La sociedad prioriza más estar con alguien que con uno mismo
Llega otro puente. Hay gente que hace días ha empezado sus preparativos, con unos días de antelación. Otros por el contrario se quedarán este fin de semana en sus lugares de residencia, y aprovecharán para realizar otro tipo de viajes aéreos, mentales e imaginativos, quizás más emocionantes. Se ahorrarán así las retenciones, los controles, los preparativos, los accidentes de tráfico, la operación retorno, y cuando regresen, no lo harán con la cara de pena y de cansancio, con la que regresa la mayoría. Serán tal vez mucho más felices los que se quedaron y no partieron, y aún lo serán más, cuando compartan esos viajes con los demás. No habrán estado en ningún sitio, pero es posible que haciéndolo se hayan transformado durante un tiempo en otros muchos, bien por medio de la lectura, creando, improvisando, o manteniendo un encuentro con sus otros yos.
La gente que se queda da la sensación que son personas aburridas, retraídas, y antisociales. Parece que el ser humano, tiene que estar rodeado de personas constantemente. Nadie nos anima e invita a quedarnos, y a ser nosotros mismos. A experimentar ese estado de aceptación interior y de profunda calma. Estar solo es malo. Estar mal acompañado, no lo es tanto.
La sociedad prioriza más estar con alguien que con uno mismo. En lugar de equilibrar las fuerzas internas y externas del individuo, la sociedad le empuja por medio de sus estereotipos sociales, a vivir de espaldas a sí mismo, lo cual constituye un grave atentado a la libertad y a la intimidad personal del individuo. Resulta cuanto menos curioso y a la vez sorprendente, que no salir esté tipificado en los manuales de psiquiatría como enfermedad, y que no parar en casa, sea un síntoma de salud mental. Da la sensación que a alguien le interesa que la gente se mueva y no piense. Al que se desplaza se le premia, y al que piensa y no sigue las normas se le castiga y se le mira, como a un ser de otro planeta. Qué raro es el que piensa, y qué normal el que se deja llevar.
Qué fácil es huir, y qué difícil es encontrarse a uno mismo. Lo importante es que el hombre esté entretenido. Un hombre entretenido, que se deja llevar es bueno para la sociedad. Porque gracias a sus salidas consume y contribuye a la economía de su país. Al sistema social, le interesa más el hombre fácil y nómada, que el individuo sedentario. Lo importante es mover el cuerpo. Encender el cuerpo y apagar la mente. Mantenerse en forma, es tener un cuerpo diez, bien proporcionado. No importa que esté más alimentado que nutrido. Una imagen vale más que mil palabras. La forma se prioriza sobre el contenido.
No se recomienda de la misma forma, mantener en forma la mente, ni nutrirla con la misma importancia que al cuerpo. Lo realmente llamativo, es que luego sorprendan las estadísticas, cuando estas anuncian el creciente número de personas deprimidas, que no han tenido siquiera tiempo de reflexionar sobre sus metas en la vida. Poco, más bien nada, se habla sobre los efectos de los estereotipos sociales, sobre las libertades intrínsecas del individuo.
El sistema ha acostumbrado al individuo a mover más el cuerpo que la cabeza, y a hablar más en términos superficiales, geográficos y situacionales que realistas. A la gente que regresa de su viaje, se le pregunta dónde ha estado, qué ha visto, o que tal se lo ha pasado, en lugar de qué es lo que han hecho. El lenguaje se convierte así en un verdadero cómplice, a la hora de identificar y modificar nuestra conducta. Un ejemplo de ello, es el empleo de los verbos. Las personas que salen suelen utilizar verbos extrovertidos y superficiales, como ir, venir, salir, divertir. Por el contrario las personas que deciden quedarse utilizan verbos más profundos como aprovechar, hacer, descansar, desconectar.
Existen incluso frases excusatorias e irracionales, creadas para la ocasión (“si salgo no le doy vueltas a la cabeza”), que repetidas y generalizadas, empujan inconscientemente a la gente a abandonar ese estado de quietud, y de enriquecimiento personal. En ellas se presenta la soledad como un estado de sufrimiento más que de placer, y de transformación íntima, en donde la cabeza, y no las ideas dan vueltas, y terminan por marearle a uno. Pero si hay una frase célebre del club de los extrovertidos, es aquella que dirigen en su retorno a los que han decidido quedarse y encontrarse consigo mismos: “Te lo perdiste”.
Los introvertidos piensan por el contrario que no hace falta salir para romper con la monotonía. En su actividad diaria suelen cambiar de actividad y potenciar las distintas aficiones personales. Piensan que la diversión es un estado mental, más que un movimiento del cuerpo. Que se puede aprender más viajando con la mente.
De pequeños nos enseñaron a mover más el cuerpo que la cabeza. Las vacaciones no se inventaron para descansar, leer, crear, o imaginar. Se inventaron para salir. Para huir de uno, más que para encontrarse a sí mismo. Los dos biotipos siguen sin entenderse cuando llegan estos días festivos. Hay gente que ha recorrido mundo, pero que aún no ha realizado el viaje más importante de su vida: ese viaje en el cual uno es conductor, pasajero y protagonista de su propia vida.
José Luis Meléndez. Madrid, 29 de abril del 2017
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
Llega otro puente. Hay gente que hace días ha empezado sus preparativos, con unos días de antelación. Otros por el contrario se quedarán este fin de semana en sus lugares de residencia, y aprovecharán para realizar otro tipo de viajes aéreos, mentales e imaginativos, quizás más emocionantes. Se ahorrarán así las retenciones, los controles, los preparativos, los accidentes de tráfico, la operación retorno, y cuando regresen, no lo harán con la cara de pena y de cansancio, con la que regresa la mayoría. Serán tal vez mucho más felices los que se quedaron y no partieron, y aún lo serán más, cuando compartan esos viajes con los demás. No habrán estado en ningún sitio, pero es posible que haciéndolo se hayan transformado durante un tiempo en otros muchos, bien por medio de la lectura, creando, improvisando, o manteniendo un encuentro con sus otros yos.
La gente que se queda da la sensación que son personas aburridas, retraídas, y antisociales. Parece que el ser humano, tiene que estar rodeado de personas constantemente. Nadie nos anima e invita a quedarnos, y a ser nosotros mismos. A experimentar ese estado de aceptación interior y de profunda calma. Estar solo es malo. Estar mal acompañado, no lo es tanto.
La sociedad prioriza más estar con alguien que con uno mismo. En lugar de equilibrar las fuerzas internas y externas del individuo, la sociedad le empuja por medio de sus estereotipos sociales, a vivir de espaldas a sí mismo, lo cual constituye un grave atentado a la libertad y a la intimidad personal del individuo. Resulta cuanto menos curioso y a la vez sorprendente, que no salir esté tipificado en los manuales de psiquiatría como enfermedad, y que no parar en casa, sea un síntoma de salud mental. Da la sensación que a alguien le interesa que la gente se mueva y no piense. Al que se desplaza se le premia, y al que piensa y no sigue las normas se le castiga y se le mira, como a un ser de otro planeta. Qué raro es el que piensa, y qué normal el que se deja llevar.
Qué fácil es huir, y qué difícil es encontrarse a uno mismo. Lo importante es que el hombre esté entretenido. Un hombre entretenido, que se deja llevar es bueno para la sociedad. Porque gracias a sus salidas consume y contribuye a la economía de su país. Al sistema social, le interesa más el hombre fácil y nómada, que el individuo sedentario. Lo importante es mover el cuerpo. Encender el cuerpo y apagar la mente. Mantenerse en forma, es tener un cuerpo diez, bien proporcionado. No importa que esté más alimentado que nutrido. Una imagen vale más que mil palabras. La forma se prioriza sobre el contenido.
No se recomienda de la misma forma, mantener en forma la mente, ni nutrirla con la misma importancia que al cuerpo. Lo realmente llamativo, es que luego sorprendan las estadísticas, cuando estas anuncian el creciente número de personas deprimidas, que no han tenido siquiera tiempo de reflexionar sobre sus metas en la vida. Poco, más bien nada, se habla sobre los efectos de los estereotipos sociales, sobre las libertades intrínsecas del individuo.
El sistema ha acostumbrado al individuo a mover más el cuerpo que la cabeza, y a hablar más en términos superficiales, geográficos y situacionales que realistas. A la gente que regresa de su viaje, se le pregunta dónde ha estado, qué ha visto, o que tal se lo ha pasado, en lugar de qué es lo que han hecho. El lenguaje se convierte así en un verdadero cómplice, a la hora de identificar y modificar nuestra conducta. Un ejemplo de ello, es el empleo de los verbos. Las personas que salen suelen utilizar verbos extrovertidos y superficiales, como ir, venir, salir, divertir. Por el contrario las personas que deciden quedarse utilizan verbos más profundos como aprovechar, hacer, descansar, desconectar.
Existen incluso frases excusatorias e irracionales, creadas para la ocasión (“si salgo no le doy vueltas a la cabeza”), que repetidas y generalizadas, empujan inconscientemente a la gente a abandonar ese estado de quietud, y de enriquecimiento personal. En ellas se presenta la soledad como un estado de sufrimiento más que de placer, y de transformación íntima, en donde la cabeza, y no las ideas dan vueltas, y terminan por marearle a uno. Pero si hay una frase célebre del club de los extrovertidos, es aquella que dirigen en su retorno a los que han decidido quedarse y encontrarse consigo mismos: “Te lo perdiste”.
Los introvertidos piensan por el contrario que no hace falta salir para romper con la monotonía. En su actividad diaria suelen cambiar de actividad y potenciar las distintas aficiones personales. Piensan que la diversión es un estado mental, más que un movimiento del cuerpo. Que se puede aprender más viajando con la mente.
De pequeños nos enseñaron a mover más el cuerpo que la cabeza. Las vacaciones no se inventaron para descansar, leer, crear, o imaginar. Se inventaron para salir. Para huir de uno, más que para encontrarse a sí mismo. Los dos biotipos siguen sin entenderse cuando llegan estos días festivos. Hay gente que ha recorrido mundo, pero que aún no ha realizado el viaje más importante de su vida: ese viaje en el cual uno es conductor, pasajero y protagonista de su propia vida.
José Luis Meléndez. Madrid, 29 de abril del 2017
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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