Es duro hacerse a la idea pero mucho más grave es mentirse a si mismo
La vida ha perdido la intensidad y el sentido que tú le dabas. Las rutas por las que paseábamos se han convertido en caminos fúnebres en los que añoro tu presencia, mientras me aferro a tu espíritu. Ya no me embarga esa ansiedad que tenía cuando estabas tú, por entrar en casa, aunque sigo restando las horas y los minutos que me quedan para volver a encontrarnos. Creo que no soy el único. A veces pienso que la cocina y el sofá también te echan de menos.
El jardín ya no tiene esa guardiana valiente y guerrera que llegó a jugarse la vida por los suyos y que supo defenderle independientemente del tamaño del agresor que osaba entrar en él. Mi habitación ya no huele a ti y el salón de estar ha dejado de ser aquella estancia en la que éramos felices gracias a la alegría que sabías irradiar, a pesar de mis ausencias que eran tus tristezas, de tus enfermedades o de tus problemas.
La casa está muda y echa de menos tus ladridos pero estoy seguro que cada electrón en movimiento de sus paredes sigue sintiendo tu presencia por cada una de las estancias. La puerta de la casa era la frontera que separaba la vida de nuestro mundo. De ese universo particular que supimos crear y que tenía su propio lenguaje: el nuestro.
Eres la mejor anfitriona que ha tenido y sigue teniendo esta casa. Ya no hay nadie que reciba las visitas con la misma alegría que irradiabas, ni persona alguna que despida a las mismas, con tanta pena como lo hacías tú, intentando retenerlas con tu ladrido para que no se fueran. Ya no existen aquellos besos de buenas noches, ni aquella carita, ni esos tiernos ronquidos que algunas madrugadas emitías en tu cuna, al lado de mi cama.
Ni siquiera nuestros vecinos se han hecho a la idea de nuestra separación, señal que nos echan de menos. Ellos tampoco han asumido nuestro distanciamiento cuando cada vez que me ven, me preguntan si me animo a adoptar otra compañera como tú. Como si eso pudiese alejar tu recuerdo y el amor que me diste, de ti.
Yo también os echo de menos. Echo en falta aquellos encuentros improvisados tan vitales y emotivos. Y aquellas conversaciones que nos unieron gracias a los protagonistas que casi siempre quedaban injustamente en un segundo plano. Y como no, aquellas caricias y palabras que dedicaba y aún dedico a vuestras mascotas. Os agradezco vuestras sugerencias. Sé que las hacéis por mi bien y me atrevo a pensar que porque sentís el mismo vacío cuando me veis solo, sin ella. Un vacío que procuro llenar como se merece, con el recuerdo de ese alma tan grande.
Es duro hacerse a la idea pero mucho más grave es mentirse a sí mismo. Será difícil, por no decir imposible, volver a encontrar un corazón tan limpio, tan puro, tan inocente y tan desinteresado como el tuyo, al cual pueda entregar mi alma y mi corazón sin el consiguiente riesgo y efecto secundario de ser incomprendido, traicionado o abandonado, como ya lo fui en su día, a la primera de cambio.
No me importa pagar ese precio. Tuviste que llegar a mi vida para demostrarme y hacerme ver que el verdadero amor existe. Ese amor tan profundo e intenso que no necesita de lo material ni de lo instintivo para hacerse cada día más grande.
Asumo el dolor de tu ausencia, si ese, es el coste emocional que debo pagar por haberme enseñado y demostrado que el amor con mayúsculas, existe. Y por haberlo compartido contigo durante veinte años. Pocos humanos pueden decir lo mismo. Tu paso por mi vida no ha sido en balde. Has dejado un jardín tan hermoso y perenne en mi corazón que espero que algún día pueda integrarse en ese parque celeste en el cual supongo que habitas y cuidas, como lo hiciste conmigo.
Me faltan aún muchas vidas hasta poder alcanzar la pureza del alma que tú tienes. Ese quizás haya sido uno de los motivos por el cual no nos hayamos podido ir juntos. Pero te animo entretanto a que sigas paseando por el jardín de mi corazón, libre, sin correas y sin horarios. A cambio tú no te olvides de acudir a la entrada de ese parque, el día que tenga que partir. Estoy seguro que allí nos encontraremos.
José Luis Meléndez. Madrid, 26 de febrero del 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario