Las obras de los héroes quedan escritas a sangre y fuego como ejemplo para la humanidad y las sucesivas generaciones
Las imágenes de las televisiones y los titulares de los periódicos colapsan los espacios informativos. Algunos ciudadanos se echan las manos a la cabeza incapaces de asumir tanta barbarie en tan poco tiempo. La guerra esta vez es real y va en serio. Los europeos y occidentales toman conciencia del conflicto y participan como actores secundarios en esta película real que retransmiten los medios casi en riguroso directo. El escenario europeo merece esta vez una cobertura que esté a la altura de las circunstancias. ¡Son los nuestros!, nuestros hermanos europeos los que están muriendo y no los sirios ni los palestinos, por poner un ejemplo.
Es curiosa la hipocresía y la esquizofrenia occidental. La de esta parte del mundo privilegiada en la cual se importan y consumen a mansalva películas que incitan a la violencia mientras los respectivos ordenamientos jurídicos impiden ejercerla. Te invito a que consumas violencia pero no a que la ejerzas ni a que sepas asumirla.
“La violencia humana es tan estremecedora y ruinosa para los protagonistas como impulsiva e incomprensible para quienes la estudian”, y escriben sobre ella, añado. Lo dice Luis Rojas Marcos, prestigioso psiquiatra, en el prólogo de su obra “Las semillas de la violencia”, al cual he acudido en estos tiempos de tanta zozobra mundial, con objeto de intentar arrojar algo de luz sobre esa emoción humana que tanta barbarie ha causado a distintas civilizaciones a lo largo de la Historia, como es la ira.
La guerra no es como nos la cuentan. Es como es. Solo los que sufren sus consecuencias directas tienen autoridad moral y real para hablar de ella. En los dos bandos de cualquier guerra se cometen atrocidades. ¿Qué hay dentro de nosotros que nos mueve a hacer sufrir intencionadamente a nuestros compañeros de vida? ¿Qué nos empuja a torturar o incluso a quitarle la vida a un semejante?, se pregunta el prestigioso psiquiatra. “El goce con el sufrimiento ajeno es un rasgo exclusivo de la especie humana”. Afirmación que responde a dichas preguntas. Y añade: “La crueldad de los animales es un mito, la del ser humano una siniestra realidad”. Como ejemplo merece la pena recordar, a diferencia de los animales, que el hombre es capaz de matar por motivos ideológicos.
Ante una afirmación tan impactante como cierta y tan explícita como rotunda, Rojas matiza: “La persona es la criatura más cruel que hay sobre la tierra. Pero también es verdad que la inmensa mayoría de las personas son compasivas, tolerantes y abnegadas". "De hecho (prosigue), nuestra especie no hubiera sobrevivido si no estuviéramos continuamente sacrificándonos los unos por los otros”.La pandemia reciente que hemos padecido es una muestra evidente de ello.
El suicidio, según el doctor, es una forma de violencia. Llama la atención como el hombre por medio del maltrato físico que ejerce sobre el planeta sufra los efectos mortales de sus consecuencias, en sus diferentes formas, como son los huracanes, las inundaciones, la sequía, los incendios o las olas de calor, por citar algunos ejemplos.
Hace unos días me hice eco de una frase pronunciada por Andréy Kordochkin, Deán de la catedral de la Iglesia Ortodoxa rusa en Madrid: “Si Vladimir Putin no es capaz de sentir emociones humanas, necesita la ayuda de un psiquiatra, no de un sacerdote”. Me temo la hipotética respuesta del psiquiatra al cual hago referencia, según una frase suya, extraída de dicha obra: “Los hombres torturan y matan por venganza, no por instinto”.
La violencia, según Rojas Marcos, se aprende, pero las pasiones pueden transformar a los seres humanos tanto en malvados como en héroes. Por ello, para combatir la violencia y detener la epidemia de odio, propone la implantación de un modelo de salud pública hasta los doce años de edad, que estimule valores como la compasión, la tolerancia, la autocrítica o la empatía, con objeto de arrancar las raíces del mal y malograr su crecimiento.
Yo a partir de hoy he decidido obviar las imágenes atroces y quedarme solo con las de aquellos héroes que de una forma pacífica, anónima y altruista aportan cada día lo mejor de sí mismas a las víctimas inocentes de este conflicto. Los ucranios que se han visto obligados a abandonar su tierra dejando atrás a seres queridos o han muerto de una forma injusta e inocente. Los reporteros de guerra, los médicos que atienden a los heridos en pésimas condiciones. Las personas anónimas que recorren miles de kilómetros para entregar ayuda humanitaria o traer a personas afectadas por la guerra. Las personas que abandonan sus quehaceres y a sus seres queridos para defender con la bandera de la libertad su patria. Los militares europeos que empuñando la misma bandera de la paz, la libertad y la democracia defienden de una forma ejemplar y pacifica por medio de la disuasión los valores que las distintas sociedades europeas hemos construido durante años. La de todas aquellas personas y veterinarios que se hacen cargo de los animales que han quedado heridos y/o que han pasado las fronteras con sus mascotas, como Vetsum, red española de centros veterinarios que cuenta con 21 hospitales y que ha habilitado tres residencias gratuitas a disposición de las familias refugiadas en España, entre muchos otros.
Todas esas personas con sus pequeñas proezas a título personal, ya han ganado la guerra sin que esta haya terminado. Porque las obras de los héroes no pueden ser borradas por las armas de destrucción masiva. Quedan escritas a sangre y fuego como ejemplo para la humanidad y las sucesivas generaciones.
José Luis Meléndez. Madrid, 11 de abril del 2022. Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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