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21 de septiembre de 2016

Agredidos

¿Cómo es posible que un spot publicitario, que dura tres minutos, esté supervisado, y una película que dura una hora y media no?

Domingo, 11 de septiembre. Dieciséis horas. Me dispongo a ver tumbado desde el sofá del salón una película en una cadena privada. En las primeras escenas del film, el director de la película, junto con el responsable de contenidos de dicha televisión, nos ofrecen para abrir boca, la siguiente escena: un tipo le agrede brutalmente a una bella mujer, y después de propinarle todo tipo de golpes, no contento todavía con su desahogo, la arroja todavía con vida a un río. Momentos después, es salvada por otro tipo que parece ser su amigo, pero que también tiene oscuras intenciones sobre la protagonista. La paliza que le propina el primer energúmeno, es de tal magnitud, que la mujer es diagnosticada en el hospital con una amnesia retrógrada. Se advierte a los familiares de sus efectos posteriores como paranoia, depresión e insomnio.

Las escenas son tan duras, que imagino por un momento los miles de niños, que en horario infantil habrán visto estas secuencias. Algunos pretendiendo escurrir el bulto, es posible que responsabilicen a los padres de ello. Craso error. A los padres no les ha dado tiempo a saber de qué género de película se trataba, y en décimas de segundo, se han visto salpicados y agredidos por estas imágenes violentas. La película americana se titula “Olvido y perdón”, un nombre muy apropiado para el telespectador, porque es más que posible, que durante los próximos días no pueda olvidar el nombrecito, y mucho menos que el grupo de comunicación, les pida al menos disculpas, al ser agredidos por dichas imágenes, en su propia casa.

El horario deja mucho que desear. Cuatro de la tarde, como si estuviésemos ya poco agredidos por las imágenes que vemos a diario en los informativos. Una generosa transfusión de optimismo y de felicidad, vía ocular y auditiva, para deleitar a la audiencia, y de paso fomentar el acojonamiento colectivo de los espectadores el fin de semana.
Nunca he tenido como en el día de hoy, la plena consciencia de lo saludable que pueden llegar a ser, unos minutos de publicidad, en medio de este spam televisivo. Los publicitarios al menos pueden presumir de la calidad de sus anuncios. Ninguno tiene el efecto devastador que deja una caquita maloliente en el cuarto de baño durante horas, e incluso días, después de tirar de la cisterna, una vez terminada la deposición de este tipo de bazofias cinematográficas.

¿Cómo es posible que tengamos una Ley Mordaza, que amordace a los ciudadanos y no a los medios? Que no vele por sus derechos.

En vista de lo que antecede, rogaría a cualquier director de cine que trabaje este género, que por el bien de todos, se abstenga y lea algunas nociones básicas de publicidad televisiva. Los publicitarios, tienen el arte de seducir al telespectador, y transmitir su mensaje en un corto espacio de tiempo, que no suele exceder de los tres minutos. Muchas agencias prueban de antemano la retransmisión de sus spots ante una audiencia menos numerosa, y comprueban mediante test, los efectos que provocan en los destinatarios. De esta forma detectan los anuncios que pueden herir la sensibilidad del telespectador. No solo eso, todos los anuncios están supervisados por una entidad independiente que regula el sector, llamada AutoControl. Así que la pregunta, es más que evidente: ¿cómo es posible que se incentive con estas imágenes el maltrato de género, y que luego en los informativos, la misma cadena ofrezca el número de agresiones de violencia doméstica, así como anuncios que animan a denunciar y a llamar al 016. ¿No es un evidente contrasentido?

¿Qué pensarán los psicólogos, los jueces, las fuerzas de seguridad, los sanitarios, y las asociaciones que trabajan cada día intentando acabar con esta lacra social, cuando ven películas de este tipo?, ¿Qué autoridad moral tenemos de poner en cuestión la violencia de otras culturas, si nosotros mismos nos alimentamos con esas escenas?, ¿Para qué se crea la figura del Defensor del espectador, si la propia cadena tira piedras sobre su tejado?, ¿No es menos escandalosa la tierna imagen de un seno femenino, que una paliza descomunal propinada a una mujer, una batalla sangrienta, o una pelea testosterónica entre dos machos asilvestrados, intentando resolver sus diferencias por la violencia, en lugar de hablar como seres civilizados?, ¿Qué clase de ciudadanos espera la sociedad, con este tipo de películas?, ¿Por qué no se clasifican las películas, según su contenido, como antaño, y se informa de manera previa a los espectadores, para evitar estos estados de shock?, ¿Cómo es posible que tengamos una Ley Mordaza, que amordace a los ciudadanos y no a los medios? Que no vele por sus derechos.

El futuro gobierno debería entender y salvaguardar los derechos de los ciudadanos. De igual manera que los ciudadanos no pueden salir a la calle y agredir a los demás, éstos, tampoco deben ser agredidos por los medios, dentro de sus propias casas. Aunque se trate de medios privados, es posible regular y supervisar el sector. Los publicitarios ya lo hacen desde hace tiempo. Y bastante bien, por cierto.

Fuente de la imagen: flickr.com
José Luis Meléndez. Madrid, 11 de septiembre del 2016

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