No parece que les preocupe a sus señorías el efecto que tienen sus calentones sobre los millones de personas que los escuchan
Los calentones públicos del señor Borrell no son buenos. En primer lugar para su salud; en segundo lugar para la situación crítica que vive Europa, para la tranquilidad de los europeos, del mundo y muy especialmente para los oídos rusos. Las últimas declaraciones en las cuales el Comisario recomienda a los europeos bajar la calefacción han llegado a oídos al Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, el cual ha manifestado: “En Europa ya se están apretando el cinturón”. Flaco favor, Comisario.
Recomendar a los europeos, que ya contribuyen con su esfuerzo, a pagar los sustanciosos sueldos, dietas y privilegios, que hagan el trabajo que no han realizado en Europa estos años, no parece ser una propuesta oportuna y mucho menos elegante. Por mucho que a un eurodiputado le asalte el nerviosismo o la impotencia debería contar con los suficientes recursos para controlar si no la situación, al menos sus declaraciones.
¿Qué han estado haciendo estos años los eurodiputados, se preguntan ahora los europeos? Estoy seguro que muchos de ellos estarían dispuestos a seguir las recomendaciones inoportunas del señor Borrell con tal de que él se comprometiera a rebajar en el mismo grado su vehemencia y su ímpetu verborreico.
Pero la incontinencia verbal inoportuna no acaba aquí. El señor Macron parece ser el único europeo que está preocupado ante la situación actual con el vecino ruso. Así que lejos de tranquilizar, o al menos no alarmar a los europeos (que para eso ya están las declaraciones de los rusos), ha manifestado públicamente su pesimismo, después de hablar personalmente con Putin. Y nos anima a los europeos (por si no se nos había ocurrido), a imaginar las consecuencias de un escenario nuclear. Todo ello sin proporcionar a los ciudadanos ningún plan de contingencias ante semejante circunstancia como si ha hecho Noruega a colegios y guarderías, sin alarmar a su población, repartiendo dosis de yodo ante un hipotético ataque nuclear. ¡Pobre señor Macron! ¡Ánimo!, que para eso estamos los europeos, para animarle en sus momentos de bajón.
No parece que nuestros representantes estén por la desescalada. Ni tampoco que les preocupe a sus señorías el efecto que tienen sus calentones sobre los millones de personas que los escuchan. Llamar "sátrapa" en público a Putin en varias ocasiones como ha hecho el Presidente Sánchez no creo que contribuya a una hipotética desescalada. Máxime si además de enviar armas a Ucrania no se implican en ayudar a Zelenski a llegar a un acuerdo pacificador con Rusia.
Supongo que desde hace tiempo, tanto el señor Borrell, el señor Macron y el señor Sánchez ya saben donde tienen sus búnkeres antinucleares preparados de provisiones y su medicación para resistir los días que sean necesarios. Lo malo es que el resto de ciudadanos no disponen de ningún tipo de información a estas alturas, pero sí parece que están contribuyendo con su ejemplo y su paciencia a no entorpecer ni agravar más la situación.
La resistencia en principio encomiable del señor Zelenski está empezando a resultar muy cara en vidas y en vidas rotas a sus compatriotas. Putin dijo que las maniobras que hacía antes de atacar Ucrania eran solo ejercicios tácticos. También aseguró que no iba a atacar Ucrania. Ayer el señor Lavrov manifestó que su país no había atacado Ucrania y que no piensa atacar ningún país. ¿Es preciso descifrar al Pentágono y a Bruselas las intenciones de Putin o necesitan más tiempo para leer entre líneas sus intenciones? ¿Les sorprenden a algunos los ataques de Putin a centrales nucleares y hospitales de niños y no los ataques nucleares que puedan venirnos a todos?
Los esfuerzos por parte de Europa a la hora de detener el fuego y de tomarse en serio una escalada nuclear no están a fecha de hoy sobre la mesa. Occidente está vendiendo la piel del oso ruso antes de cazarlo cuando alega que su economía ha entrado en colapso, sin darse cuenta que a Putin le queda una salida: el colapso total del planeta. ¿Tendremos que esperar al final para darnos cuenta que la guerra ya la estamos perdiendo todos?
José Luis Meléndez. Madrid, 11 de Marzo del 2022. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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