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13 de mayo de 2021

Negacionistas

No son negacionistas, ya que para negar algo, es necesario demostrar su inexistencia

Define la RAE el negacionismo no como un movimiento, sino como una actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes. Existen tres grados o niveles de negacionistas. Mientras unos rechazan la existencia de la Covid, otros aceptan que la enfermedad existe, pero  niegan su gravedad, a pesar de ser conscientes de las cifras de millones de fallecidos y de las imágenes saturadas de las Unidades de Cuidados Intensivos.

Un tercer grupo de negacionistas lo forman los adeptos próximos a las tesis conspiranoicas. Sostienen sin pruebas que el virus fue creado en el laboratorio chino de Wuhan con la intervención de primeras potencias mundiales, como China, EE.UU, y la complicidad de empresas farmaceúticas.

Detrás de este complot estaría la figura del multimillonario Bill Gates y entre los supuestos motivos de todos estos agentes maléficos (recordemos que el magnate es uno de los pocos que destina parte de su fortuna a proyectos filantrópicos en bien del planeta y de la humanidad), van desde el inicio de una guerra biológica, hasta una estrategia de publicidad.

De estos movimientos han surgido con posterioridad otros grupos como el movimiento anticuarentena,  contra el toque de queda y el confinamiento, así como el movimiento antivacunas. Sus seguidores cuestionan asuntos como la moralidad o la efectividad de la vacunación.

Los oponentes a las vacunas mantienen que sus inoculaciones no funcionan y que son y pueden ser peligrosas. También que violan sus derechos individuales o principios religiosos, y, en su lugar, sostienen que debería hacerse mayor énfasis en la higiene personal.

Hace unos días decayó en España el Estado de Alarma, un instrumento jurídico con el que cuenta el Estado, que no hubiera hecho falta aplicar si todos los ciudadanos fuéramos responsables. No es el caso. Hace unos días hemos sido testigos, después de un año de restricciones, de cómo otros ciudadanos amparándose en su libertad, han puesto en riesgo el valor más preciado al que tiene derecho una persona: el derecho de todo ser humano a la vida. En apenas unas horas hemos visto impotentes cómo se echaba por la borda el esfuerzo que los españoles responsables hemos llevado a cabo durante meses y duros días de confinamiento, sin poder ver a los nuestros.

Los negacionistas apelan a “sus” derechos individuales, pero como miembros de la sociedad no están dispuestos a respetar los derechos colectivos de la sociedad a la que pertenecen. Y ser negacionista no es motivo para poner en riesgo la vida de los demás. De este modo ponen así no solo ponen en cuestión la enfermedad evidente y palmaria de sus amigos y familiares, sino que ponen en riesgo sus vidas, aunque sea de un modo inconsciente.

Así logran negar la enfermedad y los valores de pertenencia al grupo en los que se asienta la familia y la amistad. Un sanitario negacionista es lo mismo que un policía que apoya a un asesino, en lugar de a su víctima; y que en lugar de reconocer el crimen, se limita afirmar sin pruebas que ha sido un accidente. Una actitud con la cual se sitúa más cerca del virus y más lejos de su paciente.

Para confirmar algo es necesaria al menos una prueba fehaciente, como por ejemplo a través de una visita a las UCIS. Sin embargo para negar su existencia, los negacionistas se amparan en excusas vagas y sin fundamento, para eludir la necesidad de demostrar sus tesis. No son por tanto negacionistas, son inconscientes incrédulos, ya que para negar algo es necesario demostrar su inexistencia. Son personas que viven de espaldas a sí mismos y a la sociedad a la que pertenecen y a la realidad que les rodea.

Los negacionistas apelan como hemos visto a “sus” derechos éticos y fundamentales. ¿Es ético y justo otorgar el mismo derecho, ante una saturación de las UCIS, y un previsible triaje, a un negacionista que juega con la vida de los demás, antes que una persona que se ha vacunado y que ha cumplido sus obligaciones? ¿Deben tener los negacionistas menos obligaciones y los mismos derechos que un ciudadano que demuestra sus valores cívicos? ¿No sería más eficaz que multar, crear un registro de negacionistas para ante semejante circunstancia, para preservar así su libertad de conciencia?

José Luis Meléndez. Madrid, 13 de mayo del 2021. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

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