de tierras antes que de apoyo militar o al menos humanitario y no ofrecer unas mínimas garantías de seguridad, es una obscenidad que atenta de una manera directa a los ciudadanos ucranianos y por extensión a todos los demócratas.

Más incomprensible e indigno que el de Zelenski, es a todas luces el look de Elon Musk. El señor Musk parece desconocer que es una descortesía utilizar sombrero en espacios interiores y algo absurdo ponerse gafas de sol en las mismas estancias. O permanecer de pie tomando un café, mientras los demás compañeros están reunidos y sentados. El problema es que Trump le permite y consiente saltarse el protocolo, mientras los demás van de etiqueta. No se atreve a llamarle la atención y eso que no forma parte de su gobierno. Mientras que Zelenski viste un uniforme de guerra por solidaridad con su pueblo, Elon Musk, con su vestimenta casual, falta al respeto de su jefe, de sus compañeros y de muchos estadounidenses.

El periodista que habló en nombre de todos los americanos afirmando que a los americanos no les gustaba que Zelenski fuese en traje de campaña, tendría que hacer una nueva encuesta preguntando esta vez, si les gusta a los mismos ciudadanos que Elon Musk, siendo multimillonario, carezca de recursos o de educación para acudir vestido como sus demás compañeros.

El vicepresidente JD Vance, gracias a su diplomacia, logró hacer un fantástico e inmejorable alarde de habilidad y acudió en defensa de su jefe para arremeter contra Zelenski, momento en el cual comenzó la tensión en la sala. Da la impresión que no es la UE la que ha cambiado de principios, como aseguró JD Vance en su gira europea sino la Administración Trump la que carece de ellos.

Trump, pudiendo ser un líder multilateral y mundial ha elegido ser un presidente centrado en su nación. El presidente americano está haciendo de su país una tierra rara y desconocida. Al paso que va es casi seguro que no va a hacerle falta salir de sus fronteras para descubrir los minerales que tanto ambiciona.

Trump ignora que las emboscadas no se hacen a los socios, sino a los enemigos. Aun así, él está satisfecho. “Esto va a dar audiencias brutales”, sentenció. O “esto va a ser estupendo para la televisión”. Asegura que “lo que mejor suele hacer son acuerdos”. ¿Acuerdos o imposiciones? Lo que no dice es con quién suele firmarlos.

El traje que le está haciendo Trump a Europa, pretendiendo dejarla con los pantalones bajados, no es tan elegante como el vestido con el que Zelenski acudió al despacho oval, pero si lo encarga el presidente americano, es que va a ser del agrado previo de Putin. El limpiabotas ruso está muy al tanto y espera su propina.

José Luis Meléndez. Madrid, 3 de marzo de 2025. Fuente de la imagen: X.com

20 de febrero de 2025

Trumputinismo

La defensa de las democracias no es una prioridad para el Trumputinismo

Hace treinta años, el 5 de diciembre de 1994, en una ceremonia celebrada en Budapest (Hungría), Ucrania se unió a Bielorrusia y Kazajistán para renunciar a sus arsenales nucleares a cambio de garantías de seguridad por parte de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China… y Rusia.

A través del Memorándum de Budapest, documento que selló dicho acuerdo, Ucrania se comprometió a devolver a Moscú, las ojivas nucleares instaladas en su territorio. A cambio, los gobiernos firmantes, se comprometieron a “respetar la independencia, la soberanía y las fronteras existentes de Ucrania” y “abstenerse de la amenaza o el uso de la fuerza” contra el país.

Rusia ha vulnerado no solo dicho acuerdo, sino los tratados internacionales, cuando el día 24 de febrero de 2022,  invadió Ucrania. China ha sido un país cómplice que a fecha de hoy no solo no ha condenado dicha invasión, sino que ha preferido situarse de una forma subrepticia al lado del país invasor. Se entiende ahora porqué Zelenski, ante la negativa trumputinista de la anexión de Ucrania a la OTAN, haya propuesto la instalación de armas nucleares en Ucrania.

La América cada día más pequeña de Trump está haciendo lo propio, situándose al lado de una Rusia más grande. Es más, Trump ha llegado a declarar que “Ucrania podría ser rusa algún día”. Para ello no ha dudado en colaborar y en hacer todo tipo concesiones antes de sentarse a negociar con Putin, sin contar con Ucrania ni con Europa.

Trump ha sido putinizado, ¿quién lo desputinizará? El desputinizador que lo desputinice, buen desputinizador será. Basta ver su conformidad total con las demandas rusas y las negativas absolutas a Ucrania. En un escenario así es imposible una negociación, es decir, un acuerdo que satisfaga a todas las partes. La admiración del señor Trump hacia su amigo comunista es tal que ha llegado a imitar los protocolos megalómanos de Putin. Salidas a través de puertas de dimensiones colosales y paseo por la alfombra roja hasta llegar al lugar de su comparecencia.

Con el cortejo a Trump y el ninguneo a los veintisiete presidentes europeos, incluidos insultos a Zelenski llamándole dictador, Trump prefiere reunirse con su amigo Putin, que, según él, es mucho más demócrata que Zelenski. Su ingenuidad le lleva a confiar más en Putin que en los veintisiete Estados miembros de la Unión Europea. “Creo que quiere la paz”, ha declarado refiriéndose a las intenciones del primer mandatario ruso. La fe ciega de Trump en su homólogo ruso, le impide recordar las andadas de Putin por Crimea y posteriormente por las recientes provincias conquistadas. Putin ejerce tal dominación psicológica sobre Trump que está plenamente convencido que, si deja esta vez a Europa sola, no se va a atrever una tercera vez a hacer lo mismo.

Europa, según los Estados resentidos de Trump, ya es mayor para defenderse militarmente, pero no para representarse a sí misma en las negociaciones con Rusia. “Nada debe ser decidido en Ucrania sin Ucrania, ya que se trata de un país soberano con un gobierno democráticamente electo. Y al mismo tiempo, nada que afecte directamente a la seguridad europea deber ser decidido sin Europa y sin la voz europea”, ha declarado el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. Más conciso y explícito ha sido el ministro de Exteriores francés, Jean-Noël Barrot, que ha declarado que “Nadie está obligado a adaptar nuestro modelo, pero nadie puede imponernos el suyo”.

La deslealtad o traición del primer presidente americano hacia sus socios europeos y la predilección por sus nuevos socios como Israel o Rusia, ha quedado meridianamente clara. Las negociaciones en forma de concesiones hacia los dictadores siempre son mucho más fáciles y enriquecedoras para el magnate a pesar de sus terribles y nefastas consecuencias.

En el año 1991 el entonces ministro belga de Exteriores Mark Eyskens definió el Viejo Continente de esta guisa: “Europa es un gigante económico, un enano político y un gusano militar”. Trump pide a Europa pero hace concesiones a Rusia. El presidente Trumputinista, es consciente de ello, por eso le ha pedido a Europa que aumente su gasto en Defensa, hasta elevarlo al 5% de su PIB, mientras que su país tan solo lo hace con un 3,4%. Eso sí, al menos, ha tenido la gentileza de ofrecerse a aumentar su economía con la extracción de tierras raras de Ucrania por valor de 500.000 millones, mientras las tropas europeas defienden la frontera ucraniana. Europa defiende a América, mientras esta se hace un poquito más grande (eufemismo de más rica), a costa de Europa, mientras Rusia se rearma y se hace más grande con las concesiones de Trump a su colega. Sin aranceles, claro está. Un perfecto plan de paz.

El filósofo, analista y estratega político ruso, Alexander Dugin, cuyas ideas políticas han sido asociadas al fascismo y al nacional bolchevismo, ha aconsejado a los alemanes que “voten por AfD (la extrema derecha que en lugar de Alternativas para Alemania persigue alternativas Trumputinistas) u ocuparemos Alemania una vez más y la dividiremos entre Rusia y EE.UU”. Y hace unas semanas el magnate tecnológico estadounidense Elon Musk, animaba al centro derecha alemán a votar por las mismas siglas. ¡Qué casualidad que ideólogos rusos y americanos coincidan! Tal vez Europa tenga ahora una idea aproximada de cual es al menos uno de los motivos por los cuales no ha sido invitada a las negociaciones.

El sinsentido y la inhumanidad parecen hacerse instalado en la Casa Blanca. Los contratos y los negocios han prevalecido en las conversaciones bilaterales entre EE.UU y Rusia, por encima de  la seguridad de los ucranianos y de los europeos. La paz es una excusa para hablar de intereses económicos.

“Reunión de pastores, oveja muerta”, reza un refrán español. La oveja que en este caso es Europa, aún no está muerta, pero ha sido apartada y puesta encima de la mesa. Putin ya ha mordido varias de las provincias ucranianas y Trump ya ha declarado su interés por colonizar las tierras raras ucranianas. El plan presentado por Washington establece tres fases. Un alto el fuego, unas elecciones y una declaración de paz. De esta forma Trump le ofrece a Putin el cuchillo con el cual degollar a la oveja. Unas elecciones gracias a las cuales Putin podría influir para poner un gobierno títere.

La defensa de las democracias no es una prioridad para el Trumputinismo. Paul Krugman, prestigioso economista estadounidense advertía hace unos días que Estados Unidos está en peligro de convertirse en una dictadura.

Trump ha salido al rescate de Putin, no de Europa. El magnate no es un político, sino un hombre de negocios. En los apenas treinta días de su mandato ha demostrado que el dinero para él, está por encima de los valores que representa Europa, como son la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho o los Derechos Humanos.

Trump no necesita ni da lugar a que el Partido Demócrata le haga oposición porque el mismo es un espíritu contradictorio. Él solo deporta. Para acoger migrantes no le importa pedírselo a otros países como Jordania o Egipto. Sin embargo, está de acuerdo con los inmigrantes rusos que han invadido a mano armada Ucrania causando la muerte de miles de ucranianos. Y no duda en recompensar a Rusia por ello, entregándola parte del país conquistado.

Las corrientes democráticas que surcan el espacio europeo son un peligroso hándicap para la Fuerza aérea Trumputinista, que no sabe cómo reaccionar ante tanta libertad. Si a estas turbulencias añadimos el desfase horario, es fácil entender la incoherencia de las declaraciones de sus pasajeros una vez que toman tierra.

Cuatro son las guerras a las que se enfrenta Trump en estos momentos. La que mantiene internamente consigo mismo por medio de sus contradicciones. La que dijo que iba a terminar en veinticuatro días y un mes después no se ha sentado a negociar personalmente. La guerra comercial a nivel planetario a través de los aranceles y la guerra imaginaria resultante de las tres anteriores que en su impotencia negociadora ha dejado caer como posibilidad. La tercera guerra mundial.

Trump necesita la guerra para sentirse protagonista. La guerra es un medio que le permite recabar ingresos a través del negocio de las armas. Si América se hace más grande, él no puede sentirse más pequeño.

José Luis Meléndez. Madrid, 20 de febrero del 2025. Fuente de la imagen: Shutterstock

30 de enero de 2025

El verdadero Trump

Quedan muchas preguntas en el aire sobre cuál es el verdadero Trump

En el año 2016 Trump juró respetar, proteger y defender la Constitución que más tarde vulneraría con el apoyo de asalto al Capitolio. Hace unos días hizo lo propio en su acto de juramento, preámbulo de su segundo mandato. Horas después firmó un decreto mediante el cual negaba la nacionalidad a los hijos nacidos de la unión de padres extranjeros sin papeles. El decreto vulnera la 14ª enmienda de la Carta Magna estadounidense, que dice que “Todas las personas nacidas o naturalizadas en Estados Unidos y sujetas a su jurisdicción, son ciudadanos de Estados Unidos y del Estado en que residen”, razón por la cual la han impugnado dieciocho Estados. Desde los inicios de sus legislaturas Trump ha demostrado que sus principios no son coincidentes con los del mundo ni con los de su país.

El 13 de julio del 2024 el presidente americano fue tiroteado en el transcurso de un mitin en Pensilvania. “Fue solo Dios quien evitó que sucediera lo impensable”, declaró. Las relaciones de Trump con la religión son igual de contradictorias de las que mantiene con la política. En una entrevista en abril de 2011, en el programa 700 Club, dijo, «soy protestante, soy presbiteriano. He tenido una buena relación con la Iglesia cristiana. Creo que la religión es algo maravilloso. Creo que la mía es una religión maravillosa».​ Sin embargo en 2020 Trump afirmó ser un cristiano no denominacional.

¿Son los principios religiosos del primer mandatario compatibles con las políticas que lleva a cabo? Las palabras del Papa Francisco descendiente argentino de una familia de inmigrantes italianos, pronunciadas en el año 2016 en la frontera, lo dejan meridianamente claro: “cualquiera que construya un muro para mantener fuera a los migrantes ‘no es cristiano’”.

Recientemente, muchos obispos de Estados Unidos se han opuesto a los planes de deportaciones masivas de Trump, y, el arzobispo entrante de Washington, el cardenal Robert McElroy dijo que “esas prácticas son incompatibles con la doctrina católica”.

Una vez que el recién presidente electo firmó una serie de órdenes ejecutivas que afectan a minorías como los migrantes o la comunidad LGTB, y, por si acaso no fueran suficientes las anteriores advertencias, la obispa episcopaliana de dicha ciudad, Mariann Budde pidió al presidente entrante, que acudió a misa (tal vez para tranquilizar su conciencia), que “tuviera piedad de la gente que tiene miedo ahora”.

Durante el acto religioso que tuvo lugar en la catedral de Washington, Trump también pudo oír y escuchar durante la homilía, un pasaje del duro Éxodo que el pueblo de Israel padeció en Egipto, en una clara alusión a las políticas anti inmigratorias del magnate. Según ha  reconocido Trump, su hija se convirtió al judaísmo:  «No solo tengo nietos judíos; tengo una hija judía y estoy muy orgulloso de eso».

El “amenazon” de Trump (no confundir con el Amazon de Jef Bezos), tiene en mente conquistar tierra, mar y aire. Por tierra ha sugerido anexionarse Canadá, un país que además de vecino es grande, y todo lo que es grande es bueno según él. Por mar, Groenlandia, la isla también más grande, perteneciente a la Unión Europea, y por aire pretende utilizar a Elon Musk para atravesar la estratosfera y clavar una bandera americana en Marte, que es su planeta preferido por ser el dios de la guerra.

La semana pasada la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, mantuvo (más bien soportó) una conversación telefónica de Trump, que según diversas fuentes como el Financial Times, calificaron de “tempestuosa”. El sábado, no contento con sus desaires, insistió ante los periodistas que EE.UU. “conseguiría” Groenlandia.

Como sería la “conversación”, que la primera ministra danesa, se vio en la necesidad de realizar este martes una gira europea, con objeto de recibir apoyos para blindarse ante las amenazas del presidente estadounidense, que como todos es sabido, tiene la virtud de amenazar antes de empezar a dialogar.

En el mismo día, Frederiksen viajó a Paris, Berlín y Bruselas y logró blindarse y recabar el apoyo unánime de todos, incluido el ministro de Exteriores francés, Jean-Noël Barrot, que no descartó el envío de tropas a la zona. “Si solicita la solidaridad de la UE, Francia responderá: ‘presente’”. Aun así, el domingo, la primera ministra invitó a cenar a su casa a los respectivos líderes de Noruega, Suecia y Finlandia. “Los países nórdicos siempre nos hemos mantenido unidos. Y con la nueva y más impredecible realidad a la que nos enfrentamos, las alianzas y amistades buenas y cercanas se han vuelto más importantes”.

Por su parte desde Bruselas han cerrado filas alrededor de Dinamarca. El comisario de Defensa Andrius Kubilius, ha dicho que la UE está lista para apoyar a este país. A su vez la jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, sostuvo este lunes que no habrá negociación sobre la isla.

Se entienden ahora las políticas que mantenía Trump. Terminar la guerra en Ucrania para empezar la suya con Groenlandia y explotar las tierras raras. Revertir las políticas medioambientales para derretir el Ártico y “perforar, baby, perforar”, y sus amagos de salir de la OTAN para enfrentarse a su socio europeo, mientras le reclama un aumento del 5% de su contribución. También las amenazas comerciales y territoriales a Europa y los guiños y concesiones a su amigo Putin. Mano de hierro para Europa y guantes de seda para Rusia. “Los europeos nos tratan mal dice”.

Putin es tan admirado por su homólogo americano que ha terminado por imitar a su régimen de oligarcas. Para ello ha situado en la cúpula a sus oligarcas millonarios y ha logrado someter a los gigantes tecnológicos gracias a su incipiente tecnonacionalismo.

Estados Unidos ha empezado su marcha atrás. Poco a poco será un país más aislado y pequeño a nivel internacional. Saldrá del acuerdo de París, la Organización Mundial de la Salud. Cabe recordar que ya se retiró de la Unesco y que no es miembro del Tribunal Penal Internacional.

Quedan muchas preguntas en el aire sobre quién es el verdadero Trump. Si es que el dice que acabará con la guerra o el que antes de que termine, empieza otra. El que quería anular Tik Tok o el que lo salva. El que amenaza a sus socios o el que adula, sonríe y hace concesiones a sus enemigos.

El que amenaza con salirse de la OTAN o el que presiona para que los demás países aumenten sus aportaciones económicas, para luego claudicar y entregar las zonas conquistadas por los enemigos. El que se ríe de las personas con alguna discapacidad o el que se cree ungido por Dios. El Trump de los supuestos principios religiosos o el que atenta contra los Derechos Humanos.

El que no perdería un solo voto si matara a alguien o el que acude a misa. El que se sitúa al lado del pueblo en las elecciones o el que se rodea de multimillonarios cuando tiene el poder. El que promete cosas que incumple o el que jura respetar la Constitución que luego viola.

El que dice que va a hacer una América más grande o el que obvia sus deseos de una América mejor. El que dice estar contra la inmigración o el que tiene entre su equipo de oligarcas a ascendientes y nativos de otras naciones. El que ejecuta deportaciones masivas de personas migrantes o el que respeta el capital extranjero de las empresas estadounidenses cotizadas que están en manos de no residentes.

El Trump ungido por Dios o el Trump sometido al dinero. El nieto de inmigrantes alemanes o el deportador masivo de personas no nacidas en Estados Unidos. El protestante de 2011 o el cristiano no convencional de 2020. El que quiere por un lado anexionarse territorios o el que impone aranceles a los mismos.

Para Trump todo lo grande es bueno. El mismo ha declarado que es un genio. Razón no le falta si por ello consideramos su reiterado recurso a las amenazas y a los pocos, pero grandes amigos. Los inmigrantes ya están como decía empezando a dejar de comerse las mascotas de los americanos, como consecuencia de sus políticas discriminatorias. Ahora es Trump el que quiere comerse a su vecina Canadá y a parte de Europa. Con perros incluidos.

José Luis Meléndez. Madrid, 30 de enero del 2025. Fuente de la imagen: pixabay.com

20 de enero de 2025

Estados civiles

Si el matrimonio fuera el estado ideal, no hubiera generado otros estados civiles

“Así que no son ya dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19: 5,6). Según esta sentencia bíblica el matrimonio es una institución creada por Dios, según la cual junta, pero no separa.

Según los datos proporcionados por el IPF, Instituto de Política Familiar, cada 5 minutos se rompe un matrimonio en España, es decir, 12 matrimonios cada hora, provocando 290 rupturas matrimoniales cada día y convirtiéndose en uno de los principales problemas de las familias españolas. Se abre por tanto un debate: ¿es el hombre el que se separa, o Dios, como ser perfecto y omnipotente el que no "junta" lo bien que debiera?

El ordenamiento jurídico español reconoce cinco estados civiles: soltero, casado, separado, divorciado y viudo. Lo curioso es que el estado civil de una persona muchas veces no coincide con el estado mental y emocional de la misma. Por ejemplo, un soltero que no ha estado casado, ha podido llegar en su día a sentirse psicológicamente casado al haber llevado vida marital sin llegar a contraer matrimonio.

De la misma forma, un casado puede llegar a sentirse, en ciertas situaciones de crisis como un separado. De hecho, en los momentos previos a la disolución de un matrimonio uno se ve en la obligación de tomar decisiones como futuro separado.

La RAE define al soltero como a la persona que no se ha casado. Sin embargo, existen muchas personas que se separan y creen que vuelven a ser solteros. Una incongruencia, ya que no se pueden tener dos estados civiles de forma simultánea. Es decir, en este caso pasaría a adquirir el estado civil de separado.

Esto nos lleva a plantearnos la cuestión de si se puede recuperar la soltería. Desde mi punto de vista no se puede recuperar, de la misma forma que no se puede recuperar la virginidad por el mero hecho de acabar y/o iniciar otra relación. Es imposible recuperar la libertad de antaño, ya que la persona en cuestión es un ser menos libre, desde el punto de vista físico y mental, como consecuencia de las nuevas responsabilidades u obligaciones, y, porque a su vez, le queda menos tiempo vital de ejercer la libertad que antes tenía.

Es posible que desde el punto de vista legal se pueda anular el efecto de un estado civil, como el caso de un divorcio, pero no se puede anular ni borrar del tiempo ni del pasado las vivencias ni los efectos que éstas han generado como consecuencia de su anterior estado civil. Uno puede ESTAR divorciado legalmente, pero en el fondo ES un separado que tan solo ha anulado el efecto de su matrimonio.

La soltería es el estado natural de cualquier ser vivo. Sin embargo, en la especie humana, y más a determinadas edades, siempre ha sido sospechosa de individuos considerados como raros. La sociedad se ha preocupado de ejercer a través de los círculos sociales más próximos como son la familia y las amistades su correspondiente presión. La mujer, sin lugar a dudas siempre ha sido la más perjudicada como consecuencia de su edad fértil.

Se ha llegado a calificar a las personas solteras como egoístas, cuando la soltería es un estado que permite un compromiso mayor con un mayor número de personas. Solteros que respetan la libertad de los demás. Soltería que en algunas profesiones es un requisito para dedicarse de una forma más plena a los demás, como es el caso de los cooperantes voluntarios, los sacerdotes o las monjas, por poner algunos ejemplos.

La sociedad no ha terminado de entender que la soltería es el matrimonio individual que uno contrae consigo mismo, como muestra de fidelidad hacia con sus propios fines y principios. Otra cosa es que la soltería sea un impedimento para la natalidad de las sociedades. Pero si la soltería se mira desde otros puntos de vista como el social, cultural o científico, podremos comprobar como las sociedades han avanzado gracias a ella.

Deberíamos distinguir entre distintos tipos de soltería: la soltería elegida, la impuesta y la mixta. La primera nace como resultado de una decisión personal. La segunda por el contrario viene determinada por factores no deseados. La soltería mixta es una mezcla de ambas. Por ejemplo, hoy en día muchas parejas no pueden casarse por determinados factores y al final tienen que optar (elegir) por vivir juntos, sin casarse.

Este último tipo de soltería, unido al avance de la sociedad y al creciente número creciente de separaciones, han contribuido a que la sociedad haya ido desterrando toda esa falsa imagen hasta el punto de haberla aceptado e incorporado de una forma creciente y paulatina.

Un soltero actualmente, sigue teniendo la facultad de pasar por esos estados civiles sin haber contraído o adquirido ninguno de ellos. Una pareja de solteros puede llevar vida de casados, pero una pareja de casados, no pueden llevar una vida de solteros. Esto es debido a que la ley establece ciertos derechos y obligaciones.

¿Puede considerarse el abandono de la soltería como una traición personal hacia uno mismo? ¿Cómo va a ser uno fiel a otra persona, habiéndose traicionado previamente a sí mismo?

¿Se puede decir que uno ama a alguien después de haberle arrebatado parte de su libertad, de su tiempo o de su vida? Tal vez la mejor forma de vivir juntos sea respetando cada uno su soltería. Si el matrimonio fuera el estado ideal, no hubiera generado otros estados civiles.

José Luis Meléndez. Madrid, 20 de enero del 2025. Fuente de la imagen: pixabay.com

2 de enero de 2025

Sociedades inmaduras

Las sociedades inmaduras tienden a matar la muerte antes de tiempo

Hace meses, tal vez un año, que llevo viendo en el poste de una señal de paso de cebra, situada a escasos metros de la casa donde vivo, unas flores sujetas con cinta celo. Flores que cada cierto tiempo son reemplazadas por otras más frescas.

El familiar o amigo que las mantiene fielmente amarradas en señal del dolor por la ausencia de su ser querido, me ha hecho empatizar con su estado anímico. Un sufrimiento seguramente proporcional a los lazos de amistad y/o de amor que sentía por la persona o el animal fallecido.

Las fechas de Navidad y el día de Todos los santos, son fechas en las cuales, de una manera inevitable, afloran los recuerdos de nuestros queridos difuntos. Todo ello me ha llevado a plantearme si es justa la forma de recordar y de homenajear a los difuntos que tienen algunas sociedades.

¿Necesita la especie humana unas fechas específicas para acordarse y/o homenajear a sus antepasados? ¿Por qué se determina un tiempo determinado para el luto? ¿Es acaso el dolor o el sentimiento humano una emoción que ha de vivir cada uno de forma similar durante unos días y un tiempo concreto? ¿Un sentimiento estandarizado que hay que tratar y remediar independientemente de la naturaleza emocional de cada uno y de la intensidad de dicha relación con el finado? Lo cierto es que resulta curioso y a la vez sorprendente constatar como las tradiciones terminan por imponerse a la naturaleza humana.

El lenguaje es otro de los factores que delatan al hombre en la relación que mantiene con la muerte. Es comprensible que las personas echen de menos a los que "se fueron". Algunas personas se refieren a los difuntos como los "que ya no están" entre nosotros. Pero el que no estén con nosotros, en vida, físicamente, no quiere decir que no lo estén en el interior de nosotros, cuando evocamos sus vivencias, sus recuerdos.

¿Es justo evocar a nuestros seres queridos en fechas y días tan tristes, en la que la meteorología no acompaña a nuestro estado anímico a la hora de recordar a los nuestros? Estoy seguro que si la especie humana pensase más en los suyos que en sí misma, adelantaría sus homenajes fúnebres a días más luminosos y alegres, más propios de otras estaciones, por respeto a los suyos.

Recordar durante todo el año a los nuestros considero que es la mejor forma de agradecerles el tiempo que estuvieron con nosotros. Porque una cosa es evocar a los muertos y otra muy distinta es hace o propio con los seres queridos.

Hay muertos que permanecen más vivos con su recuerdo en el corazón de uno, que muchos vivos con los cuales uno trata a lo largo del día. Más pena que la ausencia de los nuestros (incluyo mascotas), es no poder o saber mantener encendida esa antorcha de valores y de amor, que mantuvieron permanentemente encendida en nuestros corazones.

Es muy posible que uno/a esté hoy muy enamorado, pero quizás dentro de unos años, cuando la luz efímera de ese ser se haya apagado, vuelva a iluminar nuestro corazón aquel ser de luz que un día llenó nuestra alma y nuestro corazón con su presencia.

Son muchos los seres que pasan por nuestra vida, pero muy pocos los que logran dejar una antorcha inextinguible, que merece ser recordada y sentida sin que el duelo la apague.

Pero, ¿realmente se fueron esos seres queridos o los echó la sociedad a través del duelo antes de tiempo? El objetivo del duelo no debería ser el olvido, sino hacer soportable el dolor de ausencia de ese ser querido, hasta lograr hacerlo no solo llevadero, sino agradable.

No hace falta que uno haya amado. Si uno ha querido a un ser, aunque ya no esté físicamente, su imagen y sus recuerdos están y permanecerán presentes.

El duelo no debería constituir un desprecio y olvido hacia el recuerdo de estos seres ejemplares. La sociedad establece un tiempo de duelo y cuando pasa ese tiempo y uno sigue manifestando ese cariño o afecto, se le tiende a reprochar el tiempo transcurrido, invitándole a cerrar su proceso de duelo.

Esta falta de empatía, sensibilidad, delicadeza y discreción está implícita en el tabú que la sociedad aún mantiene con el tema de la muerte y por ende con los difuntos. Se nos invita a amar, a vivir, pero nadie nos enseña a sobrellevar la muerte. Las sociedades inmaduras tienden a matar la muerte antes de tiempo.

José Luis Meléndez. Madrid, 2 de enero del 2025