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28 de octubre de 2023

Doble moral

Los países occidentales son muy activos a la hora de denunciar crímenes contra la humanidad, pero muy pasivos a la hora de remediarlos

Existe en los conflictos bélicos, la costumbre de prostituir el lenguaje. De esta forma pasa a convertirse en un arma para justificar los intereses y las atrocidades de cada uno de los bandos. Es conveniente, por tanto, antes de analizar la situación, clarificar de una forma objetiva, cada uno de estos conceptos.

Israel, declaró el estado de guerra pero no indicó contra quien. Luego se ha sabido por sus actuaciones que no era una declaración de guerra contra Hamás, sino contra toda la población de Gaza, incluidos según hemos visto, los rehenes tanto patriotas como extranjeros que se encontraban en ese momento en dicho país.

La actuación de Israel, a la vista de los hechos, no se puede considerar una guerra entre dos Estados, sino una masacre contra un pueblo. La diferencia entre una guerra y una masacre o un genocidio, es que en las guerras existe un enemigo armado e identificado. En un genocidio o en una masacre el enemigo está constituido por grupos sociales indefensos.

Pero la guerra no ha sido el único concepto manipulado al antojo de uno de los bandos. La palabra “muerte” se sigue utilizando en función de quién es la víctima. Así, mientras que los gazatíes mueren, los israelitas son asesinados. Una apreciación que ha denunciado valientemente la reina Rania de Jordania.

Tampoco las zonas humanitarias establecidas por Israel, al sur de Gaza, son zonas de protección, sino áreas de exterminio, ya que la población engañada, una vez que llega, es bombardeada por las fuerzas de Netanjahu, el beneplácito de Biden y la complicidad lenta, silente y postergadora de Europa.

El derecho legítimo de defensa de Israel, ante la atroz y condenable invasión del grupo terrorista de Hamás, ha excedido con creces la proporcionalidad y los convenios internacionales humanitarios, lo cual supone una agresión al derecho internacional de todos los países que firmaron dichos tratados.

Europa, después de respaldar (ojo, sin condenar) los bombardeos autorizados por Estados Unidos, ha pasado a proponer “pausas humanitarias” que permitan establecer corredores para facilitar la llegada de ayuda, pero sin cuestionar siquiera la invasión terrestre de Israel. Como si la respuesta que ya ha ejercido este país con sus 8000 víctimas, después de veinte días de intensos bombardeos, no hubiera sido lo suficientemente desmedida y pavorosa a los ojos del mundo.

La doble moral de occidente queda más que patente, ya que mientras Israel bombardea con el apoyo de Estados Unidos, Europa debate sobre cuántas pausas son necesarias o si es más conveniente un alto el fuego. Todo sin descartar una conferencia de paz dentro de (atención), seis meses, cuando al paso que vamos ya no exista ningún palestino (los países occidentales son muy activos a la hora de denunciar crímenes contra la humanidad, pero muy pasivos a la hora de remediarlos). Claman, en este sentido, al cielo  las palabras de Europa dirigidas a Israel y a Netanjahu, y no a la administración norteamericana de Biden, que es la única que puede poner fin al conflicto o extenderlo aún más.

El estrepitoso fracaso de la política exterior norteamericana es más que evidente, por la facilidad que tiene de entrar en conflictos y la dificultad diplomática que tiene de finalizarlos, sin haber cumplido su objetivo inicial. La invasión rusa en Ucrania iba, según Biden, a durar un mes con el bloqueo económico. Casi dos años después Putin, ante los escasos avances por parte de Europa y de Rusia, ha abierto un nuevo frente en Israel gracias a la influencia de Irán y sus aliados de Hamás. Ahora solo falta que China lance una operación en Taiwan.

La nueva dinámica de Putin en la guerra de Ucrania supone una peligrosísima escalada con la que ni  la inteligencia norteamericana ni la isralí contaban. Basta ver los recientes lanzamientos de misiles intercontinentales que Rusia ha lanzado sin cabezas nucleares, capaces de alcanzar los 12.000 kilómetros de distancia.

Putin, a diferencia de antes del conflicto palestino-israelí, es un hombre más sonriente y relajado que incluso es capaz de realizar viajes oficiales fuera de su país. A Biden, por el contrario, el conflicto puede costarle su reelección, mientras que para Netanjahu, la guerra es una excusa para librarse de sus causas judiciales a las cuales habría que añadir tres errores adicionales. El primero el no haber previsto la invasión de los terroristas de Hamás. El segundo, bombardear a la población en lugar de a los terroristas, Y el tercero por la invasión terrestre, de consecuencias impredecibles, que piensa llevar a cabo.

Lo verdaderamente lamentable es que Israel, después de décadas de conflicto no sea consciente que con esta actitud no hace más que reforzar la causa de los terroristas de Hamás. Que con la utilización única de la fuerza de las armas, no podrá resolver un problema histórico y político. Que solo es posible alcanzar la paz por medio del diálogo. Para ello España, como país que preside el Consejo de la Unión Europea, puede contribuir con su ejemplo.

José Luis Meléndez. Madrid, 28 de octubre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

22 de octubre de 2023

Duele

Duele ver y escuchar como algunos condenan el terrorismo de Hamás y no el genocidio de Israel.

Duele darse cuenta de cómo los prejuicios religiosos, occidentales y geopolíticos, se anteponen, no ya ante los derechos, sino ante los sentimientos humanos.

Duele ver como el dolor y la sangre derramada en un conflicto de semejantes dimensiones se utiliza de forma partidista en algunas cámaras parlamentarias, para arrojársela a otros, en lugar de hablar de los problemas que atañen a los ciudadanos.

Duele ver como en escasos días un país que parecía civilizado pierde, por culpa de su líder, todos los valores que hasta la fecha se le atribuían a dicha sociedad.

Duele ver como a diferencia de otros países, los crímenes que cometen los países apoyados por occidente quedan impunes.

Duele ver como la especie humana pierde el norte. De cómo la tecnología y la ideología es capaz de hackear nuestras vidas.

Duele la hipocresía de condenar el hambre desde un país que apoya a otro que bloquea no solo los alimentos, sino el agua y la electricidad de la población.

Duele el dolor de las 4.137 vidas inocentes que se han perdido hasta la fecha y los 13.162 heridos inocentes que están padeciendo esta injusta guerra.

Duele el dolor ajeno cuando existe algo de humanidad.

Duele el hombre que es capaz de discriminar el dolor de un semejante de otro, para convertirse en un ser inhumano.

Duele ver y escuchar como a algunos les duele más un disparo que un bombardeo continuado, y una invasión que un genocidio.

Duele ver como algunos se sitúan al lado de un bando cuando todos pertenecemos al mismo bando de la especie humana.

Duele ver en un escenario de guerra mundial, como algunos, en lugar de buscar concordia, aprovechan para recoger munición y la traen a su país para crear más conflicto y enfrentamiento entre los españoles.

Duele la falta de sentido de estado de una oposición que no hace proposición.

Duele ver como el pueblo palestino sometido a la voluntad de los terroristas de Hamás y a la barbarie de Israel sea aún, después de intensos días de bombardeos, y de más de una década de sufrimiento, es el más incomprendido.

Duele la facilidad y rapidez con la que el ser humano pasa de la palabra amor a la palabra guerra.

Duele ver como algunos exigen y esperan la condena de uno de los dos bandos, antes de exigir la paz y de hacerlo a título personal.

Duele volver a darse cuenta que la especie humana es la más violenta y destructiva de todas las especies.

Duele ver el daño y el sufrimiento que es capaz de provocar el ser humano sobre seres inocentes de su misma especie.

Duele ver como el amor y el odio siguen siendo fuerzas incontrolables que se escapan al control y a la razón humana.

Duele ver como el instinto territorial termina por imponerse al sentido común y a los lazos de hermandad entre los pueblos.

Duele ser consciente de la barbarie que es capaz de generar la venganza creada por el odio.

Duele ver como un arma es capaz de acabar en un instante con cientos de vidas.

Duele ver como el bando civilizado exige la evacuación de hospitales mientras bombardea los lugares a los que se dirige la población que huye bajo las directrices occidentales de Israel.

Duele la injusta equidistancia occidental e internacional entre los terroristas y los genocidas.

Duele ver como se ofrecen armas antes que palabras para la resolución del conflicto.

Duele ver como se incumplen los tratados humanitarios internacionales mientras se califica de “animales no humanos” a la población masacrada y bombardeada.

Duele ver como la vida de 200 rehenes adquiere más valor que la de los 4.137 muertos y 13.162 heridos palestinos.

José Luis Meléndez. Madrid, 21 de octubre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

14 de octubre de 2023

El ciego

Existen dos tipos de ciegos: el que no puede ver y el que no quiere mirar

La imaginación no solo sirve para soñar, también es útil para solucionar problemas y conflictos. El odio es una energía mal canalizada que agrava los ya existentes. Mucho más si es desproporcionado. La inmensa mayoría de las personas que han aportado algo a la humanidad las han soñado antes. No se puede soñar si uno odia. El odio antes de destruir al adversario empieza por aniquilar al que lo siente.

Existen dos tipos de ciegos: el que no puede ver y el que no quiere mirar. Netanyahu además de estar cegado por el odio se niega a ver la realidad, y es incapaz de distinguir a los terroristas de Hamás de la población civil palestina. También es incapaz, según su estado visual y su obnubilación mental e iracunda, de aportar soluciones por la vía pacífica y diplomática.

Me pregunto si los palestinos, en vez de los terroristas de Hamás, son los culpables de que el gobierno Israelí de Benjamín Netanyahu y sus servicios de inteligencia no hayan detectado, ni al parecer previsto, semejante acto terrorista, para que les estén bombardeando diaria, injusta e indiscriminadamente. Como tampoco es capaz de predecir las consecuencias humanitarias e internacionales que tendría una acción terrestre sobre Palestina y de las cuales serían junto con su aliado norteamericano, los primeros responsables.

Pero al Estado de Israel, no le ha bastado con bombardear a inocentes. Ha decidido ir mucho más lejos y ha calificado a los palestinos a través de su Ministro de defensa, Yoav Gallant, de “animales humanos”. Ellos, los israelitas que están ante el escenario de una más que previsible invasión, a punto de equivocarse de nuevo, y que ya han superado con sus actos criminales a los terroristas de Hamás.

Los genocidas que han lanzado seis mil bombas en seis días, no han tenido ningún reparo a la hora de llamar a los palestinos (que no a los miembros de Hamás), "animales humanos...". Y por lo que se ve tampoco tienen ninguna intención de disculparse y/o de rectificar sus palabras (han estado tanto tiempo apretando gatillos, que se les ha pasado).

Los mismos que han dado un escaso ultimátum de veinticuatro horas a más de un millón de personas para que dejen sus casas y a sus familiares heridos y se desplacen al sur. Los que niegan las necesidades más básicas como el suministro de comida, agua o luz o medicamentos a los palestinos heridos, sin haber hecho nada. No hace falta pensar mucho para llegar a la conclusión que un jefe de Estado que trata por igual a un terrorista que a un civil, no merece ser digno del puesto que ocupa.

Y un enviado norteamericano, como Blinken, que según sus palabras: "Entiende a nivel personal lo que implican las masacres perpetradas por Hamás para los judíos israelíes y para los judíos en todas partes", que no es capaz de empatizar con el sufrimiento aún mayor que está perpetrando Israel sobre los palestinos y que en lugar de ejercer funciones diplomáticas y pacificadoras, respalda y no condena la respuesta desproporcionada de Israel, deja mucho que desear.

"Nosotros, las democracias, nos distinguimos de los terroristas por tener estándares diferentes, incluso cuando es difícil, y de rendir nosotros mismos cuentas". "Por eso, es muy importante tomar todas las precauciones posibles para evitar dañar a civiles, y por eso lamentamos la pérdida de cada vida inocente. Civiles de todos los credos, de todas las nacionalidades han muerto", ha sentenciado el precavido y compungido demócrata norteamericano, después de seis días de intensos bombardeos sobre la población civil (la diplomacia tiene sus tiempos).

Netanyahu, ya tiene las bendiciones, el respaldo y la inmunidad de los Estados Unidos. Esto quiere decir lisa y llanamente que tiene vía libre para seguir cometiendo actos cruentos. Con la ventaja añadida de que al restar respaldado por dicho país, no podrá ser acusado de crímenes contra la humanidad, como lo ha sido Rusia.

La confusión es tal, que algunos miembros de la clase política española, han intentado sacar rédito apoyando a la parte occidental "representada" por Israel mientras acusaban a la izquierda de estar al lado de Hamás, en lugar de los palestinos, que son los que están pagando las consecuencias. Como si la vida y la muerte de unos humanos valiesen unas más que otras. Es oler a sangre y ahí están como tiburones para morder un poco de carnaza. A unos les ciega el odio y a otros les confunde el color de la sangre en el agua.

La imaginación, a la que hacía alusión al inicio, le lleva a cualquiera a hacerse una pregunta: si los palestinos son "animales humanos", ¿qué tipo de seres son los israelitas de Netanyahu? Según un dicho español, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Lo malo es que el representante (líder es un adjetivo que le queda grande), ya ha superado los dos tropezones, ya que en su impulsividad iracunda y mortífera, es más partidario de utilizar el comodín del cincuenta por ciento, en el juego bélico de su metaverso particular.

Calificar a un mal representante como el israelita, con el adjetivo de animal, sería por tanto, adjudicarle un piropo del cual no es merecedor. La pena es que no estén permitidos pronunciarlos y mucho menos escribirlos.

José Luis Meléndez. Madrid, 13 de octubre del 2023. Fuente de la imagen: wikipedia.commons.org

10 de octubre de 2023

Polinstinto

Los hay que prefieren no implicarse ni comprometerse con la excusa del amor romántico, cuando en lo que no creen es en el amor de pareja.

¿Llegará el día en el que en lugar de rosas, regalemos rosales? (los hay muy pequeños y luego se pueden plantar en los jardines públicos para deleite de todos, regalar a algún conocido que tenga jardín o casa en el pueblo, o en último recurso a algún vivero, asociación o Institución. Y además se pueden sentir y disfrutar durante todo el año, no durante unos días).

¡Qué manía y qué egoísmo más tonto! Utilizar las flores para decirnos lo que podemos expresarnos con actos durante todo el año (trabajos manuales, textos, momentos que salen de nosotros y no de un mercado que nos dice lo que es habitual regalar). Como si lo habitual estuviera en consonancia con lo lógico y emocional. ¡Qué desprecio hacia la naturaleza! Quedarnos con su parte bella y no con lo que realmente es. Lo realmente bello es ver cómo crece a tu lado un ser por el cual te interesas y al cual mimas día a día. Lo demás es postureo e hipocresía.

¿Qué emoción personal transmite un ramo de flores cortado para la ocasión? Falta de empatía con respecto a la vida de los demás seres y falta de originalidad, por supuesto. Amor, desde luego que no. El amor no se puede demostrar nunca con algo externo. Así que no nos engañemos, que en el mercado del amor hay mucha mentira y manipulación. Y sin embargo nadie lo evidencia. ¡Qué curioso! Ni siquiera los detractores del amor romántico, que ya es decir. "El amor romántico es posesivo", según dicen, pero regalar obsequios a los amigos, amantes e incluso familiares no lo es.

El poliamor, los cuernos y las orgías sin embargo no son nada posesivos. Ni siquiera el amor libre. Puedes salir con todos los hombres y mujeres que quieras, y follar sin limitaciones, porque follar al parecer es un acto libre, pero hacer el amor es un acto posesivo.

En el poliamor, según sus seguidores, no hay exclusividad sexual ni afectiva, por lo tanto, se pueden establecer vínculos románticos y sexo-afectivos, vínculos románticos sin sexo, o solo vínculos sexuales. Vamos, una mezcla de lo que se entiende por amor platónico, follamigos o amantes de toda la vida, pero excluyendo según el tipo de relación de que se trate, la palabra amor (los poliamores como vemos tienen la mentalidad muy abierta pero la afectividad más restringida e interesada).

Entiendo por tanto el poliamor como una relación en la cual le ponen a uno/a los cuernos en presencia de sus amantes, amigas/os o follamigas/os, con el previo consentimiento de cada una de ellas. Una nueva forma de romanticismo visto desde un punto de vista más interesado y carnal, al existir más individuos que participan en sus poliorgías individuales o colectivas.

¡Qué lástima! Los poliamores que "poseen" la verdad de los polinstintos poliorgásmicos no han tenido siquiera una ocasión para creer en el romanticismo clásico, es decir, el dirigido a una sola persona. Qué malos son los demás y que buenos los que prefieren no implicarse ni comprometerse con la excusa del amor romántico, cuando en lo que no creen es en el amor de pareja.

Así que visto lo visto, me quedo con los hippies. En primer lugar porque ellos fueron los verdaderos pioneros de lo que hoy se conoce como amor libre (como vemos no escondían el término "amor"). En segundo lugar, porque además de poliamorosos eran polipacíficos. Y en tercer lugar, porque tenían una conciencia más ecológica. Es decir, amaban mucho más que los poliamores, ya que además de hacer el amor con su especie, respetaban a todas las demás criaturas.

José Luis Meléndez. Madrid, 10 de octubre del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org