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4 de enero de 2019

Farcismo

El Farcismo ha llegado para hacer del amor un prototipo social a su antojo

No hay mayor gesto de intolerancia que la intromisión en la vida íntima de los demás, y el ataque indiscriminado contra los sentimientos ajenos. Razón de más si se hace de forma premeditada, en términos generales y con falta de argumentos. Los enemigos del amor ya se han pertrechado sus uniformes de destrucción masiva, han ensayado e improvisado su discurso falaz, y han empezado a disparar sus primeras balas ideológicas, al órgano más sensible y débil del ser humano: el corazón.

Esgrimen los guerrilleros (la guerra siempre ha despreciado el amor) de las FARC (Fuerzas antirománticas del corazón), en sus homilías campestres, que el amor romántico es posesivo, motivo por el cual hay que acabar con él sea como sea. En lugar de criticar la falta de amor y de solidaridad reinante en la sociedad, en vez de arrimar el hombro y aportar su granito de arena, el Farcismo resentido, hijo de una de las generaciones más románticas como fue la de los años sesenta, ha optado como bien malnacido ensañarse con la víscera más sagrada: el corazón.

Muchos se preguntan qué clase de amor es aquel en el cual el ser amante no posee el alma y el cuerpo del ser amado. Los límites de la posesión son muy particulares dentro de cada pareja. El problema está cuando la dignidad y los derechos de la persona de uno de los cónyuges, se ve vulnerada por el otro miembro de la pareja. Eso disculpen, ni es romántico, ni es amor. Porque en el momento en que uno falta o invade de forma reiterada a la otra parte, deja de ser amor.

El amor romántico, aquel sentimiento puesto a prueba, que sabía esperar meses, e incluso años, aquel que cimentaba las relaciones a fuego lento, es hoy despreciado por los farcistas. Adiós a todos los autores románticos, escritores y músicos como Bécquer o Strauss, que enriquecieron con sus obras la cultura. Pronto sus detractores les acusarán de practicar un amor posesivo, por entregarse más a su arte, en lugar de hacerlo a su pueblo (sic). Adiós a todo ese inagotable caudal literario y musical, creado, interpretado y respetado durante siglos.

Curiosamente no es posesivo para los seguidores y practicantes de esta doctrina casarse varias veces. Ni hacerlo en régimen de gananciales. Ni existe posesión fuera de las relaciones amorosas en las cuales existe tan solo deseo. El amor posesivo, es el amor romántico, el de los sentimientos puros y no el de los intereses ocultos. No son posesivas las relaciones extramatrimoniales, ni las bacanales en las cuales uno puede poseer los cuerpos las veces que quiera. Tampoco los matrimonios de conveniencia establecidas por intereses exclusivos de posesión material, ni las relaciones “poliamorosas”, abiertas y consentidas entre sus miembros. La culpa de todo lo tiene el amor romántico.

Se acabaron las muestras de afecto y de amor con los ramos de flores. Las cartas pergeñadas y perfumadas, escritas a la luz de las velas. Los gestos de galantería y de educación. Los besos en la mano. La tradición posesiva de los regalos. Los poemas de amor. Las rosas rojas. Las copas de champán. Las veladas desnudos al lado de la hoguera. Se acabó San Valentín. Los paseos descalzos y abrazados por la orilla del mar, a la luz de la luna.

Queda prohibida la utilización de los adjetivos posesivos, y la de los sustantivos ñoños y melindrosos como: “mi amor”, “mi vida”, o “mi cielo”. El Farcismo ha llegado para hacer del amor un prototipo social a su antojo. Es el nuevo dictador social de los sentimientos. Es tan tolerante, que desprecia los afectos íntimos entre las personas. Tan poco posesivo que se cree poseedor de la verdad. Y teme tanto al amor, que no puede desposeerse de sí mismo.

José Luis Meléndez. Madrid, 15 de agosto del 2017
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

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