No entiendo por qué la gente se acuerda tanto de los santos que hacen milagros, y no de las personas que hacen cosas más normales e importantes
Aún me siguen felicitando por mi santo, pero no por mi condición de padre adoptivo. Porque el día de San José, que yo sepa, es también el día del padre (hombre, ya que felicitas, pues no te quedes a medias, digo yo).
Felicitar el santo a un José o a una Josefina que además de agnósticos, son padres o madres (según el caso), es como regalarle una tarta a un amigo o familiar que cumple años con la mitad de las velas. Te da la sensación de que quedas bien porque le quitas la mitad de años, pero la realidad en la mayoría de los casos, suele ser otra. O como felicitar pongamos el caso, a una amiga por su embarazo, y no hacerlo el día que da a luz.
Creo que van a ser las últimas felicitaciones que recibo. En primer lugar porque a pesar de la buena intención, mi cara de asombro debe a su vez asombrar a los que me felicitan. Y en segundo lugar porque la respuesta que les doy creo que es bastante razonable.
Para explicarles mi reacción suelo decirles que en la vida civil hay más santos que en la vida religiosa. Como ejemplo les puse en esta ocasión el ejemplo de Alexander Fleming, que si mal no recuerdo inventó la penicilina. ¿Cuántas vidas a fecha de hoy, habrá salvado este buen hombre?
No entiendo por qué la gente se acuerda tanto de los santos que hacen milagros, y no de las personas que hacen cosas más normales e importantes, como es la de salvar en este caso vidas humanas.
¿Soy yo el raro, o la gente que me felicita…?
José Luis Meléndez. Madrid, 25 de marzo del 2019
Aún me siguen felicitando por mi santo, pero no por mi condición de padre adoptivo. Porque el día de San José, que yo sepa, es también el día del padre (hombre, ya que felicitas, pues no te quedes a medias, digo yo).
Felicitar el santo a un José o a una Josefina que además de agnósticos, son padres o madres (según el caso), es como regalarle una tarta a un amigo o familiar que cumple años con la mitad de las velas. Te da la sensación de que quedas bien porque le quitas la mitad de años, pero la realidad en la mayoría de los casos, suele ser otra. O como felicitar pongamos el caso, a una amiga por su embarazo, y no hacerlo el día que da a luz.
Creo que van a ser las últimas felicitaciones que recibo. En primer lugar porque a pesar de la buena intención, mi cara de asombro debe a su vez asombrar a los que me felicitan. Y en segundo lugar porque la respuesta que les doy creo que es bastante razonable.
Para explicarles mi reacción suelo decirles que en la vida civil hay más santos que en la vida religiosa. Como ejemplo les puse en esta ocasión el ejemplo de Alexander Fleming, que si mal no recuerdo inventó la penicilina. ¿Cuántas vidas a fecha de hoy, habrá salvado este buen hombre?
No entiendo por qué la gente se acuerda tanto de los santos que hacen milagros, y no de las personas que hacen cosas más normales e importantes, como es la de salvar en este caso vidas humanas.
¿Soy yo el raro, o la gente que me felicita…?
José Luis Meléndez. Madrid, 25 de marzo del 2019
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