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24 de septiembre de 2018

Ética productiva

Hay que empezar a tratar a los animales por lo que son, y no por lo que dan

El concepto de Bienestar Animal mal entendido, pero sobretodo utilizado con fines comerciales, provoca como puede verse en esa parte de la sociedad que son las redes sociales, un gran Malestar Humano (también con mayúsculas...).

El trato que dan los empleados de Leche Pascual a sus vacas, se nota en la leche. Ese es el mensaje que la empresa pretende con más o menos acierto trasladar a sus actuales y potenciales clientes. Otra cosa es el trato que  otorga a dicho concepto, a su producto, a su marca, a la competencia, y a la utilización de los animales en sus intentos de fortalecer su marca.

Recientemente la firma ha obtenido el sello de “Bienestar” Animal por parte de AENOR en sus granjas. Dicho certificado tan solo considera el cumplimiento de cuatro estándares: una buena alimentación, un alojamiento adecuado, el cuidado de su salud, y un comportamiento del animal propio de su especie.

Es muy probable que la noticia haya causado cierta perplejidad, de manera muy especial en aquellas personas que poseen mascotas, y que desde hace lustros, cumplen con similares muestras de trato con sus animales. Un trato que dispensan al animal sin vanagloriarse como lo hace la firma de una forma reiterativa, esta vez por medio de la prensa escrita, ya que se sobreentiende que forma parte de toda relación habida y por haber entre la mascota y su tutor. No es extraño por tanto que muchas personas se pregunten, qué es lo que ha estado haciendo hasta ahora Leche Pascual, para que les haya dado este repentino subidón comercial.

Cuatro requisitos que poco tienen que ver cuando uno consulta varios diccionarios de la Lengua Española, con objeto de hacer un uso correcto y etimológico de dicho término. Entiende la Lengua Española por “bienestar”: ”vida holgada o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad”. ”Estado de la persona (en este caso el animal), cuyas condiciones físicas y mentales le proporcionan un sentimiento de satisfacción y tranquilidad”, y ”sensación que tenemos cuando nos sentimos bien y estamos cómodos”.

Ni las vacas se lo pasan bien cuando pasa el ganadero a ordeñarlas cada día, ni dicho sello puede garantizar las condiciones mentales, ni detectar la satisfacción de las vacas encerradas en un establo en régimen de explotación. Entristece y produce  a la vez cierto malestar humano imaginarse a 90.000 vacas como la del spot bajo una tenue luz artificial, a diferencia de otras granjas gallegas y asturianas en donde se ve a los animales que pastan en libertad en los verdes prados.

¿Tanto “bienestar” psicológico tienen las vacas que en lugar de bramar de alegría, han de ser los granjeros los que las deprimen con canciones tristes y melancólicas como la del anuncio, que no han sido compuestas por ellos, y les son cantadas con una artificialidad emocional que lo único que persigue son fines productivos y comerciales? ¿Tanta satisfacción les da a los animales ver a su patrono, que es éste el que tiene que acercarse a la vaca, porque el animal bien sabe cuál es el verdadero motivo de su visita?

Aprovecha la empresa el sello recién concedido y el inoportuno spot para afirmar en su titular (“Cómo sé que bebo la mejor leche”), que su marca es la mejor leche. Asunto que conviene dejar en entredicho, porque el poseer un sello de Bienestar Animal no implica que la leche sea la mejor que existe en el mercado, ya que como reconoce Félix Díez Fariza, veterinario y responsable de Bienestar Animal de  Calidad Pascual, es el consumidor el que en última instancia ha de valorar y percibir el producto: “Las calidades del producto mejoran cuanto mejor está el animal, pero es complicado que el consumidor lo perciba directamente, por ejemplo en algunos parámetros de valor nutricional”.

Da la sensación leyendo el contenido comercial patrocinado de la marca, y del flamante sello recién otorgado, que las vacas pierden todo protagonismo y no ponen nada de su parte, además de la leche. La marca no hace gala de la paciencia de estos animales que no pueden elegir libremente su comida, ni de su tiempo. Y que se ven en la obligación de escuchar música en lugar de escuchar sonidos más naturales, como el de los pájaros, o los bramidos de su parentela. En vista de las técnicas poco éticas de sobreexplotación, no es de extrañar que dentro de poco, los establos se decoren con cuadros en los cuales aparecen prados verdes, para que las vacas se imaginen que están en libertad, den todavía una mejor leche, y de paso se crean que están en la república independiente de su casa. Me atrevo incluso a pensar que muchos telespectadores hubieran preferido el bramido sincero, libre y alegre de una vaca en libertad, al playback impostado y quejumbroso de un ganadero en mitad del establo.

Tan importante para la marca y la leche es la alimentación que come una vaca, como la publicidad que ingieren sus telespectadores. Lo malo es cuando ésta posee demasiado ácido graso, y le deja a uno “saturado”. La ética (del latín aéthica), es la parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre. No se le puede por tanto otorgar una calidad ética a la leche como la atribuye Isabelle Veissier, doctora responsable de la Unidad de Investigación de Herbíboros del INRA (Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas Francés), cuando se manipula emocionalmente por medio de la música con fines productivos a los animales, y se les utiliza para promocionar el producto y la marca de la empresa.

El objeto de la ética es la moralidad, y por moralidad se entiende el carácter de bondad o malicia de las acciones humanas. La ética no se demuestra con un sello, igual que la formación no se demuestra con un título. Hay que empezar a tratar a los animales por lo que son, y no por lo que dan, como proclama la "ética" productiva de Leche Pascual.

José Luis Meléndez. Madrid, 23 de septiembre del 2018
Fuente de la imagen: Wikimedia.commons.org

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