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19 de marzo de 2023

Día del padre

Lo que más me ha extrañado es que nadie me haya felicitado por ser padre

Aún sigo sorprendiéndome por las felicitaciones que recibo el día de mi santo. Nunca he sido lo que se dice un hombre de fe. Ya me cuesta lo mío creer en mi mismo, así que cada día me sigue costando lo suyo creer en los demás y mucho más en la vida del más allá. Aunque como agnóstico no me atrevo a negar dicha realidad después de la muerte. Sería un desagradecido y algo que enfadaría en exceso a mi musa, con toda la razón del mundo.

La vida de los pecadores moderados siempre me ha parecido mucho más enriquecedora y alegre que la vida de los santos, a excepción, claro está de Teresa de Jesús, a la cual admiro como una magnífica escritora. Es una delicia leerla porque además te desplaza con el lenguaje propio de la época a la Edad Media. Y en estos tiempos nadie te puede ofrecer un viaje gratis hacia el pasado. Es el defecto de nuestros días: demasiada tecnología y casi toda enfocada hacia el futuro o hacia mundos irreales e inexistentes, como el metaverso.

Parece que hay fuerzas que quieren desconectarnos de nosotros mismos con objeto de que pensemos lo menos posible, una magnífica forma de tenernos controlados. Y de que usemos cada vez menos nuestros órganos. Antes usábamos la mano para escribir. Ahora somos como E.T., el encantador extraterrestre creado por Steven Spielberg, que solo usaba un dedo.

Aún así, he agradecido todas las felicitaciones, provenientes del entorno familiar y de algunos vecinos, felicitaciones que he procedido a remitírselas a mi santo. Lo he hecho con un cierto grado de inseguridad, porque al desconocer su vida, no estoy seguro que se las merezca más que yo.

Es curioso, me han felicitado porque es el día de mi santo y porque me llamo igual que él. Como si el ser tocayo fuese un parentesco lo suficientemente razonable para desearme felicidad en este día. Lo que no entiendo es cómo no le felicitan directamente a él.

Yo no me considero un referente moral y me incomoda que por el mero hecho de llamarme José, nombre que yo no elegí, se me asocie con un modelo espiritual que no pertenece a mi lista de personas que más han influido en mi arquitectura espiritual e intelectual.

Lo que más me ha extrañado es que nadie me haya felicitado por ser padre. A pesar de que la RAE, considera en una de sus acepciones al varón que ejerce dichas funciones. Con todas las criaturas vegetales y animales que he adoptado en mi vida. Algo realmente injusto y doloroso, que considero debiera abrir un profundo debate.

El hecho por supuesto no me ha afectado, pero me ha sorprendido que me hayan felicitado más por ser tocayo de un santo cristiano que por ser padre adoptivo de criaturas con las cuales he convivido y protegido durante una considerable cantidad de años. Eso parece que no son motivos suficientes para reconocer a alguien como padre adoptivo.

Para que te reconozcan como padre tienes que engendrar una criatura humana. Y dicha criatura tiene que vivir, lo cual me parece una considerable falta de sensibilidad. Me refiero al hecho de que no se tenga por costumbre felicitar a padres y madres que han perdido a sus hijos. Mucho más si dichas personas se consideran creyentes.

Procedo a devolver en estos mismos momentos mis felicitaciones al santo con el mismo cariño con el que me las han trasladado a mí. No me considero digno de ellas. Además como padre tengo una inmensa cantidad de hijos ilegítimos que a pesar de darles todo el cariño que he podido, no tuve la decencia de reconocerlos legalmente en su día.

Ya no se salva uno del desprecio ni haciendo el bien...

José Luis Meléndez. Madrid, 19 de marzo del 2023. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

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