Traductor

6 de febrero de 2023

Un día pequeño

Hoy es un día pequeño para rememorar y celebrar todas nuestras emociones

Aún sigues  aprovechando la ocasión cada vez que me ves tumbado en el sofá, para subirte encima de mí y lamerme primero la cara y después toda la cabeza. Es la manera que tienes de tranquilizar tus emociones y demostrarme a la vez tus sentimientos. Y sigues mostrando tu enfado con varios ladridos de advertencia, cada vez que hago un amago de abrir la puerta de casa para marcharme. Era la forma que tenías de decirme: “no te vayas sin mi”.

Sabías por la indumentaria y los enseres que llevaba cuando iba a salir y cuanto iba a tardar. Nos daba tanta pena dejarnos el uno al otro que opté por inventar una frase para que esas horas no se nos hicieran eternas: “Luego vengo”. Gracias a ella se nos hicieron más soportables aquellos momentos.

Digo que aún sigues, porque aunque se van a cumplir ocho meses de tu ausencia, la intensidad de las imágenes que hemos vivido juntos durante veintiún años de forma permanente, no dejan de proyectarse en mi mente cada vez que paseo por alguna zona perteneciente a alguna ruta de nuestros paseos, en alguno de los instantes en los que estoy solo, o cada vez que veo a alguna de nuestras amistades perrunas. Lo hacen, porque aun continúas y seguirás siendo la protagonista de la película más importante que previamente vivimos y compartimos los dos juntos de una forma tan real como divina: la de mi vida.

Nadie me ha conquistado el corazón como lo hiciste tú, ni permanecerá en mi alma con una imagen tan pura y tan limpia. Siempre me demostrabas el amor que sentías por mí como sabías y podías. Nadie fue tan fiel y leal a mis sentimientos como tú lo fuiste. Unas veces desde la cama cuando estaba enfermo, otras esperándome detrás de la puerta a que llegara. Y nadie te fue tan fiel como lo fui yo contigo.

Durante el tiempo que estuvimos físicamente juntos, nunca sentí la necesidad de buscar ni de esperar el amor porque tu supiste llenarme de él cada día y cada minuto gracias a las emociones que me regalabas. Hoy, aunque no estamos juntos, estamos más unidos, gracias a todos esos momentos que supimos vivir con una pura e intensa emotividad. Me demostraste tanto amor, tanto cariño, que el amor de mi especie se me ha llegado a quedar pequeño desde que te conocí a ti y a todos tus antecesores. Me enseñaste a vivir y a ser feliz con tan poco…

Tienes motivos de sobra para estar tranquila porque sabes que entre tú y yo, siempre existirá algo más que ese enamoramiento falso y efímero que sienten la mitad de los amantes y enamorados. Nuestro amor fue a diferencia del amor humano, un amor desinteresado y cada vez más intenso y profundo. Nada que ver con ese amor humano que termina languideciendo y convirtiéndose en cariño con el paso del tiempo, en el mejor de los casos.

No nos fue nada difícil enamorarnos. En apenas tres días caí rendido a tus patas a pesar de la resistencia de las primeras horas. Lo más fácil luego fue mantener encendida aquella entorcha que prendimos uno en el pecho del otro y haberla mantenido encendida durante tanto tiempo. No tuvimos que hacer ningún esfuerzo porque además de amarnos con el corazón nos amamos con el alma. Nuestro placer fue saber desde el principio que no nos íbamos a fallar y que iba a ser un amor eterno no para toda la vida, sino para todas las vidas.

A veces reconozco sentirme avergonzado, al no haber aprendido a aprovechar la vida y mis recursos intelectuales y emocionales como lo hiciste tú, con menos recursos, con tanta intensidad, con tanta sabiduría y con tantos valores que me demostrabas cada día. Eras tan sufrida, tan alegre, tan austera, tan cariñosa, tan buena y tan inteligente. ¡Que más se puede pedir!

He compartido contigo tu infancia de cachorra, tu adolescencia, tu madurez y tu vejez. Y me has ido enseñando como Maestra el arte con el cual viviste cada una de esas etapas sin perder nunca tu esencia y tu edad mental de niña. Ese ha sido y es el encanto  tuyo que me cautiva cada día. Esa infancia tierna e inocente a la cual me invitabas a compartir cada vez que me veías y con la cual fuiste capaz de pasar por la vida sin hacer daño a nadie. Estoy seguro que también con la cual te ha debido de ser tan fácil entrar en ese cielo perruno en el cual espero pasar el resto de mi vida contigo.

Te escribo estas líneas en un día como hoy, considerado por los miembros de mi especie como el día de los enamorados, por ser el primero en muchos años que no pasaremos juntos físicamente. Y por reivindicar y poner de manifiesto todas esas emociones desinteresadas que sentimos como miembros pertenecientes a distintas especies. Emociones intensas y mucho más verdaderas que sentimos desde el inicio hasta el final de nuestras vidas, lejos de intereses materiales o rencillas personales.

Espero que al hacerlo no te ofendas porque además de ser tu eterno enamorado, debes saber que seguirás siendo mi niña, mi amiga, mi musa y mi compañera. No es por tanto un día que nos represente. Hoy es un día que para nosotros se nos queda pequeño porque en cada día éramos capaces de sentir muchas más emociones de los que siente una persona enamorada. Hoy es un día pequeño para rememorar y celebrar nuestras emociones. Pero un día sin embargo propicio para poner en evidencia a esa sociedad que necesita movilizar las emociones de sus ciudadanos en aras de sus propios intereses materiales y consumistas.

Nuestro día al igual que nuestro amor, es eterno. No consta de días ni de noches. Y nuestro mejor regalo siempre ha sido y será nuestra compañía. Por este motivo te escribo también estas líneas. Para que te sientas igual que yo más acompañada y para que sepas que cada día que pasa, estamos más cerca de volver a estar juntos.

¡Hasta pronto!, mi vida.

José Luis Meléndez. Madrid, 06 de febrero del 2023.

No hay comentarios:

Publicar un comentario