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29 de enero de 2018

Transgénicos

El ecologismo debería de tener en cuenta la supervivencia humana, de la misma forma que lo hace con otras especies en vías de extinción

En la actualidad, el hombre está más preocupado por lo tóxico, que por lo impuro. Lo impuro entonces estaba reservado al espíritu y al cuerpo. Las cosas eran buenas, pero la mayoría de los hombres eran malos por naturaleza. Lo impuro tiene lugar cuando se produce una mezcla de partículas extrañas a un cuerpo o materia, y lo tóxico se aplica a las sustancias venenosas. Que algo sea impuro, no implica que sea tóxico. Por ejemplo, el agua del mar contiene determinadas impurezas, como la sal, pero no es venenosa.

Hoy los médicos curan la toxicidad del cuerpo y de la mente, los sacerdotes la del alma, y los ecologistas la de la naturaleza. La pregunta es: ¿existe en la actualidad más toxicidad que en la antigüedad? Si nos atenemos al mayor número de habitantes que tiene el planeta, y consideramos lo poco que nos importa su estado, podemos deducir (desde el punto de vista físico), que este conjunto de partículas celulares llamado hombre, puede enfermar si entra en contacto con otras partículas externas. Tal es el caso de las infecciones. El hombre sigue siendo igual de impuro, pero más tóxico en términos espirituales, cuando es capaz de contaminarse y envenenarse a sí mismo y a los demás.

El transgénico, es un organismo al cual se le añade un gen por medio de un proceso de ingeniería genética, y que normalmente suele ser de la misma zona. De esta forma se le confiere al organismo resultante una mayor resistencia ante determinadas enfermedades, plagas, así como a factores climatológicos adversos. Desde su aparición en los años noventa, y, ante la falta de estudios científicos rigurosos, el consumo de los transgénicos, ha levantado diversas suspicacias en los consumidores. Su uso no se limita exclusivamente al sector alimentario. El sector textil (ropa), y el sanitario (compresas y productos de higiene), representan una importante porción del pastel, si se tiene en cuenta, que más del cincuenta por ciento de algodón europeo, es transgénico.

El reino vegetal, no es el único en el cual se aplican estas técnicas transgénicas. Antes de que el agricultor empezase a hacer uso de ellos en la última década del siglo XX, los ganaderos y criadores, ya utilizaban en el mundo animal, un método de reproducción similar denominado hibridación. El método se sigue utilizando en la actualidad, y consiste en la mezcla o apareamiento de razas o especies distintas. Por medio de este mestizaje, se consiguen rendimientos superiores a los de la raza primitiva. Existen ejemplos como el toro de Lidia, el Bulldog francés, etc.

La industria puede presumir de ser rentable, ya que al ser resistente a determinadas plagas, ahorra gastos y horas de trabajo, a la hora de aplicar herbicidas e insecticidas. Aun así, la normativa europea obliga (al contrario que la estadounidense), a etiquetar los alimentos que contienen OGM (organismos genéticamente modificados). Un proceso que encarece de forma considerable su trazabilidad, debido a los controles adicionales que esto ocasiona. En España el transgénico más utilizado es el Mon810, nomenclatura que hace referencia a Monsanto, empresa norteamericana que lo comercializa. El maíz, es sin duda el transgénico más conocido, debido a que es el más utilizado, y el de mayor contacto directo.

Hace unos años, en julio del 2026, ciento diez premios nobel, pertenecientes a distintas materias, hicieron pública una carta, posicionándose a favor de la producción y comercialización de los OMG. En dicho documento, se hacía especial hincapié en la defensa de los cultivos de arroz dorado, como alimento que ofrece la oportunidad de mejorar y enriquecer la nutrición humana, y defiende la utilización de los transgénicos, como una posible solución a las hambrunas del mundo. Y es que según la ONU, en el año 2050, será necesario duplicar la producción mundial de alimentos, con objeto de satisfacer la creciente demanda de la población del planeta.

El mencionado documento insta a algunos gobiernos a no obstaculizar ni paralizar este tipo de cultivos. Alegan la inexistencia de efectos perjudiciales en la salud humana y animal, y defiende también la tecnología de estos cultivos y la seguridad de estos alimentos. Mucho más dura es la acusación que lanza contra Greenpeace, organización a la que culpan de crímenes contra la humanidad, por estar en contra de los cultivos transgénicos, así como de la utilización de tecnologías como la del arroz dorado. Una actitud que mantiene la organización ecologista, en base a un principio de precaución.
Esta variedad de arroz, según los firmantes de dicho manifiesto, tiene la capacidad de reducir y erradicar un considerable número de muertes, causadas por una deficiencia de vitamina A, muerte que en la mitad de los casos (Unicef habla de entre uno y dos millones de muertes), se produce al siguiente año de perder la vista. Esto es debido, a diferencia de otras variedades, a su mayor contenido de betacaroteno, motivo por el cual en la actualidad se pretende mejorar su valor nutricional, por medio de ensayos clínicos.

Los ecologistas, por su parte, no cuestionan tanto el empleo del maíz transgénico, sino el empleo del glifosato, una sustancia tóxica presente en la composición de los herbicidas que se utilizan en el tratamiento de estas plantaciones. En la actualidad, España es el país europeo con mayor extensión de tierra destinada al cultivo de transgénicos. Las buenas condiciones climatológicas del país, la plaga del taladro, que afecta con especial virulencia a las plantaciones de maíz, y la permisividad del gobierno español, con respecto a estos cultivos, son los principales motivos que contribuyen en gran medida a ello. Como contrapartida, y a diferencia de los productos ecológicos, este tipo de cultivos, no recibe ningún tipo de subvención.

Una demanda, la de los transgénicos, que de manera previsible, marcará tendencia en el corto y en el medio plazo, si se considera la cantidad de personas que habrá que alimentar en el futuro. Más si se tienen en cuenta los importantes retos que tiene el planeta, como es el caso del cambio climático, y los catastróficos efectos que tiene en la producción de las cosechas. Los estudios actuales no han demostrado que el consumo de este tipo de productos, sean perjudiciales para la salud humana y animal. Sin embargo pueden ser muy beneficiosos en el presente y en el futuro para muchas especies. El ecologismo debería de tener en cuenta la supervivencia humana, de la misma forma que lo hace con otras especies en vías de extinción.

José Luis Meléndez. Madrid, 19 de febrero del 2017
Fuente de la imagen: commons.wikimedia.org

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