La inhumanidad ha dado paso a la infrahumanidad
Más que una actuación europea ha sido un gesto esbozado de cara a las presiones de la opinión pública. La suspensión parcial (sic) del acceso a un programa científico de la UE con Israel, llega de una forma inducida y casi forzada, mal y tarde.
El Viejo Continente que presume de ser una importante área económica (al menos antes de que Úrsula Von Der Leyen claudicase comercialmente ante los EE.UU. de Trump), no puede hacer lo propio a la hora de sacar pecho ante determinadas atrocidades humanitarias como el exterminio de un pueblo retransmitido en vivo.
Ojalá este adjetivo hiciese a algunos tomar conciencia que las imágenes que ven todos los días no están sacadas de una película. Son instantáneas de un palmario y cruel genocidio que viene sufriendo el pueblo palestino desde hace años a la que aún una parte de diversos líderes internacionales acuden como meros espectadores.
Primeros ministros que parapetados tras sus gafas contemplan de reojo los cuerpos famélicos de unas criaturas que sufren de inanición como consecuencia del bloqueo de la ayuda humanitaria, mientras algunos canales de televisión israelíes ironizan sobre la extrema delgadez de los gazatíes.
Los mismos que bombardean por medio del suministro de armas a Israel abogan por establecer ahora breves pausas humanitarias con objeto de blanquear su imagen de cara al exterior, intentando con sus declaraciones sacar su lado más humano. Afirma Trump que Israel "tiene que hacer las cosas de otra manera en Gaza", como si él no tuviera parte de responsabilidad y no supiera ni tuviera la posibilidad de parar el envío de armas.
Hasta ahora no había trascendido la influencia de Melania sobre Trump, que "a veces" se olvida que está casado con un una inmigrante regular. La Primera Dama norteamericana, ha manifestado recientemente a su consorte el tremendo impacto emocional que ha supuesto para ella visualizar las espeluznantes imágenes de niños hambrientos.
Y el Presidente, no se sabe si movido más bien por la aflicción de su esposa que de las imágenes de los niños desnutridos, ha salido a la prensa para sumarse a las declaraciones de su pareja, lo cual ha supuesto un sobrehumano esfuerzo, en medio de tantas negociaciones, subidas y bajadas de aranceles, firmas exageradas, plazos estipulados y cambiados, disputas continuas y jornadas placenteras ajenas al mundo, extasiado en lujosos campos de golf.
El caso es que la preocupación de Trump no es tan excesiva como para que se le haya ocurrido establecer algún arancel a su amigo "Bibi" (Netanyahu), suspender algunos contratos o establecer algunas sanciones como actualmente piensa hacer con su otrora amigo Putin.
A pesar de las forzadas, impostadas y mejorables pausas, las mercancías lanzadas desde el aire no llegan a la población más débil, provocan enfrentamientos entre la población cuando no heridos e incluso muertos al no abrirse los paracaídas, mientras multitud de camiones cargados de ayuda, esperan en la frontera de Egipto la pertinente autorización de entrada.
Mientras el ejército israelí dispara a los palestinos que acuden a recoger la escasa ayuda humanitaria, "Bibi", que no Israel, ha aclarado que no frenará sus ataques, hasta que Hamás no se rinda y acepte sus condiciones. Trump sabe vender armas, pero no sabe parar las guerras que apoya, ni armamentísticas, ni económicas. Lo suyo es negociar aranceles, no acuerdos de paz.
Dormir en Gaza es un lujo y el único sueño que tiene un gazatí es que termine la guerra para poder cuidar de sus familiares y amigos heridos, y, para honrar a los seres queridos que aún reposan bajo los escombros. Escombrera en la cual Trump pretende hacer un resort de lujo, como si nada hubiera pasado, para faltar aún más a la dignidad de un pueblo pobre que cada día tiene menos donde comer, beber y refugiarse, sin darle al menos tiempo a la humanidad para llevar a cabo su duelo.
Lo más lacerante y triste es que después de meses y años de guerra algunos no se hayan cuestionado la siguiente pregunta: ¿A qué derecho fundamental puede acogerse hoy un gazatí? Por lo que se ve, ni siquiera el de enterrar ni realizar el duelo de sus seres queridos. Porque la guerra continúa y a los muertos hay que añadir los cuidados de los heridos y la búsqueda de comida para la población más débil.
Es abominable la obscena capacidad que tienen algunos de entrar en los templos y rezar en lugar de rescatar del infierno a los seres indefensos e inocentes que hoy sufren sus consecuencias. La inhumanidad ha dado paso a la infrahumanidad. Las yenas al menos comparten jerárquica y ordenadamente su comida. Y también poseen recursos para seguir alimentándose. ¿Dónde ha quedado la dignidad humana?
Regreso de vuelta a mi mundo. Aquí en occidente y en muchos países del mundo es época de descanso y diversión. Quizás algunos logren desconectar de todo, a pesar de sus responsabilidades y de la tremenda situación que atraviesa el mundo por culpa de cuatro locos.
Por todo ello, me despido con la intención de no interrumpir su merecido descanso. Al mismo tiempo les lanzo para su regreso una inevitable pregunta: ¿Cuántos días de vacaciones, creen ustedes que le correpondería a un gazatí?
José Luis Meléndez. Madrid, 31 de julio del 2025. Fuente de la imagen: Reuters. Zainab Abu Haleeb, una niña palestina de cinco meses diagnosticada con desnutrición, recibe tratamiento en el hospital Nasser en Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza.

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