El derecho a la información, no debiera de estar supeditado al de respeto al ciudadano
Las malas noticias son para comentárselas a los demás, y corren como la pólvora. Las buenas se comparten y celebran con los más allegados. Las noticias neutras no interesan porque pasan desapercibidas sin causar impresión alguna en el lector, en el escuchante, o en el telespectador.
Los telediarios son los máximos generadores de malas noticias. Una mala noticia es aquella que provoca en el receptor una emoción negativa. La tristeza, la impotencia, la ira, el miedo, la indignación, son las emociones más comunes que un telespectador experimenta durante la media hora de suplicio que dura el informativo.
Escuchar el titular de una buena noticia en el terrordiario, es más difícil que encontrar un paciente sano en un hospital. Precisamente eso, salud y entereza, es lo que necesita el telespectador, antes de sentarse frente al televisor, si no quiere caer en un profundo desánimo. Las respectivas cadenas son conocedoras de esta circunstancia, e intentan edulcorar la sobremesa con programas de entretenimiento con objeto de intentar reanimar a las víctimas oculares y auditivas del hostigamiento despiadado e inmoral de sus contenidos.
El telediario es un género periodístico que consta de cuatro secciones. En la primera se le exponen al espectador, los titulares del día, acompañados de imágenes. En la segunda parte, se desarrollan los contenidos. A continuación se da paso a los deportes, y por último se informa del tiempo.
Existen requisitos que no suelen explicarse a los alumnos en las universidades, con objeto de no causar en ellos un efecto desmoralizador que pueda motivar su abandono. Por ejemplo, para que un telediario sea auténtico, tienen que figurar en él más titulares e imágenes tristes y desgarradoras que alegres y conmovedoras. Esto al parecer es debido, a que según algunos estudios, los televidentes se sienten afortunados y a salvo, en medio de tanta calamidad ajena. Algo que podría cuestionarse, si se tienen en cuenta los modelos de otros formatos líderes de audiencia, con aires más desenfadados.
Gracias al esfuerzo y a la indudable profesionalidad de la nueva generación de periodistas, los clichés antiguos y trasnochados, van dando paso a formatos más tecnológicos y diversificados, con decorados más coloridos. Ya no son los meteorólogos, los únicos que se levantan, y ofrecen la noticia de pie, en contraposición a aquellos profesionales de antaño, parapetados detrás de una mesa, desde la cual cargaban sus catapultas informativas.
La aparición de las cadenas privadas abrió una competencia entre las distintas televisiones, lo cual supuso una mejora progresiva de manera especial en los formatos. Las conexiones múltiples, la utilización de decorados simultáneos, son una muestra evidente de ello. Los contenidos por el contrario aún adolecen de cierta variedad y equilibrio. Las noticias malas sobrepasan con creces a las noticias malas, algo que podría corregirse con la incorporación de nuevos estilos y secciones: humor, la buena noticia, curiosidades, etc.
Conviene recordar que un telediario consta de tres ediciones diarias, y que estas se emiten de manera continuada sin incluir publicidad que le dé tiempo al espectador a levantarse y desconectar. No se trata de hacer un telediario de buenas noticias, pero tampoco un parte de guerra. Intentar presentarlo con una cara más amable y una intensidad menos trágica, lograría rebajar de manera considerable, las lesiones estomacales y morales de los telespectadores a la hora de las comidas, y desbloquear el efecto psicosomático e inhibidor del apetito.
Cuando la información no es ponderada y equilibrada, es fácil caer en el ensañamiento. Un medio además de ser objetivo, debería ser ante todo empático y plural, no solo en cuanto al tratamiento ideológico de la misma, sino en cuanto a la naturaleza y a los efectos que provoca en los telespectadores. El derecho a la información no debiera de estar supeditado al de respeto y falta de agresión al ciudadano. Ni la noticia debiera ser dispensada con semejantes dosis de realidad.
José Luis Meléndez. Madrid, 05 de Agosto del 2017.
Fuente de la imagen: commons.wikimedia.org
Las malas noticias son para comentárselas a los demás, y corren como la pólvora. Las buenas se comparten y celebran con los más allegados. Las noticias neutras no interesan porque pasan desapercibidas sin causar impresión alguna en el lector, en el escuchante, o en el telespectador.
Los telediarios son los máximos generadores de malas noticias. Una mala noticia es aquella que provoca en el receptor una emoción negativa. La tristeza, la impotencia, la ira, el miedo, la indignación, son las emociones más comunes que un telespectador experimenta durante la media hora de suplicio que dura el informativo.
Escuchar el titular de una buena noticia en el terrordiario, es más difícil que encontrar un paciente sano en un hospital. Precisamente eso, salud y entereza, es lo que necesita el telespectador, antes de sentarse frente al televisor, si no quiere caer en un profundo desánimo. Las respectivas cadenas son conocedoras de esta circunstancia, e intentan edulcorar la sobremesa con programas de entretenimiento con objeto de intentar reanimar a las víctimas oculares y auditivas del hostigamiento despiadado e inmoral de sus contenidos.
El telediario es un género periodístico que consta de cuatro secciones. En la primera se le exponen al espectador, los titulares del día, acompañados de imágenes. En la segunda parte, se desarrollan los contenidos. A continuación se da paso a los deportes, y por último se informa del tiempo.
Existen requisitos que no suelen explicarse a los alumnos en las universidades, con objeto de no causar en ellos un efecto desmoralizador que pueda motivar su abandono. Por ejemplo, para que un telediario sea auténtico, tienen que figurar en él más titulares e imágenes tristes y desgarradoras que alegres y conmovedoras. Esto al parecer es debido, a que según algunos estudios, los televidentes se sienten afortunados y a salvo, en medio de tanta calamidad ajena. Algo que podría cuestionarse, si se tienen en cuenta los modelos de otros formatos líderes de audiencia, con aires más desenfadados.
Gracias al esfuerzo y a la indudable profesionalidad de la nueva generación de periodistas, los clichés antiguos y trasnochados, van dando paso a formatos más tecnológicos y diversificados, con decorados más coloridos. Ya no son los meteorólogos, los únicos que se levantan, y ofrecen la noticia de pie, en contraposición a aquellos profesionales de antaño, parapetados detrás de una mesa, desde la cual cargaban sus catapultas informativas.
La aparición de las cadenas privadas abrió una competencia entre las distintas televisiones, lo cual supuso una mejora progresiva de manera especial en los formatos. Las conexiones múltiples, la utilización de decorados simultáneos, son una muestra evidente de ello. Los contenidos por el contrario aún adolecen de cierta variedad y equilibrio. Las noticias malas sobrepasan con creces a las noticias malas, algo que podría corregirse con la incorporación de nuevos estilos y secciones: humor, la buena noticia, curiosidades, etc.
Conviene recordar que un telediario consta de tres ediciones diarias, y que estas se emiten de manera continuada sin incluir publicidad que le dé tiempo al espectador a levantarse y desconectar. No se trata de hacer un telediario de buenas noticias, pero tampoco un parte de guerra. Intentar presentarlo con una cara más amable y una intensidad menos trágica, lograría rebajar de manera considerable, las lesiones estomacales y morales de los telespectadores a la hora de las comidas, y desbloquear el efecto psicosomático e inhibidor del apetito.
Cuando la información no es ponderada y equilibrada, es fácil caer en el ensañamiento. Un medio además de ser objetivo, debería ser ante todo empático y plural, no solo en cuanto al tratamiento ideológico de la misma, sino en cuanto a la naturaleza y a los efectos que provoca en los telespectadores. El derecho a la información no debiera de estar supeditado al de respeto y falta de agresión al ciudadano. Ni la noticia debiera ser dispensada con semejantes dosis de realidad.
José Luis Meléndez. Madrid, 05 de Agosto del 2017.
Fuente de la imagen: commons.wikimedia.org
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