Algunos influenciados por la cultura y las generaciones de antaño, prefieren otorgarle al amor verdadero un carácter eterno
Va a hacer tres años, desde que aquel sábado, después de ponerme en contacto con el organizador del encuentro, decidí asistir a varias reuniones de grupo, en la que se debatía todos los fines de semana sobre el mismo tema, es decir, sobre el amor verdadero. El ponente y líder de dicho grupo, después de exponer algunas ideas sobre el tema, solía cerrarlo (aún continúa el grupo, y sigo recibiendo invitaciones), con lo que él consideraba que era el concepto del amor verdadero. A continuación procedía a abrir el debate a los demás miembros que reunidos en círculo, iban exponiendo sus opiniones. Según él, dicha definición, quedaría resumida en los siguientes términos: "el amor verdadero es una fuerza emocional que une al sujeto amante con el sujeto amado, con el propósito de hacer crecer a este, respetando su propia naturaleza".
La definición suena tan bien, y está tan bien expuesta, que si uno no la analizara, terminaría creyéndose a pies juntillas dicha afirmación. De entrada excluye el amor propio, ya que según la definición, son necesarios dos actores como son el amante y el amado. En segundo término excluye la reciprocidad de dicho sentimiento, y en tercer lugar, cae en una cierta contradicción, ya que cuando uno intenta hacer crecer a la otra persona, está influyendo en su propia naturaleza. Máxime si tenemos en cuenta que el proceso de crecimiento interior, es una evolución libre y personal, que debe partir del propio individuo.
Mientras que la psicología ha defendido a lo largo de su historia el amor a uno mismo, como fundamento de la autoestima, las distintas religiones milenarias, han proclamado y aun en nuestros días siguen defendiendo el amor al prójimo, antes que enseñarnos a darnos a nosotros mismos. Un mal comienzo para establecer auténticas relaciones personales. Pero no sólo eso, todos recordamos como de pequeños, se nos ha educado de manera exclusiva y con especial hincapié en algunos tipos de amor como es el amor a la familia, a Dios, a la pareja, de manera muy especial este, en el caso de las mujeres. El amor a los amigos, a los compañeros de trabajo, a las ideas o más grandes principios, incluso a la nación, la sociedad, la naturaleza, o el amor a todos los seres del universo, han brillado por su ausencia.
No es de extrañar por lo tanto que cuando uno diga que ama a su mascota, a uno poco menos que lo tomen por loco. En otras palabras, se nos viene a decir que para estar enamorado, uno solo puede estarlo de una persona, y si es del sexo contrario, pues más auténtico, y mejor que mejor. Esta limitación de los sentimientos y del amor desde la más tierna infancia, constituye una clara contradicción a lo que se considera desde siempre, un amor sino verdadero, al menos auténtico.
A la mujer se la ha educado en la teoría de que para despertar su instinto maternal poco menos que tenía que casarse y tener hijos, para que la naturaleza obrase el resto. Que se lo digan hoy a todas esas mujeres solteras o voluntarias que dedican su tiempo bien de forma parcial, o de una forma comprometida a cuidar de sus mascotas, si no se sienten más realizadas que muchas madres. Si no sienten como parte de ellas esas criaturas encantadoras que al contrario de los hijos conservan de por vida su inocencia. O a esas madres y padres separados y sin hijos que ven como sus mascotas desempeñan en sus vidas el papel de hijos, fieles e incondicionales amigos, y amantes espirituales con los cuales es hoy en día convivir durante más años, que con una pareja. De esta manera vemos como un cuento mal contado en la infancia, puede convertirse en una historia dramática en la edad adulta.
¿No será la pareja tradicional para algunos un invento del sistema para tener un mejor y mayor control sobre los individuos?, ¿No es más fácil controlar a miles de grupos, que a millones de personas, cada una de ellas con su respectiva individualidad?, ¿Por qué cada vez vamos hacia un mundo más globalizado, y con menos libertades?, ¿Por qué se bendicen institucionalmente tantos "amores verdaderos"?, ¿Qué parte de responsabilidad debería de asumir los representantes de la sociedad por estas víctimas del amor?, ¿Acuden libremente y/o en plenas facultades mentales al altar o al juzgado los cónyuges o más bien en un estado alterado de conciencia?
Para intentar definir el amor verdadero, tenemos previamente que definir o al menos tener claros los dos conceptos por los cuales está formado este doble término. El concepto de amor, lo define la RAE, como un conjunto de sentimientos que ligan una persona a otra, o bien a las cosas, ideas, etcétera. El concepto de verdad, hace alusión a la conformidad de las cosas con el concepto que de ellas tiene la mente. Como vemos, mientras que el amor hace referencia a los sentimientos, la verdad lo hace a la mente.
¿Es posible definir un doble término como este tan ambiguo, y contradictorio? ¿Qué tiene más fuerza, un sentimiento o una idea? Si nos atenemos a las definiciones anteriores observamos que en última instancia es la mente, quien decide sobre el corazón si un amor es verdadero o no. Aunque el amor cuando llega, lo hace de forma imprevista, lo cierto es que uno si no quiere, y está a la defensiva, evitará a toda costa el amor. Es decir de nuevo la idea preconcebida puede parar de forma consciente el amor. Algunos sin embargo, influenciados por la cultura y las generaciones de antaño, prefieren otorgarle al amor verdadero un carácter eterno. Algo discutible porque un amor auténtico no se basa en la duración, sino en la calidad de sus sentimientos.
Hace unos días por fin encontré algunas citas que podrían definir perfectamente lo que es el amor verdadero. La cita anónima (agárrense), dice lo siguiente: "El amor verdadero es cuando alguien acepta tu pasado sin juzgarte, tu presente sin cambiarte, y tu futuro sin limitarte". La frase además de ser de una profundidad sin igual, explica el por qué muchas parejas de hoy en día fracasan. Unos en lugar de cambiarse y renovarse a sí mismos y por ende a la pareja, ven en la pareja una oportunidad para ejercer el control sobre el otro. Y una vez que lo han cambiado, incapaces de sorprenderse a sí mismas, se otorgan todavía la osadía de la echar la culpa de "su" fracaso matrimonial a la otra parte.
Alejandro Jodorowsky, artista, escritor, director teatral, guionista, compositor, y dibujante chileno, va más lejos y explica este profundo sentimiento de una forma si se quiere más simple: "Amor es lo que tenemos mi gato y yo: ¡no nos pedimos nada, y ni él quiere cambiarme, ni yo a él! Eso es el amor: estar contento con la existencia del otro, simplemente. No esperar nada de él". Pero existe otra forma quizás más sencilla de definir el verdadero amor, como es la de invertir el orden de sus palabras. Entonces entenderemos, que la verdad del amor, es que nace, envejece y muere, y también está sujeto a las leyes de la naturaleza. Y a los ciclos de la vida.
José Luis Meléndez. Madrid, 4 de Abril del 2016
Fuente de la imagen: Flickr.com
Va a hacer tres años, desde que aquel sábado, después de ponerme en contacto con el organizador del encuentro, decidí asistir a varias reuniones de grupo, en la que se debatía todos los fines de semana sobre el mismo tema, es decir, sobre el amor verdadero. El ponente y líder de dicho grupo, después de exponer algunas ideas sobre el tema, solía cerrarlo (aún continúa el grupo, y sigo recibiendo invitaciones), con lo que él consideraba que era el concepto del amor verdadero. A continuación procedía a abrir el debate a los demás miembros que reunidos en círculo, iban exponiendo sus opiniones. Según él, dicha definición, quedaría resumida en los siguientes términos: "el amor verdadero es una fuerza emocional que une al sujeto amante con el sujeto amado, con el propósito de hacer crecer a este, respetando su propia naturaleza".
La definición suena tan bien, y está tan bien expuesta, que si uno no la analizara, terminaría creyéndose a pies juntillas dicha afirmación. De entrada excluye el amor propio, ya que según la definición, son necesarios dos actores como son el amante y el amado. En segundo término excluye la reciprocidad de dicho sentimiento, y en tercer lugar, cae en una cierta contradicción, ya que cuando uno intenta hacer crecer a la otra persona, está influyendo en su propia naturaleza. Máxime si tenemos en cuenta que el proceso de crecimiento interior, es una evolución libre y personal, que debe partir del propio individuo.
Mientras que la psicología ha defendido a lo largo de su historia el amor a uno mismo, como fundamento de la autoestima, las distintas religiones milenarias, han proclamado y aun en nuestros días siguen defendiendo el amor al prójimo, antes que enseñarnos a darnos a nosotros mismos. Un mal comienzo para establecer auténticas relaciones personales. Pero no sólo eso, todos recordamos como de pequeños, se nos ha educado de manera exclusiva y con especial hincapié en algunos tipos de amor como es el amor a la familia, a Dios, a la pareja, de manera muy especial este, en el caso de las mujeres. El amor a los amigos, a los compañeros de trabajo, a las ideas o más grandes principios, incluso a la nación, la sociedad, la naturaleza, o el amor a todos los seres del universo, han brillado por su ausencia.
No es de extrañar por lo tanto que cuando uno diga que ama a su mascota, a uno poco menos que lo tomen por loco. En otras palabras, se nos viene a decir que para estar enamorado, uno solo puede estarlo de una persona, y si es del sexo contrario, pues más auténtico, y mejor que mejor. Esta limitación de los sentimientos y del amor desde la más tierna infancia, constituye una clara contradicción a lo que se considera desde siempre, un amor sino verdadero, al menos auténtico.
A la mujer se la ha educado en la teoría de que para despertar su instinto maternal poco menos que tenía que casarse y tener hijos, para que la naturaleza obrase el resto. Que se lo digan hoy a todas esas mujeres solteras o voluntarias que dedican su tiempo bien de forma parcial, o de una forma comprometida a cuidar de sus mascotas, si no se sienten más realizadas que muchas madres. Si no sienten como parte de ellas esas criaturas encantadoras que al contrario de los hijos conservan de por vida su inocencia. O a esas madres y padres separados y sin hijos que ven como sus mascotas desempeñan en sus vidas el papel de hijos, fieles e incondicionales amigos, y amantes espirituales con los cuales es hoy en día convivir durante más años, que con una pareja. De esta manera vemos como un cuento mal contado en la infancia, puede convertirse en una historia dramática en la edad adulta.
¿No será la pareja tradicional para algunos un invento del sistema para tener un mejor y mayor control sobre los individuos?, ¿No es más fácil controlar a miles de grupos, que a millones de personas, cada una de ellas con su respectiva individualidad?, ¿Por qué cada vez vamos hacia un mundo más globalizado, y con menos libertades?, ¿Por qué se bendicen institucionalmente tantos "amores verdaderos"?, ¿Qué parte de responsabilidad debería de asumir los representantes de la sociedad por estas víctimas del amor?, ¿Acuden libremente y/o en plenas facultades mentales al altar o al juzgado los cónyuges o más bien en un estado alterado de conciencia?
Para intentar definir el amor verdadero, tenemos previamente que definir o al menos tener claros los dos conceptos por los cuales está formado este doble término. El concepto de amor, lo define la RAE, como un conjunto de sentimientos que ligan una persona a otra, o bien a las cosas, ideas, etcétera. El concepto de verdad, hace alusión a la conformidad de las cosas con el concepto que de ellas tiene la mente. Como vemos, mientras que el amor hace referencia a los sentimientos, la verdad lo hace a la mente.
¿Es posible definir un doble término como este tan ambiguo, y contradictorio? ¿Qué tiene más fuerza, un sentimiento o una idea? Si nos atenemos a las definiciones anteriores observamos que en última instancia es la mente, quien decide sobre el corazón si un amor es verdadero o no. Aunque el amor cuando llega, lo hace de forma imprevista, lo cierto es que uno si no quiere, y está a la defensiva, evitará a toda costa el amor. Es decir de nuevo la idea preconcebida puede parar de forma consciente el amor. Algunos sin embargo, influenciados por la cultura y las generaciones de antaño, prefieren otorgarle al amor verdadero un carácter eterno. Algo discutible porque un amor auténtico no se basa en la duración, sino en la calidad de sus sentimientos.
Hace unos días por fin encontré algunas citas que podrían definir perfectamente lo que es el amor verdadero. La cita anónima (agárrense), dice lo siguiente: "El amor verdadero es cuando alguien acepta tu pasado sin juzgarte, tu presente sin cambiarte, y tu futuro sin limitarte". La frase además de ser de una profundidad sin igual, explica el por qué muchas parejas de hoy en día fracasan. Unos en lugar de cambiarse y renovarse a sí mismos y por ende a la pareja, ven en la pareja una oportunidad para ejercer el control sobre el otro. Y una vez que lo han cambiado, incapaces de sorprenderse a sí mismas, se otorgan todavía la osadía de la echar la culpa de "su" fracaso matrimonial a la otra parte.
Alejandro Jodorowsky, artista, escritor, director teatral, guionista, compositor, y dibujante chileno, va más lejos y explica este profundo sentimiento de una forma si se quiere más simple: "Amor es lo que tenemos mi gato y yo: ¡no nos pedimos nada, y ni él quiere cambiarme, ni yo a él! Eso es el amor: estar contento con la existencia del otro, simplemente. No esperar nada de él". Pero existe otra forma quizás más sencilla de definir el verdadero amor, como es la de invertir el orden de sus palabras. Entonces entenderemos, que la verdad del amor, es que nace, envejece y muere, y también está sujeto a las leyes de la naturaleza. Y a los ciclos de la vida.
José Luis Meléndez. Madrid, 4 de Abril del 2016
Fuente de la imagen: Flickr.com
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