Los acuerdos secretos, urdidos supuestamente en los despachos a espaldas de los ciudadanos, han abierto un debate moral y social
Las decisiones personales e incomprensibles a los ojos ajenos, debieran de ser respetadas. Nadie se imagina el vértigo interior que debe sentir un piloto que ha abandonar su nave de manera inmediata en pleno vuelo. Aunque esté provisto con el paracaídas de emergencia. Se comprenderán así mejor las ocho horas que el expresidente Rajoy pasó en un restaurante, mientras se votaba en el Congreso su moción de confianza. Y el correspondiente estado de shock motivado por la incapacidad de asumir en tan poco tiempo, semejante vacío de poder.
El apego al cargo de cualquier político refleja, al margen de sus propios motivos, una falta de sensibilidad social, y de dignidad democrática. Al expresidente Rajoy le ha resultado más fácil dimitir como Presidente del partido ante los suyos, que como Presidente español ante los ciudadanos. Da así la impresión que las “órdenes” de los suyos, han tenido mayor preso que las del resto de la sociedad (incluidas las de su propio partido), invitándole desde hace unos años a considerar su sucesión.
Rajoy no “ha sido fuerte” ante la corrupción en sus filas. Y esta ha terminado por lanzarle en el ruedo la última estocada. Mejor para él y los suyos hubiera sido dejar el cargo a tiempo, que abandonar la plaza de una forma tan abrupta, humillante y perjudicial para su partido. La referencia ante los suyos a “los mejores años de su vida”, ha terminado por provocar en su semblante unas lágrimas personales, que han brillado por su ausencia a la hora de aplicar los recortes sociales.
Entretanto un expresidente Aznar, ahora regenerado, limpio, independiente y anti independentista, se ha ofrecido de forma tardía e inoportuna a reflotar como buen “Ciudadano” y marinero, su olvidada y antigua nave de las Azores. El partido tocado de Rivera, preocupado por su más que previsible descenso demoscópico, intentará un adelanto electoral que le salve del desgaste, y le evite perder los puntos conseguidos durante estos meses.
El Psoe ha vivido esta semana su luna de miel con la llegada a La Moncloa. El nuevo ejecutivo de Sánchez evidencia la disparidad de un gobierno no igualitario (11 ministras y 5 ministros), y un considerable número de cargos y de ministerios (17 ministerios y 25 secretarías de Estado). Los acuerdos secretos, urdidos supuestamente en los despachos a espaldas de los ciudadanos, han abierto un debate moral y social sobre si las formas justifican el fondo. Y si el “sí se puede” cómplice, entonado el día de autos en el Congreso, justifica el “no se debe” defendido por el centro derecha, a la hora de asaltar los anhelados cielos del poder.
Los emoticonos se han apoderado estos días de la vida pública española. La expresividad que ha caracterizado esta última semana de infarto, han sido los semblantes emotivos de los populares, los rostros de euforia de los socialistas, y las caras de asombro de los españoles. Sánchez deberá velar porque el incuestionable liderazgo de su flamante equipo no eclipse su perfil presidencial, y porque las promesas del pasado no debiliten los juramentos del presente: recuperación de las ayudas arrebatadas durante estos años a los parados de larga duración mayores de 52 años, aplicación de medidas concretas contra el maltrato animal, en consonancia con los guiños animalistas esbozados en el pasado por el Ministro de Cultura y el Presidente, como la Ley de Maltrato Nacional, la cual prometió el ahora Presidente en el programa La Sexta Noche, entre otras.
El tiempo dirá si las medidas divinas que resulten de asaltar de forma subrepticia los cielos del poder, no terminen por expulsar antes de tiempo a los nuevos inquilinos del paraíso. Y por dinamitar de una forma definitiva e irreparable la ya frágil desunión de la izquierda, y la escasa química entre sus líderes.
Han sido para sus señorías días de sonrisas y de lágrimas. Queda por ver si el optimismo que derrocha el Psoe con sus 84 diputados, es lo suficientemente realista para poder “normalizar” los intereses del partido y solucionar los problemas de los españoles. Sin que estos tengan que volver a sudar la camiseta de los recortes y de los impuestos…
José Luis Meléndez. Madrid, 9 de junio del 2018
Fuente de la imagen: commons.wikimedia.org
Las decisiones personales e incomprensibles a los ojos ajenos, debieran de ser respetadas. Nadie se imagina el vértigo interior que debe sentir un piloto que ha abandonar su nave de manera inmediata en pleno vuelo. Aunque esté provisto con el paracaídas de emergencia. Se comprenderán así mejor las ocho horas que el expresidente Rajoy pasó en un restaurante, mientras se votaba en el Congreso su moción de confianza. Y el correspondiente estado de shock motivado por la incapacidad de asumir en tan poco tiempo, semejante vacío de poder.
El apego al cargo de cualquier político refleja, al margen de sus propios motivos, una falta de sensibilidad social, y de dignidad democrática. Al expresidente Rajoy le ha resultado más fácil dimitir como Presidente del partido ante los suyos, que como Presidente español ante los ciudadanos. Da así la impresión que las “órdenes” de los suyos, han tenido mayor preso que las del resto de la sociedad (incluidas las de su propio partido), invitándole desde hace unos años a considerar su sucesión.
Rajoy no “ha sido fuerte” ante la corrupción en sus filas. Y esta ha terminado por lanzarle en el ruedo la última estocada. Mejor para él y los suyos hubiera sido dejar el cargo a tiempo, que abandonar la plaza de una forma tan abrupta, humillante y perjudicial para su partido. La referencia ante los suyos a “los mejores años de su vida”, ha terminado por provocar en su semblante unas lágrimas personales, que han brillado por su ausencia a la hora de aplicar los recortes sociales.
Entretanto un expresidente Aznar, ahora regenerado, limpio, independiente y anti independentista, se ha ofrecido de forma tardía e inoportuna a reflotar como buen “Ciudadano” y marinero, su olvidada y antigua nave de las Azores. El partido tocado de Rivera, preocupado por su más que previsible descenso demoscópico, intentará un adelanto electoral que le salve del desgaste, y le evite perder los puntos conseguidos durante estos meses.
El Psoe ha vivido esta semana su luna de miel con la llegada a La Moncloa. El nuevo ejecutivo de Sánchez evidencia la disparidad de un gobierno no igualitario (11 ministras y 5 ministros), y un considerable número de cargos y de ministerios (17 ministerios y 25 secretarías de Estado). Los acuerdos secretos, urdidos supuestamente en los despachos a espaldas de los ciudadanos, han abierto un debate moral y social sobre si las formas justifican el fondo. Y si el “sí se puede” cómplice, entonado el día de autos en el Congreso, justifica el “no se debe” defendido por el centro derecha, a la hora de asaltar los anhelados cielos del poder.
Los emoticonos se han apoderado estos días de la vida pública española. La expresividad que ha caracterizado esta última semana de infarto, han sido los semblantes emotivos de los populares, los rostros de euforia de los socialistas, y las caras de asombro de los españoles. Sánchez deberá velar porque el incuestionable liderazgo de su flamante equipo no eclipse su perfil presidencial, y porque las promesas del pasado no debiliten los juramentos del presente: recuperación de las ayudas arrebatadas durante estos años a los parados de larga duración mayores de 52 años, aplicación de medidas concretas contra el maltrato animal, en consonancia con los guiños animalistas esbozados en el pasado por el Ministro de Cultura y el Presidente, como la Ley de Maltrato Nacional, la cual prometió el ahora Presidente en el programa La Sexta Noche, entre otras.
El tiempo dirá si las medidas divinas que resulten de asaltar de forma subrepticia los cielos del poder, no terminen por expulsar antes de tiempo a los nuevos inquilinos del paraíso. Y por dinamitar de una forma definitiva e irreparable la ya frágil desunión de la izquierda, y la escasa química entre sus líderes.
Han sido para sus señorías días de sonrisas y de lágrimas. Queda por ver si el optimismo que derrocha el Psoe con sus 84 diputados, es lo suficientemente realista para poder “normalizar” los intereses del partido y solucionar los problemas de los españoles. Sin que estos tengan que volver a sudar la camiseta de los recortes y de los impuestos…
José Luis Meléndez. Madrid, 9 de junio del 2018
Fuente de la imagen: commons.wikimedia.org
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