Autoeditar es acompañar al embrión hasta el lector o el distribuidor sin venderlo a ninguna madrastra
Cada vez estoy más contento de no haber hecho caso a los que me desaconsejaban la autoedición. No saben lo que se pierden. No dependo de presentaciones, de políticas impuestas, ni de directrices. Puedo cambiar de forma de distribución en cualquier momento, de editorial, reeditar cuando quiera, y los derechos de autor y de diseño siguen siendo míos. A las emociones que te proporciona la escritura y la satisfacción de hacer un libro que tenga algo de ti, se suma las que desde hace unos días estoy sintiendo. Me refiero a la distribución de la obra.
Que gran satisfacción es pararse a hablar con los vecinos en la calle, explicarles los detalles del embarazo, del parto, dedicarles el libro y recabar sus impresiones. Decía hace poco que una de las virtudes de esta forma de edición es acompañar a la criatura en el parto. Hoy me retracto y digo que es acompañar al embrión desde que es fecundado hasta que es entregado directamente al lector o al distribuidor para que cuide de él y nunca esté solo. Como hacen los buenos padres, sin desentenderse de él, ni venderlo a ninguna madrastra.
En definitiva las diferencias entre una edición tradicional y una autoedición vienen a ser las mismas que existen entre querer mucho o querer mejor a un hijo.
Posdata:
Este texto no lo he escrito yo. Ha sido Amanda, que como buena madre y como sabrán los lectores, es muy celosa de los suyos. De ahí el poema "Celosa", dedicado a ella. Aunque si se le pregunta a ella, lo más seguro es que diga que no ha sido ni ella ni yo, sino mi mano derecha. La misma que a los dos años se resistía a seguir las directrices impuestas. ¿Para qué abrir la mano, si con el puño se escribe con más pasión...?😉😂
José Luis Meléndez. Madrid, 19 de diciembre del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
Cada vez estoy más contento de no haber hecho caso a los que me desaconsejaban la autoedición. No saben lo que se pierden. No dependo de presentaciones, de políticas impuestas, ni de directrices. Puedo cambiar de forma de distribución en cualquier momento, de editorial, reeditar cuando quiera, y los derechos de autor y de diseño siguen siendo míos. A las emociones que te proporciona la escritura y la satisfacción de hacer un libro que tenga algo de ti, se suma las que desde hace unos días estoy sintiendo. Me refiero a la distribución de la obra.
Que gran satisfacción es pararse a hablar con los vecinos en la calle, explicarles los detalles del embarazo, del parto, dedicarles el libro y recabar sus impresiones. Decía hace poco que una de las virtudes de esta forma de edición es acompañar a la criatura en el parto. Hoy me retracto y digo que es acompañar al embrión desde que es fecundado hasta que es entregado directamente al lector o al distribuidor para que cuide de él y nunca esté solo. Como hacen los buenos padres, sin desentenderse de él, ni venderlo a ninguna madrastra.
En definitiva las diferencias entre una edición tradicional y una autoedición vienen a ser las mismas que existen entre querer mucho o querer mejor a un hijo.
Posdata:
Este texto no lo he escrito yo. Ha sido Amanda, que como buena madre y como sabrán los lectores, es muy celosa de los suyos. De ahí el poema "Celosa", dedicado a ella. Aunque si se le pregunta a ella, lo más seguro es que diga que no ha sido ni ella ni yo, sino mi mano derecha. La misma que a los dos años se resistía a seguir las directrices impuestas. ¿Para qué abrir la mano, si con el puño se escribe con más pasión...?😉😂
José Luis Meléndez. Madrid, 19 de diciembre del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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