Traductor

2 de junio de 2025

Millonarios

Ahora prefiero referirme a ellos como personas adineradas

Ayer acudí a hacer la compra al hipermercado de costumbre. Y como suele ser habitual, sobre todo en los días de calor, suelo callejear con mi carrito rojo por las calles de una urbanización de personas adineradas que hay al lado de dicho centro comercial. Eso me permite transitar por una zona tranquila, silenciosa, sombría y arbolada mientras me deleito con las mansiones preciosas de dicha urbanización y escucho el canto de las aves. Y ayer también estrené (ya era hora), un look deportivo de verano, a saber, culotte, camiseta, visera, gafas de sol y playeras.

Mientras realizaba la pequeña lista de compra, estuve tentado de comprar alguna cerveza sin alcohol, pero al final opté por beber agua de una fuente que existe fuera del hipermercado. El caso es que estaban en obras y no pude saciar mi sed, así que anduve a escasos 500 metros en la cual había otra. ¡Mala suerte! Estaba vallada.

No me di por vencido, y de vuelta a casa, decidí atravesar la misma urbanización creyendo que existiría alguna fuente. El caso es que me dirigí hacia un hombre de mi edad que caminaba en sentido contrario al mío, que iba vestido con un atuendo sencillo parecido al mío, vaqueros, polo, playeras y según me pareció llevaba un ejemplar de El País. Me dirigí hacia él y le pregunté si sabía de alguna fuente cercana, ya que me quedaban aún unos tres kilómetros de vuelta, y era la una de la tarde, una hora en la que el sol ya empezaba a castigar.

Me orientó hacia una plaza, y al decirle que había estado en otras dos fuentes y comprobar que conocía la zona, nada mas despedirme de él y darle las gracias por su atención, se volvió hacia mí y me dijo: "de todas formas, si tiene sed, puede venir a mi casa y puede beber". Me pareció un feo desprecio decirle que no, así que fuimos andando hasta su mansión situada a unos escasos treinta metros.

Al abrir la puerta de su casa, me quedé en la calle. Me ofreció entrar. Entré solo al jardín y me quedé en la puerta interior de su casa por educación, aunque de haber entrado no me hubiera dicho nada. Al cabo de tres minutos, salió con un vaso de agua lleno en una mano y una jarra de agua en la otra. Según iba terminando de beber, fue llenándome el vaso. Creo recordar que bebí hasta tres, lo cual me permitió hacer mi regreso andando a plena solana. Estuvimos hablando durante unos minutos y luego, agradeciéndole su hospitalidad, me despedí.

Aquel hombre por su cercanía, su naturalidad y su solidaridad ha cambiado por completo la imagen que tenía de "los millonarios" (en su día trabajé como chofer durante un mes para un empresario de La Moraleja -entonces conducía un Mercedes 500-), que es un término un poco más humano.

José Luis Meléndez. Madrid, 01 de junio del 2025. Fuente de la imagen Freepik.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario