Ser artista no es sinónimo de ser bohemio
Hace meses que no le veo; tal vez un año. La última vez que me crucé con él recuerdo que fue una mañana temprana de un día frío, mientras paseaba a mi mascota. Vestía vaqueros y un abrigo oscuro que cubría todo su cuerpo. Me llamó la atención su calzado cómodo, pero a la vez austero para esas fechas: unas sandalias que protegían sus pies enfundados a su vez en unas medias deportivas y oscuras que acolchaban su andar.
No eran aún las nueve de la mañana, pero el pintor, el artista y el vecino, o al menos, asiduo al barrio de Manoteras, portaba entre sus manos un tetra brik de vino tinto. Por el color rojizo de su cara, y por su andar en zig zag, se intuía su estado de embriaguez. Impresionaba ver a aquel hombre alto y erguido, pero mucho más cruzarse de frente con él. Su barba poblada y su cabellera blanquecina le dotaban de una imagen mística, bohemia y a la vez respetuosa, imposible de olvidar.
Aquel día fue tal el efecto que produjo en mí, que me pareció la figura del mismísimo Jesucristo personificado. Si además tenemos en cuenta que dicho encuentro se produjo en una de las aceras exteriores de la iglesia del barrio, que para más inri, se llama “Jesús de Nazaret”. Se puede uno imaginar la impresión que pudo provocar en mí aquel encuentro, que hizo por unos unos instantes que me olvidase por completo, de mi dudoso agnosticismo.
Algunas mañanas se le podía ver portando su caballete y su material de pintura atado a unas ruedas. Otras muy bien acompañado de alguna que otra amiga o compañera de buen ver. Pero el día que le vi vendiendo sus cuadros en el Retiro, junto al lago, me llevé una gran sorpresa y supe que me encontraba además de ante un artista, ante un bohemio.
Y ser artista no es sinónimo de ser bohemio. Hay artistas que nunca han sido bohemios y otros que en su día lo fueron y que con el paso del tiempo se han terminado aburguesando. El bohemio, a diferencia del artista es una persona de costumbres libres y de vida regular y desordenada. Tal vez por eso cada vez que veía a Jesús me sentía en parte identificado con su forma de vida.
Porque los poetas y los pintores solemos usar las mismas herramientas como son la inspiración, la imaginación y la paz, y las mismas compañías como la soledad o el silencio. De ahí que desde que no le vea me asalte un sentimiento de soledad, y que el barrio tenga un contraste más apagado, más triste y con menos colores. Los colores que un día se llevó para compartirlos con otros vecinos y otros clientes.
Hoy ojeando la prensa he reconocido su imagen y me he llevado, supongo que al igual que muchos vecinos y personas que conozcan a Jesús, una grata sorpresa, ya que gracias a dicho artículo, he logrado ponerle nombre y saber algo más de él y de su nueva vida. Según he podido constatar, no anduve muy desencaminado. Aquel día, en efecto, me encontré con un hombre que se llamaba Jesús; Jesús Cosío.
Jesús estudió Bellas Artes y ha logrado sobrevivir haciendo retratos en la Plaza Mayor y el Museo del Prado. Afición que ha logrado compaginar con algún que otro oficio. Hoy Jesús es uno de los setenta y cinco inquilinos agraciados del proyecto “Housing First”, respaldado por el Ayuntamiento de Madrid. El programa ofrece una vivienda a personas sin hogar para lo cual cuenta con un apoyo social y educativo que trabaja en la inserción laboral y social de cada persona.
La buena noticia ha llenado de ánimos a Jesús. Ahora es capaz de celebrar dicho acontecimiento sin necesidad de recurrir al alcohol. Y de ello estoy seguro que se alegrarán los clientes y las personas que conocen a este bohemio y a este artista. ¡Enhorabuena, Jesús!
José Luis Meléndez. Madrid 09 de mayo del 2021. Fuente de la imagen: Guillermo Navarro (Diario ABC).
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