Es curioso ver como las relaciones laborales, al contrario que las maritales, están sujetas y amparadas por un convenio
La convivencia familiar continuada no es fácil. Por este motivo el verano es un negocio para los abogados especialistas en divorcios. Saben que a su vuelta, muchos clientes llamarán a su puerta, después de haber tomado una dura y difícil decisión: la separación y el posterior divorcio de su pareja.
Y en aras de su propio interés, muchos abogados, en lugar de proponer a estas personas una mediación familiar, optarán por asesorar a sus clientes de cara al inicio de dicha tramitación.
Claro, que antes, ya habrán desempeñado el papel de asesores algunos amigos y familiares que entienden mucho más que los psicólogos y los buenos abogados: - "No seas tonta/o, tía/o (que para lista/o ya estoy yo aquí). No tienes por qué aguantar nada (tú estás aquí para que te aguanten). ¡Dale un ultimátum y sino sepárate!".
¿Cuántas relaciones, no solo de pareja (familiares, de amistad o laborales), han terminado por interferencias tóxicas y externas, como consecuencia de un "buen" familiar, de una "excelente" amistad o de un compañero "idílico"? Echen la cuenta solo en su entorno.
Según el INE, en 2024 el número de divorcios aumentó un 8,2% mientras que el de separaciones subió un 6,6%. Según estudios recientes, en España, más de la mitad de los matrimonios terminan en divorcio o separación. El porcentaje exacto varía según la fuente, pero se estima que aproximadamente entre el 50% y el 60% de los matrimonios se disuelven, según el portal de noticias ABC y el periódico La Vanguardia.
Lo verdaderamente penoso es que la sociedad no parece haber interiorizado estas cifras y muchas personas siguen apostando por la misma fórmula del matrimonio convencional. Como consecuencia de ello, los hijos se ven afectados emocionalmente, por la separación de sus padres, por el desempeño de un nuevo rol, así como por la futura e hipotética integración en una nueva unidad familiar.
Es curioso ver como las relaciones laborales, al contrario que las maritales, están sujetas y amparadas por un convenio. Es decir, no existe un convenio regulador previo pactado entre los cónyuges lo cual me atrevo a decir que ahorraría muchos conflictos y separaciones. Sin embargo, cada uno de esos cónyuges sí que tiene un convenio suscrito con su respectiva empresa, algo sorprendente y a la vez paradójico.
Por ejemplo, ante una pareja que estableciera en sus capitulaciones que desea convivir en un régimen de pareja abierta, ninguno de los cónyuges podría a posteriori acusar al otro de infidelidad, ya que es una norma que la pareja asume en su relación. Otros aspectos interesantes a considerar serían la disposición igualitaria del tiempo entre las amistades, la familia paterna y materna, la gestión de la economía familiar e incluso la decoración de la casa (es lógico, pero a la vez sorprendente que se anime a los hombres a participar en las tareas de casa, pero no en estos temas de vital importancia).
Otro aspecto importante a considerar es que, al redactar dicho acuerdo, cada uno de los cónyuges obtiene un mayor conocimiento de sí mismo y de su pareja, ya que pueden salir aspectos desconocidos que seguramente eviten sorpresas futuras.
En derecho, las capitulaciones matrimoniales son un contrato que establecen los futuros cónyuges o los ya casados para regular la relación económica de su matrimonio. Este acuerdo puede realizarse antes o después de la boda y define cómo se gestionarán los bienes y deudas durante el matrimonio y en caso de separación o divorcio. El problema es que dichas capitulaciones se utilizan generalmente para considerar temas económicos o de protección de los hijos.
La prevención parece ser solo un remedio en términos de salud. Es ilógico que existan pocos y desconocidos protocolos de mediación después de una crisis de pareja y que no se apliquen medidas preventivas de conciliación de cara a una seria y futura convivencia.
No es de extrañar pues que ante las primeras desavenencias las parejas decidan acudir antes a un abogado que a un psicólogo. Tal vez por ese motivo al cuestionarnos por qué no se aplican este tipo de acuerdos preventivos, cabría a su vez preguntarse quiénes son los sectores que ganan en todo esto. Entonces podríamos ver como las cuentas de abogados, notarios, bancos, inmobiliarias, sacerdotes, restaurantes y otros tantos, se verían seriamente afectadas.
Los psicólogos tienen otros intereses que los abogados, aunque hay que reconocer que una gran parte de estos profesionales, ejercen una importante labor en este terreno. Ellos pueden jugar una importante labor, como es la de ayudar a conocernos y a mejorar nuestras relaciones. No contar con ellos puede ser un importante factor de riesgo no solo para nuestra salud, también para la de nuestros hijos.
José Luis Meléndez. Madrid, 14 de julio del 2025. Freepik.com
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