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18 de diciembre de 2018

A Navarra

Te llevo dentro Navarra. Aun inspiro tu aire limpio. Respiro hondo cuando te recuerdo y te pienso. Paseo por tus viñas igual que aquel niño al cual invitaste a comer en tu huerta, y me recreo desde lo alto del Monte de San Martín, con sus valles y pueblos circundantes.

Has entrado en mí por todos los sentidos: por el manjar de tu gastronomía, por la belleza de tus pueblos. Por el contacto con los animales de tu granja, por el olor a estiércol de tus campos, y el aroma a pino de tus montes. Por el acento de sus gentes en sus jotas.

Mi primer paseo en burro fue en Añorbe, un pueblo de tu ribera. Ya no está entre nosotros aquel animal tan tierno y manso que me acogió en su lomo, siendo niño. Aún recuerdo el cariño de su mirada y la delicadeza y sensibilidad que se desprendía del movimiento de su cuerpo. Y de aquellos coches tan grandes conducidos por hombres afectuosos, que eran capaces de circular por tus tierras y empaquetar la cosecha.

¡Ay, Navarra!, piedra noble y robusta como tu gente. Hoy vuelvo a entrar en el pórtico empedrado de tu caserón húmedo y aldeano. Y vuelvo a subir por las escaleras de tu patio, y a tocar la aldaba de tu puerta, antes de entrar jubiloso como antaño, hasta el balcón de tu casa.

He venido a ti porque no he encontrado mejor lugar donde posar mi vuelo. Me asomo a tus calles empinadas para susurrarte al oído que soy yo, aquel sobrino perdido, que apenas viene a verte, pero que como ves, siempre se acuerda de ti. ¿Recuerdas…?

José Luis Meléndez. Madrid, 16 de julio del 2017
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org

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