Vivimos permanentemente amenazados por la mentira. Los orientales dicen que vivimos en un mundo de apariencia (maya) y de ilusiones. Somos por tanto, como especie, capaces de engañarnos nosotros mismos y de arrastrar en “nuestra verdad” a los demás. Lo duro es cuando uno despierta de la mentira y se da cuenta que sigue sin saber dónde está la verdad. Y lo que es más triste, que tampoco están los que se fueron con la suya.
Si hay algo que sabe Putin, en su ambigüedad, es moverse entre la verdad y la mentira. Esta es la verdadera defensa que en principio utilizó para intimidar al mundo, a sus enemigos imaginarios y para convencer a su pueblo de su decisión tomada de forma unipersonal. El Putin político que mudó hace meses en un Putin militar, más propagandista y ambiguo.
La situación siete meses después ha cambiado. El contraataque ucraniano que ha permitido recuperar miles de kilómetros a los rusos ha supuesto un punto de inflexión y ha despertado los recelos de algunos sectores de la sociedad rusa, que han llegado a cuestionar la estrategia rusa, los fines, el balance de la “operación especial”, los miles de pérdidas humanas, así como los millones de rublos invertidos durante estos meses.
La “operación especial”, se ha convertido para el líder ruso en una operación fatal y fallida. Una operación unipersonal tomada en febrero en aras de una breve, hipotética y contundente solución, en forma de victoria, ha terminado por convertirse en un problema que en la actualidad implica a la sociedad civil por medio de reclutamientos forzosos. De aquella aparente solución rusa, Putin ha conseguido crear un problema global que hoy afecta a millones de personas de todo el mundo, incluidos los ciudadanos de su país.
Los efectos de la propaganda (curioso eufemismo de mentira) putiniana, que no rusa, ha ido perdiendo su efecto como así lo demuestran las primeras y recientes movilizaciones de ciudadanos que ven como la exitosa propaganda llevada a cabo por el magnate, no es consecuente con los resultados en el campo de batalla. Un motivo de desconfianza que ha llevado a cientos de miles de ciudadanos rusos a salir del país.
El problema que tiene ahora Putin es cómo explicar a los rusos, semejante fracaso, después de más de medio año de contienda. Hecho que le llevaría a perder su cargo y a ver confiscada su ingente fortuna. Puede afirmarse por tanto que Putin es y será víctima de su propia propaganda.
Hasta ahora hemos aprendido del mandamás ruso una cosa. Y es que suele cumplir lo que no dice y lo que dice hay que saber interpretarlo. Porque cuando Putin habla en tercera persona de su país o de su patria, lo que en realidad está haciendo, es hacerlo en primera persona del singular, es decir, de él mismo.
Conviene por tanto prestar atención, tomar las precauciones oportunas y ofrecer una salida digna que salvaguarde su integridad personal y su prestigio profesional tan deteriorado, si lo que se pretende es que a ningún país o al mismísimo planeta le ocurra algún accidente fatal y extraño como a alguno de los magnates más próximos a su persona. Las presiones exteriores con la ampliación de la OTAN y las internas de sus compatriotas, cada vez más frecuentes, son lo suficientemente serias, a la hora de considerar sus preocupantes y catastróficas advertencias.
La templanza y la actitud defensiva de la OTAN, por el contrario son y han sido hasta la fecha encomiables, pero no es descartable un cambio de actitud en Putin, no solo a través de una provocación como son los referendos convocados en las zonas conquistadas, sino a través de ataques selectivos a través de los cuales intente comprometer a la Alianza con objeto de tener un motivo que justifique sus acciones posteriores.
El mensaje apocalíptico y nuclear de Putin ha sido contestado por el Presidente Biden: “Las guerras nucleares no las gana nadie, por lo que nunca debieran librarse”. Putin ha perdido la primera parte de la batalla y está a punto de perder su propaganda mediática. Pero la guerra continúa. Y cabe preguntarse si una destrucción mutua o empate, sería para Putin una victoria en el caso de verse acorralado y sin ninguna salida...
El final de una guerra pasa antes por una rendición o una negociación. Putin no está dispuesto a rendirse, pero si a negociar si se le ofrecen propuestas y se abre un proceso de negociación. Y no hay mayor victoria que una firma de la paz a tiempo. Estados Unidos y China tienen no solo la oportunidad, sino el deber moral, como potencias mundiales que son, implicadas indirectamente en el conflicto, de rebajar la tensión mundial, no solo en Europa, sino en el Pacífico. Un encuentro que disuadiría a Putin de seguir con sus diabólicos planes.
José Luis Meléndez. Madrid, 22 de septiembre del 2022. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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