La vida y la muerte son como dos caras de la misma moneda
La vida y la muerte son como dos caras de la misma moneda. Nadie sabe si la cara, es decir, la vida, forma parte de la muerte (la cruz), o ésta es el inicio de una nueva cara, de una nueva vida. Hablar de los difuntos en público, de esas personas que un día nos quisieron y ayudaron a ser lo que hoy somos, sigue siendo un tabú. Tocar esa membrana supone evocar una serie de emociones guardadas y latentes, como la pena y el cariño de no tenerlos a nuestro lado.
El día de los difuntos a pesar de ser una fiesta religiosa, cada uno puede celebrarla o no, según su concepto de la muerte, y su relación con el fallecido. Admiro a las personas que se abstienen de celebrar este día porque tienen la costumbre de relacionarse con sus seres queridos, cuando su corazón, y no una fecha fija en el calendario, se lo dice. Es decir en numerosas ocasiones a lo largo del año.
El día 1 de noviembre es ante todo un día de respeto hacia todas las personas que se han ido, sean o no, familiares o amigos. Y para que cada uno, según sus creencias honre a sus seres queridos. Supongo que muchas personas como yo, habrán obrado en consecuencia, y se habrán abstenido de ir en un día como el de hoy a los cementerios. Eso no significa que sintamos menos la pérdida que los que necesitan ir al cementerio este día.
No soy partidario de ir a un cementerio sin haber realizado y superado el duelo. Con esto quiero decir que hay que estar preparado psicológicamente, antes de ir a un lugar tan respetable como este a entristecer a un familiar o amigo, y a las demás visitas que acuden a hacer compañía unos minutos, como muestra de respeto a los suyos.
No me gustaría si fuera difunto, estado mediante el cual los demás te dan por muerto, que vinieran a verme por el simple hecho de que hoy es el día de difuntos. Y menos que vengan así de compungidos, cuando a lo mejor estoy más alegre y feliz de lo que ellos creen, y que alguien sin mi consentimiento, decidió establecer en el calendario. Ni creo que la pena y el llanto sean el mejor regalo que hacerle a uno un día como dicen tan señalado.
Seguiré pensando, sintiendo y hablando a todos mis seres queridos (incluyo a mis mascotas), que a pesar de haberse ido, aún siguen vivas en mi corazón. Sin fechas, horarios, ni rituales impuestos que entretengan y distorsionen nuestra comunicación. Hoy no es un día para llorar, sino para celebrar la vida. Para sentirse orgulloso como ser humano de tener la oportunidad de aprovecharla, al saber a diferencia de otras especies, que un día nos iremos de aquí. Y de asumir también que un día seremos difuntos.
José Luis Meléndez. Madrid, 4 de noviembre del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
La vida y la muerte son como dos caras de la misma moneda. Nadie sabe si la cara, es decir, la vida, forma parte de la muerte (la cruz), o ésta es el inicio de una nueva cara, de una nueva vida. Hablar de los difuntos en público, de esas personas que un día nos quisieron y ayudaron a ser lo que hoy somos, sigue siendo un tabú. Tocar esa membrana supone evocar una serie de emociones guardadas y latentes, como la pena y el cariño de no tenerlos a nuestro lado.
El día de los difuntos a pesar de ser una fiesta religiosa, cada uno puede celebrarla o no, según su concepto de la muerte, y su relación con el fallecido. Admiro a las personas que se abstienen de celebrar este día porque tienen la costumbre de relacionarse con sus seres queridos, cuando su corazón, y no una fecha fija en el calendario, se lo dice. Es decir en numerosas ocasiones a lo largo del año.
El día 1 de noviembre es ante todo un día de respeto hacia todas las personas que se han ido, sean o no, familiares o amigos. Y para que cada uno, según sus creencias honre a sus seres queridos. Supongo que muchas personas como yo, habrán obrado en consecuencia, y se habrán abstenido de ir en un día como el de hoy a los cementerios. Eso no significa que sintamos menos la pérdida que los que necesitan ir al cementerio este día.
No soy partidario de ir a un cementerio sin haber realizado y superado el duelo. Con esto quiero decir que hay que estar preparado psicológicamente, antes de ir a un lugar tan respetable como este a entristecer a un familiar o amigo, y a las demás visitas que acuden a hacer compañía unos minutos, como muestra de respeto a los suyos.
No me gustaría si fuera difunto, estado mediante el cual los demás te dan por muerto, que vinieran a verme por el simple hecho de que hoy es el día de difuntos. Y menos que vengan así de compungidos, cuando a lo mejor estoy más alegre y feliz de lo que ellos creen, y que alguien sin mi consentimiento, decidió establecer en el calendario. Ni creo que la pena y el llanto sean el mejor regalo que hacerle a uno un día como dicen tan señalado.
Seguiré pensando, sintiendo y hablando a todos mis seres queridos (incluyo a mis mascotas), que a pesar de haberse ido, aún siguen vivas en mi corazón. Sin fechas, horarios, ni rituales impuestos que entretengan y distorsionen nuestra comunicación. Hoy no es un día para llorar, sino para celebrar la vida. Para sentirse orgulloso como ser humano de tener la oportunidad de aprovecharla, al saber a diferencia de otras especies, que un día nos iremos de aquí. Y de asumir también que un día seremos difuntos.
José Luis Meléndez. Madrid, 4 de noviembre del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario