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30 de septiembre de 2014

Sangre española

El arte es creación, no destrucción

Hay personas que no lo saben, y lo que es peor, no quieren darse cuenta. Afirmar en pleno siglo XXI, que existen animales que contribuyen a la sociedad en mayor medida que muchas personas, es algo tan evidente como paradójico: existen más animales que salvan vidas, que torturadores bendecidos con cierta complicidad por algunos credos y Estados. Animales de compañía que tratan la depresión, perros guía, de rescate, antidroga, de defensa, de terapia en centros asistenciales, etc. Seres vivos e inferiores en la escala evolutiva, pero con cierta superioridad moral que entregan su corta vida en beneficio de la sociedad.

Da vergüenza reconocer y ver como España dedica más tiempo a la tortura de los animales en nombre de la tradición, escondida bajo festejos medievales, que fiestas, celebraciones y homenajes a todos estos héroes anónimos a los que tanto debemos. Ni tan siquiera premios a ONG’S en labores en las que la Administración, debiera de estar más implicada, no solo desde el punto de vista de las subvenciones sino de forma más activa y contundente en las reformas judiciales que en pro de los animales y plantas cualquier sociedad avanzada demanda. Una sociedad que solo castiga y no sabe premiar y reconocer públicamente esta importante labor no es un buen ejemplo para una sociedad con unos mínimos principios morales y éticos.

Un país en el que dejar de recoger un excremento está sancionado por la Administración con una cuantiosa multa, y en la que sin embargo el maltrato animal, en sus diversas formas como abandonos, peleas, y torturas sigue a la cabeza de todo el mundo, y en donde en la mayoría de los casos sale gratis. ¿Esta es la España del siglo XXI que quiere la mayoría de los españoles? Conviene recordar un par de datos: en el noventa y cuatro por ciento de los países del mundo, la tauromaquia es un delito, y el mismo FBI, ha llegado a tipificar el abuso animal, como un crimen contra la sociedad.

La marca España en su versión taurina nos representa a todos los españoles, pero cada día existen más sensibilidades en contra de esta imagen que exporta sangre y dolor. ¿Para cuándo un referéndum? La mayoría de partidos políticos no incluyen en sus programas electorales tan delicado tema por miedo a perder votos, y por tanto el poder al cual aspiran. Otros cuando lo hacen, lo incluyen como un gancho bajo forma de promesa, como es el caso de El Toro de la Vega, para luego incumplirlo de manera flagrante.

El arte es creación, no destrucción. Por eso la tortura nunca ha sido ni será cultura en ningún país avanzado. Al toro no se le da al toro la oportunidad de defenderse con honor, en su campo, y en igualdad de condiciones. La ventaja del torero en cuadrilla, con derecho a enfermería, y con capacidades cognitivas superiores convierte a estos actos un matiz de desequilibrio de fuerzas. El torero acude por su voluntad de una forma remunerada, el toro va arrastrado y en inferioridad de fuerza mental.

La tradición no es un motivo para la realización de estos eventos. También es una tradición la ablación en otros países, y en España hasta hace poco la tradición impedía a la mujer abrir una cuenta corriente. Y en defensa de la tradición tampoco se hubieran firmado Los Derechos Humanos, después de veinte siglos de ostracismo, y para vergüenza de algunos, conseguidos gracias a los esfuerzos de la sociedad civil.

Todos hemos nacidos para morir, pero no para matar. Pero puestos a ello, existe una diferencia: el buen matador si es bueno en el doble sentido de la palabra, evita el sufrimiento, y siempre lo hace por necesidad o en defensa propia, a la vez que proporciona su víctima una muerte digna, y nunca hace de ello un espectáculo. Por eso los animalistas no entienden los eufemismos toreros de “La Fiesta” que anuncia alegría, “la corrida” que oculta la tortura taurina, o el “burladero” o protección de la cual carece el toro, vestido de ciertas resonancias sarcásticas. Ni que exista un espectáculo sin nobles sentimientos, y bajos instintos.

El delfín es un animal considerado por los humanos como inferior, y que se caracteriza no solo por su gran inteligencia. También posee un lenguaje propio por medio de ultrasonidos, y cierta nobleza en sus sentimientos.
Este cetáceo, lejos de dar un ultimátum a la raza humana, y “una oportunidad para defendernos como un hombre”, nos da de paso una lección de moralidad, cuando somos atacados por tiburones. Lejos de regodearse y contemplar el espectáculo, embisten a los tiburones y nos salvan la vida sin cara de perdonavidas. Ahí están dichas imágenes, entre otras muchas de acompañamiento a naves, y rescate de náufragos acompañados hasta la orilla.
Adaptar la tradición a las nuevas sensibilidades, es el primer paso para que el espectáculo sangriento y de dolor se convierta en un encuentro más participativo, original, divertido y en donde las familias puedan acudir con los niños sin necesidad de ver las crueles escenas no de encierro, sino de encerrona a un animal inocente y sin antecedentes penales.

Mataelpino es un pueblo de la sierra madrileña pionero en la práctica de estos nuevos eventos alegres, ecológicos y sin sufrimiento animal. Un grupo de ochenta vecinos construyen con diversos materiales, una enorme bola de tres metros de diámetro de color blanca, en la cual aparece dibujada la silueta de un toro. La bola es soltada desde una de los lugares más altos del pueblo, y va descendiendo por las calles mientras los vecinos intentan evitar ser pisados por la misma, mientras corren y emiten gritos de alegría. El “boloencierro” es el nombre original que los vecinos han elegido para este encuentro tan original. Pero la creatividad, sensibilidad y de los mataelpinenses no acaba ahí. Este año ha estrenado su versión infantil, con una bola de tamaño inferior para los más pequeños, y los fuegos artificiales han sido sustituidos por proyecciones para no alterar la vida de las aves protegidas de la sierra de Guadarrama.

Cada vez son más numerosos los países, que con inteligencia emocional han incorporado a su legislación normas en las que el maltrato queda prohibido, perseguido, y sancionado. La lógica en la Historia siempre ha terminado imponiéndose.
El día en que todos nos metamos en la piel del toro, se acabará la tortura denominada corrida por los taurinos. Solo entonces podremos decir que el toreo habrá muerto de muerte natural, sin sangre ni sufrimiento.

José Luis Meléndez. Madrid, 30 de Septiembre del 2014.
Fuente de la imagen: Flickrhivemind.net

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