Mi querida Sira:
Esta mañana nos hemos visto por primera vez, pero no te preocupes, que yo tampoco voy a olvidar los momentos que hemos pasado juntos. Tú me recordarás por mi olor, y yo a ti por la historia emotiva, y de intensos momentos, que sin duda prevalecerá en mi recuerdo hasta el final de mis días.
No he tardado mucho esta mañana, mientras me dirigía a la biblioteca de darme cuenta de tu situación. Andabas intranquila de un lugar para otro, sin collar. Te acercabas a las personas para ver si reconocías tal vez en alguna de ellas, el rastro de tus tutores. En ese momento me he acercado a ti, y después de acariciarte por todo el cuerpo para manifestarte mi apoyo, te he animado con gestos a venir conmigo a un lugar soleado para calentar tu cuerpo.
Una vez en el pavimento de la ancha acera del bloque, después de hacerme la idea del estrés que debías sentir ante una situación como la tuya, te he tranquilizado con más caricias. Te han gustado tanto que te has puesto panza arriba, para que siguiera dándote mimitos por tu tripita. En ese momento una chica se ha dado cuenta que tenías las mamas muy inflamadas, síntoma que apuntaba a una reciente maternidad. La noticia me ha preocupado al pensar en tus cachorros y en la tristeza que debías sentir en estos momentos.
Después te has dejado acariciar las patas. Al incorporarnos venías hacia mí e intentabas trepar por mi cuerpo apoyando tus patas en mis piernas. Con ello intentabas agradecerme mi interés y a la vez trasladarme que por favor no te abandonara en esta situación. Luego hemos andado un poco para entrar en calor sin salir se la acera. Entonces he aprovechado para preguntar a los vecinos si sabían algo de ti. Mientras una vecina hacía una llamada a otra, yo te retenía con la única correa que la de mis atenciones. Uno de los vecinos con los que he hablado ha tenido el detalle de bajarte un recipiente de plástico con agua y unas bolitas de pienso. Momentos después los dos han terminado por irse para atender a sus quehaceres.
Estabas tan nerviosa que no has probado nada. Solo después de media hora, en cuclillas y a tu lado te he ofrecido con la mano el pienso que esta vez más tranquila y confiada te has comido. El siguiente plan era conseguir una correa prestada de algún vecino para evitar que te atropellara algún coche, con objeto de acercarte a la veterinaria más próxima para intentar con la lectura del microchip dar con tus padres adoptivos.
Un vecino me ha manifestado sus intenciones de ofrecerte la correa de su mascota mientras iba a llevar a su hijo al colegio. La sorpresa se ha producido después de una hora cuando además me ha dicho que conocía a tu tutor, que estaba buscándote, y sabía dónde vivía, así que hemos esperado su vuelta. Nada más aparecer José Antonio, que es como se llama el padre del chico, hemos celebrado la noticia. Al confirmarme que eras la mascota perdida, sabíamos que la historia estaba a punto de llegar a su final feliz.
Mientras hablaba con él para solicitarle unas instantáneas, ha aparecido una chica que desde lo lejos se acercaba hablando mientras te miraba en mis brazos. Era tu tutora. Al verla la has saludado y has hecho el primer pis para celebrar el esperado reencuentro, y le he preguntado por tu nombre. Al comentarle lo de tus mamas nos ha informado de tu posible embarazo psicológico, y de tu sordera. Hace un par de días se produjo el mismo episodio, y tu tutora ha manifestado esta vez estar más convencida de ponerte una correa.
Nunca me olvidaré de esa hora que pasamos juntos. De lo buena que fuiste en todo momento, pero sobretodo de las caricias de tus patas pidiendo auxilio y de esos abrazos que sentía cada vez que te cogía para que entendieras que no estabas sola, y que había alguien que a pesar de no habernos visto nunca empezaba a quererte.
Lo nuestro Sira, no tuvo esa frialdad que suelen tener las citas a ciegas entre humanos. En nuestro encuentro no había ningún interés material. Lo pudimos notar desde el primer momento en que nos vimos. Me alegra saber que todas esas emociones que hemos compartido, hayan servido para que hoy estés en compañía de los tuyos.
Espero que pronto puedas olvidar esta experiencia. Aunque estoy seguro que de toda ella sabrás quedarte con lo más importante. Ahora sabes que además de tu manada hay otros perros de dos piernas que son capaces de ayudar y demostrar su cariño a las inmensas muestras de amor que tu especie proporciona y ha proporcionado a lo largo de la Historia a la nuestra.
Pero tú ahora, mi peque, descansa….
José Luis Meléndez. Madrid, 20 de marzo del 2019.
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