La abundante nieve que estos días cubre gran parte de pueblos y de ciudades españolas, me ha evocado las canas que desde hace años cubren tu cabello. Las carreteras me recuerdan las dilatadas venas de tus trabajadas manos, henchidas por la bondad que desprende tu corazón.
Supongo que estas fechas estaréis solos, mujeres y hombres del campo, que habéis criado a vuestros hijos con el sudor de vuestra frente, y los callos de vuestras manos. Los visteis un día irse, y aunque la vida os dio tiempo suficiente para haceros a la idea, aun os seguís acordando de ellos, y ahora que hace unos días estuvieron con vosotros, más que nunca.
Cada vez que suena el teléfono, sentís dentro de vosotros ese calor tan necesario, que logra meceros una vez terminada la conversación, en un estado de retrospección, de nostalgia y de alegría momentáneos con la que soléis rememorar los días siguientes. Gracias a ellos los sentimientos de soledad se desvanecen y el día se hace más corto.
Es posible que no escuchéis ni veáis como antes, pero el calor de la lumbre, y las imágenes de la televisión que os acompañan a diario en la cocina, son más que suficientes para ahuyentar ese sentimiento de soledad que os asalta cuando entráis en el dormitorio, y echáis en falta el calor de él o de ella.
Hoy he sentido la necesidad de estar al lado vuestro. Deseaba salir de esa absurda monotonía y frialdad de las ciudades que padecemos todos. De todos esos tipos de vanidades y estupideces con las que solemos soportar el día. Hoy quiero ser tú. He venido a verme en ti. A preguntarme que sentiré yo cuando tenga (si es que llego a cumplir) tus años.
Te miro y me observas. Recuerdas por unos momentos aquellos años en los que tenías mi edad, mientras aprovecho para respirar este aire sano. Esta noche podré dormir en ese cuarto oscuro en el que podré ver la luz de mis sueños. En esta casa tan silenciosa en la que hasta el propio lenguaje se vuelve vulgar. En esa cama tan sola en la que pueda encontrarme, y aprenda a darme compañía.
Intentaré a partir de hoy aprovechar más la vida. Me esforzaré por llenarla de momentos sencillos, gratuitos y enriquecedores. Lo hago para cuando tenga tu edad, y no tenga la capacidad de escucha y de visión que ahora tengo, al menos pueda rememorar ausente de todo y de todos, algo parecido a lo que tú sientes de manera especial en estos duros días de invierno.
Tal vez ahora comprendas el motivo de esta improvisada visita a tu cocina. Me solidarizo gracias a ella con todos los que se sienten hoy como tú. En estos duros días de invierno en los que los campos y los pueblos nevados, me hacen sentiros tan cerca; tan presentes…
José Luis Meléndez. Madrid, 15 de enero del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
Supongo que estas fechas estaréis solos, mujeres y hombres del campo, que habéis criado a vuestros hijos con el sudor de vuestra frente, y los callos de vuestras manos. Los visteis un día irse, y aunque la vida os dio tiempo suficiente para haceros a la idea, aun os seguís acordando de ellos, y ahora que hace unos días estuvieron con vosotros, más que nunca.
Cada vez que suena el teléfono, sentís dentro de vosotros ese calor tan necesario, que logra meceros una vez terminada la conversación, en un estado de retrospección, de nostalgia y de alegría momentáneos con la que soléis rememorar los días siguientes. Gracias a ellos los sentimientos de soledad se desvanecen y el día se hace más corto.
Es posible que no escuchéis ni veáis como antes, pero el calor de la lumbre, y las imágenes de la televisión que os acompañan a diario en la cocina, son más que suficientes para ahuyentar ese sentimiento de soledad que os asalta cuando entráis en el dormitorio, y echáis en falta el calor de él o de ella.
Hoy he sentido la necesidad de estar al lado vuestro. Deseaba salir de esa absurda monotonía y frialdad de las ciudades que padecemos todos. De todos esos tipos de vanidades y estupideces con las que solemos soportar el día. Hoy quiero ser tú. He venido a verme en ti. A preguntarme que sentiré yo cuando tenga (si es que llego a cumplir) tus años.
Te miro y me observas. Recuerdas por unos momentos aquellos años en los que tenías mi edad, mientras aprovecho para respirar este aire sano. Esta noche podré dormir en ese cuarto oscuro en el que podré ver la luz de mis sueños. En esta casa tan silenciosa en la que hasta el propio lenguaje se vuelve vulgar. En esa cama tan sola en la que pueda encontrarme, y aprenda a darme compañía.
Intentaré a partir de hoy aprovechar más la vida. Me esforzaré por llenarla de momentos sencillos, gratuitos y enriquecedores. Lo hago para cuando tenga tu edad, y no tenga la capacidad de escucha y de visión que ahora tengo, al menos pueda rememorar ausente de todo y de todos, algo parecido a lo que tú sientes de manera especial en estos duros días de invierno.
Tal vez ahora comprendas el motivo de esta improvisada visita a tu cocina. Me solidarizo gracias a ella con todos los que se sienten hoy como tú. En estos duros días de invierno en los que los campos y los pueblos nevados, me hacen sentiros tan cerca; tan presentes…
José Luis Meléndez. Madrid, 15 de enero del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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