Han sido unos momentos de tensión generados por la impotencia a los que nos ha sometido la ley injusta y discriminatoria de protección animal
Hace unos días varios vecinos nos reunimos en la calle Añastro de Madrid, para manifestar nuestro rechazo ante las talas indiscriminadas que el actual equipo municipal pretende extender por la Colonia El Bosque. Uno de las razones que aducimos es que se han llevado a cabo talas en periodo estival, cuando los árboles más sufren como consecuencia de la mayor circulación de savia y porque es un periodo posterior a la primavera de nidificación, en la cual muchas aves aún no han abandonado sus nidos. A continuación les presentaré una prueba fehaciente de ello.
Son las ocho de la mañana. Me dispongo a dar el primer paseo con mi mascota por la ruta habitual. Al pasear cerca de unos contenedores de basura me percato de una bandada de palomas que andan picoteando, intentando abrir un envase de plástico que contiene en su interior algo de comida. Entre la bandada de aves se encuentra un polluelo medio quieto. Me acerco para cerciorarme de su estado. Compruebo que se deja coger, lo cual indica que algo le pasa. Desisto hacerlo en estos momentos, ya que llevo a mi mascota. El animal termina metiéndose asustado debajo de uno de los contenedores naranjas. Decido volver para proceder a su rescate en cuanto deje a mi mascota en casa.
Vuelvo al lugar. Aún permanecen las aves en el mismo sitio. Busco al polluelo en cuestión entre el numeroso grupo, pero no le veo. Oigo a lo lejos el camión de la basura que dentro de unos minutos pasará por el lugar en el cual me encuentro a levantar los contenedores. Espero a que esto ocurra con objeto de ver si el polluelo se encuentro debajo con objeto de que no le hagan daño. ¡Hay suerte!: se trata de un camión encargado de recoger los contenedores de color naranjas. Espero a que levanten el último de ellos, en el cual supuestamente se encuentra el polluelo.
Al levantar el contenedor veo al animal impasible e inmóvil. Me dirijo al conductor, primero con señales, diciéndole que pare, antes de que baje el contenedor. Luego me dirijo a su ventanilla y le informo que hay un animal, para que me dé tiempo a recogerlo. El conductor asiente. Con el contenedor colgando encima de mi cabeza, procedo a recoger al animal, a enseñárselo al conductor, y a agradecerle su humanidad.
Una vez llego a casa llamo a la Policía Municipal. Me identifico como blog colaborador de la UMA (Unidad de Medio Ambiente de la Policía Municipal de Madrid), y procedo a dar aviso de rescate a esta Unidad, a la cual me une una gran admiración, como así lo demuestra el poema “La verdadera hermandad”, publicado en mi primer poemario Versos arrimados, que en su día escribí y entregué a la Unidad en sus dependencias.
A los pocos minutos recibo una llamada de dicha Unidad, mientras busco en un contenedor una caja de cartón para acomodar al animal. Me informa el agente muy cordialmente que Brinzal, Asociación de rapaces con la cual colaboraba la Agrupación ya no recoge este tipo de animales. Según la ley solo se pueden recoger cierto tipo de palomas. Aún así y a la espera de ver de qué especie se trata, la Unidad queda en ponerse en contacto conmigo.
Entretanto con la caja ya en casa, vuelvo a coger el animal para supervisar su estado. No presenta heridas, su aleteo es enérgico, y al acariciarle el pico, se encuentra motivado para comer. Intento hacerlo pero sin éxito, ya que no abre la boca. Considero dos posibilidades. La primera: dejarla en el mismo sitio que la encontré, con el riesgo de que la atropellen, la coja otra persona con fines poco nobles, o se la coma un gato. Y dos: dejarla en un jardín al cual tengo acceso y visito a diario.
A las 09:00h se presenta en casa una pareja de agentes de la UMA. Informo sobre su historial y debatimos su destino, mientras uno de los agentes intenta identificar el tipo de paloma en cuestión. Antes de entregar el animal pregunto a los agentes cual va a ser su suerte. Les manifiesto las anteriores salidas antes de condenar al animal a su final más triste.
El agente me dice que el animal va a ser entregado al CRAS (Centro de Recuperación de Animales Silvestres), perteneciente a la Comunidad de Madrid y situado en el Soto de Viñuelas, en la localidad de Tres Cantos. Al preguntarle sobre el tipo de actuación que dicho centro suele adoptar con respecto a otros animales, me dice que hace una semana entregaron una cotorra argentina y que le manifestaron que no la iban a sacrificar. Una gran sensación de alivio recorre todo mi cuerpo, y procedo a la entrega del animal.
Ha quedado una vez más patente la sensibilidad, la vocación, y el amor que la UMA sigue mostrando desde sus inicios hacia los animales, así como la vocación de servicio y la capacidad de compromiso que llevan a cabo en cada una de sus actuaciones, con respecto hacia sus conciudadanos.
Han sido unos momentos de tensión generados por la impotencia a los que nos ha sometido una ley injusta y discriminatoria de protección animal. En primer lugar para el animal, pero también para los agentes que actúan como pueden, con las manos atadas, y para un servidor. Aún así nos queda la satisfacción final de la obra cumplida. Una actuación llevada a cabo entre la ciudadanía, varias unidades municipales (Medio Ambiente y Limpieza), y varias Administraciones locales, como son el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Gracias a todas las personas que han colaborado en esta operación.
Una vez más, gracias a la existencia de una perra se ha logrado rescatar a otro ser vivo, que sea cual sea su especie, tiene el mismo derecho a vivir que todas las criaturas. Son muchas las palomas que este servidor ha tenido el gusto de rescatar. De ninguna de ellas he sido infectado, pero si que he sido contagiado por enfermedades transmitidas por humanos. Y si lo hubiera estado, lo hubiera preferido, antes que irme de este mundo sin haber prestado auxilio a una criatura tan inválida e indefensa. Si algún día, por la ley del karma, alguno de ustedes tienen la mala suerte de reencarnarse en una paloma urbana, ya saben el destino que les espera.
José Luis Meléndez. Madrid, 1 de septiembre del 2020
Hace unos días varios vecinos nos reunimos en la calle Añastro de Madrid, para manifestar nuestro rechazo ante las talas indiscriminadas que el actual equipo municipal pretende extender por la Colonia El Bosque. Uno de las razones que aducimos es que se han llevado a cabo talas en periodo estival, cuando los árboles más sufren como consecuencia de la mayor circulación de savia y porque es un periodo posterior a la primavera de nidificación, en la cual muchas aves aún no han abandonado sus nidos. A continuación les presentaré una prueba fehaciente de ello.
Son las ocho de la mañana. Me dispongo a dar el primer paseo con mi mascota por la ruta habitual. Al pasear cerca de unos contenedores de basura me percato de una bandada de palomas que andan picoteando, intentando abrir un envase de plástico que contiene en su interior algo de comida. Entre la bandada de aves se encuentra un polluelo medio quieto. Me acerco para cerciorarme de su estado. Compruebo que se deja coger, lo cual indica que algo le pasa. Desisto hacerlo en estos momentos, ya que llevo a mi mascota. El animal termina metiéndose asustado debajo de uno de los contenedores naranjas. Decido volver para proceder a su rescate en cuanto deje a mi mascota en casa.
Vuelvo al lugar. Aún permanecen las aves en el mismo sitio. Busco al polluelo en cuestión entre el numeroso grupo, pero no le veo. Oigo a lo lejos el camión de la basura que dentro de unos minutos pasará por el lugar en el cual me encuentro a levantar los contenedores. Espero a que esto ocurra con objeto de ver si el polluelo se encuentro debajo con objeto de que no le hagan daño. ¡Hay suerte!: se trata de un camión encargado de recoger los contenedores de color naranjas. Espero a que levanten el último de ellos, en el cual supuestamente se encuentra el polluelo.
Al levantar el contenedor veo al animal impasible e inmóvil. Me dirijo al conductor, primero con señales, diciéndole que pare, antes de que baje el contenedor. Luego me dirijo a su ventanilla y le informo que hay un animal, para que me dé tiempo a recogerlo. El conductor asiente. Con el contenedor colgando encima de mi cabeza, procedo a recoger al animal, a enseñárselo al conductor, y a agradecerle su humanidad.
Una vez llego a casa llamo a la Policía Municipal. Me identifico como blog colaborador de la UMA (Unidad de Medio Ambiente de la Policía Municipal de Madrid), y procedo a dar aviso de rescate a esta Unidad, a la cual me une una gran admiración, como así lo demuestra el poema “La verdadera hermandad”, publicado en mi primer poemario Versos arrimados, que en su día escribí y entregué a la Unidad en sus dependencias.
A los pocos minutos recibo una llamada de dicha Unidad, mientras busco en un contenedor una caja de cartón para acomodar al animal. Me informa el agente muy cordialmente que Brinzal, Asociación de rapaces con la cual colaboraba la Agrupación ya no recoge este tipo de animales. Según la ley solo se pueden recoger cierto tipo de palomas. Aún así y a la espera de ver de qué especie se trata, la Unidad queda en ponerse en contacto conmigo.
Entretanto con la caja ya en casa, vuelvo a coger el animal para supervisar su estado. No presenta heridas, su aleteo es enérgico, y al acariciarle el pico, se encuentra motivado para comer. Intento hacerlo pero sin éxito, ya que no abre la boca. Considero dos posibilidades. La primera: dejarla en el mismo sitio que la encontré, con el riesgo de que la atropellen, la coja otra persona con fines poco nobles, o se la coma un gato. Y dos: dejarla en un jardín al cual tengo acceso y visito a diario.
A las 09:00h se presenta en casa una pareja de agentes de la UMA. Informo sobre su historial y debatimos su destino, mientras uno de los agentes intenta identificar el tipo de paloma en cuestión. Antes de entregar el animal pregunto a los agentes cual va a ser su suerte. Les manifiesto las anteriores salidas antes de condenar al animal a su final más triste.
El agente me dice que el animal va a ser entregado al CRAS (Centro de Recuperación de Animales Silvestres), perteneciente a la Comunidad de Madrid y situado en el Soto de Viñuelas, en la localidad de Tres Cantos. Al preguntarle sobre el tipo de actuación que dicho centro suele adoptar con respecto a otros animales, me dice que hace una semana entregaron una cotorra argentina y que le manifestaron que no la iban a sacrificar. Una gran sensación de alivio recorre todo mi cuerpo, y procedo a la entrega del animal.
Ha quedado una vez más patente la sensibilidad, la vocación, y el amor que la UMA sigue mostrando desde sus inicios hacia los animales, así como la vocación de servicio y la capacidad de compromiso que llevan a cabo en cada una de sus actuaciones, con respecto hacia sus conciudadanos.
Han sido unos momentos de tensión generados por la impotencia a los que nos ha sometido una ley injusta y discriminatoria de protección animal. En primer lugar para el animal, pero también para los agentes que actúan como pueden, con las manos atadas, y para un servidor. Aún así nos queda la satisfacción final de la obra cumplida. Una actuación llevada a cabo entre la ciudadanía, varias unidades municipales (Medio Ambiente y Limpieza), y varias Administraciones locales, como son el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Gracias a todas las personas que han colaborado en esta operación.
Una vez más, gracias a la existencia de una perra se ha logrado rescatar a otro ser vivo, que sea cual sea su especie, tiene el mismo derecho a vivir que todas las criaturas. Son muchas las palomas que este servidor ha tenido el gusto de rescatar. De ninguna de ellas he sido infectado, pero si que he sido contagiado por enfermedades transmitidas por humanos. Y si lo hubiera estado, lo hubiera preferido, antes que irme de este mundo sin haber prestado auxilio a una criatura tan inválida e indefensa. Si algún día, por la ley del karma, alguno de ustedes tienen la mala suerte de reencarnarse en una paloma urbana, ya saben el destino que les espera.
José Luis Meléndez. Madrid, 1 de septiembre del 2020
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