Los duelos dialécticos que tienen lugar entre machos, no se parecen en nada a los que tienen lugar entre caballeros
Donald Trump, o lo que es lo mismo, Donald Putin, más conocido como el Ras-Putin americano, se vanagloria del tamaño y de la potencia sexual de su arsenal militar de misiles con forma fálica ante el líder coreano Kim Jong-un. Y es que desde que Rasputín ha entrado en la Casa Blanca, los Estados Unidos de América, se han convertido en la primera prepotencia mundial de naciones. Bien lo saben los americanos que se avergüenzan de cada uno de los desaires, desmanes y provocaciones públicas a las que los tiene acostumbrados su histriónico Presidente.
Las guerras frías, que ya llevan años, no tienen visos de acabar, mientras los hombres sigan ocupando las presidencias nacionales, ya que los atributos armamentísticos seguirán siendo sin lugar a dudas un factor primordial a tener en cuenta, por encima de la empatía, la comunicación y la concordia entre los distintos países. La testosterona seguirá costando un dinero ingente a los Estados; bueno más bien a los ciudadanos del mundo, que en definitiva somos todos.
Para que los índices de testosterona aumenten, son necesarios varios factores: por un lado otro sujeto, y por otro un escenario de estrés. Esto es lo que le ha pasado a Rasputín y al líder coreano Kim Jong-un (alias Kinyo), nombre propio que traducido al español según su pronunciación (king-yo-mun), vendría a significar algo así como el rey del yo-yo, es decir, el campeón del narcisismo mundial.
Nadie duda que las eyaculaciones aéreas de los cohetes coreanos, han sido para la humanidad, pero muy especialmente para Rasputín, una exhibición pornográfica y obscena. De ahí sus rifirrafes a través de Twitter (lugar no muy apropiado para llegar a un entendimiento), entre ambos líderes. Y si no que se lo digan al pajarito de dicha red social, que cambió su canto de “pio-pio-pi” a “cua-cuaa-cuaaa-cuaaaa”.
Los duelos dialécticos que tienen lugar entre machos, no se parecen en nada a los que tienen lugar entre caballeros. El caballero se mueve por el honor, y el macho por la testosterona con la cual suele marcar su territorio. El señor Trump le ha llamado “enano” a Kinyo. Se desconoce si esta alusión al tamaño, va dirigida directamente a su persona o a su “hermano pequeño”. Kinyo, le ha respondido, y le ha llamado “chocho viejo”.
Entretanto los ciudadanos del mundo andan preocupados (con toda razón), por los efectos secundarios de este amor pasional y despechado, así como por los devastadores efectos colaterales (nunca mejor dicho), en los que podría derivar esta tensión sexual, aun no resuelta. Nadie imaginaba que las relaciones sexuales entre países, pudiesen llegar a este estado de sobreexcitación pasional. La habilidad del aparato del coreano, no le ha gustado nada al tamaño del arsenal americano.
El problema como muchos podrían pensar no es de la personalidad del señor Trump, sino que la culpa la tiene el resto del mundo, incluidos algunos psiquiatras de su país, que no entienden el carácter especial del Presidente. La Casa Blanca preocupada por el asunto, y por las dudas que se ciernen sobre su inquilino, ha decidido realizarle un test de aptitud, más que de personalidad. Acto seguido, en vez de ofrecer a la opinión pública un informe psicológico, ha publicado sus excelentes resultados, en lugar de ofrecer a sus ciudadanos, las pertinentes disculpas por los desaires, desplantes y desprecios públicos e internacionales a los que tiene acostumbrados el señor Trump al planeta (incluidos animales y plantas).
Lo realmente preocupante es que los psicólogos de la Casa Blanca, aun no hayan dado con los tres mundos en los que se mueve el señor Trump. El primer mundo está formado exclusivamente por él, al cual se debe (Trump first). El segundo está formado por América (América second). Y el tercer mundo está constituido por el resto del planeta (third planet). Se ignora por lo tanto en qué mundo tiene incluidos el Presidente a sus ciudadanos, ya que este siempre sitúa a la nación por encima de ellos.
Hace unos días, el surfista (s-URRS-first-a) ruso, ha cumplido, en contra de no pocos pronósticos, su primer año de mandato. Un tiempo durante el cual, se ha presentado como un americano, más que como un ciudadano del mundo, al cual le preocupan sus problemas. Los tornados, las inundaciones y las impresionantes nevadas que padecen los americanos, son para el Presidente, fenómenos de cuyo origen es mejor no hablar. El cambio climático no importa, y de existir este (cosa que aún no ha reconocido), tendría que adaptarse también a él.
José Luis Meléndez. Madrid, 27 de enero del 2018
Fuente de la imagen: commons.wikimedia.org
Donald Trump, o lo que es lo mismo, Donald Putin, más conocido como el Ras-Putin americano, se vanagloria del tamaño y de la potencia sexual de su arsenal militar de misiles con forma fálica ante el líder coreano Kim Jong-un. Y es que desde que Rasputín ha entrado en la Casa Blanca, los Estados Unidos de América, se han convertido en la primera prepotencia mundial de naciones. Bien lo saben los americanos que se avergüenzan de cada uno de los desaires, desmanes y provocaciones públicas a las que los tiene acostumbrados su histriónico Presidente.
Las guerras frías, que ya llevan años, no tienen visos de acabar, mientras los hombres sigan ocupando las presidencias nacionales, ya que los atributos armamentísticos seguirán siendo sin lugar a dudas un factor primordial a tener en cuenta, por encima de la empatía, la comunicación y la concordia entre los distintos países. La testosterona seguirá costando un dinero ingente a los Estados; bueno más bien a los ciudadanos del mundo, que en definitiva somos todos.
Para que los índices de testosterona aumenten, son necesarios varios factores: por un lado otro sujeto, y por otro un escenario de estrés. Esto es lo que le ha pasado a Rasputín y al líder coreano Kim Jong-un (alias Kinyo), nombre propio que traducido al español según su pronunciación (king-yo-mun), vendría a significar algo así como el rey del yo-yo, es decir, el campeón del narcisismo mundial.
Nadie duda que las eyaculaciones aéreas de los cohetes coreanos, han sido para la humanidad, pero muy especialmente para Rasputín, una exhibición pornográfica y obscena. De ahí sus rifirrafes a través de Twitter (lugar no muy apropiado para llegar a un entendimiento), entre ambos líderes. Y si no que se lo digan al pajarito de dicha red social, que cambió su canto de “pio-pio-pi” a “cua-cuaa-cuaaa-cuaaaa”.
Los duelos dialécticos que tienen lugar entre machos, no se parecen en nada a los que tienen lugar entre caballeros. El caballero se mueve por el honor, y el macho por la testosterona con la cual suele marcar su territorio. El señor Trump le ha llamado “enano” a Kinyo. Se desconoce si esta alusión al tamaño, va dirigida directamente a su persona o a su “hermano pequeño”. Kinyo, le ha respondido, y le ha llamado “chocho viejo”.
Entretanto los ciudadanos del mundo andan preocupados (con toda razón), por los efectos secundarios de este amor pasional y despechado, así como por los devastadores efectos colaterales (nunca mejor dicho), en los que podría derivar esta tensión sexual, aun no resuelta. Nadie imaginaba que las relaciones sexuales entre países, pudiesen llegar a este estado de sobreexcitación pasional. La habilidad del aparato del coreano, no le ha gustado nada al tamaño del arsenal americano.
El problema como muchos podrían pensar no es de la personalidad del señor Trump, sino que la culpa la tiene el resto del mundo, incluidos algunos psiquiatras de su país, que no entienden el carácter especial del Presidente. La Casa Blanca preocupada por el asunto, y por las dudas que se ciernen sobre su inquilino, ha decidido realizarle un test de aptitud, más que de personalidad. Acto seguido, en vez de ofrecer a la opinión pública un informe psicológico, ha publicado sus excelentes resultados, en lugar de ofrecer a sus ciudadanos, las pertinentes disculpas por los desaires, desplantes y desprecios públicos e internacionales a los que tiene acostumbrados el señor Trump al planeta (incluidos animales y plantas).
Lo realmente preocupante es que los psicólogos de la Casa Blanca, aun no hayan dado con los tres mundos en los que se mueve el señor Trump. El primer mundo está formado exclusivamente por él, al cual se debe (Trump first). El segundo está formado por América (América second). Y el tercer mundo está constituido por el resto del planeta (third planet). Se ignora por lo tanto en qué mundo tiene incluidos el Presidente a sus ciudadanos, ya que este siempre sitúa a la nación por encima de ellos.
Hace unos días, el surfista (s-URRS-first-a) ruso, ha cumplido, en contra de no pocos pronósticos, su primer año de mandato. Un tiempo durante el cual, se ha presentado como un americano, más que como un ciudadano del mundo, al cual le preocupan sus problemas. Los tornados, las inundaciones y las impresionantes nevadas que padecen los americanos, son para el Presidente, fenómenos de cuyo origen es mejor no hablar. El cambio climático no importa, y de existir este (cosa que aún no ha reconocido), tendría que adaptarse también a él.
José Luis Meléndez. Madrid, 27 de enero del 2018
Fuente de la imagen: commons.wikimedia.org
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