Hay noches de agosto
en jardines privados;
hay botellas con alma sin mosto,
y amigos abstemio educados.
Hay gatitas que asaltan tejados,
deseando ser amadas;
hay plantas maltratadas,
aborrecidas por malvados,
que regar de madrugada.
Hay un hombre sin techo, desecho,
que acude a la fuente del parque;
hay un amigo que espera el desmarque,
de su medicina maltrecho.
Hay corazones hermanos,
que se dan la mano;
hay almas que juntas entonan,
cuándo la luna se asoma,
un canto cercano.
Hay aspersores del césped que calan,
que mojan y empapan;
que no logran curar la embriaguez,
de una inclinada pared.
Hay una perra, que sin molestar
no conoce a su dueño;
hay más malestar,
que ganas de sueño.
Hay un tipo sentado,
con pinta chunga en el espejo;
hay un señor despejado,
que veo borroso a lo lejos.
Historia del poema
He invitado a cenar a mi amigo Miguel. Le he preguntado el día anterior que deseaba para beber. Me ha contestado que agua. Lo he tomado como un cumplido, y he decidido abastecerme de provisiones. Esta noche he cocinado como anfitrión, a petición del invitado, una paella vegetariana. Durante la preparación de la misma, he ofrecido a mi amigo cerveza, pero me ha confirmado in situ su lamentable abstemia. Como entrantes hemos tomado unos sándwiches vegetales. Hemos cenado en el jardín a cielo descubierto en esta noche tranquila de agosto. Durante el transcurso de la cena Nacha, la gatita de mi vecina, ha pasado a saludarme. Ha descendido por el tejado a la valla, y no ha podido continuar debido a la enredadera que cortaba su camino. En ese momento, la he llamado, ha venido, y se ha dejado coger sin mucha dificultad.
A la una y media, se ha ido mi amigo. Se ha ofrecido a ayudarme a fregar, pero no lo he permitido. Acto seguido he procedido a fregar, y he optado mientras tanto por terminar las botellas empezadas. A las dos y cuarto aproximadamente, he sacado a mi mascota, y posteriormente, me he dirigido a la fuente que hay en el parque, enfrente de la calle Bembibre, con objeto de regar dos palmeras olvidadas y maltratadas por los vecinos, que se encontraban en un estado lamentable. Al proceder a llenar unos bidones de agua, he visto como se dirigía hacia mí una persona sin techo. Una vez se ha acercado, se ha dirigido a mí de forma balbuceante. Los dos teníamos prácticamente el mismo estado de embriaguez, pero hemos logrado entendernos a la perfección.
Me ha explicado cómo ha podido, que venía a por agua para dar la medicación a su compañero que estaba enfermo en el colchón de un soportal. Para ello me ha explicado que una de las botellas que llevaba (la más limpia), la iba a reservar para su compañero, y que él iba a coger una del contenedor amarillo para su uso propio. El hecho de levantarse y venir a la fuente, y el de reservar la mejor botella para su compañero, me ha sobrecogido de emoción el corazón, de ahí la expresión: “hay corazones hermanos, que se dan la mano”. Mientras han saltado los aspersores del césped, y nos hemos mojado juntos. Ha sido la ducha más emotiva y solidaria de mi vida. En la foto 1 (nocturna), se puede ver a la izquierda la sombra de la fuente, y al final los contenedores de basura. En la foto2 (diurna) la fuente y el césped del parque.
Agradecimientos:
Gracias, Miguel: al final te bebistes un vaso de sidra, y eso que tenías que conducir un largo trayecto. Sin tu abstemia no hubiese sido posible esta noche mágica, de conexión con las musas.
Gracias Kutxi por tus cuidados. Gracias Nacha por tus visitas. Gracias amigo desconocido por aquel encuentro noctámbulo y fraternal. Gracias al agua por intentar aliviar mi malestar pasajero. Gracias al sueño por devolverme a mi mísmo.
Gracias a los vecinos del bloque de la calle San Pedro de Cardeña, 68 por cuidar de vuestras plantas. Solo pedían un poco de agua.
José Luis Meléndez. Madrid, 9 de agosto del 2016
en jardines privados;
hay botellas con alma sin mosto,
y amigos abstemio educados.
Hay gatitas que asaltan tejados,
deseando ser amadas;
hay plantas maltratadas,
aborrecidas por malvados,
que regar de madrugada.
Hay un hombre sin techo, desecho,
que acude a la fuente del parque;
hay un amigo que espera el desmarque,
de su medicina maltrecho.
Hay corazones hermanos,
que se dan la mano;
hay almas que juntas entonan,
cuándo la luna se asoma,
un canto cercano.
Hay aspersores del césped que calan,
que mojan y empapan;
que no logran curar la embriaguez,
de una inclinada pared.
Hay una perra, que sin molestar
no conoce a su dueño;
hay más malestar,
que ganas de sueño.
Hay un tipo sentado,
con pinta chunga en el espejo;
hay un señor despejado,
que veo borroso a lo lejos.
Historia del poema
He invitado a cenar a mi amigo Miguel. Le he preguntado el día anterior que deseaba para beber. Me ha contestado que agua. Lo he tomado como un cumplido, y he decidido abastecerme de provisiones. Esta noche he cocinado como anfitrión, a petición del invitado, una paella vegetariana. Durante la preparación de la misma, he ofrecido a mi amigo cerveza, pero me ha confirmado in situ su lamentable abstemia. Como entrantes hemos tomado unos sándwiches vegetales. Hemos cenado en el jardín a cielo descubierto en esta noche tranquila de agosto. Durante el transcurso de la cena Nacha, la gatita de mi vecina, ha pasado a saludarme. Ha descendido por el tejado a la valla, y no ha podido continuar debido a la enredadera que cortaba su camino. En ese momento, la he llamado, ha venido, y se ha dejado coger sin mucha dificultad.
A la una y media, se ha ido mi amigo. Se ha ofrecido a ayudarme a fregar, pero no lo he permitido. Acto seguido he procedido a fregar, y he optado mientras tanto por terminar las botellas empezadas. A las dos y cuarto aproximadamente, he sacado a mi mascota, y posteriormente, me he dirigido a la fuente que hay en el parque, enfrente de la calle Bembibre, con objeto de regar dos palmeras olvidadas y maltratadas por los vecinos, que se encontraban en un estado lamentable. Al proceder a llenar unos bidones de agua, he visto como se dirigía hacia mí una persona sin techo. Una vez se ha acercado, se ha dirigido a mí de forma balbuceante. Los dos teníamos prácticamente el mismo estado de embriaguez, pero hemos logrado entendernos a la perfección.
Me ha explicado cómo ha podido, que venía a por agua para dar la medicación a su compañero que estaba enfermo en el colchón de un soportal. Para ello me ha explicado que una de las botellas que llevaba (la más limpia), la iba a reservar para su compañero, y que él iba a coger una del contenedor amarillo para su uso propio. El hecho de levantarse y venir a la fuente, y el de reservar la mejor botella para su compañero, me ha sobrecogido de emoción el corazón, de ahí la expresión: “hay corazones hermanos, que se dan la mano”. Mientras han saltado los aspersores del césped, y nos hemos mojado juntos. Ha sido la ducha más emotiva y solidaria de mi vida. En la foto 1 (nocturna), se puede ver a la izquierda la sombra de la fuente, y al final los contenedores de basura. En la foto2 (diurna) la fuente y el césped del parque.
Agradecimientos:
Gracias, Miguel: al final te bebistes un vaso de sidra, y eso que tenías que conducir un largo trayecto. Sin tu abstemia no hubiese sido posible esta noche mágica, de conexión con las musas.
Gracias Kutxi por tus cuidados. Gracias Nacha por tus visitas. Gracias amigo desconocido por aquel encuentro noctámbulo y fraternal. Gracias al agua por intentar aliviar mi malestar pasajero. Gracias al sueño por devolverme a mi mísmo.
Gracias a los vecinos del bloque de la calle San Pedro de Cardeña, 68 por cuidar de vuestras plantas. Solo pedían un poco de agua.
José Luis Meléndez. Madrid, 9 de agosto del 2016
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