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16 de marzo de 2019

Entre lobos

Marcos seguirá “llamando a su mamá”, la loba. Esa madre auténtica que sí que supo darle el cariño que la propia le negó

Se llama Marcos Rodríguez Pantoja. A sus 72 años dice haber vivido tres vidas. La que sufrió en su dura infancia en Sierra Morena; la que vivió durante diez años integrado en la naturaleza en una manada de lobos, y la que actualmente vive en la sociedad, en la localidad de Rante, en la provincia de Orense. Entre humanos de gran corazón, que han conseguido devolverle la confianza en su especie. Una especie, la humana, que le arrebató su infancia.

Cuenta Marcos, en una entrevista emitida el 8 de abril en televisión en los estudios de Castilla - La Mancha Media, que desde pequeño fue maltratado por su madrastra. Con solo siete años fue vendido o entregado a un terrateniente. Este a su vez se lo entregó a un cabrero que vivía en una cueva. Pero al morir éste quedó abandonado en medio de la naturaleza. Los buitres, según narra Marcos a la periodista Teresa Viejo, le impidieron darle un entierro digno al pastor.

A partir de ese momento se inicia la segunda vida de Marcos. Un día andando por la sierra, se encuentra una lobera con unos preciosos y enternecedores lobeznos. Decide entrar a la cueva, y momentos después acuden sus padres en auxilio de los lobeznos. La madre loba entra en la cueva con un trozo de carne que le entrega a uno de sus retoños. Marcos coge el trozo de carne, y la loba viendo que el cachorro protesta, empieza a gruñir a Marcos por lo que ha hecho. El macho alfa vigila y aguarda en la puerta con un trozo de ciervo que ha cazado.

Se produce entonces uno de los momentos más emotivos de la historia. La loba le ofrece a Marcos un trozo de carne. Marcos se lo lleva a la boca, mientras la loba le lame la sangre que rebosa de sus labios. Abraza a la loba y pasan un rato juntos así abrazados intercambiándose mutuamente el calor. Se acababa de producir la aceptación de Marcos como miembro de la manada. Asegura Rodríguez que los padres le tenían fichado y que previamente habían seguido sus pasos. Hecho que corrobora que le dejaran entrar en la cueva. Según deduce el protagonista debió de producirse antes de la aceptación al grupo, un diálogo entre la loba y el macho alfa. Al observar el comportamiento con la manada decidieron de mutuo acuerdo dar la aprobación a dicha decisión.

Marcos empieza a intimar con la manada, hecho que va haciendo paulatinamente con las demás especies, a excepción del jabalí. Por mascota llegó a tener una serpiente que le salvó la vida. Un día empezó a sentirse mal después de ingerir un trozo de ciervo que se encontraba en mal estado. Los buitres llegaron incluso a picarle en la cabeza. Entonces la serpiente como aviso le da dos latigazos y le conduce hasta una zona en la cual había una hierba roja. Más tarde supo que se trataba de la “hierba del cólico”.

Gracias al contacto diario, Rodríguez acaba por aprender a comunicarse con las distintas especies, imitando sus aullidos, sus trinos y su lenguaje corporal. Con sus aullidos llega a convocar a los lobos a la puerta de su cueva para ir de caza mayor juntos. Y aprende también a cazar perdices y conejos con trampas. Una vez cazada la pieza y reconocida la jerarquía por la manada, aprende a enfrentarse gruñendo al macho alfa. Acto seguido procede en presencia de los lobos a desollar la piel de la pieza, con objeto de abrigarse. Luego limpia las vísceras del animal, y sigue el ritual de la manada y deposita las mismas en el agua. Posteriormente comparte el festín con los demás miembros de la manada.

A los 19 años, en el año 1965 es encontrado por la Guardia Civil, gracias al aviso de un vecino de la zona. La Benemérita decide trasladarlo a la localidad de Fuencaliente por la fuerza, atado y amordazado, ya que mordía igual que los lobos. El pelo que cubría su cintura según dice, le servía para abrigarse. Las uñas las tenía largas para emplearlas como garras. En ese momento los agentes le presentan a su padre, pero el encuentro lo utiliza éste para recriminarle a Marcos que se llevase en su día su chaqueta. La policía se abstiene de presentar cargos contra su padre. Marcos descubre de esta forma su nombre y sus apellidos.

La vuelta a la civilización de Marcos fue dura. Los efectivos que le detienen le llevan a una barbería para cortarle el pelo pero al ver la navaja Marcos intenta defenderse del hipotético ataque del barbero. Para calmarle se llama a un cliente para que vea lo que se le intenta hacer. Al inicio rechazaba la cama y solía dormir debajo de ellas. Debido a la fisionomía de su cuerpo encorvada, llevó durante un tiempo tablas atadas a su cuerpo para que su columna vertebral recuperara su posición vertical. Después de cortarle las uñas de los pies, le compraron unos zapatos que de igual forma llegó a rechazar.

Del servicio militar que intentó cumplir en Cerro Muriano, fue despedido debido a su comportamiento y enviado a unas monjas en la provincia de Madrid, en la calle Argüelles, 50, las cuales le enseñaron a comer, a hablar, a vestirse y a comportarse. A los 29 años no muy convencido, recibió la primera comunión. Durante un tiempo sufre timos y engaños mientras intenta conocer el funcionamiento de la sociedad.

En el año 2010, la historia de Marcos fue llevada al cine y al mundo editorial a través de una obra llamada “Entre lobos”. Rodríguez aprovecha la entrevista para aclarar una de las escenas que aparece en el film producido por Gerardo Olivares: el lobo no muere por los disparos recibidos por un cazador, sino que es curado por él en su cueva por medio de técnicas que aprendió en su etapa de cabrero, por medio de romero y de jara.

Marcos reconoce que su vida más feliz ha sido la que ha vivido en compañía de los animales. Aun así hoy se siente satisfecho de haber conocido gracias a su historia personal a personas que le han ayudado a recuperar su integridad personal y humana. Tal es el caso del policía gallego o de José Sanz, su actual padrino holandés. Un empresario hortofructícola, que vio en el respeto que los lobos le tenían a Marcos según sus palabras, un buen hombre: “El que no ama a los animales, no puede ser una buena persona”.

Es sorprendente el grado de adaptación conseguido por Marcos, un hombre maltratado en su día por la especie humana y acogido por una manada de lobos, así como el grado de superación de esta persona ante todos los infortunios por los que ha pasado. Una impresionante e inolvidable lección de la naturaleza a la especie humana. Una historia que desmonta el falso humanismo de una especie, y que pone en evidencia la capacidad de ayuda que tienen los animales. Unos valores que niegan aquellos que no han vivido ni compartido a diario sus sentimientos con los de las demás especies.

En la actualidad Marcos es un hombre adaptado a su especie que se dedica a dar conferencias con objeto de dar a conocer su historia a través de ayuntamientos, asociaciones y programas de televisión. Pero a pesar de todo, los humanos le siguen dando más miedo que los animales. Su vida más feliz reconoce que es la que ha vivido en medio de los animales y la naturaleza.

Estoy seguro que durante muchos años Marcos seguirá “llamando a su mamá”, la loba. Esa madre auténtica que sí que supo darle el cariño que la propia le negó. Porque como dice: “Los animales, también tenemos nuestro corazoncito”.

José Luis Meléndez. Madrid, 16 de marzo del 2019

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