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10 de junio de 2015

Ese tierno olor a nido...

Con el corazón partido, y en un puño, no hacía más que preguntarme si había hecho bien en cogerle

“¡Qué cosas te pasan, José!”, me decía una amiga, en una red social, al publicar hace unos días las fotos del último rescate de una preciosa y jovencita salamanquesa, que decidió ese día entrar en casa, y hacerme compañía en el techo de la cocina, mientras un servidor leía. La escena era algo así como: “ya que estás, cuéntame un cuento para dormir contigo…”. ¡Vaya!, su madre, Blanquita (apodada así por su color), ha vuelto a ser mamá. Y como ya le salvé a ella un día de la encerrona, cuando se metió a espiarme en el plato de la ducha, y a otra de sus niñas, al parecer, me ha asignado el papel de canguro. ¡Qué gracia…!

Cuando una persona, amante de los animales, perteneciente a una organización que vela por los derechos de los animales, te dirige una frase como la anterior, algo de verdad tiene que haber. Será el karma le contesté, alguna relación de causa – efecto de una/as vidas anteriores a esta, le contesté. Cierto es que el barrio donde vivo, es un barrio verde, y por este motivo, es muy probable encontrarse de vez en cuando algún animalito, en situación de apuros (ver publicación “Corazones Verdes”), pero aun así te preguntas: ¿por qué he nacido en este barrio?, ¿Por qué siempre me pasa a mí, y la mayor parte de las veces en fin de semana, que es cuando las Unidades de rescate, y las protectoras, tienen menos medios y personal?

Son las nueve de la mañana, de un soleado y bochornoso sábado seis de Junio. Me dispongo a salir de casa, y a tirar la basura. A los pocos metros de la puerta de casa, observo un pájaro con buen aspecto, que se encuentra de pie en los adoquines de la calle. Es época de cría. Al aproximarme a él, constato que el animal ni se ahuyenta, ni vuela. Decido acercarme un poco más, para comprobar su estado. Se trata de un polluelo de urraca precioso, provisto de todo el plumaje. Decido cogerlo con mis manos, momento en el cual comienza a emitir unos pueriles y escandalosos graznidos, mientras aletea de forma desesperada con sus alas, como diciendo: “jo, no me cojas, que ya me quedan pocos días para volar…”. Nuestro amigo/a, llamémosle con el diminutivo de su especie, Urri, me acompaña a terminar la gestión al cubo de la basura, y una vez realizada la tarea, regresamos juntos al lugar de partida.

Una vez en casa, procedo a acomodarle en un barreño, para que el animal se relaje. Mientras lo hace, me observa, y le dedico unas cuantas frases cariñosas, y preparo en un platito, un poco de pan con agua para hidratarle. Acto seguido, le doy unos golpecitos suaves con el dedo índice en el pico (como posiblemente habrá hecho su madre), para que lo abra. Al hacerlo de forma intermitente, Urri abre su boca, y dirige su cuello hacia arriba, mientras emite unos fuertes grazniditos. En ese momento, procedo con la otra mano a depositarle trocitos muy pequeños de miga de pan mojada. Lo idóneo, según los especialistas de GREFA, que atienden estos animales, es mojar pienso animal, que a diferencia del pan tiene proteínas, hasta que esté lo suficientemente disuelto o tenga forma de pasta, y darle solo una pequeña cantidad.

Minutos después, el animal se queda tranquilo, y se echa una siesta de un cuarto de hora, cansado de tantas emociones y esfuerzos. Entonces decido llevarle al lugar más fresco y tranquilo de casa, que es el cuarto de baño, y coloco el barreño en el interior del plato de la ducha. Cierro las puertas correderas, así como la de dicho cuarto, y apago la luz para que se encuentre tranquilo y descanse. Ha llegado el momento de solicitar el rescate. El comportamiento de Urri, fue en todo momento digno de alabanza. La luz y los ruidos, despertaban su curiosidad, y la oscuridad y el silencio le relajaban. En una de las pocas ocasiones que le cogí, con objeto de no lastimarle, pude comprobar que no podía abrir su ojo derecho.

Momentos antes de dar aviso, y de activar el dispositivo, fui testigo de los graznidos desesperados e insistentes de su madre por las inmediaciones de la casa. Con el corazón en un puño, no hacía más que preguntarme: “¿He hecho bien cogiéndole…? Aún estoy a tiempo de soltarle”. Recordemos que Urri, en el momento del rescate se encontraba a escasos metros de la carretera, y no había ningún árbol ni altillo seguro para dejarle, para que la madre viniera a prestarle auxilio. Además dentro de poco, iba apretar el calor, y es posible que no resistiese las altas temperaturas, o que algún desaprensivo lo cogiera.

Procedo a llamar con ciertos recelos a GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat). Siguiente pregunta: ¿aceptarán a Urri, como miembro de una especie con una fama tan desmerecida? ¡Hay suerte! Comunico el síntoma de su ojo izquierdo, el cual no logra abrir, y pregunto sobre cuál va a ser su destino. Urri, según nos informan, será reconocido al llegar al centro, le harán una radiografía, y permanecerá alimentado y cuidado unos días, si todo va bien, en compañía de otros miembros de su misma especie, hasta que pueda remontar el vuelo, y sea soltado en alguna zona de Madrid, en función de la población de Urracas existentes en dicha zona.

Una vez autorizado su ingreso, procedo a llamar a la Unidad de Medio Ambiente (U.M.A.), anteriormente denominada Patrulla Verde, adscrita al Ayuntamiento de Madrid, con el corazón partido, con objeto de que recojan el animal, lo lleven temporalmente a BRINZAL (Centro de Recuperación de Rapaces nocturnas), con el cual tiene esta unidad un acuerdo de colaboración. Este centro, a su vez, se encargará de llevarlo a GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat), su destino final.

Han sido solo unas horas, pero hoy, días después, no puedo dejar de acordarme de esos momentos tan emotivos, y de preguntarme qué tal estará. Lo hago con el consuelo de que un día Urri, pueda reencontrarse con su familia, y hacer una visita a su lugar de nacimiento, y al tejado de esta casa. Entretanto seguiré respirando ese tierno olor a nido...

José Luis Meléndez. Madrid, 10 de Junio del 2015

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