La vocación es un factor determinante a la hora de elegir una profesión
La vocación (del latín vocatio-onis, acción de llamar) es un factor determinante a la hora de elegir una profesión, pero esta no garantiza por sí sola el éxito de una elección. Una persona puede sentir la llamada o la inclinación hacia una determinada actividad pero si ésta entra en contradicción con los valores que se presupone posee toda persona humana, se verá inexorablemente abocada al fracaso. Es decir, es necesario y primordial antes de tomar dicha decisión conocerse a sí mismo.
Un torero puede amar su profesión pero no ama al toro cuando lo tortura, lo mata y hace de ello un espectáculo a costa del sufrimiento y de la vida del animal. De igual forma un veterinario no siente amor por los animales cuando coge la escopeta y sale al campo a divertirse y a practicar la afición de matar animales. Máxime si existen en ambos casos intereses económicos y festivos. Existen por tanto prácticas que se contradicen entre sí y que merecen ser explicadas por aquellos que las ejercitan. Porque cuando el ejercicio de una profesión se contradice con la práctica de una afición, los distintos yos que defienden dichas posturas, y que forman parte del individuo entran en conflicto.
Esto es lo que ha intentado el pasado 15 de abril (no se sabe si con éxito), a través de unas declaraciones ofrecidas al diario ABC, una representación de cinco veterinarios aficionados a la caza, a través de concentraciones que tuvieron lugar en distintas provincias de España, si bien el motivo principal de dichas manifestaciones era el de denunciar y solicitar al Gobierno que pusiese fin a la “escalada de insultos, agresiones, y ataques”, que padece dicho colectivo en las redes sociales. Unas agresiones que merecen toda repulsa pero que no guardan sintonía con determinadas prácticas, que dicho colectivo lleva a la práctica a través del ejercicio legal pero inmoral, como es el de recurrir al sufrimiento y a la muerte animal para el divertimento humano.
A través de dichas exposiciones dicho colectivo ha intentado explicar no sin grandes esfuerzos (lo irracional es algo que por definición no tiene explicación), con su cara más amable, y sus frases menos acertadas, que ser cazador es compatible desde el punto de vista moral, racional e incluso deontológico, con ser veterinario. Como ser pirómano podría ser acorde con ser bombero, y ser médico en los Estados Unidos con ser miembro de la Asociación del Rifle, por los enormes beneficios que dicho sector y dichas personas aportan a la sociedad...
De la lectura de dicho artículo se desprenden varias conclusiones. La primera de ellas es que los veterinarios cazadores son mucho más felices cuando cazan que los animalistas cuando luchan por el derecho a la vida que todo veterinario con una mínima vocación debería defender y respetar. Más sorprendente resulta la motivación ideológica y vocacional que exponen los veterinarios cazadores (en adelante VC), entre las cuales se encuentran: la práctica ancestral, la vinculación económica con el medio rural, la limpieza de los montes, la realización de estudios genéticos post mortem (los animales parece ser que no se los comen), o la defensa a cañonazo limpio de la superpoblación del medioambiente. Ni la diversión como afición, ni el amor por los animales a la hora de elegir y ejercer la profesión figuran entre sus trending topics (tópicos más recurrentes).
Que son los animalistas los que confunden bienestar animal con humanización, y no los VC los que recurriendo a sus bajos instintos se bestializan cuando matan para divertirse. Curiosa tergiversación. Que los que cazan y agreden son los animalistas a los cazadores con sus descalificaciones, y que el cazador es poco menos que un guarda forestal cuando acude un medio de comunicación, y que si se habla de matar, ni siquiera saben "matar el tiempo" que de manera tan altruista y desinteresada entregan a los demás, al medio ambiente, y a las galaxias circundantes.
Que el cazador en realidad no sale a matar (suele dejarse la escopeta en casa): “el fin no es matar, es disfrutar de la naturaleza y ver como cazan los perros…”. Que la forma más humana, profesional y moral para combatir las enfermedades y las plagas es por medio de la escopeta, y no de las medicinas ni los anticonceptivos. Que la educación puede ser más peligrosa y dañina que la afición letal, despiadada y exterminadora que los VC practican, y que las muestras de afecto continuadas hacia un animal que nos demuestra su cariño, denotan cierto comportamiento violento, motivo por el cual lo califican de maltrato: “Maltrato es tratar a un perro como a un bebé”. A lo que nuestro amigo el lobo y sus descendientes que son nuestras mascotas le contestarían si no es maltrato, demostrar amor incondicional a un humano que pone en peligro la vida de sus perros en lugar de enfrentarse él directamente a “la pieza”.
Que el que los VC no estén “obligados” a cazar, no quiere decir por ello que no tengan “derecho” a comerse los animales que cazan sus mascotas: “Los animales no deben tener los mismos derechos que las personas porque no tienen las mismas obligaciones” (sic). Como el planeta no tiene obligaciones con el hombre, éste tampoco debería tener ningún derecho sobre la tierra. De esta forma un animalista que defienda el “derecho” a la vida no debe poner en cuestión la “obligación” moral que supone el cumplimiento deontológico de toda profesión que por antonomasia defiende la vida, como es la veterinaria. Curioso.
Que los VC son las auténticas víctimas, y los animalistas y los animales son los auténticos depredadores. Que una palabra causa más daño que un cartuchazo y la pérdida de una vida. Que no debe tener razón alguna D. Miguel Ángel Hernández, y que por eso es Responsable de Conservación de Especies de Ecologistas en acción, cuando asegura que la caza lejos de regular la población de las especies, ocasiona graves desequilibrios en los ecosistemas, desplazando, hiriendo y dañando a las poblaciones autóctonas.
Que los animalistas, esta vez sí, demuestran con su actitud gratuita, desinteresada, y su inmenso amor una mayor vocación que los VC, cuando defienden la vida de los animales dedicando parte de su tiempo no como una afición, sino como una “obligación” moral que defiende el “derecho” a la vida. Una vida de la cual deberían alegrarse todos aquellos que utilizan la naturaleza para defender sus propios intereses.
José Luis Meléndez. Madrid, 18 de agosto del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
La vocación (del latín vocatio-onis, acción de llamar) es un factor determinante a la hora de elegir una profesión, pero esta no garantiza por sí sola el éxito de una elección. Una persona puede sentir la llamada o la inclinación hacia una determinada actividad pero si ésta entra en contradicción con los valores que se presupone posee toda persona humana, se verá inexorablemente abocada al fracaso. Es decir, es necesario y primordial antes de tomar dicha decisión conocerse a sí mismo.
Un torero puede amar su profesión pero no ama al toro cuando lo tortura, lo mata y hace de ello un espectáculo a costa del sufrimiento y de la vida del animal. De igual forma un veterinario no siente amor por los animales cuando coge la escopeta y sale al campo a divertirse y a practicar la afición de matar animales. Máxime si existen en ambos casos intereses económicos y festivos. Existen por tanto prácticas que se contradicen entre sí y que merecen ser explicadas por aquellos que las ejercitan. Porque cuando el ejercicio de una profesión se contradice con la práctica de una afición, los distintos yos que defienden dichas posturas, y que forman parte del individuo entran en conflicto.
Esto es lo que ha intentado el pasado 15 de abril (no se sabe si con éxito), a través de unas declaraciones ofrecidas al diario ABC, una representación de cinco veterinarios aficionados a la caza, a través de concentraciones que tuvieron lugar en distintas provincias de España, si bien el motivo principal de dichas manifestaciones era el de denunciar y solicitar al Gobierno que pusiese fin a la “escalada de insultos, agresiones, y ataques”, que padece dicho colectivo en las redes sociales. Unas agresiones que merecen toda repulsa pero que no guardan sintonía con determinadas prácticas, que dicho colectivo lleva a la práctica a través del ejercicio legal pero inmoral, como es el de recurrir al sufrimiento y a la muerte animal para el divertimento humano.
A través de dichas exposiciones dicho colectivo ha intentado explicar no sin grandes esfuerzos (lo irracional es algo que por definición no tiene explicación), con su cara más amable, y sus frases menos acertadas, que ser cazador es compatible desde el punto de vista moral, racional e incluso deontológico, con ser veterinario. Como ser pirómano podría ser acorde con ser bombero, y ser médico en los Estados Unidos con ser miembro de la Asociación del Rifle, por los enormes beneficios que dicho sector y dichas personas aportan a la sociedad...
De la lectura de dicho artículo se desprenden varias conclusiones. La primera de ellas es que los veterinarios cazadores son mucho más felices cuando cazan que los animalistas cuando luchan por el derecho a la vida que todo veterinario con una mínima vocación debería defender y respetar. Más sorprendente resulta la motivación ideológica y vocacional que exponen los veterinarios cazadores (en adelante VC), entre las cuales se encuentran: la práctica ancestral, la vinculación económica con el medio rural, la limpieza de los montes, la realización de estudios genéticos post mortem (los animales parece ser que no se los comen), o la defensa a cañonazo limpio de la superpoblación del medioambiente. Ni la diversión como afición, ni el amor por los animales a la hora de elegir y ejercer la profesión figuran entre sus trending topics (tópicos más recurrentes).
Que son los animalistas los que confunden bienestar animal con humanización, y no los VC los que recurriendo a sus bajos instintos se bestializan cuando matan para divertirse. Curiosa tergiversación. Que los que cazan y agreden son los animalistas a los cazadores con sus descalificaciones, y que el cazador es poco menos que un guarda forestal cuando acude un medio de comunicación, y que si se habla de matar, ni siquiera saben "matar el tiempo" que de manera tan altruista y desinteresada entregan a los demás, al medio ambiente, y a las galaxias circundantes.
Que el cazador en realidad no sale a matar (suele dejarse la escopeta en casa): “el fin no es matar, es disfrutar de la naturaleza y ver como cazan los perros…”. Que la forma más humana, profesional y moral para combatir las enfermedades y las plagas es por medio de la escopeta, y no de las medicinas ni los anticonceptivos. Que la educación puede ser más peligrosa y dañina que la afición letal, despiadada y exterminadora que los VC practican, y que las muestras de afecto continuadas hacia un animal que nos demuestra su cariño, denotan cierto comportamiento violento, motivo por el cual lo califican de maltrato: “Maltrato es tratar a un perro como a un bebé”. A lo que nuestro amigo el lobo y sus descendientes que son nuestras mascotas le contestarían si no es maltrato, demostrar amor incondicional a un humano que pone en peligro la vida de sus perros en lugar de enfrentarse él directamente a “la pieza”.
Que el que los VC no estén “obligados” a cazar, no quiere decir por ello que no tengan “derecho” a comerse los animales que cazan sus mascotas: “Los animales no deben tener los mismos derechos que las personas porque no tienen las mismas obligaciones” (sic). Como el planeta no tiene obligaciones con el hombre, éste tampoco debería tener ningún derecho sobre la tierra. De esta forma un animalista que defienda el “derecho” a la vida no debe poner en cuestión la “obligación” moral que supone el cumplimiento deontológico de toda profesión que por antonomasia defiende la vida, como es la veterinaria. Curioso.
Que los VC son las auténticas víctimas, y los animalistas y los animales son los auténticos depredadores. Que una palabra causa más daño que un cartuchazo y la pérdida de una vida. Que no debe tener razón alguna D. Miguel Ángel Hernández, y que por eso es Responsable de Conservación de Especies de Ecologistas en acción, cuando asegura que la caza lejos de regular la población de las especies, ocasiona graves desequilibrios en los ecosistemas, desplazando, hiriendo y dañando a las poblaciones autóctonas.
Que los animalistas, esta vez sí, demuestran con su actitud gratuita, desinteresada, y su inmenso amor una mayor vocación que los VC, cuando defienden la vida de los animales dedicando parte de su tiempo no como una afición, sino como una “obligación” moral que defiende el “derecho” a la vida. Una vida de la cual deberían alegrarse todos aquellos que utilizan la naturaleza para defender sus propios intereses.
José Luis Meléndez. Madrid, 18 de agosto del 2018
Fuente de la imagen: wikimedia.commons.org
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