En la publicación de hoy, la Directora Adjunta de La Pluma en Ristre, y Jefa Redactora de la Pluma Verde, nos expone su opinión sobre la educación que padecen algunos miembros de su especie. 🖋🐾😍
Un programa que atenta contra nuestra dignidad como especie, no merece mi más mínimo respeto
Creo que mi padre adoptivo es el único humano que está de acuerdo con la siguiente sentencia: el tiempo NO pasa igual para todos. Una reflexión contraria a lo que una inmensa mayoría de su especie piensa.
Según las normas sociales de esta sociedad de primates avanzada en unos aspectos, y un tanto retrógrada en otros, la mayoría de edad tiene lugar a los 18 años, edad que nadie pensaba alcanzaría. Sin embargo, si nos atenemos a la esperanza de vida de cada especie, que es la que verdaderamente marca la relación entre dicha esperanza, y su respectivo transcurso vital, resulta que dicha mayoría, la adquirí a la edad de tres años. Hecho debido a que cada año canino equivale a 7 años humanos.
Queda demostrado por tanto que la vida transcurre de una manera injusta, 7 veces más rápida para nosotras como especie. Circunstancia que si los humanos tuviesen en cuenta, aprovecharían para relacionarse un poco más y mejor con nosotros, de lo que hoy lo hacen algunos desalmados, que prefieren hacer más caso a su móvil.
Viene esto a raíz de algún programa de televisión que estos días he podido ver en compañía de mi protector y amado tutor. Espacios en los cuales algunos adiestradores, término indigno que ofende a todas las especies, acuden al domicilio de algunos quejumbrosos tenedores de mascotas, siempre perros (¡maldita casualidad!), ante la incapacidad que los primeros muestran a la hora de hacerse con el comportamiento que ellos mismos provocan en el animal, y que por vergüenza (no hace falta ser muy lista para darse cuenta), ocultan y disimulan ante el bochorno de dicha audiencia.
Pero mucho más curioso resulta aún ver como estos corregidores del comportamiento (habría que ver cómo se comportan ellos en sociedad), se empeñan más en adiestrar a las víctimas, que en educar a los verdaderos culpables, es decir, a sus tutores. Algo más que comprensible, si se tiene en cuenta que de esta forma, don Corregidor, logra dos objetivos: el primero de ellos perpetuar su programa, y el segundo de ellos, aumentar sus beneficios, a costa de nuestra especie.
Al parecer, la especie canina no tenemos demasiado con retener nuestras necesidades el tiempo que estipulan nuestros tenedores, aguantar las filias y fobias de cada uno de ellos, comer cuando a ellos les place, llorar como tontas cuando se van, o acudir al veterinario en el mejor de los casos, cuando los síntomas son ya preocupantes, para que venga ahora un domador a domicilio a montar su circo a nuestra costa, o a impedir que vayamos libres y sueltos al lado de nuestros tutores, impidiendo de esta forma que leamos los olores que más nos gustan compartir con nuestros semejantes, lo cual constituye también un agravio contra nuestra cultura, y hacia nuestras relaciones sociales.
Una situación que nos lleva en ocasiones a sacar nuestro carácter con objeto de defender nuestro derecho natural de especie, algo a lo que según algunos no tenemos derecho, por el mero hecho de ser animales de compañía (otro término ofensivo) maleducados e incomprendidos por parte sus desconsolados tenedores. Pobrecillos…
Los medios de comunicación que defienden nuestra causa, deberían prescindir de estos formatos que degradan nuestra especie, al hacer público lo peor de nosotros. Programas que en definitiva no atajan los problemas más acuciantes que amenazan nuestra especie y nuestra vida, como son el maltrato y el abandono, por parte de algunos de vuestros tenedores. Un tiempo, una energía, y un dinero tristemente malgastado que podría invertirse en causas de mayor calado social.
Victimizar por tanto a mi especie, cuando sacamos lo peor de nuestro carácter en lugar de hacerlo con la especie humana, verdadera culpable de nuestro sufrimiento y de nuestra muerte cruel, constituye un acto de tergiversación, y de mal interpretación, que espectadoras como ésta que suscribe, no está dispuesta a aceptar, y mucho menos a consentir.
Un programa que atenta contra nuestra libertad, impidiéndonos llevar a nuestros tutores hacia olores que nos emocionan, apasionan, y deseamos compartir con ellos, y con nuestros semejantes, no es un programa digno de ser visto por espectadores que quieren, aman, y respetan tal como son a sus seres queridos. Y un programa que atenta contra nuestra dignidad como especie, no merece mi más mínimo respeto.
Necesitamos menos adiestradores, y más amantes que empaticen con nuestra especie. Que sepan querernos como somos, y no como les gusta a ellos que seamos, de una forma egoísta. Asignatura que pueden aprender en grandes dosis de nosotros. Personas que desde su amor incondicional hacia los animales, se adentren en los hábitats más recónditos del planeta, y os enseñen desde el respeto, sin pretender alterar su vida diaria, todos los aspectos de cada una de las especies, pues los perros, al fin y al cabo, ya tenemos ganado el cariño de nuestra especie a lo largo de la Historia.
Echo en falta programas de televisión en los cuales se den a conocer la labor que realizan personas en protectoras de animales que trabajan con distintas especies que son rescatadas, así como imágenes de adopción y de suelta que ayuden a comprender a la sociedad, la responsabilidad que conlleva tener una mascota, y los beneficios físicos y psicológicos que aportan en nuestro día a día. Personas muchas de ellas que trabajan de forma voluntaria en su tiempo libre, sin cobrar un euro, que aportan un enorme valor emocional a los animales, y no se lucran a costa de ellos.
Propongo por tanto como consecuencia de mi repulsa e indignación ante este tipo de programas, que todas las personas que tengan animales y creen en nuestra vida digna, contribuyan a esta causa, y corrijan tirando de mando a distancia, igual que ellos tiran de correa, y cambien de programa, como acto de protesta. Esta es la única forma de que los humanos, si de verdad nos quieren, nos acepten como somos, y sepan ganarse nuestro cariño, sin necesidad de recurrir a terceros, con objeto de que nos apliquen una instrucción militar de castigo.
Se me ha hecho muy duro ver a miembros de mi especie convertidos en juguetes rotos como consecuencia de vuestra lamentable educación. Como eran entregados a un instructor para que corrigiese de manera brusca, la educación que vuestra especie no ha sabido darles con el cariño esencial que necesitamos para desarrollarnos de una forma normal en una manada como la vuestra, la cual evidencia vuestro más rotundo fracaso.
Si supieran la cantidad de cosas que no nos gustan a los animales de los humanos, y, a pesar de ello, las aceptamos y les amamos más de lo que ellos nos quieren, tal vez se quejarían menos de las nimiedades que tanto les preocupan y asustan. Cabría preguntarse por tanto quien tiene más que aprender de quién.
La relación que nace como consecuencia de la vida en común entre especies, se basa en la empatía de las dos partes, no solo de la nuestra. Solo de esa forma es posible llegar a esa forma armonía y equilibrio deseado de convivencia.
Un animal no es un electrodoméstico al cual se le marca un programa de lavado de unas horas. Es un ser vivo que siente y necesita una educación emocional y no un servicio militar de unas cuantas horas. La ropa sucia se lava en casa por parte de quien la ha manchado, sin necesidad de vulnerar nuestra dignidad e intimidad que nos merecemos como especie.
Si no están informados y preparados para adquirir un animal, ni están dispuestos a aceptarnos como somos, no cometan la irresponsabilidad de hacerlo, con la cobardía añadida de echarnos encima la culpa y criminalizarnos, con nombres de programas que preconizan de una manera anticipada nuestra culpa, y que de una forma tan injusta, como cobarde, atentan contra nuestra especie.
Firmado:
🐾
Kutxi Meléndez
José Luis Meléndez. Madrid, 8 de febrero del 2020
Un programa que atenta contra nuestra dignidad como especie, no merece mi más mínimo respeto
Creo que mi padre adoptivo es el único humano que está de acuerdo con la siguiente sentencia: el tiempo NO pasa igual para todos. Una reflexión contraria a lo que una inmensa mayoría de su especie piensa.
Según las normas sociales de esta sociedad de primates avanzada en unos aspectos, y un tanto retrógrada en otros, la mayoría de edad tiene lugar a los 18 años, edad que nadie pensaba alcanzaría. Sin embargo, si nos atenemos a la esperanza de vida de cada especie, que es la que verdaderamente marca la relación entre dicha esperanza, y su respectivo transcurso vital, resulta que dicha mayoría, la adquirí a la edad de tres años. Hecho debido a que cada año canino equivale a 7 años humanos.
Queda demostrado por tanto que la vida transcurre de una manera injusta, 7 veces más rápida para nosotras como especie. Circunstancia que si los humanos tuviesen en cuenta, aprovecharían para relacionarse un poco más y mejor con nosotros, de lo que hoy lo hacen algunos desalmados, que prefieren hacer más caso a su móvil.
Viene esto a raíz de algún programa de televisión que estos días he podido ver en compañía de mi protector y amado tutor. Espacios en los cuales algunos adiestradores, término indigno que ofende a todas las especies, acuden al domicilio de algunos quejumbrosos tenedores de mascotas, siempre perros (¡maldita casualidad!), ante la incapacidad que los primeros muestran a la hora de hacerse con el comportamiento que ellos mismos provocan en el animal, y que por vergüenza (no hace falta ser muy lista para darse cuenta), ocultan y disimulan ante el bochorno de dicha audiencia.
Pero mucho más curioso resulta aún ver como estos corregidores del comportamiento (habría que ver cómo se comportan ellos en sociedad), se empeñan más en adiestrar a las víctimas, que en educar a los verdaderos culpables, es decir, a sus tutores. Algo más que comprensible, si se tiene en cuenta que de esta forma, don Corregidor, logra dos objetivos: el primero de ellos perpetuar su programa, y el segundo de ellos, aumentar sus beneficios, a costa de nuestra especie.
Al parecer, la especie canina no tenemos demasiado con retener nuestras necesidades el tiempo que estipulan nuestros tenedores, aguantar las filias y fobias de cada uno de ellos, comer cuando a ellos les place, llorar como tontas cuando se van, o acudir al veterinario en el mejor de los casos, cuando los síntomas son ya preocupantes, para que venga ahora un domador a domicilio a montar su circo a nuestra costa, o a impedir que vayamos libres y sueltos al lado de nuestros tutores, impidiendo de esta forma que leamos los olores que más nos gustan compartir con nuestros semejantes, lo cual constituye también un agravio contra nuestra cultura, y hacia nuestras relaciones sociales.
Una situación que nos lleva en ocasiones a sacar nuestro carácter con objeto de defender nuestro derecho natural de especie, algo a lo que según algunos no tenemos derecho, por el mero hecho de ser animales de compañía (otro término ofensivo) maleducados e incomprendidos por parte sus desconsolados tenedores. Pobrecillos…
Los medios de comunicación que defienden nuestra causa, deberían prescindir de estos formatos que degradan nuestra especie, al hacer público lo peor de nosotros. Programas que en definitiva no atajan los problemas más acuciantes que amenazan nuestra especie y nuestra vida, como son el maltrato y el abandono, por parte de algunos de vuestros tenedores. Un tiempo, una energía, y un dinero tristemente malgastado que podría invertirse en causas de mayor calado social.
Victimizar por tanto a mi especie, cuando sacamos lo peor de nuestro carácter en lugar de hacerlo con la especie humana, verdadera culpable de nuestro sufrimiento y de nuestra muerte cruel, constituye un acto de tergiversación, y de mal interpretación, que espectadoras como ésta que suscribe, no está dispuesta a aceptar, y mucho menos a consentir.
Un programa que atenta contra nuestra libertad, impidiéndonos llevar a nuestros tutores hacia olores que nos emocionan, apasionan, y deseamos compartir con ellos, y con nuestros semejantes, no es un programa digno de ser visto por espectadores que quieren, aman, y respetan tal como son a sus seres queridos. Y un programa que atenta contra nuestra dignidad como especie, no merece mi más mínimo respeto.
Necesitamos menos adiestradores, y más amantes que empaticen con nuestra especie. Que sepan querernos como somos, y no como les gusta a ellos que seamos, de una forma egoísta. Asignatura que pueden aprender en grandes dosis de nosotros. Personas que desde su amor incondicional hacia los animales, se adentren en los hábitats más recónditos del planeta, y os enseñen desde el respeto, sin pretender alterar su vida diaria, todos los aspectos de cada una de las especies, pues los perros, al fin y al cabo, ya tenemos ganado el cariño de nuestra especie a lo largo de la Historia.
Echo en falta programas de televisión en los cuales se den a conocer la labor que realizan personas en protectoras de animales que trabajan con distintas especies que son rescatadas, así como imágenes de adopción y de suelta que ayuden a comprender a la sociedad, la responsabilidad que conlleva tener una mascota, y los beneficios físicos y psicológicos que aportan en nuestro día a día. Personas muchas de ellas que trabajan de forma voluntaria en su tiempo libre, sin cobrar un euro, que aportan un enorme valor emocional a los animales, y no se lucran a costa de ellos.
Propongo por tanto como consecuencia de mi repulsa e indignación ante este tipo de programas, que todas las personas que tengan animales y creen en nuestra vida digna, contribuyan a esta causa, y corrijan tirando de mando a distancia, igual que ellos tiran de correa, y cambien de programa, como acto de protesta. Esta es la única forma de que los humanos, si de verdad nos quieren, nos acepten como somos, y sepan ganarse nuestro cariño, sin necesidad de recurrir a terceros, con objeto de que nos apliquen una instrucción militar de castigo.
Se me ha hecho muy duro ver a miembros de mi especie convertidos en juguetes rotos como consecuencia de vuestra lamentable educación. Como eran entregados a un instructor para que corrigiese de manera brusca, la educación que vuestra especie no ha sabido darles con el cariño esencial que necesitamos para desarrollarnos de una forma normal en una manada como la vuestra, la cual evidencia vuestro más rotundo fracaso.
Si supieran la cantidad de cosas que no nos gustan a los animales de los humanos, y, a pesar de ello, las aceptamos y les amamos más de lo que ellos nos quieren, tal vez se quejarían menos de las nimiedades que tanto les preocupan y asustan. Cabría preguntarse por tanto quien tiene más que aprender de quién.
La relación que nace como consecuencia de la vida en común entre especies, se basa en la empatía de las dos partes, no solo de la nuestra. Solo de esa forma es posible llegar a esa forma armonía y equilibrio deseado de convivencia.
Un animal no es un electrodoméstico al cual se le marca un programa de lavado de unas horas. Es un ser vivo que siente y necesita una educación emocional y no un servicio militar de unas cuantas horas. La ropa sucia se lava en casa por parte de quien la ha manchado, sin necesidad de vulnerar nuestra dignidad e intimidad que nos merecemos como especie.
Si no están informados y preparados para adquirir un animal, ni están dispuestos a aceptarnos como somos, no cometan la irresponsabilidad de hacerlo, con la cobardía añadida de echarnos encima la culpa y criminalizarnos, con nombres de programas que preconizan de una manera anticipada nuestra culpa, y que de una forma tan injusta, como cobarde, atentan contra nuestra especie.
Firmado:
🐾
Kutxi Meléndez
José Luis Meléndez. Madrid, 8 de febrero del 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario