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3 de junio de 2019

Misofonía

El autor traslada una pregunta a la psiquiatría, como es si los enfermos no son más bien los que originan dichos desajustes psicológicos

La psiquiatría como ciencia que estudia y trata las enfermedades mentales, también tiene sus patologías

El silencio es un bálsamo para el espíritu. Gracias a él, el hombre puede reconocerse, aceptarse, y ser consciente del mundo que le rodea. Uno puede estar en silencio acompañado de alguien. Pero el silencio acompañado no es el verdadero silencio. Para que el silencio sea real y auténtico todos los sentidos han de estar mudos. Porque una mirada que nos observa, un oído que escucha, un tacto que siente, un olor que se respira, o un gusto que saboreamos, todos estos estímulos, están formados por información que nos “habla”, y nos llega al cerebro para ser procesada.

Vivimos en una sociedad que detesta y que aborrece el silencio. La prueba más fehaciente de ello, es que muchas personas hablan, y muy pocas saben escuchar, hecho que deja meridianamente claro que existen más sordos mentales, que sordos reales. En resumidas cuentas, se oye mucho ruido superficial, y se escucha muy poca información valiosa que podríamos transformar en conocimiento. Los antiguos por el contrario hicieron del silencio una divinidad. Los griegos lo designaron con el nombre de Harpócrates, y lo representaban con un dedo sobre la boca. Más tarde los romanos lo convirtieron en una divinidad femenina, y le otorgaron diferentes nombres.

La psiquiatría según avanza y se transforma la sociedad, tipifica, suma y actualiza nuevas patologías mentales, lo cual en la medida en que aquella se desarrolla, va aumentando también la posibilidad de padecer un trastorno. Pero la psiquiatría como ciencia que estudia y trata las enfermedades mentales, también tiene sus patologías, cuando señala al individuo como enfermo potencial, como consecuencia de ciertos efectos sociales, y no se pronuncia, advierte ni evalúa a la causante de muchos tipos de estas dolencias, es decir a la propia sociedad.

La misofonía o sensibilidad hacia los sonidos de baja intensidad, es una posible dolencia que empezó a estudiarse en los años ochenta. Esta dolencia presenta a su vez un componente emocional, ya que la sensación se le suele volver más agresiva al agredido, si el causante del ruido es un desconocido. La pregunta es si los enfermos no son más bien los que originan dichos desajustes psicológicos. Porque el que la mayoría de una sociedad sea ruidosa, no es motivo suficiente para cuestionar la salud mental de esa educada y respetuosa minoría que cada día se ve agredida por personas provistas de escasa empatía, y sensibilidad ciudadana.

La sensibilidad por tanto debiera ser un factor a tener en cuenta más en el agresor que en el agredido. La psiquiatría no actúa con la ecuanimidad que se le atribuye, cuando atribuye cierto trastorno obsesivo (argot “cariñoso”con el que algunos facultativos suelen etiquetar a algunos de sus pacientes), con respecto a la parte más débil. El mismo síntoma que algunos especialistas atribuyen a estas personas sin estar seguros de sus verdaderas causas o sus verdaderos culpables (la autoridad siempre puede permitirse estas licencias).

El supuesto misófono, en lugar del guarro, del maleducado, del provocador y del chulo, se ha convertido en un enfermo potencial e imaginario, hasta que dicha doctrina médica no catalogue como enfermedad dicha dolencia. Explotar globos de manera continuada con el chicle en una sala de lectura, dar golpecitos repetitivos con la capucha de un bolígrafo en la mesa, escuchar la vibración continua de un móvil sobre la misma, o escuchar una sesión de eruptos o ventosidades distorsionadas por parte del mismo emisor son al parecer cosas normales para los psiquiatras que cargan su atención sobre los supuestos misófonos.

Dentro de poco, y según estos nuevos torquemadas de bata blanca empresas como la mismísima Renfe, podrían ser acusadas y etiquetadas con la respectiva etiqueta sanitaria. Porque la mencionada compañía ferroviaria, sensible a las nuevas exigencias de sus clientes, ofrece desde hace meses a los misófonos estancias silenciosas en las cuales el sonido de los móviles no está permitido. La sociedad ruidosa, al igual que algunos psiquiatras cómplices, necesitan silencio. Porque el silencio puede ser disfrutado y aprovechado por todos, pero el ruido no. Un silencio que al contrario que las palabras nunca ofende a los demás.

Algo grave pasa en la sociedad cuando los únicos que suelen permanecer en modo silencio son los móviles.

José Luis Meléndez. Madrid, 24 de marzo del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

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