Algunos en lugar de abandonarse, utilizan los instintos ajenos para enamorarse de sí mismos
De la noche a la mañana, y después del dinero (la pareja empieza siendo una sociedad económica), el sexo se ha convertido en el factor más importante de la pareja. De ser cierta esta afirmación, el dormitorio sería para la mayoría de los españoles el habitáculo preferido para sus encuentros. Hecho nada extraño si se tiene en cuenta que entre sus cuatro paredes, el corazón alcanza las mínimas y máximas pulsaciones por segundo. Fornico, luego existo.
Ni siquiera la cocina, lugar morboso y capaz de despertarle a uno los cinco sentidos, ni el salón de estar (espacio variado donde uno come, hace vida social, lee, ve la televisión, se relaja, desconecta) e inspirador y propiciador de momentos íntimos, debe ser su lugar favorito.
Un hombre que trota bien en la cama es un hombre que camina bien en la vida. O lo que es lo mismo: un macho bueno en la cama es más importante que un hombre bueno en la vida. Reflexión psicoanalítica de los instintos. El animal por encima del hombre. Asunto que no ha de extrañar a nadie, ya que al final y al cabo, es más fácil rendirse al placer de los instintos, que abandonarse a la grandeza y a la inmensidad del amor, por encima de los intereses personales.
Algunos en lugar de abandonarse, utilizan los instintos ajenos para enamorarse de sí mismos. Unos de forma inconsciente, y la mayoría de los demás de manera interesada, mientras se niegan a aceptar la naturaleza egoísta del amor, que se inicia por el deseo y el placer de uno mismo.
El amor verdadero e incondicional como se nos enseñó desde la infancia, no está limitado de forma exclusiva a las relaciones humanas. Se demuestra también a través de las relaciones con los demás seres. El auténtico amor no discrimina.
Solo aquellos que han experimentado este tipo de relaciones y de emociones con los demás seres, saben que el amor superior o espiritual no necesita de la manifestación de ese animal interior para ser realizado. Se trata por tanto de un amor menos terrenal, más profundo, ilimitado y universal, que nos conecta con el resto del universo.
El sexo sin seso se vuelve poseso, pues cuando uno cree poseer otro cuerpo, es él el que acaba poseído por su propio deseo. Un orgasmo puede durar veinte minutos, pero el verdadero amor dura toda la vida.
José Luis Meléndez. Madrid, 14 de julio del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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