Traductor

27 de agosto de 2019

El rescate de Cebra

Hola a todos:

Me llamo Cebra. Soy una paloma torcaz nacida en el barrio de Manoteras, un barrio situado al noreste de Madrid, tranquilo y verde, perteneciente al distrito de Hortaleza. Son las nueve de la tarde noche de un sábado 24 de agosto. El cielo a punto está de volverse negro y mi familia hace ya un buen rato que se ha recogido y ha emprendido el vuelo hacia el lugar que cada noche nos cobija.

No sé lo que me pasa. El caso es que soy incapaz de volar, y los míos para colmo se han ido y no han podido hacer nada. Intento disimular como puedo, pero mi nerviosismo es imposible de disimular y me delata. Nunca me había sentido en una situación así, tan sola y desprotegida.

Uno de los vecinos se ha percatado de mi situación y me ha visto cruzando un paso de cebra en una zona tranquila de chalets. De ahí el nombre que me puso como le oí más tarde. Ha intentado cogerme y casi lo consigue, pero debido al susto, he decidido ponerme a salvo debajo de uno de los coches que hay aparcados en fila, a medio metro de él, mientras le miro a la cara.


Creo que este tipo le conozco de sobra. La he visto pasear muchas veces con una perrita negra por uno de los parques de este barrio, mientras yo comía con mi familia en el césped. Los vecinos del barrio son buena gente por eso tenemos bastante confianza y nos dejamos acercar más de la cuenta.

Debido a su escaso éxito este hombre se ha ausentado. Al parecer ha debido de ir a su casa y viene ahora hacia mí con un palo. Al meterlo debajo del coche me ha obligado a salir por la acera, para lo cual ha tenido sumo cuidado para no hacerme daño. Por medio de él me ha ido indicando con movimientos lentos hacia conde tenía que ir, cortándome el paso. Hasta que me he visto obligada a salir. En ese momento de nuevo con el palo, me ha conducido hasta un lugar en el cual me ha cogido con una de sus manos. De esta forma ha falicitado mi cogida y evitado mi atropello o captura por algún gato, o algún desaprensivo.

A continuación me ha conducido a su casa, se ha hecho de día de repente, y me ha fotografiado. Luego me ha dejado tranquila en su bañera con la luz apagada y la puerta cerrada para que estuviera tranquila. Más tarde le he escuchado hablar por teléfono. Al parecer ha llamado a uno de esos buenos hombres uniformados, que suelen llevarnos a las aves a nuestro hospital de rapaces. No es la primera vez que un miembro de mi especie es rescatado por este buen tipo.

Ha finalizado la llamada pero el servicio no coge el teléfono. A Salvador, le llamaré así en honor a su amable atención y caballerosidad, para no ser tan repetitivo, se le nota tenso e intenta agilizar al máximo el rescate. Ante su intento infructuoso ha decidido ponerse en contacto telefónico con la comisaría que la Policía Municipal tiene en el distrito de Hortaleza. Uno de los miembros le ha facilitado el nuevo número de la UMA (Unidad de Medioambiente de la Policía Municipal de Madrid).


Marca el nuevo número y una agente le toma nota del aviso. Entretanto y mientras los agentes llegan, Salvador se ha dirigido a un contenedor a coger una caja de cartón para hacerme una casa portátil en la cual puedan llevarme los agentes. En el momento en el que está cogiendo la caja del recipiente de cartón, mi rescatador recibe una llamada de la Unidad. Como consecuencia del cambio de gobierno municipal ha habido cambios en el organigrama del cuerpo, y el protocolo estipula que los avisos se tramiten a partir de ahora a través del teléfono 092.

A los cinco minutos regresa Salvador y da aviso al 092. Es la tercera llamada que realiza. Esta vez ha habido suerte. Son las 21:22 minutos. Hace veinte minutos de mi captura. Oigo ruidos como si alguien doblara o cortara cartón. Mi anfitrión está preparando la casa que durante unos minutos será exclusivamente mía, a la cual ha abierto Será el último recuerdo de él. Como colofón y para que no se me salgan las patas alfombra el suelo de la caja con un periódico.

Suena el timbre. Los agentes han llegado. Se vuelve a hacer de día. Siento como Salvador se acerca, me toma entre sus manos, y me introduce en una caja mucho más pequeña que trae la UMA, habilitada y dispensada por el CRAS (Centro de Recuperación de Aves Silvestres) para tal efecto, con ayuda de uno de los agentes. Son las 22:00 horas. Últimas palabras de despedida y de agradecimiento de Salvador hacia los agentes.

Espero pronto estar buena y volver a esta tierra hortelana. Con mi familia y al lado de vecinos tan encantadores.

¡Hasta pronto!

Cebra

José Luis Meléndez. Madrid, 27 de agosto del 2019.

No hay comentarios:

Publicar un comentario