Estimados lectores de LPR:
Antes de publicar estas líneas y estas imágenes, he llevado a cabo un proceso de reflexión. Mi última intención es entristecer y herir la sensibilidad de los lectores de este blog. Al final he llegado a la conclusión de que gracias a esta historia, muchas personas podrían aprovechar y disfrutar más su bien más preciado: la vida.
Hasta ayer, mi hermano y yo formábamos parte de una familia como cualquiera de la de ustedes. Éramos dos inocentes polluelos de paloma torcaz que acabábamos de abrir los ojos a la vida, y vivíamos rodeados de un inmenso amor por nuestros padres en el nido. Desconozco las circunstancias por las cuales en un momento, mi hermano y yo nos vimos en escasos instantes estampados contra el suelo. Quizás ya empezábamos a ser demasiado grandes y el nido se nos quedó pequeño.
Como resultado de este inesperado accidente, mi hermano murió a escasos centímetros de mí, y yo quedé mortalmente herido, ya que como puede verse en la primera imagen, parte del sistema digestivo erupcionó mi piel, como consecuencia del golpe, deduzco. Un pronóstico nada halagüeño. Ese ha sido nuestro primer y último vuelo. De mi hermano prefiero no dar detalles de su aspecto. Supongo que comprenderán los motivos.
Todo ocurrió ayer día 4 de septiembre. A mediodía una señora paseaba por uno de los jardines de la calle Cuevas de Almanzora. Durante unos instantes se quedó mirándome, pero siguió su camino. Tuve la suerte de que las manos de este blog animalista, se percataron de la escena. Entonces pude ser rescatado. Por eso quiero agradecer a este blog y a los miembros de la Unidad de Medioambiente de Madrid la urgencia, y el amor con el que me trataron. En apenas veinte minutos, estaba en el coche patrulla rumbo a Brinzal, Centro de Recuperación de Aves Rapaces.
Sé lo mal que lo han tenido que pasar al verme y cogerme en este estado. Estoy seguro como dicen que el estrés fomenta la creatividad. No hay más que ver la cama que me diseño el director de este blog partiendo de un tetrabrik. He visto con mis propios ojos como lo abrió, y después de enjuagarlo, le puso como almohadilla papel higiénico, para que no me golpease en el trayecto.
No he escrito estas líneas, como decía para dar pena, sino para dejar constancia de mi historia. Si mi corta vida ha servido para dejar constancia de mi utilidad, y para hacer que la gente aproveche su vida y su tiempo en ayudar a los demás, doy por satisfecha la misma. Si hay algo que he aprendido en mi corta estancia, es que la vida es un deporte de alto riesgo. Es cierto que no he podido volar, ni cantar de alegría, pero he podido contar de una mano amiga mi consejo: por favor, aprovechen la vida. Esa es mi pequeña y posiblemente, última lección.
José Luis Meléndez. Madrid, 5 de septiembre del 2017.
Antes de publicar estas líneas y estas imágenes, he llevado a cabo un proceso de reflexión. Mi última intención es entristecer y herir la sensibilidad de los lectores de este blog. Al final he llegado a la conclusión de que gracias a esta historia, muchas personas podrían aprovechar y disfrutar más su bien más preciado: la vida.
Hasta ayer, mi hermano y yo formábamos parte de una familia como cualquiera de la de ustedes. Éramos dos inocentes polluelos de paloma torcaz que acabábamos de abrir los ojos a la vida, y vivíamos rodeados de un inmenso amor por nuestros padres en el nido. Desconozco las circunstancias por las cuales en un momento, mi hermano y yo nos vimos en escasos instantes estampados contra el suelo. Quizás ya empezábamos a ser demasiado grandes y el nido se nos quedó pequeño.
Como resultado de este inesperado accidente, mi hermano murió a escasos centímetros de mí, y yo quedé mortalmente herido, ya que como puede verse en la primera imagen, parte del sistema digestivo erupcionó mi piel, como consecuencia del golpe, deduzco. Un pronóstico nada halagüeño. Ese ha sido nuestro primer y último vuelo. De mi hermano prefiero no dar detalles de su aspecto. Supongo que comprenderán los motivos.
Todo ocurrió ayer día 4 de septiembre. A mediodía una señora paseaba por uno de los jardines de la calle Cuevas de Almanzora. Durante unos instantes se quedó mirándome, pero siguió su camino. Tuve la suerte de que las manos de este blog animalista, se percataron de la escena. Entonces pude ser rescatado. Por eso quiero agradecer a este blog y a los miembros de la Unidad de Medioambiente de Madrid la urgencia, y el amor con el que me trataron. En apenas veinte minutos, estaba en el coche patrulla rumbo a Brinzal, Centro de Recuperación de Aves Rapaces.
Sé lo mal que lo han tenido que pasar al verme y cogerme en este estado. Estoy seguro como dicen que el estrés fomenta la creatividad. No hay más que ver la cama que me diseño el director de este blog partiendo de un tetrabrik. He visto con mis propios ojos como lo abrió, y después de enjuagarlo, le puso como almohadilla papel higiénico, para que no me golpease en el trayecto.
No he escrito estas líneas, como decía para dar pena, sino para dejar constancia de mi historia. Si mi corta vida ha servido para dejar constancia de mi utilidad, y para hacer que la gente aproveche su vida y su tiempo en ayudar a los demás, doy por satisfecha la misma. Si hay algo que he aprendido en mi corta estancia, es que la vida es un deporte de alto riesgo. Es cierto que no he podido volar, ni cantar de alegría, pero he podido contar de una mano amiga mi consejo: por favor, aprovechen la vida. Esa es mi pequeña y posiblemente, última lección.
José Luis Meléndez. Madrid, 5 de septiembre del 2017.
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