“Vivió pero no dejó existir”; este es el epitafio que dejará la especie humana al universo al que dice pertenecer
Acabo de consultar varios diccionarios, incluido el de la RAE, para constatar el significado más aproximado sobre el concepto de inteligencia. Y me he llevado una sorpresa mayúscula.
Se considera inteligencia, la facultad de conocer, de entender. El concepto por tanto, dista mucho de lo que entendemos coloquialmente como un tipo listo. En otras palabras, conocer o entender, no es lo mismo que aprender, por mucho que algunos diccionarios presenten ambos términos como sinónimos. ¿De qué le sirve a uno "conocer" o "entender", si no aprende?
Se puede entender lo que es el amor cuando nos lo explican de una forma teórica, pero eso no es conocer, sino tener una idea aproximada de él. En definitiva, para “entender” o “conocer” el amor, es necesaria una experiencia previa.
Lo sorprendente es que el ser humano (sin contar con la opinión figurada que tienen de él todas las especies), se ha erigido a sí mismo en el ser más inteligente que habita sobre la tierra. Es tan inteligente que a diferencia de las demás especies es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, es decir que necesita equivocarse un mayor número que las demás especies para aprender. Y que posee el espíritu de la contradicción, como consecuencia de no conocerse a sí mismo lo suficiente. Es decir, entiende teóricamente una cosa, pero termina haciendo en la práctica otra distinta, cuando no la contraria, con lo cual no ha aprendido o terminado de interiorizar el término inteligencia. Algo impresionante…
Si a eso añadimos el concepto figurado que añade la RAE, como es la facultad de resolver problemas, podemos inferir o hacernos una idea hasta qué punto es capaz el hombre de resolver problemas mientras crea otros nuevos a sí mismo y a otras especies, problemas que no se crean a sí mismas las especies mal llamadas “inferiores”. Curiosa superioridad, ¿verdad…?
El ser humano entiende lo que es conquistar, pero antes de conquistarse a sí mismo, le encanta conquistar a otros miembros de su especie, antes de terminar siendo conquistado por sus presuntas víctimas (siempre he pensado que detrás de los encantadores efectos de la seducción, se esconde un eufemismo que engloba el engaño a los demás, previo engaño inconsciente de uno mismo).
La especie humana entiende cual es el estado lamentable del planeta que habita pero no ha aprendido a cuidar de él, después de dos mil años de equivocaciones continuadas. Y no siendo capaz de cuidar su planeta, en beneficio de todas las especies (la solidaridad no solo se demuestra con la misma especie), ya está buscando el próximo.
“El cambio climático siempre ha existido”, afirman los negacionistas, obviando que las enfermedades también han existido siempre. Pero al final, sin ser conscientes, terminan haciendo lo contrario a sus principios: y aunque no se vacunan, se medican. Y tampoco se "niegan" a someterse a una anestesia general o a una transfusión de sangre de un vacunado, si la dolencia lo requiere. Por muchos chips y efectos secundarios que en su imaginario ven …
El Homo Sapiens (sic), entiende o sabe lo que es vivir en paz, pero no ha aprendido a utilizar la comunicación que le proporciona su mejor invento, que es el lenguaje, a la hora de sentarse y frenar una guerra. Sin embargo es capaz de hacer homenajes póstumos a Cervantes o a Galdós, entre otros insignes escritores.
La especie humana entiende y sabe que matar cualquier especie animal o vegetal, constituye un acto criminal que aunque no figure tipificado en el código penal, si está tipificado en el código moral de todo individuo dotado de un mínimo de nobles principios. Sin embargo, después de dos mil años (se dice pronto), la especie humana es la única que es capaz de matar por motivos ideológicos y de asistir a prolongadas sesiones de maltrato animal previas a su muerte, subvencionadas por las arcas públicas de los ciudadanos que residen en dichas zonas.
Mientras unos países responsables asisten a la cumbre del clima, otros ponen en riesgo la paz mundial. Mientras otros se centran en conquistar el espacio, otros sueñan con dominar el territorio de su vecino. Y otros ajenos a todo y a todos, intentan llamar la atención de todo el planeta con sus lanzamientos de misiles intercontinentales.
Antaño, el capitalismo era el opresor para el obrero. Hoy, es el comunismo euroasiático el que oprime a los pueblos y el que viola los derechos no solo del obrero sino la vida de los de ciudadanos inocentes y el que amenaza la paz mundial. Otros países, instituciones y ciudadanos son capaces de boicotear a Catar por la vulneración de derechos humanos pero no a los países que más contaminan (eufemismo de matar), a todas las especies (incluida la propia), y que tienen por añadidura la desfachatez de ausentarse en las cumbres mundiales del clima.
Habitar un nuevo planeta parece una idea seductora (y por tanto suicida, como hemos visto), pero habitar un planeta no es sinónimo de una dolce vita. Un planeta hay que dividirlo o repartirlo entre los países que lo conquistan. ¿Tendrán todos los países sus respectivas parcelas? Me temo, retrotrayéndome a las pugnas históricas que ha tenido la humanidad, que teniendo la oportunidad de unirnos bajo una sola bandera, sufriremos nuevas guerras, sin haber entendido y aprendido de nuestra experiencia en la tierra.
Creo que vamos deprisa, sin un criterio acordado (al menos públicamente), y sin un rumbo definido. Conquistar un nuevo planeta sin haber mejorado como especie, en el respeto hacia los demás que habitan con nosotros, nos llevará como mínimo a la misma situación en la que estamos. Por tanto no es nada descartable que el progreso tecnológico conlleve un retroceso moral y existencial sin precedentes.
Cuando la especie humana conquiste otro planeta amenazará con destruir o someter el que aún no ha abandonado, mientras comience a explotar (deteriorar), el que ha ocupado. Llámenle geoestrategia espacial o guerra de las galaxias. Tal vez entonces, como consecuencia de dicha involución y de dicho suicidio colectivo, el ser humano deje al universo un epitafio que resuma su paso por el planeta y la galaxia que un día habitó: “vivió pero no dejó existir”.
José Luis Meléndez. Madrid, 22 de noviembre del 2022. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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