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24 de junio de 2020

Nueva normalidad

Pero, ¿cómo puede convertirse en normal algo que de por sí  atenta y va en contra de la especie humana?

Los españoles nos  hemos pasado la cuarta parte del año en estado de alarma e hibernación, hecho que como animales esporádicamente racionales, nos ha permitido identificarnos con otras especies.

Algunos de los hábitos que hemos adquirido durante este largo confinamiento, tales como llevar mascarilla, no tocarse, o mantener la distancia social, los hemos interiorizado tanto, convencidos de su importancia, que muchos ciudadanos se han visto en la tesitura de denunciar a otros, ante su grave irresponsabilidad e incumplimiento.

Hace tan solo unas cuantas horas, los españoles hemos estrenado, de una forma merecida, lo que algunos han optado por denominar “la nueva normalidad". Aceptar en primer lugar, y, asumir en segundo término este concepto, en su acepción estrictamente etimológica, significaría tanto como aceptar que los apretones de manos, los besos, y las caricias que durante milenios nos han acompañado y contribuido  al desarrollo íntegro de nuestra especie, han pasado a mejor vida, y que las nuevas normas, anteriormente mencionadas, ante la falta de alusión temporal, han llegado para quedarse no se sabe durante cuánto tiempo.

Pero, ¿cómo puede convertirse en normal algo que de por sí  atenta y va en contra de la especie humana?, ¿Continuaremos con los nuevos hábitos después de ser inmunizados con la aparición de la nueva vacuna?

Me niego por tanto a asumir este concepto que pretenden vendernos algunos con la excusa de hacernos ver como normal, de una forma indefinida en el tiempo, una realidad futura que contribuya a deshumanizar aún más mi especie, con el gancho añadido de la novedad.

Propongo en su lugar un concepto más esperanzador, humano y limitado en el tiempo, como es el de la anormalidad temporal. Un término que respetando los nuevos hábitos adquiridos, impide que en un tiempo futuro, éstos lleguen a convertirse en costumbres.

José Luis Meléndez. Madrid, 24 de junio del 2020.
Fuente de la imagen:wikimedia.commons.org

19 de junio de 2020

Cita a ciegas

Recuerdo la cita. Fue en un día lluvioso, como el de hoy. Una amiga tuya, te facilitó mi correo electrónico. Días después compartimos impresiones e intercambiamos fotos. Luego se produjo tu primera llamada. Nuestras voces se entrelazaron, y se acoplaron como si se conociesen, y hubiéramos hablado en otro momento, y quien sabe si quizás en otros cuerpos.

Nos citamos un sábado, a las once de la mañana, en el Retiro. Acudimos puntuales. Paseamos como Adán y Eva por el jardín prohibido. Venías cansada, y me propusiste un café, para recuperar fuerzas. Ya en el interior, nos sentamos apartados de la barra de la cafetería. Frente a frente.  Entre los dos una mesa redonda. En el largo e imperceptible rato que hablamos, me confesaste que el sexo era muy importante para ti. Estuvimos hablando más de dos horas de manera abierta y natural, en un ambiente mágico, y de confianza mutua. Yo solo buscaba una relación de amistad equilibrada e igualitaria.

De repente comenzó a llover. La intensa lluvia se podía escuchar a través de los cristales, mientras respiraba el aroma a café, y miraba la luz de tus ojos. Ansioso por percibir  el perfume de tu aroma natural. Tu voz acompañó por unos momentos esa melodía. No me dejaste pagar. La excusa perfecta para proponerte una segunda cita.

Antes de salir del local, abrí mi paraguas. Momentos después noté como tu mano tomó mi brazo. Nunca olvidaré esa sensación. Aquella descarga eléctrica repleta de emociones, que recorrió todo mi cuerpo. El tono de nuestras voces cambió de repente, y nuestro lenguaje se hizo más plural, más nuestro. Nuestros pasos se hicieron más lentos, con objeto de eternizar ese racimo de sensaciones.

Anduvimos por espacio de un cuarto de hora, hasta que llegamos al metro. Antes de despedirnos intercambiamos nuestras gratas impresiones del encuentro, mientras nos dirigíamos una mirada cómplice. Luego vinieron los mensajes de texto. Los puntos suspensivos, y los diminutivos. Nos sentíamos tan pequeños los dos, uno al lado del otro…

Yo no quería estropear ni que acabase una historia tan idílica, y decidí frenar a tiempo, y te volví a proponer mi amistad. Pero tú volviste a llamarme  cuando me negué por escrito a ir más allá. Fue entonces cuando lograste desarmarme con aquella frase que me susurraste lentamente por teléfono, y que decía: “Tú eres ¡tonnn-to!”.

En ese momento descubrí tus intenciones. Ahora dudo que se correspondiesen con tus sentimientos. La primavera puso lo demás de su parte. Las citas pasaron a convertirse en paseos, y estos a su vez en picnics anticipatorios  a los primeros encuentros.

Disfrutamos del placer del Edén,  hasta que un día fuiste sorprendida agendando una cita con un ángel negro. Nunca entenderé aquel suicidio emocional delante de mí, tan torpe y absurdo.

Hoy dejo en la mesita de este café esta carta. Para que la gente sepa que aquí comenzó una preciosa historia de amor. Un amor que fue sincero, traicionado y no correspondido.

Si algún día lees estas líneas, no pienses que fueron inspiradas en ti, sino en el ángel que un día te empujó al salir de este lugar de mi brazo, y después de llamarme tonto, me condujo hasta ti.

José Luis Meléndez. Madrid, 29 de abril del 2017
Fuente de la imagen: wikimedia.commons,org

11 de junio de 2020

Fases

A veces me pregunto en qué fase de la acampada, que no de la escalada, se encuentran algunos grupos de la clase política

A veces me pregunto en qué fase de la acampada, que no de la escalada, se encuentran algunos grupos de la clase política. Según unos nunca debería haberse aplicado el estado de alarma. Según otros, ya debería de haberse suspendido, es decir, siempre han permanecido ajenos y ausentes. Otros han recuperado hace meses su vieja e irresponsable normalidad, sin importarles lo más mínimo,  la aparición de nuevos brotes, y sus respectivas consecuencias mortales.

Los mismos que ante su pasividad, falta de iniciativas, y propuestas urgentes de Estado, parecen  aún no haberse enterado que estamos bajo los efectos de una pandemia, con decenas de miles de personas muertas por culpa del coronavirus. Como si éste tuviera un color rojo, azul, naranja, verde o morado, y fuese más importante que los problemas que nos deparan a todos los españoles.

Los científicos nos recomiendan guardar la distancia física, y los ciudadanos imploran a sus representantes acercar sus posturas para salir cuanto antes de esta gravísima crisis. Ahora sabemos quiénes somos los ganadores y quiénes los perdedores de esta larga y dura lucha. Los que realmente hemos cumplido, y los que cegados en sus propios intereses partidistas,  han permanecido ajenos a todo y a todos, sin reconocer el ejemplo que ha dado, y aún sigue dando, la ciudadanía de este gran país.

José Luis Meléndez. Madrid, 11 de junio del 2020

5 de junio de 2020

Amor superior


Algunos en lugar de abandonarse, utilizan los instintos ajenos para enamorarse de sí mismos

De la noche a la mañana, y después del dinero (la pareja empieza siendo una sociedad económica), el sexo se ha convertido en el factor más importante de la pareja. De ser cierta esta afirmación, el dormitorio sería para la mayoría de los españoles el habitáculo preferido para sus encuentros. Hecho nada extraño si se tiene en cuenta que entre sus cuatro paredes, el corazón alcanza las mínimas y máximas pulsaciones por segundo. Fornico, luego existo.

Ni siquiera la cocina, lugar morboso y capaz de  despertarle a uno los cinco sentidos, ni el salón de estar (espacio variado  donde uno come, hace vida social, lee, ve la televisión, se relaja, desconecta) e inspirador y propiciador de momentos íntimos, debe ser su lugar favorito.

Un hombre que trota bien en la cama es un hombre que camina bien en la vida. O lo que es lo mismo: un macho bueno en la cama es más importante que un hombre bueno en la vida. Reflexión psicoanalítica de los instintos. El animal por encima del hombre. Asunto que no ha de extrañar a nadie, ya que al final y al cabo, es más fácil rendirse al placer de los instintos, que abandonarse a la grandeza y a la inmensidad del amor, por encima de los intereses personales.

Algunos en lugar de abandonarse, utilizan los instintos ajenos para enamorarse de sí mismos. Unos de forma inconsciente, y la mayoría de los demás de manera interesada, mientras se niegan a aceptar la naturaleza egoísta del amor, que se inicia por el deseo y el placer de uno mismo.

El amor verdadero e incondicional como se nos enseñó desde la infancia, no está limitado de forma exclusiva a las relaciones humanas. Se demuestra también a través de las relaciones con los demás seres. El auténtico amor no discrimina.

Solo aquellos que han experimentado este tipo de relaciones y de emociones con los demás seres, saben que el amor superior o espiritual no necesita de la manifestación de ese animal interior para ser realizado. Se trata por tanto de un amor menos terrenal, más profundo, ilimitado y universal, que nos conecta con el resto del universo.

El sexo sin seso se vuelve poseso, pues cuando uno cree poseer otro cuerpo, es él el que acaba poseído por su propio deseo. Un orgasmo puede durar veinte minutos, pero el verdadero amor dura toda la vida.

José Luis Meléndez. Madrid, 14 de julio del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org