Sí, eso quizás hemos sido: dos planetas que no llegaron nunca a tocarse
Que absurdo es decir adiós, a una historia que nunca existió; a una vida nueva que pudo ser y no fue. Intentaré olvidar las vueltas que he dado estos años alrededor de ti, como si fuera un astro poseído por el resplandor de tu luz, y la gravedad de tu belleza. Sí, eso quizás hemos sido. Dos planetas que no llegaron nunca a tocarse. Que no se atrevieron a verse ni a mirarse, por miedo a desintegrarse juntos, en una nueva estrella más grande, luminosa, impredecible e incierta.
Tú como siempre: inerte, seductora, distante y resplandeciente. Intentando ocultar la existencia de algún que otro planeta más cercano a ti. Yo temeroso de amarte, al ser consciente de que mis sentimientos, son lo suficientemente grandes y auténticos, como para habernos envuelto juntos en una ardiente y apasionada lengua de fuego, incontrolable y arrolladora. Fiel cada día a la órbita injusta y equidistante que años luz nos separa. Triste al ver como hoy tu infidelidad e indiferencia, me obligan a dejar de seguir el tránsito de tu misma órbita.
Lamentaré no tenerte, mientras observo cómo te pierdo, y como me gano. Soñaré siempre con respirar el perfume aún desconocido de tu atmósfera misteriosa. En ser el cometa que un día dibuje en el universo, una constelación formada por las letras de nuestros nombres. Giraré sobre mí mismo, pero eternamente alrededor tuyo. Como si una fuerza misteriosa, me anunciase de una forma ilusoria, que solo tú eres mi única estrella, y no el agujero negro, que cada día me absorbe y me devora.
Fuente de la imagen: flickr.com
José Luis Meléndez. Madrid, 7 de Mayo del 2016
Que absurdo es decir adiós, a una historia que nunca existió; a una vida nueva que pudo ser y no fue. Intentaré olvidar las vueltas que he dado estos años alrededor de ti, como si fuera un astro poseído por el resplandor de tu luz, y la gravedad de tu belleza. Sí, eso quizás hemos sido. Dos planetas que no llegaron nunca a tocarse. Que no se atrevieron a verse ni a mirarse, por miedo a desintegrarse juntos, en una nueva estrella más grande, luminosa, impredecible e incierta.
Tú como siempre: inerte, seductora, distante y resplandeciente. Intentando ocultar la existencia de algún que otro planeta más cercano a ti. Yo temeroso de amarte, al ser consciente de que mis sentimientos, son lo suficientemente grandes y auténticos, como para habernos envuelto juntos en una ardiente y apasionada lengua de fuego, incontrolable y arrolladora. Fiel cada día a la órbita injusta y equidistante que años luz nos separa. Triste al ver como hoy tu infidelidad e indiferencia, me obligan a dejar de seguir el tránsito de tu misma órbita.
Lamentaré no tenerte, mientras observo cómo te pierdo, y como me gano. Soñaré siempre con respirar el perfume aún desconocido de tu atmósfera misteriosa. En ser el cometa que un día dibuje en el universo, una constelación formada por las letras de nuestros nombres. Giraré sobre mí mismo, pero eternamente alrededor tuyo. Como si una fuerza misteriosa, me anunciase de una forma ilusoria, que solo tú eres mi única estrella, y no el agujero negro, que cada día me absorbe y me devora.
Fuente de la imagen: flickr.com
José Luis Meléndez. Madrid, 7 de Mayo del 2016
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